Carlos, Anibal y Rafael, mis estudiantes sobresalientes 1
Relato la experiencia que vivi el años pasado, cuando empece a trabajar de maestro en cierta unidad educativa con mis alumnos de ultimo año. .
Me llamo Cristóbal, tengo 29 años y muchos de los que me conocen piensan que soy mucho menor, que ando por los 20 recién. Mido 1.70, mi piel es clara, pero no soy blanco, tengo un buen físico; no hago mucho ejercicio, pero por mi trabajo ejecutivo, siempre estuve bien cuidado. En abril se me dio la oportunidad de iniciar a trabajar como maestro, iniciando una nueva etapa en mi vida.
Habían transcurrido seis meses de mi ingreso, por lo que ya estaba enrolado en las actividades diarias de la docencia: dictar mis clases asignadas. Por ser nuevo, tenía varias horas libres, las cuales aprovechaba para admirar la belleza de la juventud, ver machitos guapos haciendo actividad física, imaginar lo que esconden esos uniformes. A un par de ellos les había dedicado unas sesiones en solitario y nada más; recalco que hasta el momento me había manejado en estricto protocolo de maestro y alumno.
Un trío que se lleva toda mi atención es el de Carlos, Anibal y Rafael, chicos de último curso, sobre todo Anibal, alto, blanco, buen cuerpo, hombros y piernas anchas y, por lo que había podido ver, peludo, que lo hace lucir más varonil, más macho, siempre liderando, carga locas a muchas y muchos. Carlos, por su lado, tiene ese aire de muchacho de barrio, callejero, el típico chico que enloquece a las quinceañeras que buscan el peligro: piel canela, pelo corto, cejas cortadas y de vez en cuando aretes negros, atlético, típico cuerpo de un chico que hace deporte. A Rafael lo conoceremos más adelante.
Mi día favorito es los jueves; mi hora libre coincide con la hora de educación física del curso de los chicos. Algunos días jugaban fútbol, por lo que me encantaba verlos en acción. Muchos jugaban en camisas de tiras que se usan debajo del uniforme, que dejaban ver sus hombros y pecho un poco más. Si bien había más chicos, yo dedicaba más mi atención a ellos. Un par de minutos antes de que tocaran el timbre, les quitaban el balón para que busquen asearse y acomodarse el uniforme para ingresar a clases, minutos que más me gustaban, puesto que uno que otro se quita la camisa sudada para ponerse la de uniforme. Pero es un instante fugaz.
Cierto día, como a los 15 minutos que ya todos habían ingresado a clases luego del descanso, veo que una chica de otro curso sale media misteriosa, viendo para todo lado, y no entra al baño de niñas, sino que camina hacia la parte de atrás del baño de chicos. Me intrigó el asunto, puesto que si había salido, debería ser para ir al baño, pero para ese camino solo quedaba un área donde algunos maestros sabían hacer alguna actividad al aire libre. En fin, me desentendí del asunto.
El viernes de la siguiente semana, la misma chica repitió la ruta, por lo que me dio curiosidad verdónde iba. Aproveché que estaba en hora libre. Cuando llegué al baño de niños, no había nadie dentro. Caminé a la parte de atrás; había una especie de cerca improvisada que impedía el paso a unas construcciones ya deterioradas. Supuse alguna remodelación y esa área quedó de basurero. Note que no había nadie en el área vacía, o sea, la chica no tenía a quién haber ido a buscar. Ya de regreso, sonó algo dentro de los quioscos deteriorados. Enseguida mi mente voló; es la chica, seguro usan ese lugar los enamorados para darse besos, cosas de chicos de la edad.
Me dio curiosidad saber quién sería el galán; me decidí a investigarlo y darles un susto para que no usen esos lugares. No está mal darse un pico, eso se hacía desde mi época. Pobre inocente de mí, estaba dándole un pico, pero no necesariamente en la boca.
Cuando pude pasar la supuesta malla que cerraba el paso, me acerqué muy callado. Escuché murmullos y gemidos. El chico le decía: » Qué hermosa eres, y qué me vas a hacer hoy». Se escuchaba mucho beso. «Me pones duro rápido «, escuché. mee gusta mucho cómo me tocas. Hoy sí me vas a dejar cogerte». La chica le dijo: «No, ya te dije, mi madre me cuida».
