Carlos, Anibal y Rafael, mis estudiantes sobresalientes 5
Relato la experiencia que viví el año pasado, cuando empecé a trabajar de maestro en cierta unidad educativa con mis alumnos de ultimo año…..
Me llamo Cristóbal, tengo 29 años y muchos de los que me conocen piensan que soy mucho menor, que ando por los 20 recién. Mido 1.70, mi piel es clara, pero no soy blanco, tengo un buen físico; no hago mucho ejercicio, pero por mi trabajo ejecutivo, siempre estuve bien cuidado. En abril se me dio la oportunidad de iniciar a trabajar como maestro.
El día transcurrió; la historia con Rafael había quedado en nuestra intimidad. Ya en casa confieso que sentía la necesidad de escribirle, pero no quería ser imprudente o que se sintiera presionado. Me dije a mí mismo: «Cuando quiera me va a buscar; le gustó lo que hicimos, de eso estaba seguro, solo tocaba esperar».
Mi espera se prolongó hasta el jueves, mi día favorito donde podía ver a mi trío en su hora de educación física. Estaba divagando en mi mente con los recuerdos de mis hombres que no me percaté cuando algunos de los chicos se me acercaron a saludar, en vista de la amistad que habíamos logrado durante los festejos de las olimpiadas, acto que me tomó por sorpresa y que fue notado por los chicos que hicieron mofa del susto que me habían dado. El maestro también se acercó a saludar y me dijo: «Ya hablé con los chicos, lo que pasó en Las Vegas se queda en Las Vegas», y todos rieron. Rafael estaba en el grupo, actuaba como si nunca hubiera pasado nada, cosa que me pareció normal.
Termino la jornada; estaba conversando en el patio con una maestra, quien me estaba entregando unos documentos, la que me había cubierto el día lunes, y estaba cobrando el favor. Me tocaba ayudarle con sus planes de clases, pero eso no es importante para esta narración. Apenas ella se alejó, Carlos se acerca a saludar y me dice: «Profe, ya se va a casa». Le respondí que sí, me puede llevar, mi casa queda en su ruta. Esto era cierto, pues el sábado lo llevé después de la fiesta. Asentí y nos embarcamos en el auto.
Aprovechando el viaje, hablamos de la fiesta de celebración, comentamos varias cosas y de cómo acabaron cada quien en su casa ebrios. Sin preguntar, me comentó que a Rafael le habían quitado el celular por una semana porque su madre se había enterado por una vecina que no había llegado el sábado temprano, que la casa estuvo cerrada hasta la noche. Eso explicaba que no escribiera, y a buena hora yo no lo había hecho. Él solo había recibido un sermón, pero nada grave.
Desde ese día Carlos se convirtió en mi compañero de viaje de regreso a casa; me esperaba cerca del carro y la verdad no me molestaba para nada su compañía. Cada vez fuimos teniendo más confianza, pasamos a conversar de temas más personales, hasta que llegó el día que empezó lo bueno.
Ya habían pasado alrededor de dos semanas desde las olimpiadas. Era viernes, último día laboral del mes de noviembre. Estoy contento y más aún cuando veo que ya me esperaba mi compañero de viaje, pero esta vez algo había pasado; se notaba un aire diferente, un cierto silencio. Empecé el diálogo como para entrar en confianza. Finalmente, Carlos me dice: Quiero preguntarle algo, es sobre un tema poco común y no tengo a quién más preguntar. Me intrigó el asunto, le pedí que hablara y ya me había picado la curiosidad.
Pasa es que el otro día Rafael y Aníbal estaban conversando puterías y salió el tema del sexo por atrás, y decían que era lo mejor, que se disfrutaba más, pero Rafael agregó que era bueno, pero con putos, que a las mujeres no les gusta mucho, pero lo dijo con mucha claridad, como si ya lo hubiera vivido, por lo que le dijimos que cuente, si se había cogido a alguien, y dijo que sí.
