CASI SOBRINOS. (6).
Disfrutamos de Maceió junto con Gabriela y un karma agradable parecía rodearme. Aparecieron Ángel y Patricio que, casi “abandonados” por sus padres, acudieron a mí. En el interín algo se complica..
MACEIÓ – ÁNGEL – PATRICIO – MALESTAR. (6).
Me despertó Julia un poco antes de que sonara la alarma del celular y me levanté para cambiarme rápido, me contó a las apuradas que el tema con el marido de la amiga no venía tan bien, la policía enfocaba todo a una venganza por algún marido o novio celoso porque habían destrozado sus genitales a golpes…
- Igual no creo que pase nada más, el policía me dijo que no tiene de donde agarrarse para culpar a nadie, pero mi amiga tratará de aferrarse a eso para pedirle el divorcio.
- Julia, mi cielo, me voy a preparar las valijas para llegar al aeropuerto al mediodía, creo que los chicos van a seguir durmiendo porque les permití que se durmieron tarde, no te enojes, lo de tu amiga no me importa.
- No, sí, claro, tenés razón, gracias por cuidarlos y que lo pases lindo, nos vemos cuando regreses, ¿no?
- Sí, ya te lo prometí.
Me despedí de ella y salí de raje para casa, el tiempo me sobraba, pero no estaba para escuchar problemas ajenos, ni siquiera los de ella me interesaban, mi cabeza estaba puesta en Gabriela, en su cuerpo y en sus ganas de pasarla bien sin remilgos y estupideces. Se me antojaba que esa semana o diez días iban a ser para alquilar balcones.
Tenía que estar a las ocho de la noche en el Aeropuerto así que acomodé mis cosas, guardé el dinero que llevaría, mis documentos y como la valija ya la tenía hecha, decidí que descansaría sin darle pelota a nada. En mi cama y en la tranquilidad de mi casa la cosa era distinta y me abandoné para descansar a gusto, me había gustado mucho el culito de Alejandro y me dormí pensando en la imagen de esas nalgas perforadas.
Me desperté a eso de las seis de la tarde, me bañé, me vestí y me fui directamente, a las ocho y diez estaba comiendo un suculento tostado acompañado de un cortado sentado frente a uno de los ventanales de la confitería del Aeropuerto. Unos quince minutos después la vi entrar por la puerta del hall de entrada, minifalda plisada a medio muslo, remera ajustada, sandalias de taco, el cabello castaño oscuro suelto y ondulado, poco maquillaje, en definitiva, un porte que hacía girar más de una cabeza. Llevaba sólo una valija de viaje con rueditas y no perdió tiempo en mirar ni buscar a nadie con la mirada, encaró directamente para la confitería, entró y no tardó en ubicarme, se acercó a saludarme dándome un beso en la mejilla y se sentó pidiendo un café cortado.
- Hola cielo, estoy de lo más ansiosa y nerviosa casi ni dormí, no me llegaba más la hora para salir de casa.
- Te estaba admirando desde el ventanal, estás preciosa. ¿Todo bien, todo tranquilo?
- Gracias mi vida, todo espectacular, jajaja, además de ir dispuesta a gastarte sobre una cama y dónde sea, voy convencida para poder disfrutar de esas playas hermosas.
- Bueno, entonces vamos a retirar los pasajes y vemos dónde nos ubicamos.
El viaje fue cómodo, en Primera Clase siempre lo es y aprovechamos a dormitar después de cenar, el vuelo fue directo al Aeropuerto Internacional Zumbi dos Palmares, teníamos dieciocho kilómetros hasta la ciudad y en el viaje vimos que, aunque faltaba poco para amanecer, aún se notaban las huellas de la noche turística. El taxi nos llevó directo a las cabañas previamente alquiladas. Como muestra de lo que serían esas vacaciones, Gabriela entró en la cabaña y la recorrió encantada sacándose la ropa, luego se giró y me miró con cara de pantera en celo. Fue un solo “polvo” de mi parte, ella no sé cuántos tuvo porque estaba excitadísima y mordió varias veces la almohada.
Al rato cuando tratábamos de recuperar un poco de fuerza, me miró seria y me comentó: “Ahora me pongo la tanga y me voy a meter un ratito al mar, el agua salada me va a aliviar el humito que se desprende de mis dos agujeritos, ¡Madrecita, como me hacés gozar con esa pijota, bebé!, jajaja”, -expresó riendo con carcajadas-. Decididamente, estaba desatada y me hacía sentir bien su manera de pasarla bien.
