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Gays

Carlos, Aníbal y Rafael, mis estudiantes sobresalientes 8.

Relato la experiencia que viví el año pasado, cuando empecé a trabajar de maestro en cierta unidad educativa con mis alumnos de ultimo año…

Me llamo Cristóbal, tengo 29 años, y muchos de los que me conocen piensan que soy mucho menor, que ando por los 20 recién. Mido 1.70, mi piel es clara, pero no soy blanco, tengo un buen físico; no hago mucho ejercicio, pero por mi trabajo ejecutivo siempre estuve bien cuidado. En abril se me dio la oportunidad de iniciar a trabajar como maestro.

 

Sentir su peso sobre mi cuerpo me era muy agradable; no me importaba el calor o el sudor. Sentirme tomado me encantaba, su respiración muy cerca de mi cuello y su olor inundando la habitación eran todo lo que deseaba.

 

Pasaron algunos minutos más, hasta que nos levantamos para ir a la ducha. Jugamos un poco, nos manoseamos, aun teníamos algo de ganas, pero ya no teníamos tiempo. Mientras se vestía, pude ver que tenía marcada su espalda, por lo que le sugerí que no se quitara la camiseta en público un par de días.

 

Me agradeció el regalo de cumpleaños, no quiso que lo llevara, sino tomar un taxi; quería estar solo un rato antes de llegar a casa. Entendí que tenía mucho que asimilar. Una vez que lo despedí, me tumbé sobre el mueble a pensar; había cogido con otro de los machitos que me gustaban y con los que había fantaseado sin creer que podía llegar a algo con ellos.

 

El fin de semana pasó y de nuevo el lunes a clases. El día transcurrió con normalidad; pude ver a lo lejos a Rafael y Carlos, pero no tuve oportunidad de acercarme. Mi esperanza era la hora de salida y que Carlos estuviera allí como lo había hecho las últimas dos semanas. Así fue, me esperaba donde siempre, lo recogí y emprendimos nuestro viaje.

 

No tuviste problemas el viernes, pregunte, no ninguno llegue bien, solo una novedad pero creo que no tiene importancia, que paso consulte intrigado, cuando llegue a casa estaba un tío, me vio llegar y me pregunto que como había estado el peloteo, le dije que bien, y cuantos goles hiciste, le dije cuatro, el sonrió y comento ese es mi gallo y me golpeo la espalda, me fui a duchar y cuando salí pensé que se había ido, pero seguía en la sala con mi madre conversando, ella se levanto a servirme la comida, y cuando nos quedamos solos me dijo: yo estuve toda la tarde en la cancha y nunca te vi sinvergüenza, me golpeo el hombro, esos goles los metiste en otro lado, mi sonrisa le confirmo todo, me dijo: tranquilo, pero disimula la cara de recién ordeñado, se levanto riendo, se despidió de mi madre y se fue. Entonces te descubrieron, comenté riendo. —Sí, mi tío se dio cuenta de que me había escapado.

 

Y cuando te escapas de nuevo y repetimos, ya me extraña. Tan pronto responde sonriendo, un poco porque no decirlo, se toma su miembro sobre el pantalón. «Cualquier rato lo visito, pero vamos despacio; después se enamora». Reímos del comentario, continuamos platicando de otros temas durante el resto del viaje.

 

Los días transcurrieron con normalidad. Llegó el jueves, mi día especial donde podía ver a mi trío favorito haciendo ejercicio, sudando un poco; ya no tenía que imaginar mucho, puesto que de dos de ellos ya conocía todas sus bondades, y había disfrutado de su virilidad y juventud sin restricciones.

Como siempre al final de la clase el profesor les da unos minutos para que descansen y se limpien para que vuelvan al aula, no perdí detalle de los machitos que se levantaban la camiseta, esta vez me sonrió la suerte uno de ellos fue Aníbal, se había levantado la camiseta dejando su abdomen fuera, no tenia cuadritos, pero no le hacían falta, su belleza iba mas allá de eso, el camino de vello que llegaban a lo gloria, su porte de macho alfa, su sonrisa me hipnotizaba, me trajo a la realidad el sonido del celular , habían llegado un par de mensajes, era Rafael, que tal profe, que tal perdido respondí, levante la mirada para ver donde estaba, caminaba en medio del patio con el celular en la mano, hoy lo vi y me acorde de lo que hicimos, escribe, y no es mejor volver a hacerlo que acordarse le respondí, botando todo al asador; claro que es mejor fue su respuesta, por eso le escribo a ver si nos juntamos de nuevo, me propone directamente sin rodeos, cuando quieras, enseguida todos los mensajes desaparecieron, entendí por seguridad.

