CARLOS, DE 30 AÑOS Y YO, SOLO DE 8
CON TAN SOLO 8 AÑOS DE EDAD, CARLOS, UN HOMBRE DE 30, ME DESVIRGO POR PRIMERA VEZ.
Hola. Me llamo Marcos; vivo en Comodoro Rivadavia, una ciudad ubicada al sudeste de la provincia del Chubut, en la República Argentina y el relato que voy a compartir a continuación con todos los lectores, es ciento por ciento real, inclusive los nombres que leerán son también reales, simplemente porque fui el principal protagonista de este hecho.
Para que una relación sexual entre una persona mayor y un menor llegue a buen término, tienen necesariamente que coincidir toda una serie de factores, pero mucho más aún, si esas relaciones producen verdadero placer, gozo y satisfacción en ambos intervinientes, es decir, que nada es forzado, en contra de la voluntad; que no se utiliza ningún tipo de engaño, ardid, astucia, etc., la suma de coincidencia debe ser total y absoluta.
Yo siempre fui uno de esos chicos considerados lindos, pero muy lindo; cabello rubio largo y ondulado, ojos claros, piel blanquísima; una cara con rasgos suaves y delicados, con una boquita que invitaba permanentemente a comerla a besos; piernas estilizadas con muslos rellenos y bien definidos y mi gran carta de presentación: un increíble, alucinante, maravilloso, sublime y fuera de serie culo y créanme que no exagero en nada.
Tan hermoso era mi culo (y lo sigue siendo aún) por su forma y su tamaño, que todo el mundo volteaba a mirarme y yo, a sabiendas de ello, lo exhibía en cuánta ocasión se me presentaba, vistiendo diminutos, ajustados y cavados pantaloncitos cortos, producto de mi corta edad. Mi culo era objeto de elogios y halagos no solo por parte de mis pares, los chicos, sino también de personas mayores e inclusive de mujeres, algo que me hacía sentir una felicidad extrema. Recuerdo pasar largos momentos mirando y admirando la imagen de esa “parte trasera desnuda”, que me devolvía el espejo
Siendo tan lindo y con semejante culo, pero, además, a causa de mi manera de ser, retraído, corto de carácter, sumiso y dueño de una pasividad casi absoluta, no resulta difícil imaginar todo lo que, ya a partir de mis cinco o seis años de edad, hacían los chicos conmigo. Me tocaban el culo, me manoseaban, me “apoyaban por detrás”. En una época en la que aún no había internet, televisión por cable, telefonía celular, etc., yo ya contaba con cierta experiencia en materia de sexo y sabía bastante acerca de todo ello.
Recuerdo que me gustaba y vaya si me gustaba el hecho de que los chicos se acercaran a mí para tocar y manosear mi maravilloso culo; me encantaba esa sensación y ni hablar cada vez que apoyaban sus “pitos” en mi voluptuosa maza glútea; el ser cogido permanentemente, aunque sin penetración por obvias razones de edad, me alucinaba.
Jamás recibí ningún tipo de agresión, insulto e inclusive burla alguna, debido a la gran facilidad que yo tenía para “dejarme coger”, sino que, por el contrario, “guay” con alguien que se atreviese a molestarme, porque rápidamente salían en mi defensa y así transcurrían mis días por aquel entonces, entre toqueteos, manoseos y cogidas, no solo en el barrio sino también en el ámbito educativo y en pleno establecimiento escolar.
A mis ocho años de edad, conocí a Carlos, un hombre de unos treinta años de edad, muy lindo físicamente y por demás agradable y con muy buen trato en general, quien había llegado al barrio y vivía a muy poca distancia de mi casa. Era soltero, vivía solo y no se le conocía pareja alguna; trabajaba en un organismo público, motivo por el cual, aproximadamente a las quince horas, ya llegaba a su casa.
Carlos, rápidamente se convirtió en un vecino muy apreciado, a raíz de su muy buen trato en general y por su manera de ser, tan agradable y amena; además, por ser una persona tan servicial, se ganó el reconocimiento de todo el vecindario, pero yo enseguida noté en él, algo muy particular y que prontamente concitó mi atención; la manera y la forma en la que me miraba y sobre todo como buscaba observarme “de atrás”.
Yo, tal como comenté anteriormente, estaba por demás acostumbrado a recibir todo tipo de elogios y halagos hacia mi “súper culo”, por parte de personas mayores, pero algo había de diferente en la mirada de Carlos y me propuse descubrir aquello, así que comencé a acercarme a él con cualquier tipo de pretexto, hasta que, en cierta ocasión, encontré la excusa perfecta para adentrarme en su propia casa.