El mar estaba a unos cincuenta metros y se llegaba a él después de descender de una pequeña barranca, luego eran playas de arena fina y casi blancas plagadas de distintas palmeras que hermoseaban el paisaje. Las arenas eran besadas por un mar tranquilo y calmo de aguas celeste-verdosas y las reposeras te invitaban a asolearte con comodidad y tranquilidad. El lugar era privado y lo completaban otras tres cabañas similares a la nuestra, todas ellas ocupadas, según nos los hizo saber la mulata de ojos verdes, de unos treinta años y con un físico tremendo, bien puesto y fibroso por dónde se lo mirara, vestía una tanga que trataba de tapar con un pareo semi transparente que le llegaba a medio muslo. La pude observar bien porque fue ella la que se acercó a hablar conmigo en un “portuñol” fácilmente entendible mientras yo miraba a Gabriela que se zambullía y emergía buceando en esas aguas claras y poco profundas.
- Buenos días señor, bienvenido a Maceió, veo que han madrugado, mi nombre es Ana Paula y seré quien los atienda durante su estadía, -la camarera se presentó sin privarse de mirarme bien-.
- Hola Ana Paula, encantado, mi nombre es José Luis y mi pareja se llama Gabriela, en realidad, ni siquiera dormimos, pero, se imponía acercarse al mar apenas llegamos.
- Me parece genial, pero, aún no salió fuerte el sol, luego van a tener que ponerse protector y yo estoy en condiciones de hacerlo al igual que brindarles masajes cuando lo crean conveniente, eso al margen del aseo y cambio de la ropa de cama.
- Es bueno saberlo, estaré muy atento a eso y estoy seguro que Gabriela utilizará tus servicios de masajista, -le dije sonriendo y notando su sonrisa de dientes blancos-.
- En un rato les puedo acercar el desayuno, luego deciden si toman el almuerzo aquí o lo hacen afuera, yo los atiendo a ustedes y al matrimonio que tiene la cabaña aledaña.
- ¿Están las cuatro cabañas ocupadas?
- Sí, están todas ocupadas, la cabaña más cercana está ocupada por un matrimonio con dos nenes de unos diez años, en la que le sigue vacaciona una pareja de esposos en luna de miel y en la más lejana un señor mayor con una jovencita, todos ellos llevan aquí unos cinco o seis días.
- Hola, yo soy Gabriela, ¿vos sos quien no va a atender estos días?, -preguntó presentándose Gabi mientras por su cuerpo se deslizaban gotas de agua salada y se secaba un poco la cara-.
- Sí, hola Gabriela, mi nombre es Ana Paula y le preguntaba a José Luis si van a desayunar acá o en la habitación.
- Mejor en la habitación porque luego quiero dormir un rato, entre la excitación del viaje, el dormir poco y el “mañanero” de hace un rato quedé palmada, jajaja.
- Comprendo y me alegro por ustedes, pues bien, se hará como gusten, en unos veinte minutos les llevo todo, -dijo y se retiró dejándonos solos-.
- ¿Me parece a mí o estás un tanto acelerada?
- No, mi cielo, estoy bien, muy suelta, sucede que es la primera vez que vengo con un amante de vacaciones, siempre salí con mi marido, no sé explicarte bien, estoy como un pájaro al que le abrieron la jaula, me siento pletórica, encima me hacés gozar como nadie y bueno, se me nota, jajaja.
- Me estaba contando esta chica de los vecinos que tenemos, además, por si te interesa, hace masajes.
- Eso es importante, lo de los vecinos, ni fu ni fa, pero que haga masajes esa mulata que está “mortal” es para tenerlo en cuenta, a vos te gustó, ¿no?, -expresó con un brillo nuevo en los ojos que no le conocía-.
- Sin dudas, pero, por ahora, la mujer espectacular que dormirá conmigo tiene todos mis casilleros llenos.
- Jajaja, a mí no me disgustaría sentir esos dedos largos y finos apretándome los… nudos, una mulata casi negra no deja de ser una fantasía, aunque, como ya dije, depende de vos.
- Ya veremos, no lo descarto, pero, ¿dónde se podrá comprar “pastillitas azules” por esta zona?, jajaja.
- No te veo usándolas, ¡pobre de mí si las conseguís!, mejor vamos a desayunar.
El desayuno que nos sirvió Ana Paula era típico de las zonas tropicales sazonado con los de esa zona del Brasil, frutas, jugos naturales, leche caliente, café y otras cosas deliciosas que comí y no pregunté que era, toda una mezcolanza a la que nuestro organismo debería acostumbrarse, pero… ya que estábamos en el baile, devoramos todo con ganas. Lo tomamos haciendo bromas, riéndonos entre nosotros por lo que comíamos y cuando terminamos el físico de Gabriela comenzó a acusar la ansiedad pasada, la falta de sueño y el desgaste. La dejé que se durmiera y salí a la pequeña galería que tenía la cabaña, no me daba el sol directamente y podía observar parte de la playa, las palmeras y la tranquilidad de ese mar de color casi turquesa. A lo lejos se observaban un par de veleros grandecitos y dos yates bastante lujosos, anclados y tan quietos que ni siquiera se balanceaban por la falta de olas.
