CASI SOBRINOS. (7).
Tuve los dos culitos a gusto y pretendía seguir amoldándolos a mi piacere, pero… suceden imprevistos, menos mal que Gabriela había quedado toda contracturada. Regresar no fue fácil y surgen otras posibilidades..
SORPRESA – ANA PAULA – SALIDAS – OFRECIMIENTO. (7).
Yo también me fui para el barcito a tomar un aperitivo, los nenes, desentendidos de todos, estaban tomando la merienda en una mesita del costado, me saludaron con la mano y se acercó Ana Paula para preguntarme por Gabriela, le conté cual era la situación y dijo que era normal y agregó que una inflamación intestinal y la consiguiente descompostura te solía dejar deshecho. Luego de esto me saludó con un beso en la mejilla y dijo que nos vería en la mañana porque ya había terminado su turno. Regresé junto a los chicos para las cabañas y nos fuimos directamente a la de ellos. No hicieron ninguna mención a nada de lo que íbamos a hacer, solamente preguntaron si Gabriela se sentía mejor.
Lo que sí quedó más que evidenciado es que esperaban a estar solos para sacarse las ganas porque no bien cerré la puerta de la cabaña Ángel me saltó encima y se prendió a mí como si fuera un koala, sus piernas rodearon mi cintura, sus brazos mi cuello y me buscó la boca con ganas y gemidos. No pensaba en lastimarlos, pero ellos querían ser cogidos y yo me los iba a coger sin contemplaciones.
Le comí la boca y mi lengua llenó y recorrió todo el interior de su boquita infantil mientras mis manos apretaban sus nalgas deseosas de verga, lo mismo le tocó a Patricio al que acerqué levantándolo para que se acomodara de un modo similar, pero de costado y, a instancias de él, nos fuimos a la habitación que ocupaban ellos, los llevé alzados escuchando sus risas juguetonas. La cama era grande y se soltaron dejándose caer sobre las sábanas riendo y jugando entre ellos.
Entre los dos me bajaron la bermuda que traía puesta, Patricio soltó la prenda para mostrarme el pote de crema y Ángel se prendió al glande como un ternerito mamón, enseguida fueron los dos los que mamaban en forma alternada, pero ninguno podía engullir más de la mitad del tronco en sus boquitas, eso no me importó, yo iba por sus culitos y los haría participar en trío.
Mis dedos medio ya incursionaba dentro de sus rectos y se movía dilatando el esfínter. Patricio se quejó cuando lo comencé a penetrar por entre sus nalgas más gorditas y le dije que no quería escuchar ningún sonido porque así lo había prometido, se mordió, pero se lo aguantó y lo mismo hizo con un segundo dedo, en cambio Ángel movió las caderas y se acomodó mejor cuando los dos dedos encremados entraron juntos en su agujerito. “Yo quiero primero, me lo prometiste”, -acotó Angelito y le iba a dar el gusto, pero puesto en cuatro sobre el borde de la cama y le pedí a Patricio que se pusiera delante de la cara de Ángel para que éste lo mamara. La idea les agradó a los dos y se acomodaron enseguida quedando el culito más flaquito frente a mi verga dura, palpitante y encremada, ni cuenta me había dado cuando se sacaron las zungas, pero allí estaban las nalguitas prestas para la “embocada”.
“Despacito que todavía me duele un poco de hoy”, -pidió con oportunidad porque eso evitó que, llevado por mis ganas, se la metiera de una hasta chocar mi pelvis en sus nalgas-. “Seguí, seguí, metela” -toda pidió cuando, con la mitad adentro, me detuve y me moví entrando y saliendo un poco cada vez-. En su voz se notaba que estaba sintiendo y sufriendo la penetración en su culito inexperto, pero su “seguí, seguí” sonaba más a convencimiento para que el primo lo escuchara.
Transpiraba y su piel se le achinaba cuando la sintió toda adentro de sus tripas, pero su floreciente esencia de putito lo llevó a mover las nalgas disfrutando de la enculada y a no despegar su boca del pito duro y parado de su primo que gemía entusiasmado. Yo me contenía para aplicar un ritmo moderado a mis entradas y salidas, aunque por dentro ardía en ganas de cogerlo duro y hacer que saliera humito de entre sus nalgas. Ni sé cómo hice para contenerme, pero lo logré y Ángel no tardó en comenzar con sus contracciones y sus “cosquillas” provocados por sus orgasmos secos haciendo que sus músculos me hicieran notar no sólo la estrechez de su conducto sino también los apretones que me daba en la base del tronco.
Mi goce era doble, no sólo me estaba cogiendo otro culito cariñoso y ajustado aferrando unas caderas infantiles, sino que, además, el nene lo estaba gozando haciendo que sus gemidos se escucharan más que sus quejidos. Ya me había aguantado una vez y pude seguir sin problemas por un rato con el ritmo que me había impuesto, pero el que no aguantó fue Ángel porque, luego de haber terminado y de gozar un par de orgasmos, comenzó a quejarse de las entradas a fondo y me salí de él para dedicarme a Patricio.
