CARLOS, DE 30 AÑOS, ME DESVIRGÓ A MIS 8 AÑITOS DE EDAD
“¡Qué locura de culo! ¡Por favor! ¡Cómo podés tener semejante culazo con solo ocho años!”.
Los primeros recuerdos que tengo de mi niñez, están todos relacionados o a chicos (y no tan chicos) tocando y manoseando mi culo o a mis pares ubicados detrás de mí, “apoyándome” sus “pititos”.
“Marquitos se deja coger y le gusta muchísimo que lo cojan” – Es la frase que también guardo en mi memoria y es que, un chico de cabello rubio, largo y ondulado, de piel exageradamente blanca, tersa, suave, aterciopelada y siempre perfumada; ojos claros, una boquita con unos labios gruesos y de un color rosado intenso, que parecían estar siempre “pintados”; en síntesis, una boquita que era una invitación permanente “a ser comida a besos”, sumado a unas piernas estilizadas, muslos rellenos y bien torneados y en medio de esos muslos y el final de mi espalda, un culo total y absolutamente fuera de serie.
A una edad en la que aún no suele haber mucha diferencia entre el culo de las niñas y de los niños, el mío era tan, pero tan sobresaliente, que todo el mundo volteaba a mirarme por detrás y si encima a ello, se le suma una falta de vergüenza, de pudor y de tapujos, a la hora de mostrarme desnudo en cualquier lugar y ante quien fuera, el resultado no pudo ser otro que “haber nacido para ser cogido”.
A mis ocho años de edad, yo ya era asiduamente cogido (aunque sin penetración anal por obvias razones), tanto por los chicos del barrio como por mis compañeros de escuela, pero todo cambió cuando conocí a Carlos, un hombre de unos treinta años, que había llegado al vecindario y quien me hizo perder mi virginidad anal.
Carlos era un hombre simpático, agradable y de muy buen trato, pero, sobre todo, muy pero muy lindo y yo rápidamente reparé en él, porque, a pesar de la enorme diferencia de edad, había algo que me hacía sentir muy cómodo, tanto con su presencia como con su compañía, al punto tal que comenzamos a pasar cada vez más tiempo juntos.
Yo iba a su casa (vivía solo y nunca, por aquel entonces, se le conoció una pareja, noviazgo ni nada por el estilo) y pasaba largos ratos allí, mirando televisión o simplemente sentado a la mesa, observando a aquel hombre, quien, cada tanto, solía acariciarme el pelo, darme un ligero beso en la mejilla, pero que nunca había avanzado más allá de ello.
El hombre, además, era muy hábil, ya que, en cierta ocasión y al decirle, mi madre: “Si el chico lo molesta, me lo manda a casa enseguida” – Respondió con un risueño: “No, doña, por el contrario, es un chico muy bueno y muy educado” – Para finalizar diciendo: “Se nota que usted lo ha sabido criar muy bien, señora. La felicito”.
A partir de aquella breve conversación, yo intuí que tenía el aval y el “visto bueno” de mi propio entorno familiar, para pasar largos ratos en casa de Carlos y sin ningún tipo de “observación” al respecto, así que, simplemente, salía de mi casa y me iba raudamente a departir un momento con aquel vecino, pero fue entonces que, a las caricias en el pelo y a los ligeros besos en la mejilla, se le fueron sumando abrazos, sentadas sobre sus rodillas e inclusive alguna que otra palmadita en mi culo, a lo que yo respondía como siempre lo he hecho (y lo sigo haciendo aún), es decir, sin pronunciar palabra alguna, pero con un cruce de miradas cómplices y una sonrisa pícara y socarrona; esa era la forma de asentir, cada vez que algo que me decían o que me hacían, era de mi total y absoluto agrado.
“¿Te gusta que los chicos te cojan, Marquitos?” – Me preguntó en una ocasión y sin preámbulo y antes de que yo respondiera o hiciere gesto alguno, agregó: “Te pregunto porque ya, en varias ocasiones, vi que los chicos te desnudan, te manosean el culo y después te cogen”. Para finalizar diciendo: “¡No tiene nada de malo! ¡Al contrario! ¡Es normal! Yo, a esa edad, también cogía con los chicos”.
