CASI SOBRINOS. (9).
Lo de Graciela me saca de contexto y luego aparecen varios problemas que hay que solucionar, además, un “amiguito” nuevo..
RENUNCIA – ELIZABETH Y FELIPE. (9).
Su lengua recorría todo el glande haciendo hincapié en la zona del frenillo y por momentos variaba para subir desde mis testículos por el bulto de la vena uretral y desembocaba nuevamente en el glande para introducirlo en su boca. Sus dedos apenas podían abarcar el grosor, no llegaban a unirse cuando los cerraba sobre el tronco y se notaba que disfrutaba lo que hacía, pero a mí no me era suficiente. Cuando tenía un cuarto de verga en su boca y trataba de introducirla más le puse la mano sobre la cabeza, entendió la señal y se esmeró en aguantar las arcadas y la profusión de saliva. “Me cuesta mucho”, -dijo al sacarla de la boca y mirarme con los ojos llorosos-. “Toda, tragala toda”, -le ordené y volvió a su tarea-. Se notó que sola no podría, la rechazaba casi por instinto y la cantidad de saliva asomaba por las comisuras de su boca, entonces presioné.
Empujé con mis caderas y mi mano apoyada en su cabeza hizo presión, un segundo después, entre sonidos de arcadas y toses, su nariz tocó mi pelvis y aflojé. Tenía toda mi entrepierna empapada con su saliva y sus babas, pero no me importó, le hice lo mismo como diez veces, apoyaba su nariz y la soltaba para que tomara aire como desesperada, hasta que noté que ya no era necesario, era ella sola la que hacía el movimiento y me sentí bien. Sabiendo que podía la tragaba toda y la sacaba aspirando como para lograr que la verga se estirara. Ya era una mamada en toda regla y tal como a mí me gustaba, pero, sabiendo que me quedaba resto sólo para un buen polvo no quería dejarlo en su boca e hice que se incorporara.
- Estuviste fantástica, tu mamada fue gloriosa.
- Al fin pude con toda, creía que no podría, dame tu leche, no desperdiciaré nada, -dijo con el rostro encendido y con cierto orgullo por haberlo logrado y que yo me sintiera bien-.
- Me dijo tu culito que quiere sentirse inundado, pero antes sentate sobre mi verga porque quiero besarte y acariciarte las tetas.
- ¿De verdad?, -me preguntó abriendo sus ojos un tanto sorprendida-.
No le dije más nada, era muy claro que estaba acostumbrada a ser cogida sin que al marido se le escapara ninguna caricia, pero yo no quería solamente a una hembra y sus agujeros, quería lograr que se despertara una mujer que, al margen de su sumisión, su entrega se convirtiera en apasionada y deseosa de recibir. Noté enseguida que no sabía mucho de labios y lenguas, pero rápidamente se acopló y comenzó a gemir cuando mi lengua penetraba su boca. Luego fueron sus pómulos, su barbilla, sus orejas, su cuello y agaché un poco la cabeza para mamar sus pezones chiquitos y duros como garbanzos, algo que ya había notado cuando la acariciaba mientras besaba su cara. Graciela gemía y boqueaba como si le faltara el aire, era evidente que estaba recibiendo estímulos que desconocía.
Respirando agitada me pidió: “Por favor, dejame metérmela” y me percaté que la verga se encontraba empapada con sus flujos porque parecía protegida por sus labios vaginales y no me negué. Me tiré hacia el respaldo apoyando la espalda para darle lugar y la dejé que ella sola maniobrara con el falo erecto. Después de ubicar el glande en la apertura fueron dos sentadas y me di cuenta que su estrechez era vencida por ella misma, me costó, hasta a mí me dolió, estaba seguro que, si no hubiera sido por la lubricación, no habría podido entrar. Chocar en su interior coincidió justo con sus nalgas pegadas a mi pelvis, hasta podría jurar que fui un poco más allá, entonces me fijé en su cara.
- Tranquila mi cielo, te vas a lastimar, -le dije mirando las lágrimas que corrían por sus mejillas-.
- No, no, está bien, lo mío va más allá del dolor, yo me entiendo, ¿puedo acabar?
- Claro que puedes, jamás vuelvas a retener un orgasmo a menos que yo te lo pida, me encantaría ver tus orgasmos plenos.
- Sí, lo que pasa es que… ¡Agggg, no puede ser, tomá, José Luis, tomááááá!, -dijo moviéndose como electrizada, temblando y teniendo contracciones que trasladaba al tronco de mi verga que se sentía apretada como con una morsa-.
Se aguantaba para no gritar y su abrazo conllevaba algo de desesperación, yo me sentí muy bien viéndola tener ese orgasmo y se me antojó que fue una especie de descarga largamente añorada. Parecía no terminar nunca, en el interín, con un brazo la mantenía sentada sobre mí y la otra mano apretaba fuerte el costado de la reposera para evitar que me llevara con ella en una de sus contracciones.
- Perdoname José Luis, no pudiste terminar, trataré de que no vuelva a pasar.
- ¿Qué decís mujer?, te dije que tu culito me había pedido la leche en su interior, para eso nos vamos a ir a la cama y en mi habitación no quiero que te aguantes porque nadie escucha.