Nos quedamos con la boca abierta; enseguida nos juró que solo lo había hecho por experimentar y nada más, que él seguía igual. Aníbal dijo que él no lo había hecho, que solo hablaba en base a lo que le cuentan otros amigos, y ni lo pensaría hacer porque sus amigos han dicho que al puto le gusta que lo cojan, pero que siempre llega el momento en el que pide culo también y ahí te jodes. Rafael dijo que él solo había cogido y no le había pasado eso. Aníbal le increpó que no lo siga haciendo, porque a la próxima le iban a pedir el culo.
Esto último me provocó una carcajada que Carlos no entendió; esa era la respuesta de por qué Rafael no me había buscado desde nuestra aventura: tenía temor de que yo le pida que él sea la perrita de la relación.
Mi respuesta: En esta época hay mucha libertad, chicos que son abiertos a probar, y allí deciden si les gusta o no, eso sí con cierta prudencia, no a lo loco; a mi criterio, mejor es el anonimato. Para no ser víctimas de prejuicios de personas que se sienten con derecho a juzgar. No te puedo hablar por todos, pero lo que dicen no es del todo cierto; depende del gusto de cada uno. Por ejemplo, a mí me gustan bien machitos y jamás he pensado en pedirles que me dejen cogerlos porque dejarían de gustarme. No podría estar con un hombre que me coja como su hembra y al rato esté gimiendo en cuatro siendo la hembrita de otro; eso no es de mi gusto. Así que todo depende de gustos y de comunicación. Y si quieren experimentar, aquí está un voluntario que no pide nada a cambio.
Profe, y en serio es bueno coger por atrás; yo solo he cogido con mujeres. Le comento: tiene que probarlo; lo que le puedo decir es que con los que he cogido no se han ido decepcionados. Uno se alejó de mí porque le estaba gustando más coger conmigo que con la novia. ¿Cómo, tenía novia y lo buscaba a usted? Sí, me buscaba, me cogía con desesperación, me decía que yo era el culo de la novia que no quería darle. Me tomaba con muchas ganas y para dilatarme rápido me comía la cola; decía que era más rica que la concha de la novia. Su lengua recorría mi hoyo una y otra vez y apenas veía la oportunidad me penetraba, consiguiendo el placer que buscaba de mí.
Toda esta conversación nos estaba excitando; podía ver que Carlos se agarraba su herramienta o más bien se la escondía, por lo que comenté: «No te tapes, igual ya vi todo lo que hay allí». Sonrió. Por cierto, ya termina noviembre, ya cumpliste año y no me has pedido tu regalo. Sí, ya cumplí los 17, se masajeaba su herramienta sobre el pantalón del uniforme. Y si vamos a mi casa y te invito algo por tu cumpleaños, me miro con cara de sorpresa; contigo ya no hay nada oculto, ya sabes a qué juego. Hacemos lo que tú quieras, y si solo es tomar, pues tomamos y celebramos tu cumpleaños y el mío, que es el próximo mes. Ve que es viernes y no tenemos más responsabilidades.
No puedo ahora, tengo que ir a casa. Déjeme ver si logro salir más, pero si voy, no es a coger, solo a tomar algo y pasar un rato… Ok, no hay problema, pero cuando te decidas, me avisas; yo no te voy a pedir culito a cambio. Nos reímos…
Me preparé para la llegada de mi hombrecito muy confiado de que vendría. Estaba ansioso y la verdad con muchas ganas; ya tenía varios días sin acción. Mi último hombre había sido Rafael. Como a las 5 de la tarde, finalmente me escribió diciendo que ya venía. Cuando abrí la puerta, me llevé una sorpresa: estaba vestido completo de un equipo de fútbol blanco con pantaloneta negra. Me saludó un poco nervioso. Se le notaba aun que no estaba completamente convencido de haber aceptado mi invitación, por lo que le invité una cerveza de inmediato.
Inicié la plática preguntándole de por qué su vestimenta; me dijo que fue la excusa para salir de casa toda la tarde. Conversamos un buen rato de todo un poco, como siempre lo hacíamos mientras viajábamos de regreso del colegio. Hablamos de sus amigos Aníbal y Carlos. Comentó que siempre hablan de conchas y culos; si no, no están tranquilos y el afectado es él, porque como es el único que no tiene novia por mi culpa, le toca ajusticiarse a punta de pajas.