Vi a lo lejos a dos muchachos de unos treinta años, vestidos con sus respectivas zungas de colores fluorescentes que corrían hacia el mar tomados de la mano e imaginé que serían los “esposos” que había mencionado Ana Paula. Una pareja cercana a los cincuenta salió de la cabaña lindera a la nuestra y se alejaron caminando hacia la playa de la zona más pública, no los pude ver bien, pero hacían un contraste notorio.
Ella era, a todas luces, una rubia artificial, casi platinada, tenía puesta una tanga brasileña que dejaba a la vista sus nalgas flojas, a más, si las vi flojas desde esa distancia, no quería tenerla al lado. La pareja o el marido porque al haberlos visto salir de la cabaña de al lado, los imaginé el matrimonio con hijos que me había comentado la camarera mulata, tenía puesto una bermuda ancha que le llegaba casi hasta las rodillas y se notaba que se dejaba llevar por la mujer.
Poco a poco el movimiento de gente se incrementó, no invadían nuestra zona de confort, pero paseaban caminando por la orilla del mar y, por lo que pude observar, el muestrario de nalgas era casi como condición, no importaba si estaban duras o llenas de celulitis, si eran chicas o desproporcionadas, la cuestión era mostrarlas y sacarlas de paseo al sol. Entrecerré los ojos y dejé que el cansancio me venciera también a mí, pero… “uno propone y…”.
- Hola señor, ¿está despierto?, -preguntó una voz indefinida de nene o nena-.
- Estaba tratando de dormir un rato, pero…, -dije abriendo los ojos para mirar a los dos nenes que se encontraban parados frente a mí vistiendo solamente una pequeña zunga negra-.
- Yo soy Ángel, pero me dicen Angelito y él es mi primo Patricio, somos uruguayos y estamos de vacaciones en Maceió con mi papá y mi mamá, vivimos en la casita de acá al lado.
- Hola Angelito, hola Patricio, yo soy José Luis, gusto en conocerlos, vi que sus papás se iban, ¿se quedaron dormidos?, -les pregunté observando que Patricio, sin disimular, me miraba el bulto que me marcaba la zunga y enseguida me vinieron a la mente los culitos de Tommy y de Alejandro-.
- No, es que mi papá y mi mamá se van a otra playa a pasarla con amigos y dicen que no se permiten chicos, por eso no nos llevan y nos quedamos solos. Ana Paula nos sirve el desayuno y después nos da el almuerzo y la merienda.
- ¿Qué es lo que hacen todo el día solos?
- Jugamos en la arena, nos metemos en el mar, pero poquito, hablamos con los vecinos y, jijiji, jugamos entre nosotros, dijo Angelito recibiendo una mirada como de reproche de parte de Patricio-.
- ¿Qué será lo que hacen entre ustedes dos?, Patricio se sorprendió con lo que dijiste, ¿o me pareció a mí?
- No nada, ¿usted vino sólo o con su esposa o esposo?, -preguntó cambiando el tema y siguió- porque los otros vecinos que son dos novios nos echaron, dicen que no nos quieren cerca cuando están solos y se dan besos y otras cosas.
- Sí, pero nos echaron por culpa tuya y del hombre rubio porque se estaban dando besos con la lengua y el otro se enojó con el rubio, -saltó Angelito recriminándole al primo-.
- No, fue por tu culpa porque vos no quisiste hacer lo mismo con el otro hombre y gritaste.
- ¡Hey chicos, no se peleen!, la van a despertar a mi señora, les propongo algo, los invito a un helado grande y después nos vamos para el lado de su casa y me cuentan bien como fue todo. -Juro que yo no los llamé, aparecían solos y se me alborotaron las neuronas porque comencé a ver la posibilidad de meterla en algunos culitos generosos y el de Patricio, duro y paradito, destilaba generosidad-.
Saltaron entusiasmados por la posibilidad de comer helados y luego de verificar que Gabriela seguía durmiendo boca abajo en la enorme cama, tomé mi billetera y nos fuimos los tres hasta dónde funcionaba el bar que nos proveía, los dos iban delante de mí moviendo sus culitos sólo tapados por las zungas y mi verga amagó con reaccionar activándose con mi propia imaginación.
