Carlos, Aníbal y Rafael, mis estudiantes sobresalientes 17
Relato la experiencia que viví desde el año pasado que empecé a trabajar de maestro en cierta unidad educativa con mis alumnos de último año….
Me llamo Cristóbal, tengo 30 años, y muchos de los que me conocen piensan que soy mucho menor, que ando por los 20 recién. Mido 1.70, mi piel es clara, pero no soy blanco, tengo un buen físico; no hago mucho ejercicio, pero por mi trabajo ejecutivo siempre estuve bien cuidado. En abril se me dio la oportunidad de iniciar a trabajar como maestro.
Nos quedamos dormidos, vencidos por el cansancio y la borrachera que teníamos. Escucho a lo lejos el sonido de la puerta; alguien tocaba pidiendo permiso para pasar. De mala gana respondí; era la señora que hacía la limpieza. «Puede regresar luego», le dije. «Listo, señor», respondió y se fue. «¿Por qué molestan tan temprano?», decía yo, pero cuando tomé el celular pude ver que eran más de las 12 del día; habíamos dormido 6 horas, pero para mí había sido un instante.
Me levanté muy mal; el licor consumido me estaba pasando factura. Me metí al baño para asearme; tenía muchas zonas rojas en mi cuerpo. Me duché y salí un poco más reconfortado. Aníbal aún dormía; estaba descubierto, pues la mayoría de sábanas habían terminado en el suelo. Tenía mucha hambre, por lo que decidí pedir comida a la habitación; para poder recibirla, cubrí las partes nobles de mi bello durmiente con sábanas. El encargado hizo la entrega hablando y preguntando solo lo necesario y se retiró.
El aroma inundó la habitación; todo se veía muy bien y en gran cantidad, como revivido por el olfato. Aníbal despierta un poco desorientado, pero finalmente comenta alegre: «Pediste comida, sí, apúrate o no te dejo nada». Se levantó como resorte de la cama al baño; después de unos minutos salió sujetándose la toalla en la cintura; el agua escurría por todo su cuerpo; no se había secado por venir rápido a comer.
Aníbal devoraba todo muy rápido; me llamó la atención que no mostrara ningún malestar por los tragos de la noche. Me percato de que él también tenía marcas en el pecho y espalda; sonreí al recordar todo lo que habíamos hecho en la noche. Decidimos dar un último paseo en auto por la playa; nos daba morbo ver dónde habíamos cogido. Luego de ello emprendimos el retorno; el camino era largo, pero estábamos felices. Aníbal había cumplido su sueño de viajar a la playa, yo el mío de estar con él; todos habíamos ganado.
Llegamos a la ciudad sin novedad; pasé dejándolo en su casa. Al bajar su maleta, me comentó riendo que la mitad de su ropa regresaba limpia, pues más había pasado desnudo que vestido. Finalmente, llegué a casa, recibido unas fotos del viaje de parte de Aníbal, las pocas que nos tomamos juntos; me pide que las guarde porque él tenía que borrarlas de su celular. Así terminó este viaje.
Volví a la rutina de clases; faltaban dos semanas para cerrar el año de estudio. Por suerte, esta primera semana pasó muy rápido; ya solo faltaban los exámenes y estábamos fuera. El sábado revisé trabajos y promedios todo el día; eran más de las 9 de la noche y recibo un mensaje de Rafael, quien me invitaba a su casa. No lo pensé y acepté enseguida; siempre estaba listo para ser su juguete. Salí dejando tirado todo lo que estaba haciendo, me bajé del taxi y mientras caminaba recordé lo que había pasado la última vez; un escalofrío recorrió mi cuerpo al pensar que Aníbal podía estar de nuevo esperando para ver si llegaba a encontrarme con su amigo.
Rafael me recibe como siempre en la puerta; vestía pantalón oscuro y camisa blanca manga larga abierta tres o cuatro botones, dejando a la vista su pecho. Había mucho desorden dentro. Estuvo buena la cosa, comenté. Sí, hicimos la fiesta de despedida con los muchachos; me mostró una foto grupal de los asistentes, entre ellos Aníbal y Carlos.
Mis papás me ayudaron a organizar; mi viejo me regaló dos botellas para que nos despidiéramos como se debe y se llevó a mi madre donde la abuela para dejarnos la casa. Ya les escribí diciéndoles que todo terminó; me dijeron que vuelven mañana, así que tenemos casa sola toda la noche. Sin embargo, lo notaba distante y desanimado. «¿Qué sucede?», le pregunto sin rodeos.