Le comenté que podía ponerse cómodo, que no era necesario que guardara compostura. Me dijo que no entendía a qué me refería. Me agaché a tomarle los zapatos y se los saqué, quedando solo en medias, esas que llegan hasta las rodillas. Ahhh, ok, pero para eso mejor la camisa; en casa, la mayoría del tiempo ando sin camisa. Listo, a eso me refiero; se puso de pie y se la quitó. Qué deleite de hombrecito, hombros amplios, pecho definido y abdomen plano y estrecho que se ensancha en las caderas, y lo que más me encanta es esa forma en V que llega a la gloria. Le comenté: «Así si te invito más seguido; estás como para chuparte todo». Comparado con Rafael, Carlos está más acuerpado.
La conversación siguió. Le pedí que me comentara algo bueno de esas charlas que tenía con Aníbal y Rafael. Así lo hizo, me contó que los tres saben del lugar secreto porque un amigo que ya había salido se los había enseñado, pero que solo Aníbal lo había usado y había coronado allí, y él, en teoría, puesto que había mentido y dicho que ese día en que nos conocimos sí concretó la misión.
Al fin íbamos entrando en tema. Empezó con su mano a tocarse sobre la ropa; enseguida me acerqué y empecé a tocarlo, hasta que pude meter mi mano por una de las piernas de la pantaloneta. Me toma la mano para que pare, pero es un gesto sin fuerzas, por lo que insisto. Puedo pasar mi mano por toda su hombría, solo cubierta por la fina tela de su ropa interior. Me dirijo a mi hombre y me digo: hagamos lo que ya hemos hecho.
Tomé su short de la cintura y lo bajé con todo y bóxer, pero solo fue un poco porque al estar sentado no se podía bajar más. Carlos se pone de pie, como autorizándome a que le quite la ropa, cosa que hago de inmediato. Al fin su hombría estaba libre y ganando porte rápido; recordaba sin duda el placer que le había proporcionado mi boca. Empecé a oler a mi macho y allí mismo empecé mi trabajo con mi lengua. Podía ver los espasmos que le provocaba mi boca. De inmediato su verga estaba en todo su esplendor. No resistí más y lo metí a boca, arrancando su primer gemido. Empecé a dar placer a mi macho como la primera vez.
No me medí en nada, quería que Carlos sintiera más placer del que recordara. Nuevamente, este machito era mío; estaba disfrutando de todo su ser. Empezó a tomarme de la cabeza para que me metiera todo a la boca, me arrancaba arcadas. Su mirada se perdía viendo su verga entrar a mi boca una y otra vez. Así estuvo disfrutando de mi boca hasta que se separó, diciendo: Qué boquita tiene, profe, está más rico que la otra vez». Qué delicia ver a mi segundo machito desnudo con la verga a tope en la sala de mi casa; solo tenía puestas las medias que le llegaban a las rodillas.
Se acomoda en uno de los muebles pequeños y me dice: «Venga, profe, présteme esa boquita». Lo hice de inmediato, me arrodillé frente a mi macho, tomé su herramienta y me prendí como ternero. Puta que rico, profe, es todo un mamador. Aprovecho para pasar mi mano por todo su cuerpo, recorrer cada centímetro de piel de este machito joven que me entregaba su virilidad. Mientras permanecía con los ojos cerrados, aproveché para quitarme el short, quedando solo con un suspensorio, que la verdad me quedaba un poco pequeño, en vista de que era de Rafael. Contexto: revisé su maleta y allí estaba; me dio mucho morbo y me lo dejé.
Tomé saliva en mis dedos y me empecé a dilatar mi hoyo. Carlos se da cuenta de aquello y me mira con duda. Le comento, tranquilo, solo juego con mi conchita, yo solo hago lo que tú me digas. Al rato, cuando ya dos dedos juegan dentro de mi cola, empiezo a gemir con la verga de mi macho en la boca, cosa que le excitaba más.
Movía mis caderas en círculos; Carlos tenía la vista petrificada, no entendía por, hasta que me percaté de que justo mi cola estaba dando al espejo que colgaba de la pared, por lo que tenía una vista privilegiada de mi hoyito siendo penetrado por mis dedos. Capaz que si lo planeaba no salía. Te gusta lo que ves, cabrón, no me quieres coger, pero sí te gusta verme la cola. Perra, ya te metiste dos, cuántos te entran? Para que me entres tú son 3; la tienes gruesa. Ya dije que no, siga dedeándose nomás que yo con su boca tengo. Pasó sus manos por su cara y las dejó atrás de la cabeza. Qué rico, profe, ya me tiene al tope; le voy a dar su ración de leche como la otra vez y se la va a comer toda.