- ¿Me vas a dejar gritar?
- Lo que quieras y te aseguro que no vas a poder contenerte, jajaja.
Fue ella la que buscó mis labios para besarme buscando mi lengua, luego caminamos al cuarto y para eso, prácticamente, se metió debajo de mi brazo como buscando o sintiéndose protegida. Su cara se apoyaba por debajo de mis tetillas, una de mis manos se aferraba a su teta endurecida y mis dedos jugaban con su pezón erecto.
- No soy virgen analmente, pero tu hombría va a resultar enorme para mi culito, igual, no me tengas contemplaciones, yo me siento tuya y podés hacer lo que quieras conmigo, -me dijo torciendo la cara al mirarme con evidente devoción-.
- Recién llorabas y me dijiste que vos te entendías, pues sucede que, si yo pregunto es porque no sé y si no me contestás sigo sin saber, ¿entendés que eso no me agrada?, -le dije apretando un pezón para hacer que le doliera-.
- ¡Ayyyy, sí, sí, tenés razón, disculpame!, no volverá a suceder, ayyyyy, sucede que nunca se preocuparon por lo que yo sentía, sólo me cogían y con vos fue distinto, me acariciaste, me besaste y el dolor pasó a ser placer.
No le dije más, ella se encontraba y experimentaba cosas nuevas, pero el culito se lo iba a romper, no habría marcha atrás con ello. Al entrar en la habitación se subió a la cama mientras yo trababa la puerta, al girar me la encontré con su culito apuntándome porque se había puesto en cuatro y torcía la cara para mirarme, se me antojó que Alejandro tenía a quien salir, era como si el culito del hijo fuera calcado al de la madre, aunque el de ésta era más armado y relleno y mi verga reaccionó aún más.
“¿Me estás poniendo crema?”, -preguntó cuándo, arrodillado detrás de sus ancas, mis dedos incursionaron lubricando su interior-. No esperó por mi respuesta sus caderas se movieron ayudando o gozando de los dedos que la penetraban, luego me puse yo y mi glande se apoyó en el hueco fruncido que parecía palpitar. La cabeza de mi verga parecía enorme ante el hueco que se le oponía, pero yo sabía que entraría sin problemas, del mismo modo en que otros culitos se habían abierto ante su paso y no esperé.
Había hecho hincapié en que no se privara de gritar o de gozar según sintiera y comencé a meterme en su interior. Se relajó para recibirme, pero, acostumbrada a la pijita del marido, no pudo tolerar la intrusión y gritó como desaforada ante el avance de mi verga en su conducto estrecho. No amagó salirse ni pidió algún tipo de clemencia, gritó como marrana, aunque aguantó los dos empujones que me llevaron a colocar mi pelvis en sus nalgas y allí me quedé por unos segundos sintiendo sus contracciones por el dolor experimentado.
Escuchar esos gritos ante la cogida y sentir que ingresaba en un conducto estrecho que apretaba todo mi tronco cubría gran parte de mi sadismo y, al notar que se mecía lentamente deseosa de sentirme más, me comencé a mover. Las salidas y entradas profundas se incrementaron, mis manos aferraban sus caderas para evitar que se saliera, aunque lo hacía sólo por sus movimientos casi espasmódicos, ella no quería salirse y gozaba en silencio tratando de acoplarse al ritmo de mi cogida, dura y pareja.
“Te gusta putita”, -le pregunté empujando en su interior, pero mi pregunta no sonaba despectiva-… “Sí, sí, sí, me encanta este dolor y ser tu puta, marcame, tirame del cabello, cogeme como una perra, jamás diré nada en contrario”, -afirmó con la voz temblorosa que trataba de mostrarse firme-. Poco faltó para que saliera humo de sus oquedades porque me esmeré en entrar y salir de un lugar para pasar al otro sin disminuir el ritmo y Graciela no pudo evitar gritar como desaforada dejando el dolor a un lado y experimentando un placer nuevo y, si se quiere, más completo.
Ni idea de cuantos fueron sus orgasmos, pero cada uno de ellos parecía ser una experiencia nueva, además, como yo estaba “pasado de rosca” podía aguantar sin problemas hasta que la noté laxa y como desvanecida por el esfuerzo y la entrega, entonces dejé toda mi simiente dentro de sus tripas y quedé satisfecho. La dejé caer de bruces sobre las sábanas observando que sus orificios estaban abiertos como si fueran unas “O” grandes que me miraban y, recostándome a su lado, esperé a que el sueño me venciera.
En la mañana me despertaron unas caricias en la cara y me encontré con Graciela ya vestida de jeans y remera, “buenos días mi dueño, ya lo desperté a Alejandro y estábamos por irnos a la Colonia, ¿querés que te traiga el desayuno a la cama?”, preguntó solícita-. La saludé y le dije que no, que primero me bañaría y luego desayunaría.
- ¿Qué es lo que programaste para hoy?
- Voy a llevar al nene a la Colonia y lo dejaré allí, luego iré al Hospital y después pasaré a recoger algunas cosas en la casa y finalmente, iré a la Inmobiliaria para poner la casa en alquiler.