Regresábamos con los helados y Ana Paula se acercó para decirme: “Veo que se te “pegaron” los dos “huérfanos momentáneos», los padres se van para una playa nudista que pertenece a un club privado y los dejan solos, espero que no te incomoden, son muy “metiches””. “Quedate tranquila”, -le contesté-, “en cuanto se pongan “pesados” te los mando envueltos para regalo, jajaja”. Después les dijo a los chicos que en unas dos horas y media les llevaría el almuerzo.
- Bueno, yo cumplí con el helado, ¿van a cumplir ustedes en contarme todo sin pelearse?, -les dije cuando llegamos frente a la cabaña que ocupaban-.
- Yo te cuento todo, pero vamos a la cocina, tengo sed, -dijo Ángel adoptando cierta prerrogativa porque era la casa que alquilaban los padres-.
- Bueno contale, pero decile que vos también querés saber, -le recalcó Patricio y mi verga volvía a ponerse inquieta-.
- Patricio vino a mi casa dos días antes de salir de viaje y yo veía que mi papá jugaba con él y le tocaba la cola, pero cuando yo le decía que quería jugar a lo mismo, mi papá medio que se enojaba y no quería.
- ¿Cómo te tocaba, por afuera de la ropa o metía la mano adentro del short?
- Siempre era por afuera, pero la noche antes de que saliéramos de viaje vino a la habitación, me empezó a tocar y me metió la mano por adentro del calzoncillo. A mí me gustó y más cuando empezó a jugar con la punta del dedo en mi culito, me daba como escalofríos y el pitito se me ponía muy duro.
- ¿Y tu tía, la mamá de Ángel no estaba cerca?
- No, mi mamá estaba dormida porque se toma las pastillas, siempre lo hace. Te sigo contando, yo me desperté y me dio miedo la sombra que veía al lado de la cama de Patricio y que le decía con voz ronca, “shhh, no hagas ruido, quedate tranquilo”, Patricio se quejaba despacito, sin hacer mucho ruido y como la luz del parque de la casa alumbraba algo, vi como la sombra se agarraba el pito duro con la mano y se lo arrimaba a la cara a mi primo.
- ¿Te puso el pito en la boca para que lo chuparas?, -le pregunté a Patricio-.
- Sí, sí, te sigo contando, -acotó Ángel para no perder protagonismo-. Otra vez escuché que le decía: “Abrí la boca y no digas nada para que no se despierte Ángel”, ahí me di cuenta que era mi papá y le pregunté qué hacía y si podía prender la luz. Mi papá dio un salto, se guardó el pito y me dijo que durmiera que él ya se iba y se fue, pero después nos quedamos despiertos y Patricio me contó todo, mi papá no volvió a acercarse a ninguno de los dos, parecía enojado, ahora seguí vos, -le dijo al primo y yo ya tenía ganas de sacarme la verga que se mantenía erecta, apretada y de costado para poder mantenerse dentro de la zunga-.
- Yo me desperté cuando me bajaba un poco el calzoncillo, también me asusté, pero me habló diciendo que era él y me haría unas caricias que me gustarían, primero me tocó todo el culito, después le echo saliva y me pasó el dedo por el agujerito hasta que trató de meterlo y me dolió, fue cuando me quejé, me pidió que hiciera silencio y le echó más saliva al culito, yo noté que la puntita del dedo se metía y ya no me dolió, creo que lo metió todo y lo comenzó a mover, a mí el pito se me puso re duro y me daban como cosquillas y ganas de hacer pis, pero era lindo.
- ¿Te animás a dejarme a mí que te acaricie un rato la cola para ver cuánto te gustaba?
- Sí, porque vos sos bueno y nos compraste helados, pero no me hagas doler.
- Esperen, yo también quiero saber lo que se siente y que me enseñes a besar con lengua como le hizo el hombre rubio a Patricio, -expresó Ángel con énfasis-.
- Bueno, pero vos también le tenés que contar lo que te quiso hacer el otro y porque te pusiste a gritar después que te bajó la malla, -acotó acusando Patricio al primo-.
- Paren, paren un poco con las peleítas, siéntense en mis muslos y dejen el culito sobresalido, yo voy a tratar de acariciarlos, aunque estén con la zunga, -lo hicieron con diligencia y ellos mismos se acomodaron dejando que sus culitos quedaran fuera de mi muslo.
Mis manos no tardaron en abarcar esas nalgas, ocupándose de no dejar superficie sin acariciar y, si bien es cierto que las de Ángel eran más flaquitas, la posición las convertía en más apetecibles. Las de Patricio eran más mullidas y carnosas, además se lo notaba más predispuesto a gozar con las caricias, “Tocame el agujerito y dame un beso con la lengua”, -me pidió acercando su boca a mi oído-, entonces lo mandé a que me trajera alguna crema del botiquín del baño y comentó que la tía tenía una guardada.