Toma del vaso que llevaba en la mano y me dice: «Ya sé que te llevaste al Aníbal de viaje el fin de semana y que la vez que no llegaste fue porque también te fuiste con él». Sentí como un temblor recorrió todo mi cuerpo. «No intentes negarlo, el propio cabrón que se hacía llamar mi amigo me lo restregó en la cara hace un rato, no le importó que estabas conmigo y se metió, le reclamé y salió más ofendido que yo, hasta me dio un golpe cuando le dije que habíamos estado juntos hace poco, como si el traicionado fuese él».
Me invadió un sentimiento de culpa por lo que estaba pasando; pero hablaron luego y se solucionó. Pregunté pensando que la amistad que tenían no se hubiese perdido; para nada, después que me golpeó se fue. ¿Esto sucedió en la fiesta, frente a todos sus amigos? Pregunté. Eres un hp, me dice, solo te preocupa si se enteraron los demás, te revuelcas con mi mejor amigo y ni siquiera piensas en disculparte primero, sabes que andate, anda a darle el culo a ese cabrón. Me guía a la puerta casi echándome; al abrir, casi caigo al suelo al ver a Aníbal parado afuera escuchando todo.
—Sigues aquí, cabrón —le dice Rafael molesto—. Ahí está tu puta, llévatela, ya no me interesa —dice empujándome. —¿No que era tuya? —dice Aníbal—. No me reclamaste y me dijiste que era un traicionero, tú, el que siempre dijo que por culos no nos íbamos a pelear, que primero éramos amigos y después el resto. —Mejor no digas nada —dice Rafael—, que me golpeaste por este hp, tampoco te acordaste que somos amigos. A todo esto, yo era el único impedimento para que no se agarraran a golpes; los mantenía separados, pero era mucha furia juvenil contenida. —Esperen, solucionemos esto hablando tranquilos —decía yo en medio del forcejeo—. Ustedes son amigos. Por el licor que habían tomado, no dudaba que algo podía pasar.
No se van a pelear, vuelvo a insistir. Trato de alejar a Aníbal, pero este me empuja; termino estampado a la pared. En mi interior me recriminaba: «Eso te ganas por andar metiéndote con pubertos». Esperen, volví a gritar, ustedes son amigos. Aníbal busca golpear a Rafael y este lo esquiva; lo alcanza a tomar de la camisa, se miran cara a cara. Fueron unos segundos de tensión pura; ya los hacía golpeándose a más no poder. Rafael empieza a reír. No puedo más, cabrón. Aníbal se contagia y también ríe; voltean a verme y se encuentran con mi cara de pánico y de no entender qué mierda estaba pasando.
—Te asustaste, puto —me dice Aníbal riendo. —No se peleen, ustedes son amigos —me remeda Rafael. —Estuvo bueno esto, y hubiera estado mejor si te hubieras aguantado la risa; es que te pasaste con eso de aventarme un golpe, casi me lo das de verdad y esta carita no está hecha para eso. —¿Entonces nunca pelearon de verdad? —exclamé indignado y recuperando la calma. Seguían riendo de mí. —Te lo merecías por andar jugando con los dos —dijo Aníbal.
Entendí que todo había sido un show para castigarme por haberlos usado; en cierto modo me lo merecía. Rafael comenta: «Pero no todo es malo; ahora sí somos verdaderos hermanos, hermanos de concha». Rieron juntos. «Pero tú sí sabías lo que estabas haciendo; a mí nomás que me estaban viendo la cara, te enculaste, cabrón», concluye Rafael riéndose de su amigo. «No jodas, que tú iniciaste todo cuando nos contabas lo que hacían encerrados en esta casa; además, yo le dije a este cabrón que debía estar solo conmigo, pero volvió a buscarte; yo ya no tengo culpa con eso, traté de que no te viera la cara».
—Me voy, ya no quiero hacer nada con ustedes —dije tajantemente; me sentía un poco lastimado en mi orgullo de haber sido la burla de dos pubertos. —Nada, cabrón —dice Aníbal cerrándome la puerta—, no creas que te la vas a llevar tan barata, aún tienes que pagar un poco más por tratarnos como juguetes; ahora te toca a ti ser el juguete de nosotros.