Terminando sus comentarios, me meto el tercer dedo para acallar mis gemidos, me meto toda su vergaa mi boca. Jueputa profe, se clavó los 3, me acarició la cabeza. Eso, perra, rompase el culo, dese dedo, toma su verga y me da cachetadas. Toma, perra, mira cómo me tienes a punto de reventar. Intenté meterla a mi boca, pero me la negaba. ¿Quieres mi verga, putito? Sí, la quiero, pero en mi concha; quiero ser tu hembra, no perrita, eso no, solo boquita. Toma tu teta, mamá, y sácame la leche. Así lo hice, la metí a mi boca y continué mi mamada, arrancando chillidos a mi macho, que se retorcía de placer con sus manos sujetando su cabeza.
Que rico, mama perra, hasme acabar, que rico, ahhh ahhh, deje su verga de lado, y con mi lengua recorri su abdomen, pecho hasta llegar a su cuello, que rico hueles papito, me encanta tu olor, le chupe el cuello, hazme tu hembra, quiero ser tuya completamente, para ese momento ya estaba encima de el con mis piernas sobre los brazos del mueble, su verga casi tocando mi entrada totalmente expuesta, no obtuve respuesta y actue por instinto, tome su verga que estaba como hierro y la ubique en mi entrada, casi de inmediato entro su cabeza, Carlos abrio los ojos al sentir eso, deje caer mi peso para que su verga se enterrara en mi mientras nos veiamos cara a cara, parecia que el penetrado era el, gemia casi gritando ahhh jueputa ahhh, finalmente este machito era mio, cada centimetro de su ser estaba dentro de mi.
Ya eres mi macho y ya soy tu hembra entera. Puta como me aprietas la verga, cabrón, te gusta mi concha, sí, asiente con la cabeza. Tomo sus manos y las guío a mi culo, empiezo a cabalgarlo. De inmediato empezó a bramar como toro, casi gritaba de placer. Sabía que no ibaa durar mucho, en vista de que ya había estado bastante tiempo mamándolo y llevándolo al l límite. Me detiene y me dice: «Te quiero coger en 4». Nos separamos. Ahhh, jueputa, hasta despegarnos está rico. Me pongo de rodillas en el mueble con mi pecho sobre el espaldar del mismo. Con mis manos abro mi culo para que tenga una vista completa de mi entrada. Se agacha, pienso que va a comerme la concha, pero solo vierte saliva en mi entrada, se trepa al mueble con un pie a cada lado de mí, flexiona un poco las rodillas, busca mi entrada y me la mete de nuevo. Soy montada como yegua, me toma de los hombros para darme con fuerza; chillaba con cada embestida que me daba. Nuestros gemidos solo eran superados por el sonido de su pelvisy mi cola chocando; me entregaba todo su ser sin medirse, como macho que solo busca aplacar su arrechura.
Qué rico coges, papi, solo podía decir eso entre gemidos. Qué concha has tenido escondida, estoy que me vengo, ahhh, ahhh, ya no aguanto, qué rico, me vengo, me vengo, perra, te voy a preñar, ahhh, ahhh, me la empuja hasta los huevos y siento como estalla, su leche invade mi interior, siento cada espasmo de su verga que le regala todo el placer que un macho puede sentir. Finalmente cae desfallecido sobre mí; siento su respiración agitada. Entre jadeos comenta: «Cabrón, me desvirgaste». Ahora yo no te la quiero sacar; hoy no me voy hasta dejarte bien reventado.
Finalmente, había hecho mío completamente a Carlos; no podía estar más contento. Me había comido a dos de los chicos que más me encantaban y que había estado deseando todo el año.
Que rico, 5 estrellas para ti, que nivel cómo te los has probado,síguenos contando,ojalá tengas cómo comunicarnos,me encantan tus relatos
Que rico, yo quiero un adolescente así…