Al quedar solo con Ángel le acerqué la cara y le di un beso después de decirle que abriera la boca y sacara un poquito la lengua. Me sorprendió el respingo que dio y me apretó el brazo con su mano libre seguido de un gemido que no esperaba cuando mi lengua se mezclaba con la suya. Eso me dio pie para meter la mano por encima del elástico de la zunga y recorrer la zanja de sus nalguitas deteniéndome con la yema de mi dedo en su agujerito. La mesa de frente a nosotros impedía que se cayeran hacia adelante y se me ocurrió algo más cuando apareció Patricio con un pote de crema humectante.
- Tengo que usar la crema para que no les duela nada, pero sería mejor que se sacaran la zunga para no mancharlas, -les dije cruzando imaginariamente mis dedos-.
- ¿Querés que nos quedemos todos desnudos?, -preguntó Ángel con un poco de alarma en la voz, pero Patricio solucionó todo-.
- Sí, dale, igual no le vamos a contar a nadie, pero después te toca a vos, -me pidió con una sonrisa pícara, se lo prometí y quedaron los dos desnudos-.
- Ahora estamos bien, yo lo voy a besar a Ángel y vos me vas a contar porqué te besó ese señor, -acoté una vez que se hubieran acomodado y que yo me embadurnara los dedos con la crema-.
- Fue porque con Ángel los habíamos visto por la ventana que se estaban besando los pitos duros el uno al otro y se decían cosas, luego se besaron en la boca sacando las lenguas y después el rubio lo hizo dar vuelta al otro y le metió el pito por atrás.
- Sí y el otro le pedía que le diera más duro, que le encantaba como se lo cogía, así le decía como gritando. Yo le hablé a Patricio diciéndole que tenía el pitito duro y ahí fue cuando nos vieron y nos ordenaron pasar a la casa, -dijo agitado Ángel que se había desprendido de mi boca y acusaba un poco más de media falange dentro de su culito-.
- Primero nos retaron y después el rubio dijo que me iba a enseñar a besar como los novios y me metió la lengua en la boca mientras me tocaba el pitito y hacía que le apretara el pito de él que estaba durísimo y grande, entonces fue que mi primo gritó y después nos desprendimos, ¡auhhh, el dedo me dolió un poquito!, -expresó Patricio cuando mi dedo entró hasta la mitad en su ano.
- ¿Por qué fue que gritaste, vos no querías que te besaran?, -le pregunté al más menudo-.
- No, fue porque el que estaba conmigo se le enojó al rubio y le dijo que si lo besaba a Patricio entonces él me cogería, así le dijo, después me bajó la zunga y me quiso meter el pito en el culito, yo grité porque me dolió mucho y me zafé para salir corriendo, -agregó Ángel tratando de acomodarse mejor para que el dedo entrara más-.
- Yo hice lo mismo y corrí detrás de mi primo mientras ellos discutían a los gritos, no sé qué pasó porque no fuimos más a verlos.
A esta altura los había besado a los dos y, aunque no sabían, se prestaban gustosos a aprender, mi verga estaba a reventar y buscaba el modo de hacerles saber que quería penetrarlos, pero lo tenía que llevar con calma, no era cuestión de meterles la verga porque sí. Ya no hablaban, sólo gemían y movían sus caderas buscando que el dedo que se movía entrando y saliendo a gusto de ellos llegara más profundo. Les pedí que se tocaran el pitito endurecido y apenas lo hicieron comenzaron a temblar diciendo que le daban las “cosquillas”.
“Sus culitos son hermosos y me tienen loco, me encanta meterles los dedos, pero, ¿no les gustaría que les metiera mi pito duro?”, -pregunté mirándolo a Ángel quién, aun cuando no lo esperé de entrada, era el que parecía gozar más y quien ya había recibido sin chistar dos dedos dentro de sus tripas y se movía dejando que yo los moviera buscando de dilatar aún más el espacio estrecho.
- A mí me da un poco de miedo porque el bulto parece ser grande, ¿nos lo vas a mostrar?, -opinó y preguntó Patricio quien se quejó cuando quise meter un segundo dedo-.
- Yo quiero y me animo, aunque también tengo miedo de que me duela, ¿le vas a poner crema como a los dedos?, -afirmó Angelito que, en ese momento, presentaba más ganas y resolución que el primo-.
- Sí, pero algo te va a doler, también me lo pueden chupar y se toman toda la leche.
- ¿Qué leche?, -inquirió Patricio-.