La abertura que quedó en ese culito flaquito incentivó todo mi morbo y tuve que apretarme el tronco lleno de mierda para evitar otra vez la eyaculación, luego me fui a lavar y les pedí que cambiaran los lugares. Al regresar al cuarto ya estaban ubicados y Patricio me miraba con un temor que yo sabía justificado, aunque sí o sí ese culito gordito se “comería” toda mi verga. “Ponele mucha crema para que no me duela mucho”, -pidió como rogando-.
Me puse crema yo y le volví a poner a él, incluso con la cara en el pito del primo se abrió las nalgas con las manos para tratar de dilatar más el agujerito. Y sí, costó embocar el glande en el recto, pero una vez que lo hice no me detuve hasta chocar con sus nalgas sin dejar nada afuera y sin que me importaran los movimientos para sacarme de encima ni el grito apagado que dejó salir de su boca.
- Quedate quieto, enseguida el culito se acostumbra al grosor, -le dije al oído sin moverme-.
- Me duele mucho, sacala, sacala, me voy a hacer caca, -decía con cierta desesperación, pero de allí no me sacaban ni a garrotazos-.
- Basta, terminala, querías ser cogido y ahora sos mío, si volvés a hablar te caliento el culo a chirlos, -le dije alzando la voz y se calló la boca, aunque no dejó de sollozar-.
- Te duele sólo al principio, pero después te va a gustar, parecés una nenita como te quejás, -le dijo Ángel aplicando su “experiencia”-.
- Es que es muy grande y me parece que está en mi panza.
- Ya lo sé, a mí me pasa igual, pero cuando te coja mi papá no te va a doler nada.
- ¿Cómo es eso?, hay algo que no me dicen y quiero saberlo todo.
- Porque te dijimos una mentirita, la verdad es que mi papá le hizo tomar la leche a Patricio, yo lo vi y le pedí que me diera a mí porque si no le decía a mi mamá, pero no se le puso duro de nuevo y nos dijo que mañana nos íbamos a quedar solos con él, entonces se va a tomar una pastilla y nos va a coger a los dos y bueno, va a ser fácil porque es muy chiquita comparada con la tuya.
- ¡Mirá que putitos habían resultado los dos!, yo sé que me dijeron varias mentiritas, pero está bien, aunque después de coger conmigo van a tener que ponerse agua fría para que se cierre bien el culito y tienen que decir que les duele mucho para que no se dé cuenta que ya los cogí yo, -les dije mientras me comenzaba a mover dentro del culito de Patricio que colaboraba con movimientos de sus caderas.
- Está bien, pero mañana no vengas ni al mediodía ni a la tarde porque vamos a estar cogiendo con mi papá, -decía Ángel como si fuera algo de lo más normal-.
- Listo, así será, aunque si no quieren que él se enoje mucho no tienen que decirle nada de lo que pasó con los dos muchachos ni conmigo, tu papá tiene que pensar que es el primero que los coge para que no se arme lío, además, que no sé de cuenta que saben besar, si él quiere besarlos no abran la boca hasta que se los pida.
- Bueno, ya lo habíamos pensado y después te vamos a contar todo lo que pasó.
No daba para seguir hablando, era evidente que ya tenía todo pergeñado desde antes y pensaban seguir haciéndome participar de su secreto incestuoso. Sacarme un poco de contexto con la charla no aminoró mis ganas por el culito gordito, pero ayudó a la relajación de Patricio y entonces comencé a incrementar mi ritmo manteniéndolo de las caderas para que no se fuera hacia adelante.
Salía casi totalmente para volverlo a clavar y, si bien es cierto que no era duro con esto, también es cierto que era profundo y noté con agrado que los grititos de Patricio ya no eran de dolor, sino que eran parte del placer que experimentaba. Histerisqueaba como una nenita y pedía más verga porque le gustaba, “dame más José Luis, quiero sentir más “cosquillas”, tenías razón, primo, ahora me gusta que me coja fuerte”, -me decía a mí y lo hablaba con Ángel, que se sonreía tratando de lograr que se metiera su pito en la boca.
Tampoco quise llenarle las tripas de leche, menos aun sabiendo que el padre de Ángel andaría incursionando por allí y ellos no sabían lavarse bien, entonces les dije que se pusieran juntos para darles la leche en las bocas. Patricio se quejó cuando salí de él dejándole el culito como una flor, pero se puso adosando su cara a la de Ángel para recibir con agrado todo lo que dejé salir de mis huevos. Algo entró en sus bocas y tragaron con agrado, lo demás lo limpiaron lamiéndose el uno al otro y sólo me quedó lavarme bien mientras ellos reían y jugaban sobre la cama.
