CARTAS DE PIRUCHA. Lo que no dije, pero sucedió.Relatos reales y calientes. Por Ruizy
Quedaron muchas cosas que no dije, pero que ocurrieron. Lo mío es coger, follar, culiar. Sentirme vivo en ese momento fugaz en que sobrevenía el orgasmo como un rayo en una noche tormentosa. Se vaciaban dentro de mi culo. Los sentía estallar y llenarme de tu jugo viril. Una y otra vez..
CARTA A SERNINO. El cura que me sedujo y abrió el cauce imposible de detener u… olvidar. (1)
Hay cosas que nunca supiste de mí porque me di cuenta de que la confesión no era un secreto. O si no, ¿cómo supiste que mi masturbación más caliente incluía la introducción de todos los objetos que semejaban penes en mi ano que me hacían retorcer de gozo hasta el clímax?
¿Cómo supiste que en la escuela era la putita de muchos de mis condiscípulos y que cuando iba a los mingitorios se turnaban para orinarme el culo y cogerme mientras me hacían mamar la verga del otro?
¿Quieres recordar lo que ocurrió antes de contarte lo que no te dije?
-Ven, vamos a mi dormitorio.
-Pero tengo que cambiarme el hábito.
-No, lo harás en mi cuarto.
Me llevas de la mano. Cierra la puerta con cerrojo y me llevas hasta su cama. Lo encuentro raro, porque no era parte de la rutina en que después de sacarme el hábito en la sacristía, íbamos al cuarto y me sentabas en tus rodillas. Saboreaba las golosinas que me dabas mientras tú me deslizabas las manos por entre mis pantalones y alcanzabas mis nalgas. Sobajeabas con tus dedos largos mi carne que te aceptaba con regocijo… Despertabas en mí deseos que quería ver realizados.
Pero, ahora me llevaste hasta tu lecho y me desprendiste del hábito y me pusiste cabeza abajo mientras me sacabas pantalón y bragas y me dejabas desnudo…
-Padre,no…
-Calla, chiquillo de m… ¿Crees que no sé que te gusta que te den por el culo?
-Sí, pero los chicos de la escuela…
-Ahora verás lo que es tener una verga de verdad en tu puto culo pecador.
-Ay, no. Me harás doler…
-Abre las piernas.
Me diste varias palmadas en mi trasero. No puedo decir que no me calenté porque sí estaba caliente.
-Escupe en mi mano.
Acto seguido me mojaste el culo con mi saliva. Siento tu pene intentar penetrar mi estrecho agujero.
-Nooo. Está muy grande. Me harás daño.
-Calla y aguanta, maricón. Esto es lo que te habría hecho cualquier patán. Y tú deseas que sea yo el que te abra ese poto con el que me provocas. Eres una puta y así te trataré.
Un empujón y siento como desgarras mi carne. UN alarido sale de mi boca que tapas con tu mano libre. Con la otra me estás abriendo el poto.
Otro empujón y siento que has llegado al final de mi culo. Te detuviste un momento y alcancé a respirar antes de que iniciaras una suerte de baile lujurioso que poco a poco va haciendo desaparecer el dolor y empieza a mezclarse con el placer.
-Ahora móntate en mi chuto, puta.
Me diste vuelta y quedé encima de ti ensartado hasta los testículos mientras mi pequeña pija morcillona se bamboleaba al ritmo de esa otra danza cachonda.
-Te gusta. Ves cómo te gusta. Dilo.
-Sí, me gusta.
Continuaste hasta que descargaste toda tu airada lascivia.
Ahora quiero que sepas que nunca fuiste el único cura que me culió mientras era tu putita. Fui la perra del fraile Guillermo, el hermano que trabajaba en la huerta y que todas las mujeres del pueblo deseaban ser cogidas por él. Pero él prefería mi culito de putito y me hacía ver elefantes rosados cada vez que me clavaba su enorme verga caballuna.
Tampoco supiste del cura que llegó de paso desde Bélgica. Con él me revolcaba cada vez que podíamos mientras tú andabas caliente con el otro monaguillo. Nunca tuve celos.
Edgardo, el novicio, me dejó experimentar el annulingüis y supe lo que se siente lamer un culo palpitante mientras lo masturbaba para que me diera su leche.
Siempre recuerdo tus manos ingresando en mis nalgas y tus dedos acariciando la entrada de mi sala de juego homo-anal. Me caliento pensando en aquellos momentos en que solo la cabeza de tu verga humedecida con el precum abría mi culo antes de penetrarlo…
Me volví perra cuando me dio lengua en mi agujero que pedía más y más. No pude resistir más tiempo antes de que el novicio me ensartara su pico y me llenara de su semen caliente.
Sin embargo, debo reconocer que te recordaré siempre como el primero que me hizo sentir ramera. Fui hembra contigo y eso lo llevaré conmigo cada vez que abra mis piernas y alguien me clave su pichula y se descargue dentro de mí.
Esta es la primera carta de la serie que vendrá.
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Siempre respondo.
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