Carlos volvía de hacer compras, había estacionado el auto frente a su casa y estaba descargando cajas y bolsas del baúl de su auto, justo cuando yo pasaba caminando por ese lugar.
“Vecino ¿Lo ayudo? – Le dije acercándome y tomando una de las bolsas.
“Bueno Marcos” ¡Muchas gracias! Pero agarrá la otra bolsa, esa es muy pesada” – Respondió Carlos
Yo tomé la bolsa, la llevé dentro de la casa y luego fui por otra bolsa más, hasta que ya no quedaba más nada dentro del baúl del auto.
“Gracias otra vez Marquitos” – Exclamó Carlos y me preguntó:
“¿Querés algo para tomar? ¿Gaseosa o jugo?”
Respondí afirmativamente con un leve movimiento de cabeza hacia adelante y Carlos enseguida fue hasta la heladera, volviendo con una botella de gaseosa de conocida marca, la que luego de destaparla, me sirvió en un vaso.
Era temporada estival y yo estaba vestido solamente con un diminuto, ajustado y muy cavado pantaloncito corto, que obviamente no podía contener en su totalidad, mi precioso culo y Carlos, rápido de reflejos, encontró la manera de mirar me parte trasera.
“Si querés, encendé el televisor. Yo mientras tanto, me voy a cambiar porque transpiré toda mi ropa” – Dijo Carlos y apenas me di la vuelta, observé como clavaba la vista en mi culo.
Inversamente proporcional a mi forma de ser, tan reservado, sumiso y corto de carácter, era por demás provocador, a la hora de mostrar y de exhibir mi monumental culo, a sabiendas de la reacción que solía provocar en los demás y aquella no fue la excepción, ya que mientras caminaba hacia el control remoto para encender el televisor, lejos de acomodarme el pantaloncito, descubrí más aún mis carnosos y voluptuosos “cachetes” y lo hice como para que Carlos reparase en ello.
No estuve más de treinta minutos en casa de aquel vecino, pero fue más que suficiente para que ambos cruzáramos varias sonrisas cómplices y miradas picarescas, pero sobre todo para que, aunque ninguno de los dos efectuó comentario alguno al respecto, ambos intuimos que aquella no sería la única vez y que esos encuentros tendrían continuidad.
Ya en mi casa, le comenté a mis padres acerca de mi buena acción (obviamente sin hacer alusión alguna al tema de “mi culo”), recibiendo encima de todo, una felicitación y un reconocimiento por mi buen proceder, pero, además, buscando a través de ello, una especie de autorización como para concurrir con mayor asiduidad, a la casa de Carlos.
Al día siguiente, volví a pasar frente a la casa de mi vecino y para mi grata sorpresa, él también estaba en el patio y vestido solamente con un pantalón corto deportivo.
“Hola vecino” – Exclamé al verlo.
“Hola Marquitos” – Respondió Carlos (fue la primera vez que me llamó Marquitos, en lugar de Marcos) y agregó:
“Que calor hace hoy otra vez” – Y finalizó preguntando:
“¿Querés pasar a tomar algo fresco?”
Yo volví a hacer el mismo movimiento afirmativo con la cabeza y rápidamente ingresé a la casa, esta vez ya dispuesto a averiguar que tanto interés tendría Carlos en mí y aproveché cada ocasión como para acercarme a él y apoyar mi culo cerca de sus manos; ante el menor roce yo me estremecía de placer y notaba la misma sensación en mi vecino, hasta que, en determinado momento, sentí un buen manoseo, un toqueteo hermoso.
Siempre tuve (y aún lo tengo) una manera de asentir, cada vez que algo que me hacían o que me decían, era de mi agrado, ya que, a causa de mi falta de carácter, mi pasividad y mi sumisión a la hora de hablar, esbozada una sonrisa socarrona y cruzaba una mirada cómplice y aquella no fue la excepción, ni mucho menos.
Carlos continuó manoseando y toqueteando mi suave, tierno y aterciopelado culo, ante mi pasividad y a sabiendas de que lo estaba disfrutando tanto como él, hasta que terminé de tomar mi vaso de gaseosa y decidí, unilateralmente, que por el momento aquello había sido suficiente.
“Gracias vecino. Mañana paso otro ratito ¿quiere? – Dije con voz muy provocativa e insinuante.