Yo no quería más y los mandé a bañarse antes de que regresaran sus parientes. Me obedecieron y se metieron al baño despidiéndose con un movimiento de las manos, me vestí, ordené todo y me fui a mi cabaña, me había dado un gusto enorme con los culitos de esos dos putitos y me tocaba regresar esperando que Gabriela no se pusiera mimosa, pues no sabía si podría responderle.
Las luces de la cabaña estaban apagadas y me fui para el bar de la administración a comer algo, regresé como una hora después con algo liviano para que pudiera comer Gabriela, ya era noche cerrada y vi que en la cabaña del vecino sólo estaba encendida la luz de la habitación de los chicos y se me dio por pensar que la reunión u orgía de la que, seguramente, participaban los padres de Ángel se había estirado un poco más de lo debido sin que le importaran los chicos que quedaban solos, pero, eso no era mi problema.
Gabriela se había levantado y estaba cepillándose el cabello cuando entré en la cabaña, le pregunté en sorna si esperaba a alguien y me contestó: “Te esperaba a vos y estaba tratando de estar un poco más presentable, estoy mejor, pero no creo poder responderte, hasta colitis tengo, doy pena, te estoy haciendo pasar unas vacaciones de asco, jajaja”. Le contesté que no se hiciera problemas, la abracé, la besé, le dije que le había traído algo suave para comer y se negó a ello diciendo que tenía mucho sueño por las gotas y los medicamentos que tomaba. Me venía de perlas, pero no se lo diría, por el contrario, le dije que me venía bien, que, de vez en cuando, era agradable dormir al lado de una mujer hermosa sin pensar nada más que en el sexo.
Lo tomó a bien, se sacó la poca ropa con que se había vestido y pronunciando un, “por las dudas”, se metió a la cama desnuda, lógicamente, yo hice lo mismo, se abrazó a mí y escuchando cuando las pequeñas olas se acercaban a la playa nos quedamos profundamente dormidos, ella por los efectos de los medicamentos, yo por el trajín con los dos culitos vecinos.
Entre dormido me pareció escuchar algunos gritos y sonidos de puertas que se cerraban, pretendí prestar un poco de atención y hasta me pareció escuchar la voz del Administrador del lugar, pero Gabriela poniéndose de “cucharita” arrimó el culo a mi verga y la abracé colocando una mano en su teta para seguir durmiendo. Recuerdo todo como un sueño y sé que pensé que si alguien me necesitaba sólo le bastaría con golpear a mi puerta y continué con lo mío.
Me desperté con la agradable sensación de una mamada y abrí los ojos viéndola a Gabriela que me miraba desde mi entrepierna y trataba de meterse todo el tronco en la garganta, indudablemente que estaba mejor y trataba de demostrármelo de la mejor manera. Me acomodé para tratar de acariciarle las nalgas, “mejor no lo hagas mi vida, todavía estoy “mirame y no me toques”, quiero hacerte acabar, aunque, previendo otros malestares, no me pienso tomar tu leche”. Le dije que esperáramos un poco más y tratáramos de disfrutar el día porque parecía que estaba hermoso y muy soleado.
Aprovechando lo dicho me fui al baño a miccionar y a lavarme la cara y los dientes, cuando regresé Gabriela estaba apoyada en el alfeizar de la ventana y miraba el mar moviendo el culito en el que sólo una tirita dividía sus nalgas. Era un poco más de las ocho de la mañana, Ana Paula no había aparecido y le hablé a mi pareja ocasional:
- Me voy a poner ropa y voy a buscar el desayuno, hoy nos dormimos, la “morocha” no apareció y tu culito entangado me incita a otra cosa y no me van a importar tus nanas”, -le dije apoyando una de mis palmas en sus nalgas-.
- Dale, yo voy a tomar un té y a comer algo liviano, después mar y playa, ya perdí un montón de tiempo, jajaja.
- Bueno, ¿querés que le diga que te haga unos masajes?
- Podríamos dejarlo para mañana, así, si me siento mejor, podemos “atacarte” entre las dos, jajaja, no, no, mejor esperá que voy con vos, así desayuno algo allá.
Al salir de nuestra cabaña, instintivamente miré para el lado de la cabaña de los chicos, estaban todas las ventanas cerradas y yo ni aparecería por ese lugar, según me habían dicho, hoy cogería con el padre y yo sería un estorbo. Me sonreí por esto, al final, los dos mocosos resultaron ser dos putitos desorejados, aunque eso no me quitaba el sueño, yo seguiría “embocándolos” todo lo que se pudiera.
Gabriela parecía estar muy mejorada respecto al día anterior y quería llevarse algo al estómago porque aun debía tomar los medicamentos en pastillas y con el estómago vacío le provocaría ardores, así me dijo y me pareció lógico. Caminamos hasta el lugar riendo y bromeando, pero cuando llegamos se nos acabó la risa. En el bar nos encontramos con Ana Paula y nos pidió disculpas por no haber pasado por la cabaña.
- Tuve que quedarme a cargo del bar porque el Encargado tuvo que ir a la policía a hacer una declaración por lo que pasó anoche.