- Bueno, si te vas a mover con un Uber, tratá de que sea siempre el mismo.
- Eso te quería preguntar, hay una mamá de un compañerito de Alejandro que trabaja de remisera, pero sin agencia, si la necesitás, la llamás y hace el viaje, es separada y con eso se mantienen los dos. ¿Podría llamarla?
- ¿La conocés bien?
- Sólo de las reuniones de padres de la escuela, mi marido no quería que tuviera amigas, en esas reuniones fue que me pasó el dato con una tarjeta.
- Está bien, llamala y arregla con ella para que venga a buscar a Alejandro cuando corresponda, que vaya a la Colonia y que lo traiga cuando termine el día, no te fijes en el gasto y para que sepas, yo no tengo problemas en que tengas amigas, además, siempre está la posibilidad de hacerlas íntimas, jajaja.
- Sos terrible, pero lo que decidas está bien para mí.
- ¿Cómo te sentís?, anoche no aguantaste…
- Me duelen hasta las uñas, pero lo de anoche fue como un renacer, por primera vez me sentí verdaderamente como la puta, la hembra, la perra y la mujer de un verdadero hombre, todo lo que sentí me superó.
- Bueno, visto que no hay “mañanero”, me voy a duchar, jajaja, no, no, esperá, no te saques la ropa, ya me voy a desquitar cuando vuelvas, jajaja, andá, andá.
Me estaba cambiando cuando me avisaron que se iban porque había venido el auto a buscarlos y los saludé con un “hasta luego”, luego me fui a la cocina a prepararme unos regios mates y me encontré con unos bollitos rellenos de dulce de leche junto al termo con el agua caliente y las cosas del mate preparadas. Graciela se había ocupado de eso y me gustó que tuviera ese tipo de atenciones. Me tomé mi tiempo para disfrutar de estas cosas “nuevas” y me llevé todo a una mesa bajo la sombra de unos árboles cercanos a la zona de la piscina. Pensaba pasarme todo el día “rascándome los huevos” y aprovecharía para reafirmar el tostado de mi piel con algunos momentos de piscina y paseos por el parque.
Lo de la noche con Graciela había sido fantástico, hacía tiempo que no me sentía tan bien con una mujer, me había encantado su entrega y el esmero que había puesto yo en hacerla sentir bien. Después de mucho tiempo me volvía a interesar por una mujer que cubría y cubriría muchas de mis expectativas, pero, tendría que llevarlo con pies de plomo porque no quería ilusionarme demasiado. El celular vibrando me sacó de esas elucubraciones en que entremezclaban también el culito de Alejandro y atendí rápido viendo que era Gabriela.
- Buenos días pimpollo, ¿cómo anda la MILF más linda?
- Jajaja, buen día loco, no soy MILF porque no tengo hijos, pero sé que estoy muy cogible, aunque sólo por vos, jajaja, te cuento que en la empresa se pudrió todo.
- ¿Qué pasó?, contame, hoy estoy todo oídos para el chusmerío, jajaja.
- El Director de RR.HH. se puso como loco cuando no te presentaste y me comentó que estaba buscando el modo de joderte, creo que estaba de acuerdo con el Contador en Jefe, pero se les pinchó el globo cuando me lo comentó a mí porque le dije que me había enterado de tal y cual cosa y que era difícil que regresaras a la empresa porque te habían jugado sucio.
- Me imagino, “dónde conseguiré yo un empleo mejor pagado”, ¿no?…
- Sí, casi se cae de culo, incluso llamó al Estudio Jurídico y habló con el dueño del Estudio, éste no le dio muchos datos, pero le corroboró lo de las grandes tiendas, es más, le dijo que esperaran algún tipo de reclamo judicial millonario por el destrato.
- Jajaja, habrá sido por iniciativa de él, yo no hablé nada sobre eso.
- No importa, como haya sido provocó un revuelo tremendo, ahora mismo está reunida la directiva para decidir qué hacer, me parece que va a haber remociones y puede que alguno te vaya a “pedir la escupidera”.
- Seguro que no me van a encontrar, pero apenas corte la comunicación con vos voy a mandar el telegrama de renuncia por medio del Estudio y que se pudra todo.
- Jajaja, que malo que sos, ¿cuándo podré verte?
- Dejame que solucione algunos de estos problemas y te venís por casa o te llevo a cenar, luego vemos el “postre”.
- Me encanta el programa, quedo a la espera, besos, muchos.
Tal como se lo dije, ni bien corté la comunicación con ella, llamé al Estudio Jurídico y hablé directamente con el dueño, “¿cómo andás José Luis?, recién regreso de las vacaciones y ya trataron de “apretarme” con lo tuyo, ¿qué querés hacer con esto?”, -me preguntó con un tinte de gracia en la voz-. Le mandé por mail el telegrama que me habían enviado y le pedí que confeccionara un telegrama de renuncia dejando claro que quedaba abierta la posibilidad de iniciar acciones legales.