Rafael agarra una funda que estaba cerca y me la tira encima, pontela me dice, la abri y era una falda de uniforme del colegio, de donde sacaron esto, no preguntes y pontela dice Anibal tajantemente, sin mas reclamo me baje mi pantalon, para ponerme la prenda que me habia dado, dejate el suspensorio dice Rafael, como cada vez que nos encontrabamos lo tenia puesto, Anibal dice: recogete la camisa y haste un nudo al frente quiero verte la cinturita, rieron de cómo me estaba viendo, la falda no me cerraba porque era mas estrecha le di un par de vueltas en mis caderas para asegurarla lo que hizo que se me viera muy corta, todo esto era parte de mi castigo, Rafael sabia que no me gustaba vestirme de mujer.
—Ahora empieza a bailar —dice Aníbal, quien ya se había acomodado en el mueble—. Hoy serás nuestra bailarina. Rafael, por su parte, encendió la música. Me sentía humillado, pero esa era la idea de castigo. Mientras daba mis primeros pasos, empecé a maquinar cómo ganarles el juego y tomar el control; eso solo lo conseguiría activando lo que tienen entre las piernas, hacerlos entrar en celo para que dejen de pensar en castigos y solo piensen en aparearse. Sin más, empecé la tarea de seducir a mis verdugos.
Sabia que el eslabon mas debil era Anibal, asi que me acerque a Rafael para bailarle muy cerca y hacerlo morir de celos, me di la vuelta y practicamente me sente sobre sus sexo y le restregue mi cola, eso perrita decia mi machito quien habia metido sus manos debajo de mi falda para manosearme y presionarme mas a el, me levante dejandole practicamente en la cara mi cola expuestas pues la falda apenas me cubria algo, segui mi baile y me fui hacia Anibal que tenia una cara de furia al ver como me le habia regalado a su amigo frente a el, me acomode entre sus piernas agache mi cara sobre su entrepierna para olerlo, le tomo de la camisa y empiezo a desabotonarle para exponer su pecho y abdomen, no te pases me dice tratando de mantener el control, me subo sobre el de frente, quede sentado en sus piernas, meto mis dedos en sus cabello y se lo revuelvo, hago por besarlo pero me detiene imagino por pena con sus amigo.
Como castigo me levanto para regresar con Rafael, pero me detiene agarrándome del brazo. «Te faltó restregarme el culo», me dice, halándome con la otra mano de las caderas para que caiga sentado sobre él. Sentí claramente cómo me dio una estocada; lo complací y empecé a mover mi cola sobre él, sintiendo su sexo que pedía a gritos salir de su pantalón.
Me levanto para dejarlo fogoso y regreso a bailar en el centro; ninguno perdía detalle de lo que hacía. Se notaba que Rafael estaba a punto de arrancarse la ropa y tirárseme encima. Le hice seña para que se levante; lo ubico atrás de mí para bailar muy pegado. «Aflojate el pantalón», le digo; obedece sin preguntar más. Ahora solo nos separaba su bóxer, pues su pantalón quedó a media pierna; podía sentir todo su sexo que ya estaba duro. Por instinto propio, se sacó los botones que quedaban en su camisa para terminar de abrírsela; no nos importaba movernos con la música, solo queríamos que nuestros cuerpos se toquen.
Anibal miraba incredulo nuestra desfachatez, ven aca puta, somos dos a los que tienes que complacer dice con tono de mando, trato de ignorarlo pero Rafael me dice anda con el porque sino te voy a terminar cogiendo, me tienes muy arrecho, enseguida regresa a sentarse para seguir viendo el show, camino donde Anibal y me agacho para lamer su pecho, al mismo tiempo empiezo a abrir su pantalon, esta pose deja expuesta mi cola para Rafael, jueputa se te ve toda la conchita mi amor exclama, eres una reputa me dice Anibal molesto por estar enseñandole todo a su amigo, calma mi amor que para ti hay algo especial, levanta las caderas, me obedece enseguida pensando que solo le voy a bajar un poco el pantalon, pero rapidamente tiro tambien de su ropa interior dejandolo expuesto totalmente.
—¿Qué haces? —me dice sentándose y cubriéndose sus partes con las manos—. No me dijiste que te tenía que complacer. Saca las manos que quiero comértela. —Podía que estaba un poco incómodo por la situación de tener al frente a su amigo, pero a como fue cediendo, pude empezar a darle placer a mi macho.