- Ni idea de lo que pasó, hace un rato que nos despertamos, Gabriela se tomó las gotas y yo estaba más cansado de lo que aparentaba, ¿qué fue lo que pasó?
- Se murió el papá de Angelito y en la madrugada la madre se llevó a los chicos a la casa de los amigos, allí van a arreglar el traslado del cuerpo y se vuelven a Uruguay.
- Pobres chicos, ¿qué le sucedió?, -preguntó Gabriela-.
- Por lo que contó el enfermero de la ambulancia, se tomaba dos o más pastillas celestes por noche para participar de las “fiestitas” que hacían entre ellos. Alcohol, sexo y pastillas hicieron que el corazón no aguantara y pasó lo que pasó, según parece la mujer lo incentivaba para que rindiera, bueno, ya se podrán imaginar.
- ¿Y los chicos?, ¿cómo estaban los chicos?, -pregunté sin demostrar querer saber más-.
- No lo sé, la madre vino después de la medianoche y se los llevó a las apuradas, hasta ahí es lo que sé, el dueño tuvo que dar la declaración y seguramente se pondrá en alquiler la cabaña que quedó libre.
Eso marcó un poco el final de la conversación, en realidad, la condolencia era relativa, no eran parientes y ni siquiera los habíamos conocido, para peor o mejor, estábamos de vacaciones y no dejaba de ser una contingencia negativa sólo para ellos. Nadie lo sabía, pero el único perjudicado en esto era yo por el tema de los culitos, aunque tampoco era algo que me generara problemas o cargos de conciencia.
Gabriela arregló con Ana Paula para que le diera masajes en la tarde del día siguiente después de que dejara de trabajar y tratamos de aprovechar el día. Nos metimos en el mar, nadamos, reímos, tomamos sol y hasta dormí una pequeña siesta debajo del techo que se usaba para cocinarse bajo los rayos del sol. Ya de tardecita, cuando el sol comenzaba a bajar nos fuimos a bañar para ver si nos podíamos ir a caminar por el centro de la ciudad.
En principio esos eran los planes, pero… para el momento del baño en conjunto y la enjabonada, Gabriela se puso mimosa y terminó gritando arrodillada en la bañera y penetrada tal como ella quería y yo deseaba. Ya estaba completamente mejorada, la dieta de jugos de frutas había dado resultado y se mostró muy participativa, del baño pasamos a la cama y la salida a caminar por el centro de la ciudad se fue al cuerno. Tuve que pedir la comida por teléfono y después de cenar no nos quedó ganas ni de mover los dedos del pie, ergo: Nos quedamos dormidos, agotados por la maratón de sexo.
A la mañana siguiente fue igual, con la salvedad de que fue la mulata quien nos trajo el desayuno, luego playa, sol, culos y tetas casi al aire, almuerzo, siesta de mi parte y la espera para los famosos masajes. Como a las seis de la tarde apareció Ana Paula con una especie de maletín que contenía diversos aceites y una camilla portátil que desplegó en un rincón de la habitación. “Si querés estar desnuda, yo no tengo problemas, al contrario, me facilita el trabajo”, -le dijo a Gabriela que prestamente se puso en pelotas ante mí.
Ana Paula tenía aún la tanga puesta y pude observar que su culo parado y duro, sus caderas, sus muslos y su espalda parecían resaltar por el color oscuro y bronceado de su piel. “Si querés podés ayudarme, Gabriela va a gritar porque, aunque trate de ser delicada, está muy contracturada y tiene nudos hasta en los ojos”, -me dijo indicándome que me pusiera frente a la cara de mi pareja lo que me dejaba una vista perfecta del cuerpo desnudo y de piel más clara y del otro que se disponía a dar los masajes.
Gabriela se quejaba al ir desapareciendo las contracturas y gemía por el placer que le ocasionaban las manos de dedos ágiles de Ana Paula. Para cuando había terminado con el cuello, los brazos, la espalda, la cintura y las piernas, se dedicó a la entrepierna y los glúteos y allí fue cuando ya no pude aguantar mi calentura, mi verga estaba a reventar mirando como gozaba Gabriela con las manos de la morocha, seguramente haciendo estragos en su concha empapada.
El gemido profundo y la elevación de las caderas de la masajeada me dio a entender que había tenido un orgasmo tremendo y fue cuando me percaté de que la mulata tenía casi cuatro dedos dentro de la vagina de Gabriela y jugaba con el pulgar incrustado en su culo logrando con esto que ésta se contorsionara pidiendo algo más, fue cuando me bajé la zunga, dejé mi verga erecta al aire y la acerqué a su boca entreabierta que no tardó en absorber.
- Aguantaste una barbaridad, pensé que te ibas a desnudar antes y, por lo que veo, por fin podré tener un “penis” enorme a mi disposición.
- Te aseguro que pienso en estar adentro de ti, sin que me quedé nada por penetrar, tu cuerpo me encanta.