Me quedé tranquilo con eso, pero cruzaba los dedos esperando que no apareciera nadie de la empresa, al Director de RR.HH. no lo despedirían, eran muchos años trabajando en la empresa y le faltaba poco para jubilarse, el que más jodido la tenía era el Contador en Jefe, había gastado dinero de la empresa para arreglar el problema de su segundo y luego pedido el pase de Javier especulando en que yo me haría cargo de su trabajo y ahora quedaba en bolas y lleno de cuernos.
Recordando a la mujer del Contador me vino a la cabeza Julia y enseguida el culito gordito e insaciable de Tommy, ¿habría encontrado quien le removiera las tripas en Perú?, no daba ni para pensarlo, pero de algo me habían servido ese putito, el culito de Alejandro estaba a mi disposición y lo usaría a destajo, sin olvidar el de la madre, por supuesto.
Me había calentado pensando en todo esto y mi verga parecía querer escapar de mi short, estuve tentado de llamarla a Graciela para que regresara pronto a casa, no hice nada, me relajé en la reposera y me dormí por un largo rato. Me desperté como a las dos de la tarde porque el sol había girado y me daba de pleno en la cara, tenía un hambre infernal y me fui a ver que había de comer. Graciela era previsora y había dejado comida preparada, sólo tuve que calentarla en el microondas y me puse a comer. Gabriela tuvo razón, mientras comía escuché el timbre desde el portón de entrada y recordando que tenía el auto guardado en el garaje y nadie sabía si estaba o no, me fijé por la mirilla y lo vi al Contador en Jefe que estaba parado frente a la casa tratando de ubicarme.
Se podría cagar tocando el timbre, yo no tenía ganas de hablar con él y a la empresa no pensaba regresar. Seguramente todavía no había recibido el telegrama con mi renuncia indeclinable, ni problemas que me hice, salí por la parte interior y me fui a nadar un rato, finalmente se fue, pero ni supe cuánto tiempo estuvo esperando. El celular vibrando me avisó de una llamada de Graciela y me extrañó que lo hiciera…
- ¿Qué pasa cielo?, ¿algún problema?
- Estoy en el hospital, me dicen que le darán de alta en diez días, está consciente y pasé un momento feo con él cuando me quiso ordenar varias cosas, le dije que quiero divorciarme porque no aguanto estar cerca de él.
- Está bien, ¿no le dijiste a Julia que podría haber otra mujer?, es cuestión de encontrar pruebas y mi Abogado pueda hacerte las cosas más fáciles.
- Es más complicado que eso, tendríamos que hablarlo tranquilo, creo que hay cosas que no sabés que pasaban en mi casa y que estaba obligada a callar.
- No debe ser tan dramático, cuando regreses lo hablamos, no digas nada por teléfono, ahora hace lo que te reste y después vení tranquila, algo vamos a hacer para joderlo bien jodido.
Corté la comunicación pensando que Graciela sabía que el padre se cogía a Alejandro y, siendo así, eso me venía de maravillas porque, si jugaba bien mis cartas, no tendría que andar ocultándome cuando tuviera ganas de “embocarlo” al putito. Por lo pronto, no pensaba esperarla y me fui para mi empresa a verlo a Jacinto, tenía ganas de comenzar a empaparme del movimiento de las grandes tiendas y en algún momento debía comenzar.
Entré por la puerta que daba al estacionamiento y crucé el gran salón notando que, además de la cantidad de gente que había adquiriendo ropa, mercería y otros productos, las chicas que atendían y las cajeras parecían haber sido seleccionadas, sin duda que eran bonitas y agradables al trato y a la vista, nunca me había fijado en eso y no me desagradó, estaba claro que a nadie le gusta ser atendido por una chica fea o nada simpática.
Al fondo del salón de casi ochenta metros estaban las oficinas administrativas y RR.HH. y tras recorrer un pasillo me encontraba con las oficinas de Jacinto, quien para la gran mayoría de las personas era el dueño del establecimiento. Ingresé a las oficinas de la Secretaria y me extrañó que no se encontrara Esmeralda allí, en cambio, sí se encontraban ocupados los otros dos escritorios, uno con una chica morocha de estatura media y la otra era una rubia alta de cabellera abundante y ojos claros.
Era indudable que derrochaba tetas que, sin dudas, hacía notar por su camisa sutilmente desabrochada en sus dos primeros botones. Las dos tendrían, como máximo, treinta años, a la morocha la había visto, era la ayudante de siempre de Esmeralda, pero a la rubia no, independientemente de esto, las saludé y le pregunté a la rubia que era la que ocupaba el escritorio más cercano a la puerta de la oficina de Jacinto:
- ¿No está Esmeralda o está adentro?, a la vez hice el amago de ingresar a la oficina.
- ¿Adónde cree que va?, ¿acaso es personal de la empresa?, no puede ingresar allí, -preguntó y afirmó de muy mal talante-.
- No hay problemas, sólo quería saber si está Jacinto, -le dije volviendo a cerrar la puerta que había comenzado a abrir-.
- Está bien, el señor es conocido del señor Jacinto y de Esmeralda, ellos no están, salieron a hacer una diligencia, -dijo la morocha dirigiéndose primero a la rubia y luego a mí-.
- Yo no te pregunté nada y soy la que está a cargo, además no tenés porque dar información, -le contestó altanera la rubia y a mí ya me estaba jodiendo esa actitud-.