 

Estaba emocionado, al parecer Rafael volvía, pero no me había dicho cuándo. Lo esperé en esa tarde, pero no escribió. Recién al siguiente día, a eso de las 5 de la tarde, me llega su mensaje: «Estoy solo en casa, pero no puedo salir, estoy castigado, me van a estar llamando al teléfono fijo para controlar que no salga. Mi madre aún no supera lo del otra vez». Me pareció cómica la situación.

 

—¿Y ahora qué hacemos? —le comenté. —Se me ocurrió algo —agrega Rafael. —Y si viene usted acá… —está loco, fue mi respuesta inmediata. —Venga y nos divertimos —insiste—. Vístase con bermuda y gorra, así si lo ven llegar, puedo decir que es alguien del colegio que vino a estudiar. No fue mi respuesta, a pesar del morbo que me daba; mi instinto me decía que no era buena idea.

 

Después de algunos mensajes más de insistencia, mi calentura le ganó a la razón. Decidí hacerlo, entregarme a la locura, armé un pequeño bolso con lo necesario. Ya eran un poco más de las seis cuando llegué; por suerte no encontré a ningún vecino del sector. Como quedamos, no toqué timbre; el portón estaba abierto.

 

Rafael andaba sin camiseta con un pantalón largo y ancho únicamente sostenido por un cordón alrededor de sus caderas; se notaba el inicio de su vello, puesto que no tenía bóxer. Nos saludamos y me indicó que esperaba algo. A los minutos llegó un repartidor con dos six-pack de cerveza. «Qué buena atención», comenté. Sonrió y me dijo: «La suya, compre con la app que tiene su tarjeta registrada». Sonrió descaradamente; no me había fijado, pero efectivamente me habían llegado los mensajes del consumo.

 

Empezó nuestra cita, así quiero considerarla; nos bebimos casi toda la cerveza mientras conversábamos y poníamos las cosas en orden. Conocí un poco más de mi reciente amante. Efectivamente, a eso de las siete sonó el teléfono; era su madre, atendió y conversó con ella un par de minutos.

 

Cuando corto la llamada, Rafael me mira y dice: «Ahora sí va a empezar lo bueno». Tira del cordón de su pantalón y este se escurre sin problema, terminando en el piso, dejándolo totalmente desnudo. Se acerca donde me encuentro y se para frente a mí; por instinto tomo su verga y le doy un beso en su punta. Perrita comenta, en un instante está a punto; lo tomo y lo guío a que se siente en el mueble, me arrodillo entre sus piernas y meto su hombría a mi boca. Me acaricia la cabeza: «Mame, que hoy me tiene que dejar los huevos secos».

Así empecé mi faena, tanta verga no me entraba en la boca, pero hacia mi mayor esfuerzo, Rafael disfrutaba, le arrancaba sus primeros gemidos, así estuve varios minutos haciéndole el amor con mi boca a su miembro, me daban arcadas por querer meterlo todo, pero me era imposible, que rico mamas perrita, si no tuvieras una conchita mas rica, te dejaba que sigas pero ya quiero abrirte, me levando, me siento en sus piernas y lo beso, soy correspondido, nos besamos un buen rato, como aun estaba vestido me levanto para que me quite la camiseta y luego metio sus manos en mi short para agarrar mi cola, me apretaba y tocaba sin pudor,  hasta que me dice, enséñame el culo, quiero ver lo que me voy a comer, se notaba que ya estaba encendido y con muchas ganas de hembra.

