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Gays

Carlos, Aníbal y Rafael, mis estudiantes sobresalientes 14

Relato la experiencia que viví el año pasado, cuando empecé a trabajar de maestro en cierta unidad educativa con mis alumnos de último año….

Me llamo Cristóbal, tengo 30 años, y muchos de los que me conocen piensan que soy mucho menor, que ando por los 20 recién. Mido 1.70, mi piel es clara, pero no soy blanco, tengo un buen físico; no hago mucho ejercicio, pero por mi trabajo ejecutivo siempre estuve bien cuidado. En abril se me dio la oportunidad de iniciar a trabajar como maestro.

 

Permanecimos uno al lado del otro asimilando lo ocurrido; al fin había pasado lo que tanto había soñado desde el día que vi a Aníbal por primera vez en el colegio, un machito hermoso, deseado por todos, con gestos tan varoniles que no daban la mínima oportunidad de llegar a pensar que podíamos estar así como nos encontrábamos en este momento, desnudos en una cama, después de haber tenido nuestra primera vez.

 

Anibal manoseaba su miembro que permanecia aun erepto, a pesar de recien haber descargado, me quede contemplando a mi hombre, no me resisti y tome con mi mano su mastil para ayudarlo a masturbarse, me dejo solo en esta tarea, le tiro hacia abajo y lo suelto para que su miembro rebote en su abdomen, asi sucedió, que duro comente, me acerque y le di un beso en toda la punta, esta accion lo hizo temblar, repeti esto algunas veces mas, senti como su mano presionaba mi cabeza para que me la meta a la boca, pero no lo hacia, solo provocaba que restriegue mi cara por todo su sexo, impregnandome de su olor y sabor, le lami todo, no me importo el bello que tenia, mas me podia la calentura de verlo asi entregado por completo.

 

Disfrute de mi hombre un buen rato, ahora ya sin la presion de la primera vez, todo era placer, se levanta y me pide que me ponga en cuatro al filo de la cama, se agacha, pienso que me va a chupar la concha pero solo vierte saliva, guia su sexo y apunta a mi entrada, apreto lo mas que pedo para que no entre, y efectivamente no lo consigue, estas cerrado comenta, vuelve a escupir en mi cola, esta vez juega con uno de sus dedos y me lo logra meter, de nuevo coloca su miembro en mi entrada, apreto para no dejar que ingrese, ahh cabron abreme la concha, se agacha y de nuevo vierte saliva pero esta vez dominado por la lujuria, me pasa la lengua, lo que me hace brincar y dejarme caer sobre la cama.

 

Te gusto perrita me agarro de las caderas y me obligo a levantarme, para quedar nuevamente en cuatro, abre mi cola con sus manos para de nuevo pasar su lengua, pero apenas lo hace, unicamente lo repite dominado por la calentura y las ganas de volverme a ensartar, de nuevo intenta penetrarme, no lo logra me da una nalgada, dejate clavar me dice, insiste un par de veces mas y logra entrar un poco pero me escapo, jueputa dejate coger, volvio a escupir en su verga para lubricarla, pero de nuevo no me dejo, cegado por la calentura acumulada empieza a penetrarme con un dedo, lo hace intensamente, las piernas me falsearon pero no me pude dejar caer pues me tenia agarrado, empece a gemir ante su desenfreno, olvide todo y solo me deje llevar por el morbo de sentir a mi hombre, no me di cuenta que se levanto y tomando su miembro me la clavo toda, grite al sentir su verga invadir mis entrañas, eso perrita siente a tu macho, me tenia bien agarrado y pegado a su cuerpo, no permitia que salga un milimetro, por el contrario parecia que queria tener mas verga para seguir metiendomela.

 

Ante tanta bravura  quede sin fuerzas, practicamente colgaba de su sexo, empezo un mete y saca, el macho disfrutaba de su hembra sin reparo, nuestros gemidos se escuchaban por toda la habitacion y creo que en algunas habitaciones mas, no nos medimos la verdad, olvidamos todo y solo nos enfocamos en el placer que nos daban nuestros cuerpos, Anibal levanta una de sus piernas en la cama para darme mas fuerte, no se media, solo buscaba el placer que le brindaba, me agarra de la cintura y me lleva abotonado para ponerme contra la pared toma una de mis piernas y la eleva, me presiona con todo su cuerpo, siento el sudor de su pecho, mezclarse con el de mi espalda, respira agitado atrás de mi cuello, me cubre la boca con su mano para someterme mas, solo se escucha el chocar de nuestros cuerpos, el sudor nos invade mas pues la habitacion permanecia sin ventilacion.