- A los hombres adultos no sale leche cuando terminamos, es el semen, a ustedes le dan “cosquillas”, pero todavía no les sale nada, eso será después de los doce años, más o menos.
- Dejame ver tu pito, yo te lo toco y lo chupo, -expresó Patricio tocando el bulto que palpitaba y como pude moví la zunga hacia un costado y saqué mi verga y los testículos-.
- ¡Es re grande, no me va a caber en la boca!, -gritó el primo de Ángel apretando el tronco con su manito-.
- Primero metémelo a mí, yo quiero saber.
- No mi Ángel, en tu cola se puede ensuciar y Patricio no podrá chuparlo con caca. Vamos a hacer una cosa él se arrodilla y me la chupa sin usar los dientes y vos te acostás sobre la mesa y me dejás que juegue un rato más con tu culito para que después no te duela mi pito, que, para que sepan se llama verga o pija o miembro viril.
Miré la hora en mi celular y aún faltaba más de una hora para que apareciera Ana Paula, quedaba tiempo para romper uno de esos culitos, ya vería, por lo pronto los nenes se colocaron para hacer lo que yo les había dicho. Patricio se arrodilló entre mis piernas, tomó mi verga en sus manitos inexpertas y acercó la boca al glande, efectivamente no podría entrar mucho del tronco, pero eso a mí no me importaba. Mi interés pasaba por el culito más predispuesto de Ángel y a él me dediqué.
Se había puesto boca abajo en la mesa con el cuerpo en forma transversal y sus nalgas quedaron a disposición de mis dos manos. Patricio estaba entusiasmado pasando la lengua, absorbiendo el pre semen que él decía que era dulce y chupaba el glande como si absorbiera, no estaba mal, pero los gemidos y los movimientos de las caderas de Ángel me hacían descubrir a un putito en potencia que no tardaría en debutar. Dos dedos le entraban profundos y la falange de un tercero hacían de las suyas y giraban buscando dilatarlo mientras él subía y bajaba las caderas como si se la cogiera a la mesa.
Finalmente entendí que no debía esperar más y lo levanté para sentarlo sobre mí, la verga quedó acamada y colocada sobre la zanja de sus nalgas y me mostró una cara cargada de deseos y de temores. Con suficiente crema lo levanté para apoyar el glande y lo moví a fin de ubicar bien el recto, luego le pedí que él mismo fuera bajando. No lo dejaría gritar mi boca se ocuparía de eso y lo besé profundo cuando sintió que el glande penetraba su interior estrecho.
Sus ojos se abrieron grandes y se le llenaron de lágrimas, mi verga no era joda para las mujeres mayores, menos aún lo sería para esos culitos infantiles, pero yo sabía que, con paciencia y tranquilidad, entraba y seguramente hasta el final. “Despacito mi hombrecito, lo estás haciendo muy bien, tu culito es fabuloso, vas a ver que enseguida la vas a gozar”, -le decía besándolo y acariciándole la cara y también la espalda con cierta ternura-…
- Me duele mucho, es muy grande y no va a entrar toda, pero si vas despacito yo me voy a aguantar, no te muevas, dejame a mí” -me respondía como masticando las palabras-.
- Sos un pillo, eso quiere decir que la otra vez te la metieron fuerte, por eso gritaste, ¿no?
- Y sí, me la metió hasta el fondo, me dolió mucho, mucho, a la vez, sentí unas cosquillas adentro que me duraron todo el día y quería que me lo volvieran a meter, mi primo trató de meterme el de él, pero no pudo porque su pitito es chiquito y se dobla.
- ¿Y ahora que sentís?
- Todo abierto y me dan ganas de llorar porque tu pito es grande, pero me gusta sentirla cerca de la panza, esto es coger, ¿no?…
- Sí Angelito te estoy dando una regia cogida y lo puedo seguir haciendo, pero no hay que decir nada a nadie, ya lo sabés, ¿no?
- Sí, ninguno de nosotros va a decir nada, ¿a Patricio también se lo vas a meter?
- También, pero no hoy, no tenemos tiempo, lo que ustedes pueden hacer es meterse los dedos para agrandar el agujerito y luego probaré contigo, ¿estás de acuerdo Patricio?
- Bueno, yo también quiero que me lo metas como a Ángel y quiero probar la leche.
Hablando de esto Ángel se olvidó de contenerse, cuando nos dimos cuenta, ya estaba sentado en mis muslos y mi verga estaba perforando el fondo de sus tripas, entonces lo levanté y lo bajé varias veces notando que en quien menos pensaba era quien gozaba más con una verga en su interior. Esperé a que volviera a tener sus “cosquillas” y salí de él despacio, no quería dejar “huellas” en su interior y como terminé sucio le pedí a Patricio que me acompañara al baño.