 

Le respondo entre besos, no se si merezcas que te entregue mi hoyito, me tuviste abandonado un buen rato, mereces un castigo, y que castigo me quieres dar, de inmediato lo invito a ponerse de pie, tomo sus manos y lo guio a que las ponga en su espalda, me quiere someter  perrita comenta, tomo el cordón de su pantalón y a manera de soga amarro sus manos, dejándolas inhabilitadas, lo abrazo por la espalda beso su cuello y lo masturbo, me están dando ganas de solo jalártela, para que te vengas, sonríe, no serias capaz también quieres que te coja, hace el intento de zafarse, pero cae en cuenta que lo de la amarrada era seria, no pudo liberarse, me mira con cara de no entender, lo beso y le digo hoy vas a ser mi juguete, lo invito a sentarse, me paro frente a el de espaldas y agarro mi short y la bajo un poco dejando mi cola expuesta, cabron mi suspensorio, pensé que se había caído en el colegio, te gusta: si asiente con la cabeza, camine moviendo exageradamente mi trasero y termine de bajarme el pantalón corto, llegue al mueble principal y me trepe de rodillas para quedar en cuatro, exclame con voz suplicante, quiero macho.

 

Rafael se levanta y se arrodilla para que su cara quede frente a mi cola; no pierde tiempo para restregar su cara y chuparme como todo un experto. Su lengua recorría toda mi entrada. «Qué rico, papi», le comento entre gemidos; sin duda era el mejor, me comía mi concha con absoluto deseo y placer. Se levanta y restriega su miembro por todo mi trasero, que rico, hace el gesto de penetrarme pero sin sus manos ayudándolo era imposible, estas cerradita amor, nuevamente se agacha y vuelve a trabajarme, su lengua me hacia estremecer con cada roce que me daba, buscaba dilatarme desesperadamente quería hacerme su hembra y no contaba con sus manos, nuevamente se incorpora y con si miembro busca penetrarme, pero su tamaño le jugaba en contra, no lo conseguía, solo me punteaba, se pone de lado y con sus dedos me penetra, haciéndome gemir, empieza a turnar su boca y sus dedos, una y otra vez, empieza a maldecir haber dejado que le atara las manos, estaba desesperado por penetrarme, dos dedos ya invadían mi cola que empezaba a ceder, su lengua era grandiosa, mas le podía la excitación que el pudor, me lamia todo mi hoyo buscando que se abra rápido, intentaba una y otra vez penetrarme, me daba algunas embestidas restregándome su verga por toda mi cola, jueputa quiero meterla perra exclamaba desesperado por tomar a su hembra.

 

Decido ayudarlo, tomo su miembro y lo guío a mi entrada. Finalmente me va a poder penetrar. Aullaba con cada centímetro que ingresaba en mí. Qué rico hueco, amor, apretadito. Empujaba más y más. Permanecí con mi mano impidiendo que entre toda; se queda inmóvil disfrutando del placer que le brindaba mi apretada concha. «Quita la mano, amor», no le obedecí. Fue una penetración muy íntima, que disfruté al mismo tiempo que me terminaba de dilatar. Ambos gemíamos por el placer que nos brindaban nuestros sexos nuevamente unidos.

Me hizo su hembra un buen rato, hasta que sentí que lo estaba disfrutando de mas, me separe con la escusa de querer tomar algo, Rafael ya estaba sudando, me encanta ver a mis hombres así, quieres cerveza le pregunto; si, responde, le di de beber, recordé como había echo la vez anterior, volví a mi posición y empecé a verterla en mi cola para que mi macho la tome desde allí, cabron, te quedo gustando lo que te hice la vez pasada, de inmediato se agacha para lamer de mi cola toda la cerveza que le ofrezco, jueputa que rica marranada, si me viera mi madre que no me deja tomar agua en un vaso sin lavar, me chupo concha hasta que se acabo la lata, nuevamente en posición lo ayudo a penetrarme hasta donde mi mano lo permitió, esta vez sus movimientos eran mas fuertes, vamos amor déjame meterla toda, esta vez accedí se lo había ganado, poco  a poco iba entrando mas en mi, pude sentir de nuevo que llego hasta donde solo el llega, eso mi amor, así me gusta que te la comas toda, que rico, gemía mientras movía sus caderas para que entre toda su hombría, sacaba la mitad y volvía a metérmela, era un frenesí que me brindaba, arrancándome chillidos de placer, que rico hueco tienes perra, ahhh me voy a venir, ahh, ahh me vengo, me vengo, enseguida me despego de mi macho quien se queda al tope sin poder correrse, jueputa no, grita, ya me iba a venir, que haces, su verga estaba al máximo a punto de acabar, venga amor conchita, mire como me tiene, me acerco para besarlo y mientras ello lo masturbo, quieres mi chuchita cabron, si quiero, y porque me hiciste esperarte tanto rato, por pendejo responde entre gemidos, lo guie a que se sentara para montarlo.