 

Que rica estas perra me dice al oido pero no soporto mas el calor se separa, dejandome bien abierto, mis piernas casi no me responden, permaneci quieto, mi macho avanza a la ventana, recien me percato que era una puerta con salida a una especie de balcon que solo permitia asomarse sin salir,  abre la puerta enseguida ingresa aire fresco, regresa a mi, pense que iba a continuar cogiendome alli, pero me toma del brazo y me lleva al balcon, poniendome al frente, me hala hacia atrás, me agarro del pasamanos, quedando en cuatro, se ubica atrás de mi, toma el suspensorio que aun tenia puesto y me lo baja hasta quedar en mis rodillas, opte por dejar que cayera del todo, busca penetrarme y lo consigue sin demora, me embiste con bravura, el aire fresco de la calle refresca nuestros cuerpos, pero no apaga nuestro fuego interior, seguimos cogiendo no nos importaba otra cosa.

 

Teníamos al frente nuestro a todos los autos que pasaban en la calle; no puedo decir si pasó alguna persona a pie, pues no le daba atención a nada más que a sentir a mi hombre, a soportar sus embestidas que me hacían sentir que podía llegar a salir disparado por el balcón. Gritábamos, gemíamos sintiendo el placer que nos daban nuestros cuerpos. Sentí que iba a correrme apenas me tocó; lo hice abundantemente, saliendo la mayoría de mi leche disparada por el balcón. Esto no detuvo a mi macho, que continuó en lo suyo sin darme tregua.

 

Después de varios minutos, empieza a jadear fuerte, señal de que estaba por correrse. Acelero sus embestidas. —¡Qué rico hueco! —grito sin reparo, apretando mi cuerpo al suyo. Siento de inmediato cómo me vuelve a llenar. Chillaba, botando chorro tras chorro en mi interior; a ratos me levantaba del piso por la fuerza en que se aferraba a mí; había disfrutado plenamente.

 

Cuando se quiere separar, le digo que no lo haga. Me complace, hace ligeros movimientos de cadera, recorre mi espalda con sus manos y llega a mis hombros; me sujeta de allí para seguir jugando con mi cola. Jueputa, qué rica cogida. Permanecimos un buen rato así, recibiendo de frente la brisa fresca de la calle, hasta que un auto pitó fuerte; no supimos si a nosotros o al tráfico. Optamos por entrar; ambos gemimos al sentir nuestros sexos separarse. Mucha leche de su reciente corrida escapó de mis entrañas y cayó al piso, pues quedé muy abierto como toda perra recién desabotonada.

 

Acaricia su verga como agradeciéndole por el placer proporcionado; estábamos muy sudados, de verdad. Aníbal camina al baño y saca las toallas; me ofrece una, la suya la pone sobre el mueble para sentarse encima. Opté por hacer lo mismo al filo de la cama; no dejábamos de mirarnos, hasta que empieza a reír. —¿De qué ríes? —pregunté. —De lo que hicimos. Vinimos aquí para no coger afuera, pero igual terminamos haciéndolo a la vista de todos. Se tumbó hacia atrás, relajándose después de la faena que habíamos tenido.

 

Su sexo colgaba entre sus piernas peludas, su cuerpo brillaba por el sudor; algunas gotas de sudor resbalaban por su cuello y se perdían en los bellos de su pecho. Estaba extasiado después de haberme hecho su hembra y dejarme marcado en lo más profundo; el machito más hermoso del colegio había sido mío y yo había sido de él.

 

Pasaron unos 10 minutos, estimo. Tomé mi celular, pues me acordé de Rafael y quise revisar si había enviado algún mensaje. Efectivamente lo había hecho y decidí responderle. Apenas empiezo a escribir, Aníbal dice: «Dile que no vas a ir», asumiendo que estaba escribiéndole a su amigo. «Sí, ya le digo que esta vez no se puede». «Esta vez ni nunca más», comenta. «Desde hoy eres mío y solo yo te voy a coger». Sonreí ante sus declaraciones. —¿Por qué ríes? —le increpo—. ¿No te acuerdas? ¿No dijiste que jamás me ibas a coger, que esto no iba a pasar? Y ahora me dices que solo tú lo vas a poder hacer; ¿te dan celos que otro me llene el tanque?