- Perdón, pero es que el señor es muy importante…, -deslizó mirándome, sonriendo y dándome a entender que sabía quién era yo y le hacía “una cama” a la idiota “subida al caballo”.
- Así fuera el Papa, yo no pienso darle información, señor, ya lo sabe, regrese más tarde o, si es tan amigo, llámelo por el celular, -siguió insistiendo en “sus trece”–.
- Está bien, creo que es lo que haré, pero, aunque no soy el Papa, usted ni siquiera preguntó quién soy, ¿tiene necesidad de ser tan desagradable?, es una chica muy bonita, pero esa forma de ser la hace ver muy fea, -le expresé en un tono un tanto jocoso-.
- Lo único que falta es que tenga que aguantar que se venga a hacer el galán, retírese o lo hago sacar por la Seguridad.
- Bueno, no se enoje, se le van a formar arrugas en los ojos tan bonitos que tiene.
- Esto es increíble, ya estoy llamando a Seguridad.
- Ya que está llame al Jefe de Seguridad, a la Jefa de Salón y al Jefe de RR.HH. ellos le van a decir que tan “amigo” soy del señor Jacinto, -acoté poniéndome cara a cara con ella y apoyando ambas manos en el escritorio-.
- Señor, señor, hay un malentendido, ella es nueva, es la sobrina del Jefe de RR.HH. y el Señor Jacinto le dio el puesto porque está recibida de Secretaria Ejecutiva, no es mala persona, pero le falta experiencia, -abogó la morocha quien se dio cuenta que la cosa pasaba a otro plano-.
- No te metas, para eso está Seguridad…
- ¡Cerrá la boca estúpida!, el señor José Luis es el verdadero dueño de la tienda, bajate del caballo porque le va a costar el puesto hasta a tu tío, ya te dio bastantes oportunidades, -le gritó de forma destemplada-.
La cara de altanera y arrogante cambió de inmediato a una cara de sorpresa, se quedó mirándome con la boca y los ojos bien abiertos y hubiese jurado que su piel, de por si blanca, se le puso transparente, “disculpe, yo no sabía…”, -alcanzó a decir y ya ni la miré, le dije a la morocha que llamara urgente al Jefe de RR.HH. y me metí en la oficina de Jacinto golpeando la puerta al cerrarla detrás de mí-. El hombre llegó agitado y previendo lo peor porque ya había sido informado por la morocha de lo que había ocurrido, escuché algo de lo que le dijo a la sobrina: “Sos idiota y soberbia, ni me hables”, luego golpeó la puerta de la oficina y le dije que pasara.
- ¿Cómo está José Luis?, lamento mucho lo que ha pasado, le aseguro que no volverá a repetirse algo similar.
- Mire Alfredo, usted fue uno de los primeros que comenzó esto con mi padre y Jacinto, es quien mejor debería saber que el Nepotismo no asegura capacidad. Voy a comenzar a tomar un doble comando con Jacinto pues pienso quedarme a cargo de toda la empresa y, como comprenderá, después de lo de hace un rato no quiero ver a su sobrina ni en figuritas.
- Le pido por favor que lo reconsidere, ella es separada y vive con mi hermana, las cosas no le han ido bien y como tiene el Título yo hablé con Jacinto para darle un puesto, conmigo no quería que estuviera por eso de que es mi sobrina y él aceptó tenerla acá.
- Yo soy peor que mi padre para tomar decisiones, pero, suponiendo que accediera a lo que usted me pide, ¿acaso cree que Jacinto perdonará el destrato que tuvo conmigo?, ¿no sé da cuenta que usted mismo está en la cuerda floja por la soberbia de una estúpida?
- Sí y no se imagina la bronca que tengo, me echa a perder toda una vida de trabajo y mi hermana deberá seguir con sus necesidades.
- No me venga a llorar por los dramas de los demás, póngala a trabajar a su lado y que aprenda a ser una buena secretaria, me parece que tiene un carácter demasiado agrio, aparenta ser una “mal-cogida” y, no lo tome a mal, pero está para atarla en una cama y enseñarle cuantos pares son tres botas, además, que le quede claro, un renuncio más y se van los dos a la calle.
- Le agradezco mucho José Luis, la voy a tener a mi lado enseñándole como corresponde y ella va a tener que entender cómo se debe tratar a un Jefe, pues, a veces, con las sonrisitas no alcanza.
Me pareció como que, de alguna manera, me estaba “entregando” a la sobrina con tal de no perder el trabajo, pero no me quise poner a pensar mucho en eso. Se fue llevándose a la rubia y yo le pedí un cortado a la morocha de nombre Gloria.
- Jacinto y Esmeralda están con los trámites del Registro Civil, no creo que regresen hoy, parece que pronto tendremos confites, -me dijo Gloria al traerme el café-.
- Sí, me imaginé, ya sabía que ellos estaban en ese metiers, ¿cómo fue que Jacinto permitió que esta chica hiciera este trabajo?
- Los dos tenían la mente en otra cosa, además Anabela se mostró muy sumisa con ellos, no sé qué le pasó hoy, ¿puede ser que me haya dicho que conocía o era amiga de su “ex”?