Fuimos los tres, allí me lavé bien y le pedí que me la chupara para que se pudiera tomar la leche que quería. Le dije a Ángel que se sentara en el bidet para aplicarse agua fría en el culito y Patricio, sentado en el inodoro, logró que media verga le entrara en la boca. Entré y salí de allí varias veces sin tratar de forzarlo para que no se sintiera mal y le pedí que se tragara todo, “es más rica que la de mi tío”, -dijo sin pensarlo y me di cuenta que, en varias cosas, los muy putitos, me la habían “vendido cambiada”.
Nos vestimos en el baño, luego ordené el comedor, perfumé el ambiente por las dudas de que hubiera “aromas delatores”, guardé la crema y les dije a los dos que no era de hombres el andar mintiendo y menos a mí porque de lo contrario me enojaría mucho con ellos, me lo prometieron y sellamos el acuerdo con sendos besos de lengua.
Estaba entrando a mi cabaña cuando vi que Ana Paula se dirigía a la cabaña de los chicos con una bandeja en que traía la comida y entré a ver si se había despertado Gabriela pensando en que esos culitos me habían venido como caídos del Cielo. Al entrar en la habitación noté enseguida un olor a vómito y la vi a Gabriela dormida, pero hecha un bollito sobre la cama. Estaba muy pálida y era evidente que se había levantado a vomitar en el baño dejando luego la puerta abierta y el lugar sin limpiar. Me hice a la idea de que los nervios, el stress del viaje, la falta de sueño, el “mañanero” y la comida a la que no estaba acostumbrada provocaron un combo perjudicial que se canalizó por su estómago.
Me acerqué a despertarla suavemente y noté que tenía unas líneas de fiebre. Abrió los ojos y me dijo que no se sentía bien, que le había caído mal el desayuno y que enseguida iría a limpiar el baño, “ni hablar mujer, quedate tranquila, yo me ocupo, voy a pedirte un té digestivo, vos seguí en la cama”, -le contesté y lo aceptó pues no se sentía en condiciones de discutir nada-.
La esperé a Ana Paula a que saliera de la cabaña de los chicos y le expliqué la situación, me contestó que era algo que solía pasar con el cambio de comida, pero que, para mayor seguridad, me mandaría el servicio médico contratado para la atención de los alojados en las cabañas. Tardó unos quince minutos y yo ya había limpiado y perfumado todo el lugar mientras Gabriela me miraba sentada en la cama dando signos evidentes de dolores estomacales. La doctora que se apersonó con nosotros era una “veterana” gordita y bajita, de unos cincuenta años, dada, simpática y destilaba profesionalidad, le hizo a Gabriela una revisación completa, finalmente decidió que era una inflamación intestinal, posiblemente una pequeña infección a la que se le sumaba un estado de nervios anterior y una comida “extraña” para su organismo, -ja, ni que fuera médico-.
Le recetó antibióticos inyectables, uno de los cuales le aplicó en el momento, antiinflamatorios, algo para ayudar a la digestión, ordenó sólo consumo de agua mineral sin sodio y unas gotas para descansar relajada, además de una dieta líquida por dos días. Para cuando la médica se fue ya se sentía mejor y me pidió disculpas por el mal momento…
- ¿De qué mal momento me hablás?, yo la pasé bomba viéndote las tetas al aire cuando te revisaba, ya me voy a desquitar cuando te sientas mejor.
- Tonto, me gusta mucho cuando me mimás así, pero viste que no le dije que tenía el culito irritado por culpa de tu “aparatito”, jajaja.
- No importa, un par de días a dieta no nos vendrán mal a ninguno de los dos y para cuando te sientas mejor tengo una “inyección especial” para aplicarte.
- Será bien recibida y por dónde quieras aplicarla, jajaja, ayyy, me duele la panza cuando me rio, pero me encanta que me atiendas y te preocupes por mí.
- Vos quedate tranquila en la cama hasta que te sientas mejor, ahora viene Ana Paula con la comida, “especial” para vos y de la común para mí, además traerá todos los remedios recetados.
- A todo esto, ¿qué estuviste haciendo mientras yo dormía?
- Me senté un rato en la entrada como los viejitos y me puse a chusmear los alrededores. Vi de lejos al matrimonio que vive en la cabaña de al lado, ella es una matrona oxigenada que parece que llevara al marido como chico para el colegio, se fueron para otra playa y parece que lo hacen todos los días, según Ana Paula es una playa nudista, una especie de club donde tienen amigos, para eso dejan a los chicos de unos nueve o diez años solos todo el día y ellos andan dando vueltas por aquí.
