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Gays

Carlos, Aníbal y Rafael, mis estudiantes sobresalientes 15

Relato la experiencia que viví desde el año pasado que empecé a trabajar de maestro en cierta unidad educativa con mis alumnos de último año….

Me llamo Cristóbal, tengo 30 años, y muchos de los que me conocen piensan que soy mucho menor, que ando por los 20 recién. Mido 1.70, mi piel es clara, pero no soy blanco, tengo un buen físico; no hago mucho ejercicio, pero por mi trabajo ejecutivo siempre estuve bien cuidado. En abril se me dio la oportunidad de iniciar a trabajar como maestro.

 

Después de este fin de semana, esperé con ansias que fuera lunes; tenía muchas ganas de ver a mi trío favorito. Esta semana darían exámenes y tendrían un horario especial, saliendo más temprano. Así pasó; apenas los pude ver a lo lejos. Tuve que resignarme a esta nueva situación y opté por dejarlos tranquilos para que rindan sus pruebas.

 

Arrancó febrero y mis estudiantes aparecieron para recibir promedios. A la salida, al fin me encontré con Carlos; no tuvimos que decir mayor cosa, solo se subió y manejé directo a casa para dar rienda suelta a nuestros deseos. Cogimos como si no nos hubiéramos visto en meses. Me contó que solo serían 3 días de asistencia y de allí los 2 días restantes solo debían ir los que tengan que dar pruebas de recuperación o a entregar trabajos.

 

Como solo acudían a recibir notas, tenían muchos ratos libres; podía ver grupos de chicos pasear por todas partes, o estar sentados reunidos, conversando y riendo. En una de mis horas libres estaba sentado en el patio y pasó un grupo grande de chicos. Al primero que reconocí fue a Aníbal, pero estaba también Carlos y Rafael. Uno de los chicos del grupo levanta la mano diciendo: «¿Qué tal, profe, listo para otra?». Hace el gesto de tomar; algunos rieron. Sin más, se acercan a donde me encontraba.

 

Sentí incomodidad o miedo, no sé, al ver a los tres frente a mí. Por suerte, el tema de fiesta y bebida continuó; todos comentaban que había que hacer la última de despedida. Aníbal me miraba fijamente; al ver que Rafael se había sentado junto a mí, no hizo falta que dijera algo; sabía lo que pensaba, no soportaba verme cerca de su amigo. Por suerte, el tiempo fue corto, pues les avisaban que llegaba un profesor a dar notas y todos corrieron al aula. Respiré sintiéndome a salvo.

 

Esta semana pasó muy rápido y mis estudiantes terminaron sus estudios. El fin de semana me pude reunir con Rafael en mi casa; me encantaba estar con él no solo por sus dotes, sino también por su desenfreno para tomarme y hacerme sentir toda una hembrita, dejándome marcado donde solo él puede llegar, pero luego del placer vino la culpa. Me preocupé al pensar si Aníbal llegaría a enterarse de este encuentro con su mejor amigo.

 

Desde este momento el colegio no volvio a ser lo mismo, las jornadas se convirtieron en dias interminables, sin la presencia de mis jovenes amantes, mantuve contacto con Carlos lo cual me agrado pues a pesar de ya no vernos todos los dias, continuamos con nuestra amistad, me conto que la graduacion seria a finales de mes, tambien me dijo que queria como regalo de graduacion ir a vivir conmigo una semana al campo, no me sorprendio su pedido pues siempre le gustaba escuchar de la finca de mis padres, lo entendia pues siempre habia vivido en ciudad y era una nueva experiencia, acepte pero acordamos que seria cuando salga de clases, se me ocurrio hablar con Anibal y Rafael para saber si querian que les diera tambien un regalo por su graduacion.

 

Aníbal respondió que quería un viaje a la playa de dos días mínimo. Me gustó la idea; le propuse que fuera el siguiente fin de semana, pues no tenía ninguna actividad y, como si lo hubiéramos planeado, coincidía con el 14 de febrero, que se le considera el Día de los Enamorados. Nos organizamos para salir el viernes por la tarde, apenas salía de clases, para aprovechar el tiempo.

