Carlos, Anibal y Rafael, mis estudiantes sobresalientes 4
Relato la experiencia que viví el año pasado, cuando empecé a trabajar de maestro en cierta unidad educativa con mis alumnos de ultimo año….
Me llamo Cristóbal, tengo 29 años y muchos de los que me conocen piensan que soy mucho menor, que ando por los 20 recién. Mido 1.70, mi piel es clara, pero no soy blanco, tengo un buen físico; no hago mucho ejercicio, pero por mi trabajo ejecutivo, siempre estuve bien cuidado. En abril se me dio la oportunidad de iniciar a trabajar como maestro.
Al día siguiente desperté casi a las 11 a. m., volví a la realidad y a recordar lo que había vivido con mi estudiante. Me levanté de muy buen ánimo, esperando lo mejor, pero no sucedió. Tomé el celular y vi el número que había guardado Rafael. Me estaba olvidando el tema de la maleta, así que escribí un mensaje sencillo para evitar cualquier imprudencia. No tuve respuesta inmediata, sino hasta ya bien avanzada la tardeque decía: ¿Qué tal? No he podido salir; mi padre está en casa. Ya en la noche recibí otro mensaje diciendo: Lleve la maleta al colegio… y nada más.
Al día siguiente me desperté muy temprano; a las 5 a. m. era lunes y me tocaba estar a las 6:30 en el colegio, puesto que me tocaba recibir a los estudiantes en la puerta, como hacen comúnmente por turno los maestros, a manera de inspectores. Amanecí caliente, por lo que mientras me duchaba me di un poco de cariño recordando a Rafael y la rica desvirgada que me había dado, pero fue algo de un momento, puesto que debía partir pronto.
Mientras preparaba mi desayuno, sonó la puerta. Era Rafael, pero ¿qué haces a esta hora? Todavía no eran las 6, ya deberías estar vistiéndote para el colegio. Estaba usando la ropa que le había prestado. Profe, no recuerda que aquí está mi uniforme. Pero… me surgieron miles de preguntas, pero les resumo la historia. La madre de Rafael no llegó el domingo como él decía; el padre se había ido a las 5am al trabajo, puesto que era en otra ciudad, y lo había despertado para despedirse, y este aprovechó para salir antes para ira mi casa por su maleta.
Volví a mi tarea con el desayuno; ahora tenía que hacer más puesto que había invitado. Me dediqué a eso y cuando volteo, lo que veo me descontrola. Rafael, sentado con su uniforme puesto, impecable, únicamente con un par de botones abiertos que dejaban ver su pecho. Qué hermoso era verlo de uniforme y al tener aún grabada su imagen desnudo por toma de casa, siento como despierta el morbo guardado de cada día que veía a tantos machitos con uniforme desfilar frente a mí, sin poderlos tocar. Se me despertó el instinto como las yeguas en celo que buscan macho; dejé tirado todo, me acerqué a él y lo tomé de la camisa desabrochada y lo arrimé a la pared, le planté un beso; quería comerle la boca como nadie se la había hecho, no me importaba lo que pensara o quisiera, solo era yo saciando mis deseos.
Le lamí el cuello y empecé a desabrochar su camisa por completo, al igual que su cinturón, todo muy desesperado. Rafael recién puede reaccionar: «Profe, ya mismo tenemos que ir al colegio». Ignoré su comentario, lamí su pecho, abdomen, todo; no quería dejar nada sin hacerlo mío. Al fin su pantalón cayó, me arrodillé, tomé su verga y la recorrí toda con mi lengua hasta que me la metí a mi boca lo mejor que pude. Profe, me está calentando de nuevo; me levanto y lo beso de nuevo, le digo: Sí, papi, quiero que me cojas, quiero ser tu hembra». Le comía la boca y me respondía, por lo que supuse que aceptaba.
Como pudimos nos desnudamos lo más rápido posible; lo tomé de la mano y lo guié a mi cuarto. Frente a mi cama, de pie, lo besé de nuevo. Ya en confianza, Rafael me tocaba el culo, me lo apretaba y manoseaba; yo también lo masturbaba para ponerlo al máximo. «Quiero meterla, profe, tengo muchas ganas», me lo dijo como pidiendo permiso… a lo que respondí mientras le besaba el cuello: «Claro que quiero que me la metas, hoy amanecí deseando macho y me tuve que dar solo para bajar mi calentura, pero lo hice pensando en ti, en mi machito vergón que me comió el culo y me hizo sentir toda una hembrita. Tú ordena y obedezco». Aquí hay un macho que quiere preñar y una hembra que quiere ser preñada.