“Si Marquitos. Vení cuando quieras” – Respondió Carlos.
A la tarde siguiente, volví a casa de mi vecino, pero no esperé verlo en el patio, sino que directamente fui a golpear a la puerta.
“Pasá Marquitos. Está abierto” – Escuché desde adentro y rápidamente ingresé.
Carlos me recibió con un tierno beso en la mejilla y con un par de suaves palmaditas en mis “carnosos cachetes” e inmediatamente me invitó a que nos sentásemos en el sillón del living, invitación que yo acepté de muy buen grado.
Con ambos sentados en el sillón, vestidos solamente con los mismos pantaloncitos cortos y ya mirándonos de manera libidinosa y provocativa, la primera reacción de mi vecino, no tardó en llegar, así que, sin ningún tipo de preámbulos, me dijo:
“Marquitos. Los chicos del barrio te cogen ¿Verdad?”
Si bien yo ya esperaba que Carlos tomase la iniciativa, no creí que sería tan directo, pero antes de que esbozara algún tipo de respuesta, volvió a decir:
“No hay problema. Es normal a tu edad, así que podés confiar en mí; no voy a contarle nada a nadie”.
Y finalizó diciendo:
“Yo también lo hacía. Había un chico al que siempre lo cogíamos en el barrio; algunos cogían una vez cada uno, pero a mí siempre me gustó coger, siempre me gustaron los culos, jajaja”.
Ante este último comentario y antes de que yo dijera algo o hiciese movimiento alguno, me dijo:
“Y vos tenés un culo precioso. Nunca vi un culo tan, pero tan lindo en un chico de tu edad ¿Me lo mostrarías?”
Sin decir palabra alguna, me bajé el pantaloncito y dejé al descubierto mi súper culo, para que Carlos lo mirase y lo admirase.
El ver la cara de mi vecino ante semejante “obra de arte”, me produjo una sensación tan placentera, que no es posible describirla con palabras; estaba embelesado ante ese fascinante culo, pero de su impavidez inicial, pasó a la acción y comenzó a tocarme y a manosearme por completo y como además notó que yo estaba dispuesto a “dejarme hacer”, me dijo en un tono imperativo:
“¡Vení! ¡Vamos a mi pieza!”
Me alzó en brazos y mientras nos dirigíamos a su habitación, me sacó directamente el pantaloncito, dejándome total y absolutamente desnudo y una vez dentro, me puso sobre la cama y comenzó a tocarme, a manosearme, a lamerme el culo.
El cuadro era simplemente increíble y alucinante; un hombre de treinta años y un chico de solamente ocho, dejándose llevar por los placeres carnales y disfrutando a más no poder.
Carlos no paraba de elogiarme y halagarme, diciéndome lo lindo que era, lo hermoso de mi culo y toda otra gama de adjetivos calificativos. Imagínense lo que produce ello en un chico. Yo estaba extasiado de tantos elogios y halagos; me sentía querido, amado, adorado.
A partir de aquel primer gran encuentro, decimos que todas las tardes, yo iría a casa de mi vecino, para repetir esos encuentros sexuales, los que, por el momento, solo llegaban hasta toqueteos, manoseos y lamidas, aunque creo que ambos intuíamos que todo ello se iría incrementando.
Para no despertar sospechas, tratábamos que esos encuentros sexuales, sean breves, aunque tanto Carlos como yo, queríamos avanzar mucho más allá, hasta que se dio una situación que nos allanó el camino, ya que, en cierta ocasión, mi vecino pasó enfrente de mi casa y conversando con mi madre, le comentó lo buen chico y lo servicial que yo era, ya que solía ayudarlo, por ejemplo, con el acarreo de sus compras, etc.
“Si usted tiene cosas que hacer, me lo manda enseguida para casa. No quiero que sea una molestia” – Le dijo me madre, a lo que él respondió:
“¿Molestia? ¡Para nada vecina! Es un chico muy educado, muy amable, con muy buenos modales”.
Y finalizó diciendo:
“¡La felicito vecina! Se nota que cría muy bien a sus hijos”.
Resultaba indudable que Carlos era muy astuto y que sabía perfectamente la manera de llevar adelante sus propósitos, por lo que yo también intuí que aquello no era más que una especie de permiso intrínseco, para que nuestros encuentros sexuales, se dieran de manera cada vez más intensa.