Oír su plática de quinceañeros me calentó; me olvidé que yo era maestro y el rol que debía cumplir. Solo pensé en el festín que se estaba dando la chica con este machito; quise seguir escuchando un poco más a ver qué más hacían.
Después de muchos gemidos, no resistí más y me propuse verlos. Abrí la casi puerta que tenían y no daba crédito a lo que veía: la chica que buscaba arrodillada, con la blusa abierta, mamando verga; el otro, ojos cerrados, mirando al cielo, también con la camisa abierta y el pantalón e interior en las rodillas. El chico era Carlos, la chica, desconocida. Enseguida mi mente asoció hechos: la vez anterior también vino aquí, o sea, esta era la segunda vez; por ello le reclamaba que no lo dejaba cogerla.
Pasaron algunos segundos hasta que Carlos abre sus ojos y se encuentra conmigo contemplando su desfachatez, pues era él quien podía verme. Grita «profesor». La chica, como resorte, se levanta y trata de cerrar su blusa, al mismo tiempo que trata de limpiarse la saliva que salía de su boca. Carlos no sabía si subirse los pantalones o taparse; se puso la mano sobre su verga tratando de cubrirse y cerrándose la camisa con la otra. La chica, totalmente pálida, llena de angustia, sin poder articular palabra. Les digo, se dan cuenta de lo que hacen. Están en el colegio. Carlos intenta subirse el pantalón con una mano, puesto que con la otra se cubre, pero no lo logra; tenía un mástil muy bueno de unos 15 cm a mi buen ojo.
La chica reacciona y empieza a llorar de la angustia de verse en esta situación. Les digo: «Cálmense, lo que están haciendo es normal; lo que no es normal es el lugar, se equivocaron». Carlos, aun con sus pantalones a medio poner, me dice: «Profe, no nos delate, mire que a ella sus papás la van a sacar del colegio si se enteran». Le hice un gesto con la mano para que callara, para poder pensar unos segundos.
Luego les dije: A ver, yo soy nuevo aquí y no quiero fama de mala gente, así que haremos lo siguiente: usted, niña, arréglese el uniforme y vaya a su aula. No sé ni su nombre y mejor que sea así. A clases y esto no pasó, ni volverá a pasar, ¿me entiende? Responde con la voz cortada: «Sí, profesor», y salió.
Carlos tomó aire como diciendo que estaba salvado, empieza a acomodarse, se quita el preservativo que tenía puesto para subirse el pantalón ; aún estaba semi erecto y con la camisa abierta, dejando ver su pecho y abdomen. Le increpó: » Tú no te vas a librar así de fácil. Eres el más grande de los dos, debes asumir la responsabilidad. Fue un buen gesto de macho que pidieras por ella, pero ahora me tienes que pagar». Me miró confundido y luego reacciona suponiendo que lo que quería era dinero, y me dice: «No tengo dinero, le puedo conseguir algo, pero no va a ser mucho». De nuevo le hice gesto de que callara, fui a la puerta y la cerré de nuevo, mejor que como estaba primero. Lo miro a la cara y le digo: «Yo quiero, como pago, terminar lo que ella estaba haciendo». Retrocede y me dice: «No, no soy…». No completa la frase, le respondo: el trato es el mismo, me dejas hacerlo, salimos y nada pasó, todo se queda aquí.
Se queda mudo procesando mis palabras por un rato, comenta, pero seguro se muere el tema aquí, no le va a decir a nadie nada. Le hago gesto con la cabeza de afirmación, algo dudoso; busca en su pantalón y saca otro preservativo. Le digo que no, que a mí me gusta así. Pero nunca me han mamado sin forro… entonces voy a ser el primero. Me arrodillo frente a él y le bajo el pantalón de nuevo. Tomo su mástil de la base; estaba semierecto, comenta: «No se me va a poner duro, yo solo funciono con mujeres». Apostamos, le digo, y empiezo con mi lengua a recorrer todo su miembro, hasta sus bolas con pelos que acumulan su aroma a macho joven. Le pregunto cuántos años tiene, me dice: «En noviembre cumplo 17». Le digo: «Eres la verga más joven que me como; por lo que vi hace un rato, te mide unos 15». Me responde: 17… Seguí respirando su aroma y con mi lengua palpando su hombría, sentí como ingresó algo de sangre a su verga, señal de que se estaba excitando. Lo miro y él no perdía vista de lo que hacía; le comento: «Hueles rico».