Callate no jodas se levanto, por un moemnto pense que iba a hacer algo en contra mia, como tenia experiencias de sus arrebatos, camina nuevamente al balcon, que haces le pregunto, quiero orinar, no entendi a la primera, se para como si solo estuviera viendo la calle, uff dice y empieza a orinar, por suerte el balcon daba a un pequeño jardin, unos arbustos recibirian su descarga, hizo bastante y era normal pues habian estado tomando toda la tarde, que rico comenta escurriendo su verga, voltea a verme y sonrie, siempre quise hacer eso, se lanzo sobre mi sin decir mas me empuja para tumbarme en la cama, mantiene sus manos sobre mis hombros para mantenerme aplastado levanto mis piernas y trato de rodearlo por la cintura, quedamos frente a frente.

 

Tú empezaste con esto, tú fuiste quien me encerró en el baño primero y me comió la verga, así que ahora solo vas a entregarme el culo. A mí, sentenció mi hombre, tú lo empezaste, le rebatí, porque llegaste al baño, te quitaste la camiseta y empezaste a hablar de las rozadas que les habían dado a las chicas y que habían quedado calientes con las vergas paradas y tantas cosas más. Yo solo quise ayudar, rio de mis argumentos, nada, tú empezaste y punto.

 

Para cambiar de tema le pregunto: «¿Qué hacías en la calle? ¿Ahora me sigues?». No, venía de la casa de Rafa. Se confirma mi teoría: había estado en una reunión de amigos bebiendo. ¿Cómo sabías que iba a llegar con tu amigo? Lo supuse; la casa sola, era lógico que te llamara para coger, por eso me quedé un rato esperando, quería confirmar mis sospechas de que tú eras el famoso culito de Rafa. ¿Y qué sentiste cuando viste que era yo? Coraje porque me lo negaste tan ofendido esa vez y luego arrechera porque recordaba todo lo que Rafa nos había contado que hacía contigo; se me venían a la mente imágenes de todo, hijueputa. Cuando empezaste a tocarme la verga, ahí sí ya dije: «Hueco es hueco». Si no fuera por ese carro, ahí mismo te hubiera reventado contra el muro.

 

Senti deseos de besarlo lo tomo por el cuello pero se resiste, asi quieres ser el unico, tu amigo me besa sin control y me hace chillar comiendome la conchita, eso no te ha contado, que marranos exclamo sorprendido al escuchar lo que hacia su amigo, se tumba a mi lado para procesar unos segundos lo que le habia escuchado, no perdi tiempo tome su verga y empece a manosearla, en un instante estuvo listo me levante y me sente sobre el, su mastil rozaba mi cola, guie sus manos para que se aferraran a mis caderas, me agache y empece al lamer su pecho y su cuello, busque su boca pero se nego, lo tomo a la fuerza y lo giro para quedar frente a frente, me tienes que regalar esa boquita, asi como yo te di mi hoyito.

 

No le di tiempo a pensar y lo besé, no muy exagerado para que no se resista mucho. Aceptó de a poco, pero se notaba el esfuerzo que hacía. Me incorporé, guié su miembro a mi entrada y de a poco me lo fui metiendo. —Cabrón, estás apretado de nuevo —comenta al sentir cómo su verga abre mis entrañas. Me acerco y lo beso nuevamente. —Siempre será así, cada vez que me cojas será como la primera vez. Me incorporo y dejo que toda su hombría ingrese en mí.

 

Empece a montar a mi macho con movimientos suaves hacia delante y atrás, luego en circulos restregandome con su sexo adentro de mi, empezamos a disfrutar nuevamente de nuestros cuerpos, esta vez de manera suave, Anibal se incorpora y queda sentando al filo de la cama conmigo ensartado, me rodea con un brazo por mi espalda y con la otra me agarra una pierna, supuse que iba a manosear mi cola, lo rodeo con mis brazos por su cuello, sin mas se levanta de golpe, llevandome cargado hasta arrimarme nuevamente contra la pared, que haces machito, que esto no te ha hecho Rafita, empieza a cogerme contra la pared con fuerza, su verga ingresa profundamente en mis entrañas con cada embestida y por mi propio peso.