- Pobres chicos, ¿qué hacen solos todo el día?
- Joden, se meten en todo, se me acercaron a hablar y los invité a un helado, allí fue donde Ana Paula me contó de ellos, también vi al matrimonio que está en la tercera cabaña, esos son dos muchachos jóvenes y andan corriendo de la mano de la cabaña al mar, pero están en su mundo, a los de la cuarta cabaña, al veterano y la jovencita no los vi, deben estar practicando, viagra de por medio, jajaja.
- Jajaja, no te privaste de nada, después nos dicen chusmas a las mujeres.
Después del almuerzo ya Gabriela se sentía mejor y dijo que quería ir a la playa pues un poco de sol no le haría mal, pero bastó con salir de la cabaña para darnos cuenta que la temperatura era demasiado alta, el sol directo no perdonaría a nuestras pieles más pálidas y decidimos ponernos en las reposeras que había debajo de unos tinglados, “todavía estoy un poco mareada, pero se está genial acá viendo las palmeras, la playa y el mar”, -acotó Gabriela, pero ahora era yo quien quería dormir un rato la siesta y me quedé “frito”-.
Dormí casi dos horas y cuando desperté me encontré con Ángel y Patricio a mi lado recostados ambos en una reposera, Gabriela no aparecía por ningún lado. Me levanté y miré hacia el mar y luego a la cabaña, pero fue Ángel quien me dio la respuesta que estaba buscando…
- Tu señora se fue para adentro, dijo que tomaría una pastilla y se iría a acostar porque le dolía la panza.
- ¿Hace mucho que ustedes están acá?
- Sí, estuvimos hablando con ella y es muy buena, nos dijo que no quería despertarte porque habías dormido poco, -contestó Patricio-.
- Bueno, imagino que no la habrán molestado, ¿no?
- Para nada, nos contó que se sentía mal y nosotros le contamos que mi mamá estuvo igual el primer día y nos reímos un rato.
- Ahora voy a ir a verla. ¿Ustedes cómo están?
- Bien, a mí me duele un poco el culito, pero poco y Patricio quiere probar, después de comer y antes de venir para acá le estuve metiendo los deditos con la crema y le gustó.
- Está bien, pero ahora no se puede, tengo que atender a Gabriela, puede venir Ana Paula para traerles la merienda y es probable que lleguen sus padres.
- Mis papás llegan cuando es la hora de la cena y ya empieza a ser de noche y la merienda vamos a tomarla al barcito dónde compramos los helados. Dale José Luis, porfi, tenemos ganas de que nos metas tu verga en los culitos.
- ¿Patricio también y no van a hacer lío ni gritar?
- Sí, yo quiero primero, dice Ángel que le gusta mucho cuando se le abre todo adentro y yo quiero.
- Bueno, vayan a merendar y después me avisan, yo voy a ver cómo está Gabriela.
No me detuve a pensar demasiado, a esta altura ya tenía una especie de obsesión con los culitos de nenes y no iba a desperdiciar la ocasión, menos ahora que Gabriela parecía estar “fuera de combate”. Evidentemente que estaba muy bien y era una mujer hermosa, además me generaba morbo cuando se quejaba bastante al hacerle la cola y no ponía ningún tipo de remilgos, pero, dada las circunstancias, con ella lo haría sólo por cumplir. Independientemente de esto también estaba la posibilidad de hacer un trío con Ana Paula y pudrirle un poco la cabeza a la “veterana” no me parecía mala idea, claro está, sin contar que a ella le iba a gustar porque se estaba mostrando muy puta y accesible a nuevas experiencias. Entré en la cabaña y la vi tirada en la cama, me acerqué y, tocándole las nalgas, le dije:
- Me llamó el del restaurant flotante para ver cuando usaremos esa posibilidad, ¿vas a acompañarme?, -ella me habló lastimosamente-.
- Anda vos y teneme un poco de paciencia mi cielo, estoy destruida y me tomé una pastilla y las gotas para dormir un poco más, no estoy para hablar de cenas.
- Bueno, voy a arreglar con ellos para la próxima semana, de paso me tomaré una Caipirinha, tardaré un rato, si me necesitás por algo llamame por el celular y vengo enseguida.
- Si mi vida, quedate tranquilo, me siento como el culo por no poder estar a tu lado.
- Descansá y ponete bien, luego veremos cómo me desquito, jajaja, -le dije mirando por la ventana como los dos culitos se iban caminando para el lado del bar de la administración-.
Decididamente, me pasaría un rato largo rompiéndole el culo virgencito a Patricio y, seguramente volvería a penetrar el culito del vicioso de Angelito, sin saber que sería la última vez en que lo podría hacer.
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