A partir de aquella conversación con mi madre, Carlos y yo nos dejábamos llevar por nuestros más alucinantes instintos sexuales, ya que, a los manoseos, toqueteos y lamidas, mi vecino le había agregado introducir su verga en medio de mi maza glútea, sin penetrarse y a modo de una paja, eyaculaba a borbotones sobre mi culo.
“¿Me la querés chupar? ¿Sabés como se chupa? – Me preguntó una tarde Carlos, mientras se pajeaba suavemente y antes de que yo responda, volvió a decirme:
“Primero le pasás la lengua y después la chupás como si fuera un helado, cuidando de no morder, porque duele”.
Yo ya le había tocado la verga varias veces y si bien era la primera vez que había tenido ante mí la pija de un hombre como Carlos, me gustaba y mucho porque no la tenía muy largo y era más bien fina, además de depilada, porque a él le gustaba tenerla así.
Cuando ocurrieron los hechos que comento en este relato, no había internet, televisión por cable, telefonía celular, etc., así que lo poco y casi nada que podíamos llegar a ver, en cuando a imágenes pornográficas, sobre todo para los chicos de mi edad, se reducía a alguna revista “condicionada”, que algún chico podía llegar a conseguir y yo, particularmente, ya había visto esas imágenes, así que más o menos sabía yo de que se trataba.
Si bien mis primeras mamadas no fueron del todo placenteras, a juzgar por las expresiones de Carlos, aprendí muy rápido y mis ocho añitos de edad, me convertí en todo un experto “chupa pijas”; era tan bueno mamando que hasta empecé a tragarme la leche y a exprimir hasta la última gota, pero a Carlos, lo que realmente lo enloquecía, era mi culo y acabar en él.
Así transcurrían aquellos días de sexo desenfrenado entre un hombre de treinta años y un chico de ocho, hasta que una tarde, ocurrió algo que superó todo aquello, que se bien ambos disfrutábamos y vaya si lo hacíamos, de aquellos encuentros sexuales, se trataba sola y únicamente de ello, es decir sexo y solo sexo, hasta que, en esa ocasión y mientras nos disponíamos, ya desnudos y en la cama, a dejarnos llevar por el placer, le di a Carlos el primer beso en la boca.
Un beso apasionado, un beso de amor, un beso que hizo que mi vecino se estremeciera por completo, que se le diera vuelta la cabeza, que lo volara, al punto tal que, después de un instante en el cual se quedó completamente impávido, reaccionó y mirándome a los ojos, exclamó:
“¿Quién te enseñó a besar así en la boca?”
Le dije que nadie, aunque en realidad no era del todo cierto, ya que cuando contaba con unos seis años de edad, una chica del barrio, que tenía más o menos unos once o doce años, aprovechándose de mi manera de ser, que ya expliqué en este mismo relato, es decir, corto de carácter, sumiso, retraído, etc., solía practicar besos en la boca conmigo, para no pasar vergüenza o “papelones”, con los chicos o sus eventuales noviecitos, por lo que yo, con tan solo seis añitos, ya había aprendido a besar en la boca.
Pero volviendo al tema en cuestión y después de aquel primer beso con Carlos, volvimos a besarnos una y otra vez, hasta que yo, mirándolo fijamente a los ojos, le pregunté:
“¿Me querés?”
“¡Claro que te quiero mi amor! ¡Te quiero muchísimo! ¡Te amo!” – Respondió Carlos.
“¿Somos novios?” – Volví a preguntar con una mezcla de picardía e inocencia.
“¡Si! ¡Somos novios! Pero tiene que ser un secreto entre nosotros; nadie se tiene que enterar” – Dijo Carlos.
Al día siguiente, yo, apenas trasponía la puerta de la casa de mi vecino, nos confundíamos en un apasionado beso en la boca, para después revolcarnos en la cama y así lo hicimos durante un buen tiempo.
“¡Sos hermoso Marquitos! ¡Sos el chico más lindo que tuve!” – Exclamó Carlos, en una ocasión y ello me hizo como una especie de “click”, así que le pregunté si él ya había mantenido relaciones sexuales, con chicos de mi edad, a lo que me respondió que sí, que a él le gustaban muchísimo los chicos, pero que, a algunos, los había tenido que “coger por la fuerza”, ya que no se habrían “dejado coger”.
“¿A mi me querés coger? ¿Me la querés meter adentro de mi culo?” – Le pregunté mientras tenía su verga en mi mano.
“Me muero de ganas de metértela en ese culo tan hermoso que tenés” – Exclamó Carlos y yo entonces, tomé la iniciativa por primera vez en mi corta vida, le dije:
“¡Metémela! ¡Cogeme! ¡Por favor! ¡Cogeme!”