Así fue, emprendimos el viaje en mi vehículo. Aníbal me sorprendió diciendo que conducía desde los 16 años, se ofreció a hacerlo; esto me gustó mucho, pues una de las cosas que menos me gusta es manejar. Me sentí en una fantasía donde era la noviecita que se la llevaban de vacaciones y solo tenía que abrir las piernas para devengar el gasto, jaja. Decidimos visitar varios puntos, hasta donde nos alcanzara el día; recorrimos mucha costa, disfrutando de cada parada que hacíamos, hasta que cayó la noche y empezamos a buscar hotel. Costó un poco, pero conseguimos un lugar donde tenían habitaciones libres. Nos instalamos y preparamos para salir a dar una vuelta.

 

Mientras caminábamos, sentía la mirada de muchas chicas encima de nosotros, bueno, encima de mi hombre, que al igual que yo, cuando lo vi por primera vez, se quedaban embobadas, cosa que disfrutaba, pues en mi interior les decía: «Deseenlo cuanto quieran, perras, pero el que lo va a tener en su cama toda la noche voy a ser yo». Había mucho ambiente, música en todo lado; decidimos quedarnos en un bar al aire libre. Un grupo de chicas no dejaba de mirarnos, por lo que le dije a Aníbal que las invitemos a bailar; tampoco lo tenía de prisionero, tenía derecho a divertirse.

 

A eso de las 3 de la mañana ya se le notaban los tragos encima; no se había medido, la verdad, por lo que decidí que debíamos ir a dormir. Me tocó llevarlo en calidad de paquete a la habitación; lo ayudé a prepararse para dormir, me convertí en su cuidador. Hasta borracho era hermoso. Lo había dejado en calzoncillos para que duerma, pero me dio el morbo de quitárselos; así lo hice y ni se dio cuenta.

 

Me quedé sentado en un pequeño mueble contemplándolo, como cuidando sus sueños; lo tenía solo para mí. Después de un rato, me acosté a su lado desnudo también; quería sentir el calor de su cuerpo. Sin planearlo, se gira para abrazarme; podía sentir su pecho en mi espalda, su brazo rodeándome, su respiración atrás de mi cuello. Ya no me importó que no tuviéramos intimidad este día; dormir así lo pagaba todo.

 

Al siguiente dia fui el primero en despertar eran mas de las 10 de la mañana, me prepare para iniciar el dia, Anibal aun dormia, por lo que repeti mi rutina de la noche, me sente a mirar el paisaje que me ofrecia mi hombre quien dormia descubierto boca abajo, dandome un primer plano de su cola y espalda, no tenia prisa podia pasar horas asi, en un momento se gira y me ofrece una vista de su mastil, que al parecer estaba despertando antes que su dueño, no me resisti y me acerque para acariciarlo, pero apenas sintio mi mano desperto asustado buscando quien lo agarraba por sus partes, demoro unos segundos en asimilar, jueputa me pase de tragos comenta tapandose la cara, un poco respondi, se levanto de la cama y se metio al baño.

 

Cuando estuvo listo, bajamos a buscar comida y a continuar nuestra gira, pues la idea era seguir conociendo lugares. En la tarde llegamos a otro sector, nos preparamos para repetir la farra del día anterior, con el compromiso de Aníbal de no volverse a pasar con el licor. Nos contaron que habría una especie de concierto gratuito en la playa, y recomendaron que acudamos sin pertenencias y listos para mojarnos, pues se iba a lanzar agua y a hacer juegos. Así lo hicimos: nos fuimos ligeros, con apenas short de baño, camiseta y zapatillas.

 

Habia mucho ambiente y licor, era una auforia completa, como nos dijeron lanzaban agua y espuma al azar, terminamos bastantes mojados muchos chicos habian optado por quitarse las camisetas, una pareja de chicos se acercan a Anibal y empiezan a tener un dialogo hablandose  al oido, pues era la unica forma de escucharse, Anibal les responde y en otras solo rie, veo que le muestran una botella de licor, Anibal la mira de cerca y les hace el gesto como de ok, sin mas pone en el piso la botella de cerveza que tenia en la mano y procede a quitarse la camiseta y se las entrega, uno de los chicos la toma de inmediato y la huele, el otro se le acerca para darle la botella, aprovecha y luego de ello pasa la mano por todo su pecho y abdomen, intercambian sonrisas y se alejan.