 

Empecé a chillar ante su desenfreno; estaba haciendo uso de toda su talla para mantenerme así sometido contra el muro. —Cabrón, ¿qué macho eres? —decía entre gemidos—. ¿Te gusta, perrita? —Sí —respondí—. Así te hubiera cogido en la calle. La habitación se llenó de nuestros gemidos nuevamente. —Qué rico —chillaba en su oído. El calor nos invadía nuevamente; sus manos ahora se habían apoderado de mi cola, la abrían para que su verga entrara totalmente. —Qué rica concha tienes, mi amor, me encanta. —Me cogía a su voluntad; por mi parte, solo podía disfrutar de mi macho. Me sometió por un buen rato; su verga en mis entrañas era mi único soporte para no caer al piso. No le importaba mi peso, solo quería sentir placer.

 

Vuelve a agarrarme como lo había hecho al inicio y me regresa a la cama, se trepa de rodillas y me lleva al centro de ella; en ningún momento me suelta, se tumba sobre mí; casi nos golpeamos la cabeza, pero pareció que todo había sido calculado. Me sentí toda una hembra al ser cargado así por mi macho; eso de llevarme de rodillas hasta dejarse caer sobre mí me mató. Ahí dije en mi interior que haga lo que quiera conmigo.

 

Recoge una de sus piernas como para poder impulsarse; su cuerpo entero me aplastaba y quemaba, gira mi cara y respira sobre mi cuello, uno de sus brazos me rodea la cabeza y otro agarra una pierna para poderme ensartar más. Su olor a macho en celo invade mis sentidos, mis gemidos son más intensos ante tanta lujuria. Clavé mis uñas en su espalda; esto lo excitó más. La cama empezó a sonar por las embestidas tan frenéticas que me daba. A ratos decía que se iba a desarmar, pero no importaba, estábamos entregados.

 

Loco de placer lo tomo del pelo y frente a frente le digo: que rico coges cabron y lo beso como si mi vida dependiera de eso, esta vez soy correspondido y este beso se convierte en el mejor de toda la noche, se incorpora de golpe para quedar de rodillas entre mi piernas, me señala la almohada, se la paso y la mete debajo de mis caderas, veo su verga hinchada por unos instantes porque enseguida de nuevo se pierde en mi cola, toma mis piernas con ambas manos y retoma sus embestidas, jueputa que rico hueco grita Anibal, la vista de mi macho con su pecho bañado en sudor era unica, gritaba en vez de gemir, por primera vez veo que tenia algo de abdominales, que aparecian entre cada movimiento que daba.

 

—Qué rico culo —gritaba, dándome estocada tras estocada. Tomé mis piernas para llevarlas a mi pecho y exponer más mi cola. Aníbal aprovecha para llevar sus manos atrás de sus caderas y empujarme más fuerte; luego las eleva a su cabeza, me coge sin manos. Estaba llegando al clímax y de golpe me la saca. Jueputa, qué hueco. Se deja caer para quedar sentado, agitado, extasiado, qué locura. Se soba su verga mientras mira mi entrada.

 

Perra como tienes abierto el chocho, se ve riquisimo, comemelo papi le dije en tono suplicante, no dice moviendo su cabeza, estas loco, con mis manos abro mas mi cola para ofrecercelo, jueputa que rico se ve, mas te vale que no te lo dejes mamar de otro, me estremeci al sentir su labios, si amor asi comeme, me chupaba y me escupia mi concha, siento su lengua entrar, ahí chille, como todo una hembrita al sentirlo dentro, me penetro con su lengua por unos instantes pero se incorpora diciendo que era suficiente, un poco mas rogue, me complace y me da otros segundos de placer, arrancandome varios gemidos que mas eran gritos, jueputa, que estoy haciendo dijo mi macho comiendome, no paraba de jugar con su lengua, se levanta y se ubica entre mis piernas y las toma de una en una para ponerlas en sus hombros, escupe en su mano y se hunta su sexo, ahora si es solo mio es chochito, si, solo tuyo papi, busca mi entrada y me penetra de un solo.