 

Sentado en sus piernas, cara a cara, tomó su mástil y me lo clavó. Hace el gesto de meterla de golpe, pero no se lo permito: despacio, amor, o me levanto. Me obedece y empieza a penetrarme muy pausado; lo beso a mi antojo y disfruto de toda su hombría. Nuestros movimientos son suaves; quiero escucharte gemir y que me digas lo mucho que te gusta mi concha. Así lo hace: empieza a gemir fuerte y a decir: «Amor, qué rica concha tienes, me encanta, qué rica». Acelera sus movimientos buscando acabar, pero me levanto. —¿Qué haces? —grita. Se retuerce de impotencia. —Déjame acabar, jueputa. Su verga late, pero nuevamente se quedó a medias.

 

Me vuelvo a sentar y me la meto. Empieza con movimientos ligeros; cuando noto que acelera, le doy una bofetada. Despacio, machito. Me encantaba mi papel de domador; así no voy a acabar nunca. Sonrío y le respondo: Aún tienes que sufrir por haberme hecho esperar tanto. Así disfruté de mi hombre; sus movimientos suaves me encantaban, me sentía que me hacía el amor.

 

En medio de nuestra faena suena el celular, tengo que contestar dice Rafael, por suerte lo alcance sin mucho esfuerzo, abro la llamada y se lo pongo al oído puesto que el no podía, mientras tanto continúe en lo mío, la llamada se extendió por unos minutos, acelere un poco, vi la cara de Rafael sorprendido estaba haciendo lo que el había pedido pero no era el momento oportuno, gesticulaba que me detenga, apretaba los dientes para no gemir, disfrutaba ver su cara de frustración, fueron minutos intensos donde lo hacia mío y el no podía defenderse y ni siquiera gemir puesto que seguía la llamaba abierta, quería zafarse no quería venirse sin poderlo disfrutar y expresar a plenitud, estaba indefenso a mi capricho, cuando vi que ya no  soportaba mas cerré la llamada, tire el celular, me tumbe sobre el mueble llevándomelo pegado, para que quede sobre mi, casi caemos pero Rafael se ayudo con una de sus piernas en el piso, solo pensaba en llegar a su orgasmo, como pudo continuo su penetración, enseguida le regale su primer corrida, mas eran sollozos que gemidos al sentir como su leche se abría paso a largo de toda su verga para salir expulsadas dentro de mis entrañas chorro tras chorro, maldito cabron, vociferaba, mientras me daba sus ultimas clavadas, con mis manos lo apoye de su pecho para que se mantenga erguido y pueda seguir clavándomela. —Qué hijo de puta decía, ya resignado a haber sido sometido y castigado.

 

No pudimos estar mucho rato así, puesto que volvió a sonar el teléfono. Mientras lo recogí de donde había quedado, Rafael se había acostado. Lo dejé a su lado para que pudiera escuchar. Su verga aún se mantenía en forma, estaba bañada de su propia leche. No me resistí y empecé a chuparlo, provocándole un brinco. Para nuestra buena suerte, la llamada no duró mucho. —¿Quieres más, perrita? —Sí, le dije moviendo mi cabeza. —Desátame y te doy tu segunda preñada. —Lo hago, pero tengo una condición: quiero que me cojas en tu cama, quiero que me hagas tu hembra en la cama donde creciste.

 

Eso no era problema, era morbo para mi macho, que no dudó en aceptar. Nos levantamos, recogí mis cosas por precaución y nos fuimos a su habitación; me sentía como la noviecita que habían convencido de que entregara el tesoro.

55 Lecturas/26 mayo, 2025/0 Comentarios/por Anonimo
Etiquetas: colegio, cumpleaños, hijo, madre, mayor, orgasmo, vecino, viaje
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