Rafael no perdia detalle de lo que haciamos, de a poco me instale de rodillas entre las piernas de mi hombre para poder disfrutar de su sexo llenando mi boca, sin decir nada Rafael se levanta y se ubica atrás de mi para volver a restregarme su sexo, se quita la camisa para estar mas comodo, me tomaba de las caderas fuertemente para restregarme su hombria, se separa solo para poder ver mi cola, jueputa ya no aguanto exclama abriendo mi cola para escupir mi entrada, que vas a hacer dice Anibal incredulo, que crees le responde con voz picara, sin perder mas tiempo se agacha y me da la primer lamida haciendome estremecer, jueputa que rica chuchita, repetir su lamida, no hagas eso cabron dice Anibal, este no era el plan; tampoco era que nos la mamara y ahí estas tu, ya olvida el plan y disfrutemos de la putita que tenemos.
Que hijueputa dice Anibal mirando al cielo y levantando los brazos sobre el espaldar del mueble, como signo de entrega, dejaba de pelear desde ese momento y se entregaba al placer, Rafael continuo con su trabajo, me comia la concha con desepero buscando dilatarme lo mas pronto posible, que rico decia entre rato, me arrancaba gemidos, como siempre el mejor para comerme la concha, por mi parte tire mas del pantalon de Anibal para pasar sus rodillas y estar mas comodos, no puedo dejar de menconar que se habia cortado los pelos, no estaba lampiño pero si los tenia cortitos, lo que hacia que su sexo se vea mas imponente, continue comiendole la verga a Anibal, mientras Rafael hacia lo propio con mi cola, mis gemidos se mezclaban con los de Anibal en toda la sala, sin perder mas tiempo Rafael se baja el boxer, ensaliva su verga que estaba a tope y la guia a mi entrada, la union de nuestros sexos nos provoco que gritaramos de placer, ahh jueputa que hueco tienes cabron dijo mi macho mientras me penetraba mas y mas hasta enterrarmela toda.
Aníbal baja la mirada y nos encuentra a mí y a su amigo unidos por nuestros sexos. «Qué puto cabrón, ya lo ensartaste», le dice aún sin creerlo. «Sí», le responde Rafael, moviendo la cabeza y riendo de forma lujuriosa. Cruza uno de sus brazos sobre su cara para taparse los ojos y ya no ver más lo que pasaba. «No fiegues, cabrón», le dice Rafael, «la tienes bien parada, también lo estás disfrutando». «No me veas la verga», dice Aníbal a su amigo.
Rafael empezó a disfrutar de mí; me agarra de las caderas para penetrarme con bravura, como siempre presionaba para que entrara hasta el último milímetro de su ser en mis entrañas. El sonido de su pelvis y mi cola chocando era disimulado por la música que aún sonaba; gemíamos sin control. A ratos tenía que liberar mi boca para poder gritar el placer que me hacía sentir mi hombre; me empujaba la cabeza para que siga dándole placer a su amigo, que seguía en actitud de negar lo que estaba pasando.
Ahh ahh jueputa empezo a chillar Rafael, se deja caer sobre mi espalda, dejandomela adentro, respitaba agitado, estoy muy arrecho ya me quiero venir y apenas estamos empezando, se queda asi un par de minutos penetrandome muy lento, chiilando, no jueputa no me quiero venir aun decia, te la tengo que sacar me dice, de a poco me desabotona y se deja caer sobre sus talones, apoyandose con una mano para no irse de espalda, con la otra mano agarra su sexo que estaba duro e hinchado a punto de reventar, ahh jueputa que rico es culear, te quedo la conchita abierta exclama, callate cabron dice Anibal que seguia tratando de permanecer ajeno a lo que sucedia, Rafael me hace el gesto de que me monte sobre su amigo.
Complicadamente me levanto y, sin más, me siento abierto de piernas sobre Aníbal, que seguía cubriéndose los ojos. «¿Qué haces?», reclama. Lo tomo del cabello y lo obligo a mirarme; con mi otra mano tomo su sexo y lo guío a mi entrada. «No, cabrón», dice tratando que me detenga, pero eso era imposible; apenas sentí su cabeza, me dejé caer para clavármela toda. Abrió la boca mientras me ensartaba; no pude evitar chillar también, pues él era más ancho que Rafael. Veo su cara de incredulidad, aún sin terminar de aceptar lo que estábamos haciendo; lo beso muy delicadamente y le digo con voz delicada: «Ya soy tuya, mi amor, cógeme y hazme sentir lo macho que eres».