Sin volver a pronunciar palabra alguna, mi vecino fue en busca de un pote de crema y se untó primero las manos, después su verga, para luego llenar de crema todo mi culo.
Me introdujo un dedo, el cual penetró rápidamente mi ano y como yo no me quejé, hizo lo propio con dos y hasta con tres dedos y en este último caso sí, esbocé un gemido de dolor, pero a su vez muy placentero. La intención de Carlos era, obviamente, que yo no sintiese dolor alguno, así que mi explicó que, al principio, me dolería un poco, pero que después sería algo que no olvidaría por el resto de mi vida.
Ya con mi orificio anal bien dilatado, comenzó el primer intento por penetrarme, hasta que empecé a sentir yo su verga, entrando en mi ano, al principio no sin dificultad, hasta que la tuve toda metida bien adentro. Era una locura total. Con tan solo ocho añitos de edad, ya había perdido mi virginidad, a manos de un hombre de treinta años.
Carlos no paraba de cogerme y ante cada embestida, me decía que me quería, que me amaba, que yo era el chico más lindo del mundo, el más lindo de todos los que él había tenido, que mi precioso y hermoso culo no tenía comparación alguna y que jamás me olvidaría de él, por haber sido quien me penetró por primera vez, quien me había desvirgado.
Pero como se suele decir en estos casos, lo bueno, lo placentero, no dura para siempre y así como Carlos apareció en mi vida, desapareció sin dejar rastros. Con el tiempo, supe que se había ido a vivir a otra localidad, pero que rápidamente había tenido que cambiar de rumbo, porque habría abusado de un chico, pero eso es algo que no viene al caso.
Ahora se cerraba el círculo. Por algo, la madre naturaleza o quien fuere, me había dotado con semejante culo; era sola y sencillamente, para que los chicos y los hombres, como en este caso, lo disfrutasen. Yo había nacido gay y, por ende, debía satisfacerlos a ellos, les debía ofrecer mi maravilloso culo, para que me lo cojan y me lo re-contra cojan y créanme que lo hice, lo hago y lo seguiré haciendo.
Si el relato les resultó largo y tedioso, les pido las disculpas correspondientes, pero consideré necesario todo ello, para que a los lectores les resulte creíble. Yo lo sé por obvias razones (fui el protagonista principal junto con Carlos) y si lo desean, comuníquense conmigo, para saber más de mí y para intercambiar todo tipo de experiencias sexuales, SIN TABÚES.
Mi amigo es hermoso tu relato y para nada es largo ni tedioso al contrario, se agradece los detalles. Espero que sigas contando mas 😉
Muchas gracias. En breve subiré otro relato, de una temática similar.
Un excelente relato, cada uno de las palabras nos hacen vibrar, muy bien redactado y un continuidad elegante.. saludos desde México
Gracias!!!
que gran relato espero tengas mas
Muchas gracias! En breve, subiré otro relato, de la misma temática.
Hola. Me gustó mucho tu relato. Me encantaría que podamos hablar, compartir experiencias y ser amigos si quieres🥰
Muchas gracias Martin. A mí también me encantaría ser amigos, hablar y compartir experiencias ¿Cómo te contacto?
Si quieres te puedo pasar mi instagram, o facebook, l whatsapp…
Lo que quieras🥰
Me encantó el relato y me encantaría saber y compartir experiencias contigo
Muchas gracias. Pronto subiré otro relato. Me encantaría compartir experiencias contigo.
Hola, Marcos. Te saludo desde México. Sólo he leído dos de tus relatos, y me parecen muy bien escritos.No sé si dejarte mi correo electrónico aquí, pero me gustaría comunicarme contigo.
Hola. Por favor, comunícate a mi correo. Besos
Que , pero que exitante tu relato , se siente tan real cada palabra cada frace escrita que no hai duda de la veracidad de tu relato , te felicito y te admiro por haber vivido esa experiencia tan linda
Que rico relato y quienes acá han cogido niños pequeños que me hablen al correo electrónico [email protected]
Me encantó tu relato y como contabas tu experiencia 😀
Buen relato, parece muy personal e íntimo. Faltaría mejorar las descripciones físicas
Qué hermoso relato. Me hubiera gustado conocerte.
las experiencias con chico del sur son ricas yo lo tuve en caleta olivia con chico Gaston de 10 añitos hijo del dueño del hostel donde paraba.