“Pero hay algo que no es normal. Que no es para nada normal” – Volvió a decir, pero ya acercándose a mí “de otra manera” e inmediatamente agregó: “No es normal tener semejante culo y creo que vos lo sabés muy bien ¿Verdad?”
Antes de que yo reaccionara, Carlos me abrazó, me dio un beso, pero esta vez en los labios y con la respiración entre cortada, exclamó:
“¡Ay, Marquitos! ¡Qué lindo sos! ¡Sos un chico hermoso, precioso! ¡Nunca conocí a un chico tan, pero tan lindo como vos!”
Imagínense, para un chico de mi edad (ocho añitos), el recibir semejante halago y elogio, me hizo sentir como en las nubes.
“¡Usted también es muy lindo, Carlos!” – Fue lo único que atiné a decirle, antes de recibir otro beso en la boca, pero ya con parte de la lengua del hombre, intentando hacer contacto con la mía.
“¡Vení, Maquitos, acompañame a mi cama! – Dijo el hombre en tono imperativo.
Camino a su dormitorio, Carlos ya directamente, iba manoseándome el culo por encima de mi diminuto, corto y muy cavado “pantaloncito de Steech”, prenda que no podía contener, en su totalidad, a mis “carnosos cachetes”.
“¡Vamos a desnudarnos! ¿Querés?” – Antes de esperar mi respuesta, el hombre comenzó a desvestirse, hasta quedar completamente desnudo. Si vestido era muy lindo, aquel hombre, desnudo, lo era mucho más aún, ya que a su casi total falta de bello (era lampiño), le sumaba una entre pierna totalmente depilada.
“¿Te gusta mi pija, Marquitos?” – Me preguntó mientras tenía su verga en la mano y la toqueteaba suavemente.
“¡Si! ¡Es linda!” – Atiné solamente a decir.
“¿Querés tocarla?” – Volvió a preguntar y, otra vez, sin esperar mi respuesta, se acercó a mí y poniendo su miembro al alcance de mi mano, exclamó: “¡Tocala!”
Yo ya había agarrado “miembros varoniles” en mis manos, pero esta, era la primera vez que tenía, ante mí, una semejante verga.
“Vos ya sabés coger con chicos, Marquitos, pero yo te voy a enseñar a coger con un hombre” – Dijo Carlos y agregó: “Primero nos tendemos desnudos sobre la cama y nos abrazamos, nos tocamos y nos besamos en la boca”.
“Dicho y hecho”; comenzamos de esa manera, pero el hombre me trataba con tal cariño, tal ternura y tal dulzura, que yo me sentía como si siempre hubiera estado en una situación como esa.
A cada beso, abrazo, toqueteo y manoseo, Carlos me decía, una y otra vez, lo lindo y hermoso que yo era y lo mucho que él me quería y me amaba.
“¿Sabés, Marquitos? A los hombres nos gusta mucho que nos chupen la pija ¿Ya chupaste alguna?” – Dijo Carlos, mientras me mostraba su verga y ante mi respuesta negativa, con un movimiento de cabeza, volvió a decir: “Se chupa como si fuera un helado ¡Dale! ¡Probá!”
Me introduje en la boca esa hermosa entre pierna y comencé a chupar, a lamer y a besar y creo que esa mamada no debió haber sido muy placentera, para aquel hombre, pero la sensación que me produjo, fue por demás agradable.
“¿Está rica?” – Preguntó Carlos y antes de esperar mi respuesta, volvió a preguntar: “¿Te gusta chuparla?” Respondí afirmativamente, otra vez con un movimiento de cabeza.
“¡Bueno! Ahora yo te voy a chupar todo el culo ¿Te chuparon el culo alguna vez?” – Carlos llevaba la iniciativa, en todo momento.
“¡No! ¡Nunca me lo chuparon!” – Respondí.
“¡Genial! Parece que voy a ser el primero en todo” – Exclamó el hombre, mientras me hizo recostar, sobre la cama, boca abajo.