Estas palabras fueron el detonante, me tomas por las caderas y empieza a clavarme, se levanta teniendome ensartado y me coge asi en el aire, ahh ahh me hacia chillar al sentirlo dentro de mi, lo abrace y deje que hiciera conmigo lo que deseara, desde este momento solo existiamos los dos, camina como puede con sus pantalones aun en los tobillos hacia el mueble grande, alli me tumba sobre este, con desesperacion se termina de quitar la ropa, ya libre se tira sobre mi y busca penetrarme si perder mas tiempo, abro mis piernas lo mas que puedo para que logre su cometido, me arranco un grito al sentir como me penetro de un solo empujon, sentia todo el calor de su cuerpo desnudo sobre mi y su hombria entrando y saliendo de mi una y otra vez con desepero.
Besame mi amor le dije entre gemidos, con uno de sus brazos me rodea por atrás del cuello, lo dudo unos instantes pero luego me empezo a besar con desenfreno mientras seguia penetrandome, con una de mis manos agarraba su cara y con la otra lo tomaba de su trasero como ayudandolo para que me coja mas fuerte, lo apretaba como tratando de desahogar todo lo que me hacia sentir, gemiamos sin control disfrutando de nuestros sexos, ahh ahh que rico papi le decia entre chillidos, que macho eres, le clavaba las uñas en su espalda, la exitacion era enorme no duro mucho y empezo a gritar: me vengo mi amor, ahh ahh, me agarra una pierna y empieza a aplastarme con todas sus fuerzas, ahh, ahh, me vengo, me vengo grito sin control al sentir como su leche se abria paso a travez de su verga para salir expulsada a mis entrañas, ahh ahhh, que rico, sin mas me planto un beso como dandome las gracias y se dejo caer sobre mi extasiado y respirando agitado.
Que cabrones exclama Rafael quien no se habia perdido nada, estaba sentado totalmente desnudo masturbandose, disfruntando de la funcion, Anibal sintiendo vergüenza de nuevo oculta su cara, seguiamos unidos por nuestros sexos, Rafael se levanta y camina hacia nosotros, como ya te llenaron un hueco, me toca a mi llenarte el otro; que dices exclama Anibal, quedate ahí cabron le dice su amigo, que le voy a dar de comer a esta perrita, me acerca su sexo para que lo mame y lo ayude a acabar, se inclima y se apolla con sus brazos en el espaldar del mueble, sacame la leche putita, no le faltaba mucho la verdad apenas le di unas cuantas empezo a retorcerse y a chillar que se corria, ahh ahh, perra como mamas, ahh jueputa me vengo, ahh ahh jueputa grito y enseguida chorro tras chorro de leche empezaron a llenarme la garganta, ahh, ahh que rico, tomaba su sexo con una mano y me pide que se la limpie y no deje ninguna gota de su leche.
—Qué culazo —le dice a Aníbal dándole un buen golpe. Este reacciona dando un brinco que hace que su mástil se vuelva a meter entero en mí. —Ahh, gemí, no se la saques a la perra, ya sabes que le gusta quedarse pegada a su macho. Rafael se aleja a buscar más licor, se sienta a descansar también; noté que continuaba con su miembro duro, brincaba con cada paso que daba. Aníbal continuaba igual; así lo sentía en mi interior. Por primera vez pasó por mi mente la pregunta más obvia: ¿aguantaré el desenfreno de estos dos machos juntos?
Después de varios minutos, Aníbal se levanta y empieza a desabotonarme, busca algo de su ropa y enseguida se cubre para poder sentarse. Yo permanezco acostado. «Muéstrame cómo te quedó la chuchita», me dice Rafael. «Uy, perrita, la tiene abiertita», exclama. «¿Qué haces, cabrón? Cúbrete la verga», le dice Aníbal. «¿Para qué? Si ya nos vimos todo, ya destápate tú, que yo ya te vi hasta la chuchita mientras culeabas», respondió riendo.
De a poco Aníbal obedeció y se quitó la ropa que había puesto sobre su sexo. Rafael nos pasó licor a cada uno para que recuperáramos energía y dice lo que temía: «Hoy, hermano, vamos a mandar a esta perrita bien preñada, para que se acuerde toda la vida de nosotros».
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