Aníbal me mira y me muestra la botella; acercándose, me dice al oído: «Me la dieron a cambio de mi camiseta; el tipo me dijo que su amigo no quería irse hasta verme sin camiseta; me ofreció darme la botella a cambio de que le dé gusto a su amigo». Muy deseado me salió el joven. «Se hace lo que se puede», comenta riendo, según había hecho un buen negocio.

 

—Y si damos una vuelta a la playa —me propone mi compañero de viaje. Acepté y empezamos a caminar. Conforme avanzábamos, las personas que caminaban en la playa eran menos; al parecer todas iban a la fiesta. Nos sentamos a escuchar el mar y empezamos a tomar de la botella que le habían regalado. Me tocó acompañarlo porque si lo dejaba, era capaz de tomársela toda solo. Conversamos, me contó que su padre era militar y que posiblemente se iría al ejército; por ello quería hacer este viaje antes del encierro.

 

En el lugar donde nos habíamos quedado solo había unas especies de techos de hojas de palma; a unos 40 metros estaba la vía donde pasaban autos de vez en cuando, pero muy pocos, y más allá unas casitas de los lugareños. La verdad, un ambiente muy tranquilo, como para pasar en pareja.

 

No sé si fue la poca costumbre de beber, el lugar o la situación, pero ver a mi machito descamisado sentado a mi lado en la oscuridad de la noche frente al mar me sobrepasaba. Empecé a tocarlo. —Calma —me dice—, espera que lleguemos a la habitación. —¿Para qué? Si puedo hacerlo aquí. —Me está gustando y va a pasar lo de la otra vez. —Mira para todos lados, temiendo que seamos vistos; a lo lejos apenas se alcanzaba a ver la silueta de personas.

 

Metí mi mano en su short como lo hice la primera vez; para mi sorpresa, estaba ya bastante duro. Miró al cielo y dejó que lo tocara a mi antojo; no tenía ropa interior, solo el bañador, por lo que tenía mucha soltura para mi trabajo. —Cabrón, ya me tienes arrecho comenta, sacando mi mano de su ropa. Pensé que no se iba a dejar más, pero al contrario, se baja su ropa a media pierna, dejando libre su sexo. Sin pensarlo, me lanzo sobre él. Se estremeció al sentir mis labios; se dejó caer un poco hacia atrás para estar más cómodo y que yo pudiera hacer mi trabajo.

 

Disfrute de mi hombre en plena playa, gemia al sentir como le comia su verga, estaba muy exitado, presionaba mi cabeza para que me la meta toda a la boca, me encantaba su olor, su sabor, me dedique a disfrutarlo y no iba  a parar hasta extraerle su leche, pero sus planes era otros; quiero cogerte, sus palabras fueron una orden para mi, enseguida me sente sobre el y baje un poco mi ropa para dejer mi cola desnuda, tomo sus manos y hago que me agarre, me tienes que ayudar abriendome, entiende mi peticion y sus manos se encargan de que mi entrada quede lo mas expuesta posible, ensalivo dos dedos y empiezo a jugar con mi cola, tenia que abrirme si queria que mi hombre entrara, gemia para exitar a mi macho, Anibal ensaliva sus propios dedos y busca mi entrada y me penetra, tienes la chuchita calientita comenta dedeandome.

 

Despacito le digo entre gemidos: «No puedo, putita, quiero metértela ya». Lubrica su miembro y empieza a buscar mi entrada, presiona y logra abrirme un poco, haciéndome chillar. «Espera, aún no se puede, debes lubricarme más, jueputa, ya quiero metértela». Se incorpora de golpe, haciéndome caer de espaldas sobre sus piernas. «Espera», dije riendo, enredado con mis ropas a media pierna, pero no me escucha, me toma por la cintura y me hala hacia él, quedando mi trasero hacia arriba. Me mantiene agarrado así; sin decir más, empieza a comerme la concha.