“¡Qué locura de culo! ¡Por favor! ¡Cómo podés tener semejante culazo con solo ocho años!” – Dijo Carlos e inmediatamente comenzó a lamer, besar y chupar toda la superficie de mis “carnosos cachetes”, los que, además, mordía suavemente, hasta que separó mis nalgas con sus manos y enterró, literalmente, su lengua en medio.
Era, evidentemente, muy bueno el hombre con su lengua, ya que, cuando comenzó a recorrer mi “profunda zanja”, de arriba hacia abajo y viceversa, me hizo experimentar una sensación tan agradable y placentera, como nunca antes había sentido, pero el máximo de placer, de gozo y de satisfacción, lo empecé a sentir directamente, cuando introdujo su lengua en mi rosado y super delicado “orificio anal”.
Estaba cogiéndome con la lengua y puedo asegurar que “la metió toda dentro de mí”.
“¿Te gusta? ¿Te chupo más?” – Preguntó.
“¡Sí, Carlos! ¡Chúpeme más!” – Respondí.
Yo esperaba que el hombre prosiguiera chupándome el culo, porque la sensación que me producía, era por demás agradable y placentera, pero, de manera intempestiva, se arrodilló sobre la cama y tomando mi culo, lo acercó hasta su zona pélvica y apoyó su verga, dura, erecta y muy caliente, entre medio de mis voluptuosos “cachetes”.
“¡Ay! ¡Marquitos! ¡Qué hermoso culo tenés! ¡No puedo creer que tengas semejante culo!” – Exclamó Carlos, mientras su pija recorría mi profunda zanja, pero en forma paralela y el hombre, la envolvía, literalmente, con mis nalgas.
“¿Me la va a meter, Carlos? ¿Me va a coger?” – Pregunté.
“¡Qué lindo sos! ¡Sos hermoso! ¡Cómo te gusta que te cojan! ¡Tan chiquito y ya te gusta tanto la verga!” – Dijo el hombre y agregó, sin dejar de cogerme el culo, literalmente.
“¡Me muero de ganas por metértela toda, Marquitos! Pero tengo miedo de hacerte daño”.
“¡Métamela despacito!” – Dije, a modo de ruego o de súplica.
“¡Bueno, mi amor! ¡Es cierto! Después de todo, si no te cojo yo, alguien te va a coger y en cualquier momento!” – Dijo Carlos e inmediatamente, buscó en un cajón de la mesa de luz y sacó un frasco, con un líquido viscoso, el cual comenzó a esparcirme por todo el culo, pero sobre todo, en mi “agujero anal”.
“Esto va a ayudar para que te entre bien la pija y no te duela” – Dijo el hombre, mientras ya comenzaba a penetrarme con sus dedos.
“¡Decime si te duele!” – Exclamó mientras “me cogía con uno de sus dedos” y al no escuchar queja o reclamo alguno, le fue sumando dedos y una vez que intuyó o supuso que mi ano ya contaba con la dilatación suficiente, apoyó la punta de su verga y comenzó a presionar, lentamente, hasta que empecé a sentir como ingresaba dentro de mí.
La sensación que me produjo, es muy difícil expresarla o describirla, porque, a pesar de mis ocho añitos de edad, era como si “yo hubiera nacido para ser cogido” (Tal, lo que, en cierta ocasión, solía decirme un muchacho que me cogía con mucha asiduidad). Me gustaba y vaya si me gustaba, aquella, mi primera penetración anal, pero no solo a mí, ya que Carlos, gemía, jadeaba e inclusive hasta gritaba de placer, mientras me cogía una, otra y otra vez.
“¡Qué lindo! ¡Por favor! ¡Cómo te estoy cogiendo! ¡Con lo que me gusta cogerme a chicos como vos! ¡Qué hermoso culo me estoy culeando! ¡Cómo me gusta desvirgar pendejitos!” – Exclamó el hombre sin dejar un solo instante de darme la más alucinante cogida y agregó:
“¿Te gusta, Marquitos? ¿Te gusta como te estoy cogiendo? ¿Querés que te coja más?”
“¡Si, Carlos! ¡Me gusta mucho! ¡Me encanta! ¡Cójame más, Carlos!”.
