Carlos, Aníbal y Rafael, mis estudiantes sobresalientes 12
Relato la experiencia que viví el año pasado, cuando empecé a trabajar de maestro en cierta unidad educativa con mis alumnos de último año….
Me llamo Cristóbal, tengo 29 años, y muchos de los que me conocen piensan que soy mucho menor, que ando por los 20 recién. Mido 1.70, mi piel es clara, pero no soy blanco, tengo un buen físico; no hago mucho ejercicio, pero por mi trabajo ejecutivo siempre estuve bien cuidado. En abril se me dio la oportunidad de iniciar a trabajar como maestro.
Llegó el viernes y pensé que ya no podía ocurrir nada más, pero a eso de las 10 pm recibo un mensaje de Rafael: «Estoy solo en casa, ven y nos divertimos toda la noche; tengo ganas de comerte la concha…». Me sorprendió que escribiera tan suelto; no lo pensé mucho, acepté su invitación y enseguida me preparé para salir. Sería nuestra primera vez del año nuevo.
Como la vez anterior, llegué lo más incógnito posible; Rafael me esperaba, abre la puerta y estaba totalmente desnudo. Me dio mucho morbo; ya teníamos un buen tiempo sin estar juntos. Me lancé sobre él para besarlo; fue un beso corto porque enseguida se separa y me dice: «Entremos, porque si no, te voy a reventar aquí mismo». Se notaba que había tomado; es más, en la sala había evidencia. Entendí el porqué de sus mensajes: estabas de fiesta, algo así como una reunión con los muchachos aprovechando que teníamos casa sola.
Y asi recibiste a los invitados, sonrio, recien me bañe y me dio pereza vestirme, para que hacerlo si apenas llegabas tu me ibas a quitar todo, es mas quitate todo tu para estar iguales, se sienta en el mueble como publico esperando show, no me hago de rogar, pongo algo de musica en el cel y empece mi acto, me sente en sus piernas y lo volvi a besar, no perdio tiempo y me agarro la cola, segui con mi baile y empece a quitarme la camiseta, me desprendi el pantalon y me lo baje dejando a la vista la mitad de mi trasero, me acerco a mi hombre y le brindo un primer plano, sin avisar toma mi ropa y la baja dejandome expuesto, acerca su cara pero me alejo dejandolo con ganas, me tiro en el mueble de espaldas levanto mis piernas y termino de sacarme los pantalones, dandole una vista total de mi cola, muevo mis caderas para dar mas show, finalmente quedo desnudo como ya lo estaba el, todo este preambulo nos habia exitado, Rafael tenia una erepcion total, su mastil señalaba al cielo.
Nuevamente camino a donde se encontraba mi hombre y me siento nuevamente sobre él con mis piernas abiertas; quedamos frente a frente, nos besamos como si nuestra vida dependiera de eso, sus manos se apoderan de mi cola y la recorren sin control; podía sentir su mástil rozando mi entrada. Entre besos me dice: «Quiero comerte la concha».
No me hago de rogar me levanto, me acuesto de espaldas en el mueble, tomo mis piernas para dejar expuesta mi entrada, Rafael se arrodilla sin perder tiempo, con sus manos empuja aun mas mis piernas para que terminen de tocar mi pecho, mi amor, ese huequito cerradito que tienes, se agacha y empieza su faena, me empieza a comer con un deseo y desenfreno como solo el lo sabe hacer, me muerde y me hace brincar, despacio machito le digo entre gemidos, me pasa la lengua por toda mi entrada y me arranca gemidos, sin duda alguna es el mejor, empieza su fetiche, vierte cerveza en mi cola para chuparla desde alli una y otra vez, no podia hacer mas que entregarme al placer que me brindaba mi macho y aun nisiquiera me habia penetrado.
Me comió la concha un buen rato. Sentí que me quería hacer acabar a punta de chupadas y mordidas, hasta que empieza a jugar con uno de sus dedos y me hace temblar cuando intenta entrar. Estás cerradito; con su lengua buscaba penetrarme. Qué rico, mi amor, me tienes loco con tu hueco cerradito; ya no puedo esperar más, me tienes con la verga a reventar. Se pone de pie para mostrarme; no daba crédito de lo duro que estaba. Solo de respirar su verga brincaba. Métamela, fue lo único que escapó de mi boca.
Su cara se ilumino ante mi peticion sin darme tiempo a mas se ensaliba un poco su herramienta, se ubica directo en mi entrada y empieza a presionar, se apoya con una mano y con la otra se ayuda a enterrarse en mi, nos miramos cara a cara, gemimos al unisono cuando su cabeza entra, que rico mi amor, estan calientito y cerradito, sigue empujando, abre su boca ahhh ahh que rico ya llevaba la mitad dentro, se detiene me mira riendo, siento que me voy a venir solo de meterla, lo tomo del cuello y le ordeno, sigue macho, asi lo hizo gesticulaba mucho mientras terminaba de entrar en mi, cuando lo logra se deja caer, respira agitado, jueputa que rico casi me has hecho venir, nos besamos mientras nos relajamos un poco.