 

Solo me quedaba disfrutar de su desenfreno. Me comía con cierta desesperación: «Hijeputa, qué rica conchita tienes, cabrón», decía entre cada chupada que me daba. Nuevamente, mi macho hacía alarde de su fuerza, teniéndome sometido a sus deseos. Así me preparó para hacerme su hembrita. Después de un rato, me suelta y me dice que me ponga de perrito, se ubica atrás de mí. «Vamos,. Se mi amor, entrégate a tu macho». Pone su miembro en mi entrada y empieza a empujar. De a poco, mi cola cede y permite que su hombría entre.

Solo alcance a chillar un poco antes de estar ensartado por mi hombre, que rico dice tomandome de la cintura y empezandome a embestirme, me empuja a que agache mi cabeza contra la arena, gritaba entre estocada y estocada, no le importaba otra cosa mas que sentir placer, me cogio a su antojo no se cuanto tiempo fue pero sentia que me desmayaba ante tanto desenfreno, me suelta y me ordena: date la vuelta y abrete, como puedo me termino de sacar mi short y lo pongo debajo de mi cola para protegerme de la arena, sin perder tiempo mi macho se ubica entre mis piernas, busca mi entrada y me ensarta nuevamente empezando unos movimientos de cadera que me hacian gemir al sentir toda hombria en mi interior, me plastaba con cada estocada, con una de mis manos agarraba sus caderas y con la otra marcaba su espalda, empezamos a gritar por el placer que nos daban nuestros cuerpos.

 

Se levanta para quedar de rodillas entre mis piernas, las toma y las separa con sus manos para continuar penetrandome, apretaba la arena con mis manos gimiendo por el placer que me daba mi macho, jueputa que rico decia, me daba sin control y solo paraba un poco al sentir que iba a correrse, ahh ahh cabron que conchita tienes, se pone de pie y se toma su sexo como agradeciendole el placer que le estaba dando aun tenia en los tobillos su short pero en su calentura  se lo saca de una pierna y con la otra como si se tratase de un balon lo arroja lejos, date la vuelta para montarte me dice, lo obedezco sin protesta, me pongo de rodillas en cuatro, enseguida se ubica sobre mi, flexiona sus piernas y me ensarta, me toma por los hombros y empieza a embestirme.

 

Mi amor, qué rico me coges. Él me responde montándome más fuerte. Nuestros gemidos seguramente se escuchaban desde muchas partes. No resistí más y acabé casi sin tocarme. Mi macho seguía en lo suyo, dándome placer hasta que empieza a chillar. Sentí enseguida cómo llenaba mis entrañas mientras gritaba como si se le estuviera rompiendo la verga. Me presionó a su cuerpo mientras descargaba todo dentro de mí. Ahhh, ahhh, qué delicia, decía casi sin aire.

 

Pasaba su mano por mi espalda aun teniéndome ensartado; sabía que me gustaba que quedáramos así unidos un rato. De a poco volvíamos a la realidad y a ver dónde nos encontrábamos. —Si ves lo que ocasionas con tus manoseos —dice Aníbal. —Yo solo no lo hice —refuté su comentario. —El que sigue montado eres tú. —Es que tengo frío en la verga y tu chuchita está calientita —comenta riendo.

 

Empieza a desabotonarme y al fin quedamos separados. Aníbal empieza a ver para todos lados y comenta: «Tuvimos suerte, no veo a nadie cerca que nos haya visto o escuchado y tampoco veo mis pantalones». «Los lanzaste con el pie, ¿no te acuerdas?». «Sí, pero ¿para dónde?». Empezó a caminar buscándolo, cubriéndose su sexo, pero con la poca luz que teníamos no estaba muy fácil esa tarea.

 

271 Lecturas/20 septiembre, 2025/0 Comentarios/por Anonimo
Etiquetas: colegio, mayor, militar, padre, playa, sexo, vacaciones, viaje
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