- Ya parece que lo estuviera sintiendo, pero aquí no es el lugar más cómodo, -acotó mirando hacia la cama-.
- No me dejen afuera, es mi “pan nuestro de cada día”, jajaja, -dijo Gabriela dejando de mamar y expulsando babas-.
La ayudamos a incorporarse y en un pestañeo las vi abrazarse y comerse la boca mutuamente haciendo que los gemidos se multiplicaran, brillaba la parte trasera del cuerpo de la “veterana” y la dejé que se prodigaran con besos, caricias y apretones, me convertí en una especie de “mirón” desde el momento en que la mulata se sacó la tanga, pero no me quería ni tocar, mucho menos cuando fueron girando y el “69” se instaló como si fuera una realidad cotidiana. Los gemidos ya fueron chillidos de placer por la entrega y no se cortaron cuando tuvieron un orgasmo compartido que me obligó a mirar hacia la ventana pensando en que si alguien pasaba cerca o se arrimaba o se masturbaba con sólo escucharlas.
“Hacete cargo cielo, yo la tuya ya la conozco”, -dijo Gabriela hablando desde las nalgas de la mulata y me ubiqué detrás de ese culo espectacular y casi de fantasía-. Me arrodillé detrás de las caderas de Ana Paula y apoyé mis manos acariciando sus nalgas, parecían de piedra y la sensación de placer recorría mis manos y mis brazos, un momento después cuando pincelé el glande entre la cara de Gabriela y la vagina y el culito de Ana Paula escuchando su gemido tuve que retirarme un poco y apretármela con la mano para no irme como un adolescente pasado de vueltas y me mordí para aguantar.
Gabriela se dio cuenta de lo que me pasaba, hasta me pareció que sus ojos reían cuando me miró desde su posición invertida y para que no se percatara Ana Paula, la piqué un poco con el dedo medio, casi que fue peor el remedio que la enfermedad porque el agujerito actuó como si fuera una boca que me absorbiera y ya no esperé más, el hueco de su vagina me esperaba y comencé a entrar. Las carnes se abrían al paso del ariete, los quejidos y gemidos se intensificaban y lo que se me antojaba estrecho y dificultoso era porque la mulata apretaba sus músculos interiores y me obligaba a forzar el lugar. Claro que estos obstáculos no eran tales y permitían el paso enseguida, pero la sensación de estrechez y amplitud era impagable. La mulata exteriorizaba su placer contra la vagina de Gabriela y ésta también gemía medio descontrolada.
Me di cuenta que había podido vencer a mis ganas de explotar y me moví a gusto. No había pelos de por medio, todos estábamos depilados y me faltaron milímetros para poder chocar mi pelvis y entrar y salir tomó otro ritmo, era salir sin problemas y entrar venciendo estrecheces, para más, Ana Paula gozaba sin tapujos y transmitía su goce. “Meté otro más”, -gritó Gabriela apartando un poco su boca e imaginé que era su culo el que tenía el tratamiento de las manos de la masajista-.
No tardaron en tener un orgasmo las dos, fueron intensos, con contracciones y temblores, pero sólo escuché gemidos más fuertes porque sus bocas parecían soldadas a las respectivas vaginas y fue el momento en que decidí cambiar. Con el glande sentí lo mismo que con el dedo, el ano me absorbía y entré sin detenerme hasta penetrar dos tercios de mi verga, el restante ofreció algo de resistencia que vencí enseguida y a Ana Paula se le terminaron los aguantes.
Levantó la cabeza y no pudo contener el grito, el grosor y el largo no era el acostumbrado y sintió esa penetración que provocó que mi pelvis se soldara a sus nalgas duras. “Agggg, me lo rompiste, nadie llegó tan lejos”, -vociferó y no esperé a la tan mentada adaptación, imprimí un ritmo que, sin ser violento la hizo gritar y delirar, algo que era casi lógico, los roce con las terminaciones nerviosas del ano eran más sensibles y provocaban más placer que en la vagina. Los libros no mentían en eso y Ana Paula comenzó a demostrarlo entrando en una seguidilla de orgasmos que fueron decreciendo en intensidad convirtiendo a Gabriela en solamente una “dadora de lengua” porque ya no recibía el mismo tratamiento de parte de la mulata, pero, ni problemas que se hizo, con sus manos afirmadas en las caderas usó la lengua a destajo y faltó poco para que la masajista se desmembrara gritando y moviéndose como víbora enloquecida.
Ya no había nada que aguantar, tampoco tenía ninguna gana de hacerlo, mis huevos estaban a reventar y me metí profundo para dejarle el culo inundado. “Déjenme salir, me están matando”, -pidió Gabriela casi como con un ruego y giramos los cuerpos para liberarla-, claro que nada de desentenderse de la mulata, porque se acomodó y comenzaron a besarse como si fuera la última vez y los gemidos volvieron a intensificarse.