En lo personal, hubiese querido que, aquel hombre mayor, ya de treinta años de edad, siguiera cogiéndome por un buen rato, pero al cabo de varias “embestidas”, sacó su pija de adentro de mi culo y volteándome, gritó:
“¡Mirá! ¡Así sale la leche de la verga! ¡Ahhhhhh! ¡Ohhhhhh! ¡Ahhhhhhh!”.
El ver la expresión en el rostro de Carlos, me hizo comprender lo tremendamente placentero que debió haber sido todo ello, ya que no dejaba de ver, él mismo, a su propia pija y su propio semen, mientras me observaba, sin decir palabra alguna, para, por último, esparcir unas gotas de semen sobre mis labios y darme un dulce, delicioso y lleno de amor, beso en la boca.
“¡Ay, mi Marquitos! ¡No sabés cuánto de quiero! ¡Cuánto te amo! ¡Sos lindo! ¡Sos hermoso! ¡Tenés el culo más lindo del mundo!” – Dijo Carlos, entre beso y beso, entre abrazo y abrazo, entre caricia y caricia.
“¿Y vos? ¿Me querés a mí? ¿Me amás?” – Volvió a preguntarme.
“¡Sí, Carlos! ¡Lo quiero mucho! ¡Yo también lo amo!”.
Permanecimos un largo rato, tendidos sobre la cama, desnudos, llenos de amor, de sexo, de pasión desenfrenada, tal vez muy difícil de explicar para algunos y de comprender, para otros; entre un hombre de treinta años de edad y un niño de tan solo ocho.
Carlos, se aseguró de dejarme sin un solo rastro de semen y se aseguró, además, de hacer “jurar y perjurar” que no comentaría nada a nadie, de aquel encuentro sexual; encuentro que, lejos de haber sido el último, se prolongó por un lapso de tiempo muy prolongado.
Aquel hombre fue el primero que me abrió, no solo el culo, sino, lo más importante, la cabeza, la mente; tal vez si me habría violado o abusado de mí, mi vida sexual hubiera tomado otro rumbo, pero al haberme hecho sentir, en todo momento, cuidado, protegido, querido, amado, etc., contribuyó a enriquecerme para el resto de mi existencia.
Cada un@ de l@s lector@s podrá sacar sus propias conclusiones, acerca de esta, mi experiencia de vida sexual, ciento por ciento real y ocurrida tal cual la relato aquí. Cada un@, tal vez, tomará partida, o por el accionar de Carlos o por el mío propio e inclusive dejo a la libre conciencia, el expresar si aquella relación sexual entre un hombre de treinta años y un niño de tan solo ocho, tuvo algún sesgo de inmoralidad o algo por el estilo.
Me gustaría y mucho leer sus comentarios al respecto, porque estoy convencido, además, que ello contribuiría a enriquecer el foro de SST.
Besitos a tod@s. Mi correo es: [email protected]
Muy hermoso. Me recordastes a mi. Yo también tuve un cuerpo muy femenino y desde los ocho me empezaron a manosear. Mi primer hombre que me montó fue a los diez. Un amigo de papa. E contado algunas aventuras de cuando niño. Saludos 😘
Gracias por tu comentario. Es hermoso el habernos dejado coger a tan temprana edad, gracias a nuestros cuerpos femeninos y nuestros fantásticos culos. Besitos.
Que delicia
Que hermoso, a de ser bellisimo sentir un nn su ano, su piel, hay Dios estoy chorreando
Muchas gracias por el comentario. Seguiré escribiendo relatos similares, todos correspondientes a mis experiencias de vida, ciento por ciento reales. Me siento feliz de que hayas eyaculado con mi relato, imaginando mi hermosísimo culo. Besitos.
Que excelente relatos, me hizo hasta pensar que yo era Carlos, y que te penetraba.
Muchas gracias por el comentario. Seguiré publicando mis experiencias sexuales con Carlos y de esa forma, podrás seguir pensando que penetras el super culo de Marquitos. Besitos.
Me gusta tu relato, no soy gay pero los relatos con niños varoncitos me gustan y el tuyo está bien contado.