 

Me vas a romper chille al sentirlo dentro de mi, empieza una cogida salvaje, si bien su verga no era tan larga como la de Rafael, lo compensaba su grosor que extendia al maximo mi concha, gemia al sentir a mi macho totalmente dentro de mi, sus bolas chocaban con mi cola, parecia que tambien querian entrar, se escuchaban sus bramidos disfrutando de su hembra, mi cola se levantaba de la cama por la fuerza de sus embestidas, pasaba mis manos por sus espalda sudada, pero nada podian hacer ante la virilidad de su cojida, l sonido de la cama era lo unico que hacia competencia a nuestros gemidos, sentia que me iba a dejar hundido en el colchon, su mirada estaba perdida en el infinito, sus brazos estaban firmes soportando nuestro peso, el sonido de sus caderas golpeando mi cola seguramente se escuchaba por todo el pasillo, jueputa que rica concha tienes mi amor, me encanta decia entre gemidos, no se media en fuerza ni gritos.

Sentí cómo mis piernas se desmayaban en sus hombros, mis caderas me dolían por la bravura de sus embestidas. Mi macho me estaba tomando y solo podía entregarme a él. Empecé a chillar como toda una hembrita; esto lo enloquecía más. Seguía en lo suyo hasta que finalmente llegaba al clímax. Me vengo, me vengo, ahh, ahh, grito casi chillando, como si se le rompiera la verga. Jueputa, jueputa, decía con cada estocada final que daba. Sentí cómo si se orinara dentro de mí; un líquido caliente invadía mis entrañas por tercera vez.

Sentía cómo temblaba todo su ser, su verga latiendo dentro de mí, dándole a mi macho sus últimas raciones de placer. Se deja caer sobre mí; sus brazos no soportaron más. Me aplasta con todo su cuerpo; mis piernas se escurren de sus hombros. Lo abrazo para que se quede así sobre mí; jadeaba y respiraba muy agitado en mi oído; no me importó el calor, lo quería así, unido a mí.

 

Levanta su cabeza, como para decirme que está bien; tenía unas lágrimas que habían escurrido de sus ojos. Me mira, pero no supo qué decir. Lo besé y lo guié a que siga descansando sobre mí. Seguro no te preñas, me pregunta ya habiendo recuperado un poco el aliento. Reímos de su ocurrencia. —¿Por qué lo dices? —pregunté. —Es que tanta leche que te he echado dentro, ve si te preñas. Es la primera vez que pego 3 palos seguidos. Sentí que me desmayaba. —Descansa, mi machito —le dije al oído.

 

No pasaron ni dos minutos y tocan a la puerta, señor… Me llaman por mi apellido, trago saliva y respondo lo más normal posible: «Sí, dígame». —Soy de la recepción, lo que pasa es que tenemos una queja de esta habitación por ruido, ¿me puede indicar si está todo bien? —Aníbal continúa sobre mí y me susurra en mi oído—: Nos escucharon coger, está todo bien aquí. —Respondí—: Puede su sobrino hablar, necesito escucharlo, si no debo abrir la puerta. —Lo tomó del cabello y levantó su cabeza, toma aire y responde—: Estamos bien, amigo, solo que estaba durmiendo. —Muy bien, gracias. —Si necesitan algo, estamos a las órdenes. —Ok, gracias —respondí finalmente.

 

Escuchamos los pasos mientras se alejaba el encargado. Aníbal empieza a susurrarme al oído: «Ayuda, ayuda, mi tío me quiere matar a punta de culeadas, me tiene tomado de la verga con su chocho, me obligó a mamárselo y a meterle mi virginal lengua, auxilio». Reímos de sus ocurrencias. Y si de verdad nos quedáramos pegados y nos tocara pedir ayuda, ¿te imaginas las noticias? Profesor y su estudiante se quedan pegados después de 3 palos; 5, hay que decir, refuta Aníbal. Estudiante dice que hasta le metió la lengua porque estaba rica su conchita. Reímos.

 

Continuamos así, unos minutos más conversando y comentando lo que habíamos vivido, hasta que Aníbal intenta incorporarse, haciendo que nuestros sexos se separaran un poco. —Hijo de puta, tengo la verga sensible —comenta, se la toma y de a poco la saca. —Ahh, cabrón —chilla cuando su cabeza abandona mi cola. Su glande estaba aún algo hinchado, pero el asunto era que estaba totalmente expuesto, pues la capucha se había quedado recogida, por ello la sensibilidad.

