Carlos otra vez
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Ernesta.
Yo era linda, me sentía así, escuchaba alguna música en mi dormitorio, solo, bailaba, me acariciaba, volví a maquillarme, una mezcla extraña de colores en mi rostro, pero me sentía feliz en esa soledad.
Sí, a pesar de todo yo era una pequeña mujer, lo sabía y me elevaba hasta las nubes.
Carlos, mi primo, no me hacía el quite, como hicieron los demás, al contrario, salía a buscarme a la plazoleta del barrio, solo una mirada bastaba, entendía que deseaba estar conmigo o simplemente penetrarme y acabar, como fuera, me enloquecía, el solo hecho de verlo me calentaba al máximo, guau, lo amaba y además era demasiado rico como para dejarlo ir.
Nuestro segundo encuentro fue así, solo me miro, lo seguí, cruzamos una cancha del sector, llegamos hasta un terreno baldío, el lugar era rodeado por un cierre de latas, parecía imposible ingresar en el sitio, me pareció que Carlos había dado una vuelta por ahí, sabía exactamente como entrar, logramos entrar sin llamar la atención, la oscuridad comenzaba a apoderarse del cielo, la noche llegaba y eso quizás era una bendición para nosotros.
En el terreno no había ninguna construcción, unas cajas de cartón, las que Carlos se apresuró en desarmar y acomodar en el suelo, unos tambores de aceite, y algunos arbustos, me daba miedo que nos descubrieran o que alguien nos oyera, nos acomodamos atrás de la maleza, las cajas desarmadas serían nuestra cama, mi primo ya tenía su pene duro fuera del pantalón, yo me arrodillé, necesitaba darle placer a ese tremendo trozo de carne y a la vez saborearlo, disfrutarlo, gozarlo, no puedo negar lo mucho que me gustaba ese pico, le di un beso en la cabeza, luego en el resto, logré que Carlos bajara su pantalón para poder lamer sus testículos, era muy salado, podía olerlo, él tomó mi cabeza intentando introducir su tronco completo en mi boca hecha agua, era delicioso, movía mi cabeza con su chuto dentro, a ratos lo sacaba, lo masturbaba, lamía el precum que salía de su pene, era miel en mi lengua, lo hacía suave para que no terminara, solo era un anticipo, una señal de que yo estaba dispuesta a todo si él quería, le dejaba notar mi necesidad de su cuerpo, de su semen, él entendía claramente y parecía que a cada instante su pene crecía y se endurecía más, ufffffffffffffff, delicioso.
Me saque el pantalón, lanzándolo por ahí, me acomodé boca abajo, separé las piernas y con mis manos le mostraba mi hoyito caliente, deseando ser perforado, quería que me culiara pronto, él lo acarició con delicadeza, luego pasó su lengua por mis nalgas, sentía muy rico, fue entonces que me penetró, fue doloroso y rico a la vez, di un salto cuando lo sentí entrar, un pequeño quejido, ay, fue lo único que rompió nuestro silencio pactado, el comenzó a moverse inmediatamente con desesperación, yo sentía que bruscamente mi ano había sido abierto al máximo, eso creía en ese momento, su pico llegaba hasta el final de mi culo, yo me mordía los labios, era una perra, una puta, él lo hacía violentamente, luego pensé que tal vez él quería que se supiera que yo era su hembra y él mi macho, no reclamé, simplemente me dejé llevar, muévete, muévete, sí, así, así, dale, eres muy rico, guau que pichula te gastas, pensamientos que recorrían mi mente y que me callaba, Carlos estaba como loco, me hizo poner de perrito, me lo metió todo, un solo golpe y estaba dentro otra vez, arriba, abajo, arriba, abajo, suave y violento, un diez culeando, que rico, hasta que su semen me inundó el chico, ufff, que rico, uffff, como me gusta esto, “Carlos, nadie sabrá ¿cierto?”, “no te preocupes nena, nadie lo sabrá”.
Carlos se alejó rápidamente, mientras yo caminaba despacio, el culo abierto y la calentura que no pasaba.
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