Me voy a ganar esta apuesta; tomo la cabeza de su verga y la succiono como chupete, le arranco su primer gemido, comenta, qué rico se sintió eso. Lo repetí un par de veces más yluego, al fin, todo a mi boca. Ni en un minuto su mástil estaba en esplendor, solo para mi boca que recorría cada centímetro, degustaba todos los sabores que este hombre tenía. Le chupé la verga un rato hasta que sentí que iba a correrse; me detuve, me levanté y le dije: » Quítate la camisa y siéntate allí», en una pequeña banca media rota, pero que servía para nuestra faena. Así lo hace; tomó su pantalón y lo bajó totalmente a los tobillos para que pudiera abrir las piernas.
Me acomodo entre ellas y continuo, Carlos genia, y con una de sus manos empuja mi cabeza para que me trague toda su verga, accion que detengo y le digo, esto es tu castigo, las manos en la nuca, asi lo hace, tomo su pene retrocedo toda su piel para dejar libre su cabeza, le doy un beso y mamada de novela, lo escuho delirar y decir puta madre que rico, te pueden escuchar comente, siento qe se va a venir me detengo, me mira con los ojos bien abiertos como preguntando porque, me levanto y sercioro que no haya nadie cerca, esto tambien me sirve para contemplar a mi macho en todo su explendor, con su mastil mirando al cielo, latiendo llamando a mi boca, su cuerpo tierno desnudo frente a mi y lo que mas morbo me daba su cara de placer mezclada con miedo y culpa.
Continuamos nuestra faena; arranco gemido tras gemido a mi macho. Me incorporo un poco y lamo sus tetillas, las chupo como un bebé. Carlos solo permanecía con la vista al cielo y con una respiración un poco acelerada. Le digo: «Ves que sí funcionaste conmigo, te tengo a punto de explotar, quiero toda tu leche en mi boca, pero me tienes que aguantar un poco más. Tu verga está muy rica y quiero seguir chupándola hasta que se acabe la hora». Asiente con la cabeza; vuelvo a mi trabajo, tomo su palo y me prendo como ternero. Se retuerce de placer, eleva sus caderas y aprieta el abdomen; con sus manos se aferra al mismo asiento. Lo suelto y respira, me mira y dice que rico. Lo ignoro y vuelvo a lo mío; su cuerpo se tuerce y empieza de nuevo: puta, puta, qué rico, ricooo. Ya no se contenía, estaba entregado al placer y olvido por completo dónde estábamos.
Así estuvimos hasta que ya era tiempo de hacerlo acabar. Quería su leche, así que con su cabeza en mi boca empecé a masturbarlo. Mi macho daba alaridos, como toro. Me vengo, ahhh jueputa, mi verga gritó, sin medirse, ahiiiii. Sus caderas empujaban, casique se paraba, frentea mí,y explotó en mi boca, bueno, casi en mi garganta. Con la fuerza ejercida, había entrado casi toda su hombría y sus disparos chocaban directamente en mi garganta, inundándola con leche caliente que salía chorro tras chorro. Sus caderas no dejaban de moverse contra mi garganta, inyectando toda su esencia; desfallece y cae en la silla, respira agitado, lo inunda un sudor que le hace brillar el pecho y el abdomen.
Lo sigo masturbando con la mano para que descargue las últimas gotas; casi no tengo nada que tragar, puesto que todo fue directamente inyectado, por lo que recogí con mi lengua sus últimos fluidos. Me mira ya tomando conciencia y me dice qué boca tiene; me reventó la verga. Tu castigo más parece premio; tenías mucha leche guardada y yo con hambre. Si tuviera más tiempo, te repetiría el castigo. Tienes la verga como me gustan, y aguantas como todo un macho. Si quieres que te celebre los 17, me dices y probamos más cosas, pero ahora me toca despedirme. Le retrocedo la piel para liberar su cabeza, que aún está hinchada, y le doy una última chupada. Chillo por lo sensible que le había quedado, pero aguanto apretando los dientes.
Me levanté y contemplé al machito que me había pagado con leche, respirando agitado y con cara de satisfecho, un chico de 16 años, hermoso, sudado, con su pantalón de uniforme en los tobillos, con su verga recién ordeñada colgando entre sus piernas. Sentía el impulso de seguir allí, pero debía salir; ya casi sonaba el timbre de cambio de hora. Tuve que consolarme con el sabor de su leche que aún tenía en mi boca y abandonarlo.
Como sigue? necesito mas.
Excelente relato, como sigue?