- ¡Lo que me faltaba!, me debe haber reconocido y, si escuchó a mi ex esposa, no debe tener muy buenas mentas de mí. Esa puta debe haber hablado pestes para sacarse el sayo de encima y no me mires con esa cara, lo de “puta” no es peyorativo ni por bronca, es literal, junté una pila de pruebas por cuernos con distintos tipos, por eso me divorcié y por eso quedó con una mano atrás y otra adelante.
- ¡Qué estúpida!, me contó Esmeralda que usted estaba enamoradísimo y no le hacía faltar nada.
- Es verdad y ya ves, a veces, no alcanza. Yo me voy a ir y volveré mañana, vos quedás a cargo, contale a Jacinto lo que pasó y que me llame porque comenzaré a venir unas horas por día y necesitaré un lugar.
Me fui para casa esperando que Graciela hubiese regresado, extrañamente el incidente me había provocado una regia calentura y no me vendría mal disponer del culito de mi Ama de Llaves. No había regresado y me dio tiempo a calmarme con respecto a ella, sin embargo, me comencé a dar “máquina” por lo que podría saber la tal Anabela acorde a lo que le había contado mi “ex”, ya casi me había olvidado de ella y volvía a aparecer en parte de mi vida como si fuera un karma.
Independientemente de esto, que el tío me diera a entender que me la “serviría en bandeja”, que estuviera muy bien y que conociera a mi “ex” me podría servir para que le pasara datos y la hiciera estallar con la hiel rebalsada a la muy puta. Estaba seguro que no la querría ver ni en fotos, ni sabía dónde vivía ni con quien estaba viviendo o si lo hacía sola, pero saber que me cogía a la amiga o comprender todo lo que yo tenía haría que la bronca la consumiera.
Era una pequeña venganza, tonta si se quiere, pero cuando nos separamos me había dicho que le daba lástima porque yo era un simple Ayudante de Contador con una linda casa y ella merecía más. Pues bien, decididamente, se enteraría por la amiga que no sólo era una buena casa y una buena cama, también había detrás un secreto millonario que ella nunca podría disfrutar.
Me reía solo pensando en cómo podía llevar a cabo esa maldad y la bocina de un auto me sacó del entramado mental, era Graciela y la que conducía un auto de calidad media resultó ser una mujer alta -según lo que se observaba desde el parabrisas por la altura de las cabezas-, de unos treinta y pico de años, con el cabello largo enrulado y castaño. Le abrí el portón con el control y le hice señas para que pasaran.
- Hola José Luis, ella es Elizabeth y quise que hablaras con ella por el tema del servicio de remis y el pago, -me dijo Graciela bajando primero del auto-.
- Encantado Elizabeth, llamame José Luis a secas y contame cómo será el servicio mientras Graciela nos prepara un café, -le dije mirando a la vez que del auto también bajaba Alejandro con otro nene de una edad similar, aunque de cabello oscuro, pero más rellenito y extrovertido-.
- Hola tío, me fue bárbaro en la Colonia y él es mi amigo Felipe, es mi compañero en la escuela y quiere ir también a la Colonia conmigo, -me dijo Ale dándome un beso en la mejilla-.
- Hola señor, ¿usted es el tío de Ale?, ¿yo también lo puedo llamar tío?
- Jajaja, sí, también podés llamarme tío, aunque no lo sea, bienvenido Felipe, está bien, ahora, vayan a jugar que tenemos que hablar con tu madre.
- Discúlpelo, es un confianzudo.
- Por mi está muy bien, me gusta que los chicos sean despiertos y a Ale le viene bien la compañía de un amiguito, por otro lado, me siento más cómodo si me tuteas y ahora contame como es el tema del servicio y traslado.
Lo expresé tratando de mirarla a la cara porque el físico era para babearse, le llevaba una cabeza a Graciela, de ojos pícaros, buen rostro, cintura fina y de caderas medianas con un hermoso par de tetas que la remera, lo que menos hacía era disimular, además tenía una ventaja enorme, te miraba directamente a los ojos, aunque ya me había ojeado a gusto desde adentro del auto y lo que vio no le había desagradado. Me explicó sobre los tres días, los horarios, el traslado de ida y vuelta, el precio me pareció lógico y mientras tomábamos el café cortado que nos había servido Graciela, le pagué el día, le di un adelanto y quedamos en que cada vez que Graciela la necesitara cobraría aparte esos servicios.
- No sabés que bien que me viene este adelanto, desde que falleció mi marido me tuve que arreglar con esto de los viajes, pero ahora anda medio flojo, lo de Graciela y Ale me cayó del cielo.
- El barbudo apreta, pero no ahorca… ¿Hace mucho que falleció tu marido?
- Hace dos años y medio, menos mal que quedó la casa y el auto porque yo no sabía ni cómo moverme con la gente, era muy celoso y no me dejaba ir sola ni a hacer las compras.
- Uff, no sabés como te entiendo, -acotó Graciela-.
- Imagino que algo te habrás soltado ¿o no?, -le pregunté con doble intención-.
- Sí, para tratar de conseguir algo para no morirnos de hambre, soy como los japoneses de casa al trabajo y del trabajo a casa y a Felipe no lo puedo dejar mucho tiempo solo, es lo que hay y no sirve de mucho quejarse.