Como pude me salí del interior del culo de Ana Paula y el “ahhh” con sonido a satisfacción me sonó bien, quedé fundido y Gabriela, de alguna manera, se condolió de mi limitada condición de macho y no exigió su “tratamiento” acostumbrado. Bastante tenía con la fogosidad de la masajista, tal que me mandaron al baño primero para seguir un ratito más en la cama y luego se fueron a bañar juntas.
Desde ahí en más y en los días que nos quedaban Ana Paula se pegó a nosotros dos y agradecí enormemente que los chicos y sus culitos se hubieran tenido que ir, “a los apurones”. En la casa, en el mar, en la reposera y hasta contra una palmera me dejaron más que “afiladito”, aunque tampoco era porque me lo exigieran, yo mismo estaba “pasado de rosca” y era verlas en tanga para que mi verga actuara independiente de mi raciocinio.
Para mejor, Ana Paula resultó ser la dueña de las cabañas y nos explicó que, haciendo de camarera, se sentía más cercana a los clientes, el supuesto “Administrador” era un empleado y nadie le preguntó nada sobre esto, ergo: además de salir a cenar, a bailar y de acompañarnos cuando fuimos al restaurant del yate donde muchos la saludaron conociéndola como empresaria, aparecía a cada rato a pasarla con nosotros y bueno, había que hacerse cargo y cuando no era yo, era alguna de ellas la que requería del “rapidito”.
Al cumplirse los días de estadía, nos costó despedirnos y regresar a nuestra cotidianeidad. Casi perdemos el avión esa mañana, la noche de despedida había sido “movida”, me exprimieron entre las dos y, dejándome a un costado aún les quedó resto para seguir, lo que motivo que el cansancio nos venciera y tuviésemos que salir a las apuradas haciéndonos la firme promesa de retornar en cuanto se pudiera.
A las siete de la tarde estaba entrando en mi “Home-Sweet-Home” y dispuesto a dormirme todo, Gabriela se había ido a la casa en un Uber. Me saqué el stress y el cansancio del viaje por medio de un baño de inmersión que me llevó un rato y pedí comida en un restaurant cercano, esta vez fueron dos porciones de fideos con crema y una porción de carne al horno con papas, era por separado, pero yo mezclaría todo, extrañaba “nuestras” comidas casi típicas.
Comí “a reventar” y luego me tomé una copita como para bajar un poco lo ingerido y para no irme a dormir con el estómago muy cargado, navegué un rato en las Redes Sociales y no encontré nada de interés, además y afortunadamente, nadie había jodido por el teléfono y, ni borracho avisaría a nadie de mi llegada, pues sabía que, al estar en casa llegaría unos u otros problemas. Finalmente me fui a dormir a eso de las once de la noche y mi cama se me antojó una especie de Paraíso.
Cerca del mediodía la llamé a Julia para saber las novedades, me contó que había hablado con Javier, que se había sincerado con ella y le había pedido disculpas por su proceder. Supe que él había alquilado una casa muy bonita y que extrañaba mucho.
- ¿Le dijiste de la posibilidad de vender la casa e irse para allá?
- Sí, se lo dije y está de acuerdo, incluso, acorde a lo que me dijo el de la Inmobiliaria, hay posibilidades para una venta rápida y con la mitad de lo que se saque por esta venta podremos comprar una regia casa en una zona residencial en Lima, el problema son los pasajes, hay que esperar que cobre y con el traslado y todo lo demás tarda como un mes y medio más.
- Bueno, vayan preparando lo que puedan llevar en el equipaje y yo me encargo del tema de los pasajes, luego verás vos como te arreglás con los muebles.
- ¡Sos un ángel José Luis, sos un ángel!, ¿querés que vaya a tu casa y aprovecho para agradecerte personalmente…?
- Hoy no puedo cielo, me llamaron de la empresa por no sé qué problemas y me voy a pasar toda la tarde allí, ni sé a la hora que volveré, lo dejamos para otro día, vos dedicate al tema de lo que se deberían llevar.
- Está bien, te llamo mañana, además, la que está loquísima por probarte de nuevo es Clara, ¿le digo que llegaste?
- Prefiero que no, ya veré si le vuelvo a avisar.
No tenía ninguna gana de que viniera ella y menos ganas tenía de que se apareciera la rubia puta-esposa del Contador en Jefe, distinto sería si se aparecía Tommy con su culito dispuesto o el de Alejandrito, que, seguramente sería su sucesor, pero ya le había dicho que no estaría en la tarde y no había excusas para llamarlos.
Tenía el cuero acostumbrado al sol caribeño y, tanto como para mantener el color, me puse a tomar un poco de sol tirado en una reposera. Nunca supe por qué era, en mi país el sol me resultaba inaguantable, me hacía transpirar como un beduino y parecía picar en la piel, lógicamente, no aguanté tanto y me fui a calentar la comida de la noche para poder almorzar. Terminé lo que había y pensé que tenía que salir a comprar para surtirme de algunas cosas que necesitaba. Decidido a esto me puse una remera, zapatillas y una bermuda, para ir al Súper no hacía falta emperifollarse tanto, me subí al auto y cuando estaba saliendo volvió a vibrar mi celular, era nuevamente Julia y ya me estaba jodiendo su insistencia, conté hasta diez y atendí.