Enseguida me puse en 4 al filo de la cama para que mi macho me penetre, Rafael se agacha y abre mi cola con sus manos para poder llegar a mi hoyito, se acerca y empieza a jugar con su lengua en mi entrada y comenta, perra de verdad has estado jugando con tu conchita, esta abiertita, vierte saliva y pasa su lengua por todo lado, clavo mi pecho el la cama y muerdo las sabanas para evitar chillar de placer, como me encanta que me coman el culo, y este machito no tenia reparo e hacerlo, disfruto de mi culo un rato hasta que lubrico mi entrada y enseguida siento como su verga invade mi interior, que rica verga papi, esta dura, me arranca gemidos con cada centimetro que entraba, ahiii, confieso que me dolio un poco, al parecer aun no estaba recuperado del todo de sus anteriores cogidas, me toma de la cintura y presiona para que entre toda, no pude controlarme y di un grito de dolor y placer, enseguida empezo el bombeo sin control solo pensando en placer, el placer de cogerse a su hembra y nada mas.
Qué maravilla de hombre, me daba con tal fuerza que mis piernas desfallecían, pero me tenía bien agarrado; escuchaba sus bramidos de macho en celo mientras me clavaba toda su hombría. Por mi parte, solo apretaba las sábanas con mis manos y gemía para no gritar. Estábamos disfrutando de nuestros sexos a plenitud. Se detiene y me pide que me voltee, toma mis piernas y las abre; ahora estamos frente a frente. Podía disfrutar de la imagen de mi macho cogiéndome; ya para ese momento habíamos perdido la noción de tiempo. Los momentos de descanso los usaba para besarnos; me encantaba hacerlo mientras me tenía abotonado. Ya había aprendido que me gustaba que me la dejara dentro.
Me encantaba cómo movía sus caderas en círculos. Qué rico te mueves, cabrón, te la siento toda. Le gusta, profe, y me la clava de golpe. Sí, fue mi respuesta entre chillidos. Me encanta cómo me coges… Me la saca toda y me dice: «Quiero que me monte así como la primera vez». Se tumba en la cama boca arriba con su herramienta en todo su esplendor. Qué imagen más arrecha. Me dispuse a hacerlo, me paré en la cama, con un pie en cada lado, doblé las rodillas, tomé su mástil y me la metí poco a poco. Qué verga tienes, cabrón, me abres todo. Finalmente quedé ensartado por mi macho, que permanecía con la boca abierta disfrutando.
Empecé a cabalgarlo. Qué rico hueco, apretadito, monte, monte a su macho perra, eran sus comentarios mientras le daba placer. Disfrutamos mucho esa posición; me dolía un poco, pero más era el placer que me daba mi hombre. Con mis manos recorría todo su pecho que brillaba por el sudor. —¿Te gusta, papi? —Como me como tu verga. —Sí, me encanta. Me vasa hacer venir rápido, puta, qué rico. Al poco tiempo empezó a comentar: —Jueputa, me vengo, perra, siga, siga, cómase mi verga con su concha, ricooo… Rafael estaba estasiado; solo daba alaridos de macho a punto de explotar. «¿Te gusta mi hoyito, cabrón?», «Me encanta, puta, me vas a coger más veces». «Sí, le voy a romper la concha a cada rato…». ahhh, ahhh… Afirmé mis manos sobre su pecho y aceleré mi montada para que acabe. Ahhhh, cabrón, ahhh, qué culo, me vengo, puta, ahhh, ahhhh, jueputa. Se retorcía de placer hasta que dio un alarido fuerte. Enseguida siento su verga latir e inyectar su leche caliente en mis entrañas una y otra vez. Su verga le da el máximo placer que puede sentir un macho al preñar a su hembra. Termina agitado y sudado con su verga aún latiendo dentro de mí. A mí tampoco me faltó mucho y me vine casi de inmediato. Botando mi leche sobre el pecho de Rafael.
Qué rico, profe, me confesó que era cuento lo del uniforme, solo fue excusa de venir a coger conmigo, y le salió la vuelta; permanecimos unidos un poco más hasta recuperaron, pero mi teléfono nos regresó a la realidad casi de inmediato. No sé en qué momento había sonado, pero tenía llamadas y mensajes. Era una profesora con quien me tocaba hacer esa guardia; había enviado mensajes, ya se imaginarán molesta porque ya eran las 6:50 y no aparecía.
Vamos a tener que controlar nuestras ganas; ya debemos estar en el colegio y aún estamos aquí pegados, con tu verga metida en mi culo, pero la verdad es que no nos daba el menor remordimiento. Finalmente nos recuperamos y empezó el corre-corre para alistarnos lo antes posible para salir. Nos bañamos juntos, nos vestimos y partimos. Durante el trayecto comimos algo del desayuno que pudimos llevar y al llegar al colegio ya eran las 7:30, pero por ser lunes, mismo mientras se canta el himno y se dan los discursos, llegamos casi en el momento en que todos los estudiantes se movilizaban a sus aulas. A Rafael, obviamente, le tocó entrar escondido en mi carro; a esa hora ya no estaba permitido el ingreso de un estudiante a menos que lo acompañe un representante. Corrimos con suerte y pudimos escabullirnos sin ser descubiertos, ambos con el pelo mojado y un poco desalineados por el apuro, típica pareja recién salida de coger.
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