Con una de mis manos lo agarro desde su trasero y lo empujo hacia mí para que termine de enterrármela toda. «Cógeme», le pido. Sin pensarlo, se acomoda con una rodilla en el piso y la otra doblada y empieza a penetrarme despacio, sostiene una de mis piernas en el aire; nuestros gemidos empiezan a escucharse por toda la sala. Siento toda su hombría dentro de mí, lo que me provoca un poco de dolor, pero era superado por el placer. Nos entregamos totalmente; mi macho disfrutaba de mí y yo disfrutaba de él.
El ambiente era de total lujuria; nos mirábamos fijamente, nuestros rostros solo denotaban placer, abríamos la boca dando gritos en silencio. —No te voy a durar mucho —comenta Rafael—. Estoy que me vengo, estás muy rico. Reduce sus movimientos para alargar el placer; no existía más que nosotros juntos entregándonos. Lo abrazo fuerte para sentir el calor de su cuerpo; respira cerca de mi cuello, haciéndome estremecer. Me trae a la realidad el sonido fuerte del freno de una camioneta en la calle; Rafael ni siquiera se percató, decido ignorarlo, pero casi de inmediato se escucha el sonido del portón que empieza a abrirse.
—Para un segundo, no, mi amor, estás muy rico —seguía cogiéndome. Lo tomó del cabello—. Escucha. Permanecimos en silencio. Rafael tarda unos segundos en reaccionar. —Jueputa, mi padre está llegando. —Aún permanecía dentro de mí. Lo empujé y su salida nos hizo chillar a ambos; estábamos bien abotonados. —Hijo de puta, hijo de puta —exclamaba, no sabiendo todavía qué hacer desnudo y erecto en media sala. Me tocó actuar a mí. Me levanté, busqué mi interior y se lo di—. Póntelo ya. —Empieza a vestirse desesperado, tomó mi camiseta y le ayudo a ponerla para que pueda disimular su erección. —Ve a la puerta y no lo dejes entrar aún. —Corrió a poner el seguro. Lo más rápido que pude, recogí mis cosas y corrí desnudo al cuarto.
Ya en el cuarto me puse mi pantalón y busqué alguna camiseta. Mi corazón latía sin control por la adrenalina. Me arrimé a la puerta como para impedir que alguien entrara y traté de respirar despacio para bajar la tensión. No se escuchaba mucho de lo que ocurría en la sala; me tocó esperar a que Rafael apareciera. Estaba cual quinceañero que se había metido en casa ajena a coger, o que lo cojan en mi caso.
Como a los 10 minutos aparece Rafael; mi padre está borracho, anda con unos amigos celebrando no sé qué cosa, no se dio cuenta de nada, ni siquiera de los vasos sucios; ya los recogí mientras bajaban cerveza de la camioneta. Se tira en la cama al verse a salvo de todo. Por cierto, la camiseta me la pusiste al revés. Me mira sonriente: «Pendejo, si hubiera sido por ti, te encontraban con las bolas al aire». Jajaja, sí, ¿verdad?, con la verga casi a reventar.
Hablando de eso, aún tenemos ese problema; no acabé y sigo con la verga dura, y si continuamos nuestra fiesta aquí, ahora sí piensas, exclamo, me mira con su cara pícara. Mi viejo está en lo suyo, ni cuenta se va a dar de lo que hagamos acá. En ese instante se empezó a escuchar música, ¿ves?, mejor para nosotros. —Deja, traigo algo para seguir nuestra fiesta aquí. Sin darme tiempo a responder, salió de nuevo. A los minutos llegó con una cerveza, puso seguro a la puerta, tenemos vía libre, mi viejo me envió a dormir para quedarse con sus amigos, y quién te dijo que yo quería seguir, pues qué más vamos a hacer, porque te va a tocar quedarte hasta mañana; tienen algunas cervezas y, por lo que vi, se las van a tomar todas.
Ahora también podemos dormir, nomás empieza a quitarse su ropa, pero a mí me gusta dormir cómodo; vuelve a su desnudez dejándome su miembro a la vista, se avienta a la cama. —Ven, no me puedes dejar así —toma su herramienta y me la ofrece. No había mucho que pensar; todo lo que había dicho era cierto, no iba a poder salir hasta el otro día quizás y, ya que nos habíamos quedado a medias, era justo darle fin.