- Hola José Luis, disculpá que te moleste en el trabajo, es que surgió un problema, me pidieron ayuda y no sé a quién recurrir.
- No hay problemas, estoy llegando a casa, voy a trabajar desde allí, ¿qué problema tenés ahora?, -le pregunté usando un tono algo sarcástico-.
- En realidad, el problema no es mío, ¿te acordás de mi vecina, esa del marido internado?, -la madre de Alejandro pensé-.
- Sí, no la conozco, es todo de acuerdo a lo que me contaste.
- Bueno, resulta que ahora, con el marido internado no le ingresa dinero en la casa y está desesperada buscando un trabajo, ¿vos no podrías conseguirle un trabajo en la tienda de tu conocido?
- No sé, tendría que conocerla, además, no me van a alcanzar tus “agujeritos” para pagarme los favores.
- No seas malo, yo quería ir hoy a tu casa y si querías me quedaba a dormir para que me rompas toda, pero vos no podías.
- Es que además del trabajo que surgió, estoy “fusilado” cansado de los días de no hacer nada y agotado del viaje en avión, no creo poder estar a la altura. Decime, ¿está buena tu vecina?
- Sí, está buena, es chiquita y delgadita, rubia de cabello largo, tiene treinta y dos y parece de quince, pero tiene buenas tetitas y un culito parado y atractivo, ¿te querés pasar por la piedra a mi vecina?, a ella sí y a mí nada de nada.
- No te pongas en celosa pelotuda, sabés que eso me disgusta y me puedo enojar mucho con vos, además, tampoco estás en condiciones de pedirme explicaciones, te lo preguntaba por la presencia y modos para atender al público.
- Perdoname mi vida, disculpá que sea atrevida, no volverá a suceder. Sí, tiene muy buena presencia, es muy trabajadora y sabe obedecer porque dice que se quiere separar, pero el marido la tenía cagando, es de esas “si querido, lo que digas”.
- Eso no me importa, lo que me importa es que tenga empatía para tratar a los demás y buena presencia. Está bien, le puedo hablar a este Empresario conocido, pero quiero charlar con ella antes, necesito conocer a quien voy a recomendar.
- ¿Querés venirte para la casa ahora?
- No sé, quiero cambiarme y ponerme cómodo, a lo sumo ir de jeans y remera.
- Estarías hecho un príncipe, le digo que te espere en una hora, ¿podrá ser?
- Bueno, está bien, vos me vas a exprimir y encima te vas a Perú y me dejás sin tu culito.
- Ni me hables, no nos queda tiempo y voy a vivir caliente recordándote, te paso la dirección de mi vecina por mensaje.
Bajé del auto y fui a ponerme un jeans, yo mismo podría darle el trabajo, pero, por una cuestión de respeto, no quería pasar por encima de Jacinto. Me sentí obligado a tratar de solucionar ese problema, el marido era una mierda que se merecía la golpiza y algo más, pero la mujer y el hijo no tenía por qué pasar necesidad por mi accionar. Me dio sed y quise tomar una gaseosa, no había más y allí volví a recordar que faltaban cosas en la casa y, casi, casi que podría “matar dos pájaros de un tiro”.
La mujer se llamaba Graciela y, cuando estacioné y bajé del auto, estaba en la puerta de la casa esperándome con Alejandro. Los ojos se le iluminaron al nene cuando vio quien era el que venía, “hola tío José Luis”, soltó de sopetón sorprendiendo a la madre, le respondí, “hola Ale”, le revolví el cabello y le expliqué a la madre que yo los había cuidado el día de la operación del padre y que me llamaba tío a instancias de Tommy.
De forma muy deferente nos presentamos y me invitó a pasar para conversar sobre el tema del empleo. Tenía razón Julia, era chiquita, delgada, rubia y parecía una adolescente, pero una adolescente sexi, sus tetitas, bien formadas y paradas, sin dudas que quedarían muy tapadas por las palmas de mis manos y al girarse dejó entrever que, en lo delgado y en el culito atractivo, parado y duro, Alejandro salía a la madre, sin embargo, lo que me hizo tilín fue el modo en que bajó los ojos al estirarme la mano, no estaba muy ducho en el tema, más allí sobraba sumisión y no me pareció mala idea tenerla cerca y aprovecharme de eso.
Lo mandó al nene a la habitación y me contó sobre sus vicisitudes, padres absorbentes, marido absorbente y total dependencia a ellos. Primero habían fallecido sus padres y ahora el marido estaba en esa situación que le llevaría unos seis meses de internación, sin Obra Social y los medicamentos que no le podían faltar, el panorama era muy oscuro, fluctuaba entre la espada y la pared, sin dinero y sin saber decidir sobre qué era lo que debía hacer.