- ¿Es lo único que hacés o tenés algún otro trabajo?
- No, sólo hago viajes y, como el auto gasta muy poco, suelo hacer entregas de mensajerías.
- ¿Y trabajar en Agencias?
- No me conviene, son pocos viajes y la Agencia se queda con un 30%, además, piensan que como sos mujer, tenés que “estar a disposición” de cualquier estúpido.
- Mami, mami, allá en el fondo hay un montón de árboles y Ale me dijo que van a poner una casita para chicos y hay una pileta grande, ¿me dejás quedarme a jugar con él?, -dijo Felipe al regresar de correr agitado desde el fondo del parque-.
- ¿Es cierto eso?, -preguntó Graciela-.
- No, debe ser un invento de tu hijo, pero no es mala idea, creo que hay una empresa que las arma en el día, jajaja, siempre quise tener una casita así.
- ¡Hijo, portate bien!
- No lo retes, el pobre debe vivir encerrado, es más, si querés quedate vos también, mañana no hay Colonia y pueden pasar el día juntas para conocerse más, digo, ¿no sé si no tendrás otros compromisos?
- ¡Oh, por Dios!, me tomás de sorpresa, me encantaría, no tengo nada previsto y tampoco tengo ropa adecuada.
- Te acompaño hasta tu casa y la buscamos, digo, ¿puede ser José Luis?, -me preguntó Graciela–.
- Es que, ni siquiera tengo traje de baño, todo lo mío da lástima, -acotó bajando la vista mientras yo miraba la hora y tomaba el teléfono-.
- Gloria, soy José Luis, en un rato te mando a mi Ama de Llaves y a una amiga, van a preguntar por vos y que se lleven lo que quieran, bien, gracias, hasta mañana.
- ¿Hablaste a la tienda?, -interrogó Graciela-.
- Sí, vayan a la parte de Administración y pregunten por Gloria, llévense lo que necesiten, incluso para Felipe y rápido, antes de que me arrepienta, yo me quedo con los chicos.
Elizabeth no entendía nada, pero se fue para el auto y la llamé a Graciela para decirle que podían quedarse y, si ella estimaba que podía confiar en ella, que le contara cuál era su situación y agregué: “No creas que tu culito se va a salvar, esta noche te lo vuelvo a romper”. “En buena hora “patroncito”, te desea y ya te estaba extrañando, jajaja”, -contestó pizpireta-. Me vino bien, yo quería quedarme solo con los nenes, una mirada muy significativa de Alejandro me dio a entender que Felipe era uno de los compañeritos a los que le gustaría o buscaba de experimentar con una verga de adulto en su culito y tenía que buscar la manera de intentarlo.
- Ale, las mamis van a ir a mi tienda y tardarán un rato, vamos a tu habitación que quiero buscar algo en la computadora, -le dije a mi putito y, éste, ni lerdo ni perezoso, lo apuró al amiguito-.
- Dale, dale Felipe, no quedamos solos y le voy a decir que te muestre, -le dijo al amiguito con evidente intención de que yo escuchara-.
Me senté frente a la computadora de Ale y le pedí que se sentara en mis muslos, no tardó nada en hacerlo y dejó sus nalgas afuera de mi pierna pues sabía que yo me deleitaría tocándoselas, me pasó un brazo por el cuello y arrimó su boca para besarme cerca de la comisura de mis labios, Felipe sólo nos miraba interesado, pero indeciso.
- ¿Qué te pasa hoy, estás mimoso mi príncipe?
- Siempre estoy mimoso con vos, ¿no te animás a sentarlo a Felipe en la otra pierna y tocarle el culito?
- ¡Epa!, ¿en qué andarán ustedes dos?… Yo me animo, pero Felipe le puede contar a la madre y ella se va a enojar, ¿vos que decís Felipe?, ¿le vas a contar si te toco el culito?
- No tío, a mí me va a gustar que me toques el culito, pero vos me tenés que mostrar tu pito grande, yo me doy cuenta que está agrandado por el bulto que se te hace.
- Bueno, pero primero sentate y apoyá una mano en mi pito y después decime que pensás hacer cuando te lo muestre.
- Y, no sé, yo me animo a chupártelo como vi en un video de mi compu, pero lo que más quiero es que me lo metas en el culito, Ale me dijo que te podía convencer.
- Es que es muy grande para tu culito y te va a doler un poco.
- Ya sé que duele, ya me lo metió mi vecino que tiene trece años, pero yo quiero que me lo meta un señor grande, en el video que vi, un señor grande se lo metía todo a un nenito y le gustaba.
- ¡Ahh, ya te cogieron y no me dijiste nada!, -saltó Ale como reprochándole-.
- Fue una sola vez, pero yo pensé que te ibas a enojar porque vos no querés que nadie te coja.
- No porque el único que quiero que me coja es mi tío.
- Paren, paren un poco, lo que hacen o dejan de hacer no lo tiene que saber nadie, porque todos los chicos más grandes se los van a querer coger y si se enteran sus madres los van a castigar muy feo. Me tienen que prometer que nadie va a saber nada de nada de lo que hagamos.