Me empece a quitar mi ropa y me tire sobre el, tome su miembro y empece a recorrerlo con mi lengua,en un instante estuvo listo, me lo meti a la boca y empece a comermelo con deseo, disfrute de mi macho nuevamente pero no me dejo saborearlo por mucho tiempo se levanta y me pide que ahora yo sea el que se acueste me hace abrir las piernas y pegarlas al pecho, empieza a jugar en mi entrada con sus dedos, quieres que te coma la concha de nuevo para que te mojes como hace un rato, si dije a manera de suplica, corre al baño y trae una toalla para ponerla debajo de mi, toma la cerveza y de nuevo vierte un poco en mi cola y empieza a comerme, me mira mientras lo hace, sonrie diciendo: ya no estas tan cerrado como hace rato, siento su lengua jugar con mi entrada, empiezo a gemir, que rica conchita tienes mi amor, asi me comio la cola por un buen rato.
Se detiene y me pide que me ponga de perrito al filo de la cama, escupe en su verga para lubricarla, listo para disfrutar, mi amor. Sí, asiento con mi cabeza. Nuevamente su cabeza presiona en mi entrada e ingresa. Uy, qué rico. Me toma de la cintura y empieza a penetrarme más y más. Qué caliente estás, no paro hasta que me la hundió toda. Se tira sobre mi espalda. Qué hembrita eres, ya te tengo abotonada. Empieza a meter y sacar muy lento. Qué rico hueco. Sus embestidas son profundas. Empezamos a gemir al sentir nuestros sexos juntos de nuevo. La música que se escucha afuera camufla todo nuestro ruido.
Si alguien estuviera en el pasillo, podía escucharnos sin problemas; no nos limitamos en ningún momento. Rafael sube uno de sus pies a la cama y sus embestidas se vuelven salvajes; gemía casi al punto de gritar de placer mezclado con dolor, pero me mantenía firme en dar placer a mi macho. De un momento a otro se trepa del todo, me empuja a que baje mi pecho y quede sobre la cama, me da estocadas fuertes y se detiene dejándome toda su hombría enterrada; mordía las sábanas para no gritar al sentirlo llegar hasta donde ningún otro macho me había llegado.
Rafael jadeaba disfrutando de mí. Me penetraba una y otra vez. —Qué conchita tan rica tienes, te gusta cómo te monta tu macho, cómo te hace su hembra —respondía entre chillidos—. Te voy a preñar, me tienes a reventar, ahh, ahh, qué rico, ahh, ahh, me vengo, me vengo, ahh, ahhh… —Jueputaa! —gritó como si se le rompiera la verga al expulsar su leche. Sentí chorro tras chorro salir disparado a mis entrañas. —Ahh, ahh —chillaba con cada estocada que me daba. Terminó jadeando y respirando agitado—. Jueputa, qué locura de cuelada, las ganas que tenía de reventarte. Me toma de la cintura para guiarme a caer de lado y seguir aún unidos; quedamos en especie de cucharita.
Con mi macho sosteniéndome de las caderas para no salirse de mí, aproveché para masturbarme y también terminar. Se da cuenta y me da una penetración muy suave, hasta que termino expulsando mi leche. Luego de ello, nos quedamos inmóviles por unos minutos más. Rafael se levanta para tomar la cerveza que había dejado. Al salir de mí, se escurre algo de reciente preñada que había sido abundante.
Se le ocurrió a Rafael salir para conseguir más cerveza; se vistió y emprendió la misión. Se demoró algunos minutos, pero regresó victorioso, con dos botellas. Compartimos mientras nos recuperábamos y hablábamos del tiempo que habíamos tenido sin sexo, por ello el placer acumulado. Después de un rato decidimos repetir; más bien, él decidió repetir y yo acepté sus deseos. Para nosotros la noche apenas empezaba; sabía que con este machito iba a tener para largo.
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No sé en qué momento nos dormimos; cuando desperté, ya el sol iluminaba fuertemente. Tomé el celular; eran casi las 10 de la mañana. Rafael dormía plácidamente a mi lado. Me dispuse a limpiarme para vestirme; por suerte, el baño quedaba dentro del mismo cuarto. Cuando salí, me vestí sentado al filo de la cama.
—Hijo de puta, qué nochecita nos dimos —comenta Rafael despertando—. Teníamos muchas ganas. Déjame me baño y veo cómo están las cosas fuera. Así lo hizo. Cuando salió, se puso su famoso pantalón largo y ancho, sin nada de ropa interior, y salió. Después de unos minutos, regresó con una funda de sándwiches y jugo. Vamos a tener que desayunar aquí; mi viejo duerme en la sala y puede levantarse en cualquier momento.
Después de desayunar, planeamos la salida. El paso más difícil era la sala, puesto que allí el padre dormía. Mientras esperaba que Rafael abra las puertas, pude verlo unos segundos. Este dormía en el mueble, sin camisa, solo con los pantalones puestos; era la imagen de Rafael, pero más grande en edad y cuerpo, muy varonil y para nada feo.
Al fin pude salir; Rafael me acompañó hasta que casi salí del portón, descamisado, con su cintura moldeada por ese pantalón que me enloqueció desde la primera vez que lo vi. Me fui a casa contento; había tenido una noche increíble de sexo y adrenalina pura, que merecía ser contada.
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