- Por lo usted me dice, no sabe hacer nada, no tiene experiencia, salvo la de ama de casa y así es muy difícil ubicarla en algún lado, me da a entender que sólo serviría para limpiar pisos.
- O baños señor, lo que sea, estoy dispuesta a lo que sea, los medicamentos son carísimos y mi hijo y yo debemos sobrevivir este mal trago.
- Sí, pero usted dice “haría lo que sea” y no va a faltar quien le ofrezca dinero por sexo con hombres o mujeres y disculpe que le hable así, es la realidad con la que se puede encontrar. Puede que sea dinero fácil a corto plazo, aunque no me asegura eficiencia en el posible trabajo que yo le pueda ofrecer.
- No, no, está bien, son cosas que también pensé, pero, estoy desesperada, tampoco sé cómo es eso de salir a ofrecerme, así porque sí.
- De todos modos, no puedo buscarle un trabajo como dependiente para la atención al público, los ingresos no le alcanzarían para nada, decididamente eso no será factible, sin embargo, hay otra opción que no sé si usted estará de condiciones de llevar a cabo.
- Lo que sea señor, dígame, aceptaré lo que sea.
- Veo que tiene su casa muy bien ordenada y aseada, pues eso es lo que voy a ofrecerle, pero las condiciones son estrictas y sin discusiones, sería un “tómalo o déjalo” y hay una sola oportunidad u ofrecimiento.
- Usted dirá.
- Trabajo con cama adentro a comenzar “ayer”, el ingreso será de un sueldo básico con aportes y Obra Social, esto en blanco y otros dos sueldos básicos, completos sin descuentos en “negro”. Además de comida a discreción, vestimenta y habitación individual para cada uno. Contrato por un año y si la casa es suya puede alquilarla por el mismo tiempo, ese ingreso será intocable, 60% del gasto de los medicamentos y solamente un franco por semana. Llegado el caso, transporte escolar para su hijo.
- ¿Qué pide a cambio?
- Disposición total y aceptación en todo lo que yo decida y cuando digo todo, es TODO, a buen entendedor… Cero preguntas, nada de comentarios y lealtad absoluta, ni amigos ni familia de por medio, no soy un esclavista y no me gustan los castigos físicos, pero si algo no se cumple se rompe el trato y no me importará si queda en la calle.
- ¿Cómo si fuera una esposa entregada y dedicada?
- Como si fuera una mujer dedicada a satisfacer a un hombre en sus mínimos caprichos sin anteponer ninguna duda y sin opiniones que yo no pida. Dicho así parece frio y calculador, pero “no es tan malo el león como lo pintan”. No admito rebeldías ni caras raras de nadie, si para mi es blanco, es blanco, soy muy taxativo.
- ¿Cuándo tendría que contestarle?
- Ya se lo dije, para “ayer”, si está de acuerdo hace un bolso o dos y nos vamos, luego nos ocuparemos de su casa y el posible alquiler. -Ya lo tenía decidido, pero había una duda que la rondaba-.
- Tengo una deuda que debo levantar en la farmacia del hospital, es de medicamentos que tuvieron que mandar a comprar y me exigen el reintegro, -expresó y me extendió un papel-.
- Si está de acuerdo vaya a preparar los bolsos y yo me encargo de saldar esta deuda, si no está de acuerdo me lo dice ya y me voy por dónde vine, yo cumplí con el pedido de Julia.
- Estoy de acuerdo, deme un rato para preparar un bolso, no tengo mucho que llevar y Alejandro
- Bien, la espero, mientras tanto arreglaré esto y después tenemos que pasar por un Súper.
Ella se fue a las dependencias interiores y yo llamé al hospital, pagué con la tarjeta un importe que para mí era irrisorio y me confirmaron el pago vía celular. Al principio sentí una especie de obligación, después de todo, la mujer y el hijo estaban pasando todas esas vicisitudes debido a una decisión mía y no me servía pensar en que su vida anterior era mejor, seguramente estaba llena de sinsabores y yo le otorgaría la posibilidad de estar mejor, pero…
Iba dispuesto a una ayuda normal y lógica, más, al notar su sumisión y sus necesidades imperiosas no tuve ningún prurito para ofrecerle lo que le ofrecí, además, no está de más decirlo, me hacía falta una mujer en la casa para que se ocupara de todo lo concerniente a la alimentación y al mantenimiento, sin contar que la rubiecita era una preciosura y ya estaba consustanciada con el hecho de ser “usada” por el que “mandaba”.
Por otro lado, estaba también el culito de Alejandro y ya buscaría los momentos y los lugares para que me diera satisfacciones que yo ya no tendría por la ida obligada de mis otros “sobrinos” a Perú. Ya vería como me arreglaba, lo que si era seguro es que culitos para romper no me faltarían.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Excelente relato y trama, felicidades! Esperando el próximo…