- Yo te prometo que, aunque me duela no voy a decir nada de nada, de nada a nadie.
Mi verga estaba a punto de explotar, para colmo Felipe se movía sentado en mi muslo haciéndome sentir sus nalgas más rellenas que las de Ale y su mano se apoyaba en el bulto tratando de apretarme. Les pedí que se sacaran los shorcitos y lo mandé al rubiecito a buscar la crema que yo tenía en mi mesa de noche. Se fueron los dos para mi habitación y yo busque las fotos de las casitas pre armadas de troncos para ver si podía poner una entre los árboles del fondo del terreno.
Regresaron con el pote de crema, los dos estaban completamente desnudos y cuchicheaban entre ellos enarbolando sonrisas cómplices. Tomaron los lugares que antes tenían sobre mis muslos y afirmaron sus codos sobre el mueble de la compu para ver las fotos de las casitas, lógicamente, al hacer esto, sus nalgas quedaron expuesta a la excursión de mis dedos y no desaproveché la oportunidad.
Alejandro se mordió los labios cuando dos dedos encremados entraron en su culito, pero sólo respondió con movimientos que parecían buscar más que dedos. Con Felipe no fue tan sencillo, su agujerito estaba completamente cerrado y se quejó un poco cuando la yema de mi dedo medio ingresó en su recto, “tratá de relajarte, hay que agrandar un poco el agujerito para que mi verga no te duela tanto”, -le dije al oído y me contesto con un “bueno tío” dejando que lo metiera un poco más-.
- Tío, Alejandro me pidió que lo cogieras primero para que yo vea, dice que él se anima a aguantarte más, -el muy pillo quería ser cogido primero sabiendo que aguantaría sin problemas o con los mínimos-.
- Bueno, lo voy a coger primero, pero antes me la tienen que chupar sin hacerme daño con los dientes, ¿se van a animar?, -les pregunté a los dos-.
- Sí tío, yo lo quiero intentar, pero me tenés que enseñar bien, -acotó Alejandro poniendo cara de ingenuo-.
- Yo también lo quiero hacer como lo vi en el video, ¡agggg, me dolió un poquito!, pero seguí, seguí, me gusta tu dedo en mi culito, -expresó Felipe y su cara ya era de pleno goce-.
A esa altura, mi mano derecha se movía libremente con los dedos entrando en el culito de Ale y éste estaba gozando y torciendo la cara para que lo pudiera besar. Mi lengua se hizo un picnic con la boca del rubiecito y Felipe dijo que él también quería saber cómo eran los besos. No lo hice desear, sus labios eran más rellenos que los de Ale y daba un gusto extra recorrerlos con la lengua, incursionar con ella en su cavidad y escuchar sus gemidos por el placer que sentía.
Lo extrovertido se le notaba incluso en sus ganas de experimentar el placer y, entusiasmado con los besos, ni siquiera chistó cuando dos dedos entraron profundos en su culito más gordito. Hacía esfuerzos para no acabar en mi short, mi verga estaba a punto de explotar, pero sabía que tenía que pasar ese primer sofocón, después sería todo más sencillo para mí. “Chicos, ¿qué les parece si vamos a mi habitación?, después elegimos la casita, ahora quiero que me la chupen un rato”. A instancias de Alejandro salieron disparados hacia mi habitación y los seguí pensando en que tendría que actuar con cierta delicadeza cuando entrara en el culito de Felipe, no quería lastimarlo ni dejarle alguna huella que le impidiera moverse libremente, pero a Ale lo cogería sin contemplaciones.
El muy putito había pergeñado todo a mis espaldas y se hacía el virgen tímido manipulando a su amiguito, aunque eso no me molestaba en absoluto. Entre los dos me sacaron el short y Felipe ahogó un grito de sorpresa cuando me vio la verga erecta, con el glande palpitante y goteando.
- Es muy grande tu pito tío, no me va a entrar en el culito, -acotó temeroso-.
- Yo no tengo miedo, estoy seguro que cuando me coja a mí me va a entrar todo, ya vas a ver y después te toca a vos, -expresó Ale adoptando cierta seguridad-.
- Bueno chicos, ¿qué tal si dejan de hablar y se ponen a mamar?, -para qué, fue como si hubiese dado una orden de largada y el primero fue Felipe quien se prendió como desesperado-.
- No puedo tío, es muy grande, -dijo el apurado porque se atoró, le dieron arcadas y a poco estuvo de vomitar-.
- Dejame a mí, -acotó Ale y él sabía bien lo que hacía-.
A todo esto, lo de la mamada no me interesaba tanto, no quería perder mucho tiempo y le pedí a Felipe que practicara chupándole el pitito a Ale porque yo me ocuparía de dilatar su culito y la crema junto con los dedos se ocuparían de eso. El cuadro resultante era excitante, Ale gemía con mi verga en su boca y gozaba de la mamada de su amigo, éste, por su parte, gemía y se retorcía con mis dos dedos que se afanaban perforando su culito y yo me preparaba para penetrarlos a ambos.
GUILLEOS1 – Continuara. Se agradecen comentarios y valoraciones.
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