 

Aníbal da un brinco y se mete al baño; me tapo mi desvirgado culo para no manchar nada, pues empezaba a salir líquido. Tomo la toalla y trato de ponerme sobre ella; me dolían las piernas y las caderas. Veo que un hilo rojo escapaba de mi ser; era normal, ya me había pasado cuando los encuentros son intensos. Me recosté para estirar mis piernas. Al rato sale Aníbal limpio, secándose el pecho y el pelo; enseguida pienso en ducharme también, pero cuando intento ponerme de pie siento algo de dolor en mis caderas, nada grave, pero era una molestia. Mi macho sonríe viendo su obra; cuando paso a mi lado, me agarra la cola. Con la ducha todo mejoró; la molestia desapareció casi del todo.

 

Al salir, me encuentro a Aníbal ya con los pantalones puestos, escribiendo en su celular. —¿Qué pasó? —Nada, estoy avisando en mi casa que sigo en la fiesta de Rafa, que más tarde llego. —Eran casi las 9 de la noche. Busqué mi ropa y empecé a vestirme. —Necesito un favor tuyo —le comento. —¿Qué cosa? —Dame tus calzoncillos. —¿Qué? —pregunta, desconcertado.

Si viste lo que cargaba eso no me cubre, me va a seguir saliendo mas de la leche que me dejaste hasta que me cierre del todo y se me va a manchar el pantalon, y yo que me pongo, nada tu no tienes ese problema, ademas vamos a demorar, vamos a ir a comer, o no tienes hambre, claro que tengo, estaba pensando que hacer porque en casa no me iban a tener nada, pero no puedo llegar a casa sin calzoncillos, despues lo resolvemos, primero lo primero, me obedece y se desabotona su pantalon para quitarselo y poder darme sus calzoncillos, nos terminamos de vestir y nos preparamos para salir, Anibal se levanta la camisa preguntando si no se nota que no carga ropa interior, era la primera vez que le sucedia, decia que se sentia expuesto, los jeans le quedaban de maravilla, dejaban ver el inicio de sus bellos pubicos, casi el inicio de su sexo, no hagas eso le reprocho, o no nos vamos a ir nunca de aquí, sonrio ante mis declaraciones.

 

Bajamos a recepción; el encargado nos miraba un poco extraño, algo sabía de lo que había pasado, pero no lo decía. Yo seguí con el cuento del sobrino; Aníbal no podía levantar la cara, imagino que de vergüenza. Liquidamos la cuenta y nos retiramos; cuando estuvimos en la calle, sentimos alivio. Miramos hacia atrás y vimos la ventana de la habitación en la que estuvimos; no estaba tan lejos de la recepción. Nos miramos cómplicemente; no era necesario que alguien le dijera del ruido al encargado, él mismo lo tenía que haber oído.

 

Qué bueno que recién vemos esto; ya me moría de nervios solo de pensar que el encargado pida explicación, ¿de qué?, ¿de por qué no llevas calzoncillos o por qué regaste su jardín desde la ventana? Reímos. Verga, eso ni siquiera me acordé. Seguimos caminando hasta la esquina para tomar un taxi. Decidimos ir a ver mi auto para andar más seguros. Fuimos a un centro comercial, compramos unos calzoncillos iguales. Aníbal quería que le devuelva los suyos y que me pusiera los nuevos, pero era una idea absurda; optamos por ir a otro lugar a comer, queríamos bastante para recuperar energías.

 

Mientras comíamos, le confesé que lo de los calzoncillos era cuento, solo que era mi fetiche quedarme con los calzoncillos de la primera vez. A todo esto, Aníbal no se puso nunca los suyos, pues no quiso hacerlo en el centro comercial, y dentro del carro tampoco; optó por seguir así. Disfrutamos la comida y a eso de las 10 lo dejé al frente de su casa como toda una señorita, cual novio la devolvía segura a casa después de haberle entregado su tesoro.

105 Lecturas/3 septiembre, 2025/0 Comentarios/por Anonimo
Etiquetas: amigos, baño, cogiendo, colegio, culo, hijo, mayor, sexo
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