CHAPARRO CALIENTE INOLVIDABLE
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Creo yo que la más excitante cogida es aquella que se queda en la memoria por más tiempo que hace que uno se emocione nuevamente, que las hormonas del libido aumenten la temperatura del cuerpo, que por debajo de los calzoncillos la verga se quede dura y que sientas como si estás repitiendo aquella memorable cogida.
Yo tengo esa experiencia y se las quiero contar. Me sucedió con Carlos, un tipo y tanto, muy viril, bonito de cuerpo y de ojos penetrantes llenos de morbo. No muy alto pero eso que importa. Lo conocí en un congreso sobre cultivo de ostras que yo fui. Ahí estaba este sensacional chaparro. Me recuerdo haberlo visto y luego sentir una atracción física muy grande. Y yo sentí que a él yo también le había caído bien. Por todo eso lo que se siguió después fue natural. Conversamos sobre el cultivo de ostras y la temperatura solo aumentó cuando yo comenté lo riquísimo que estaba el café y Carlos respondió en el acto:
-más rico que este café solo el de México-
Caramba, este no se anda por las ramas, yo pensé. Me sonreí por la lisonja que Carlos me soltó y quise saber de qué lugar este chaparrito era. Soy de Sevilla, España. Me contestó. Me amarré en este nuevo conocido. Me le quedaba observando mientras hablaba. Me gustaba oírle el acento. Siempre me gustó como hablan los españoles. Le confesé que a mí me gustaba saber que mi lado europeo era de España, que me gustaba la fuerza expresiva del idioma, que me fascinaba la cultura con su música flamenca, las toreadas y el cine de Almodovar. Creo que nos enamoramos ese mismo día. Porque a él le gustó mi aspecto de mestizo, mi pelo liso, negro, mi piel trigueña..
Este español era muy guapo y lo bueno es que le caí bien. Terminamos esa misma noche en una cama en el cuarto de hotel donde yo estaba hospedado. Nos quedamos desnudos y así nos agarramos, nos besamos, nos lamimos, nos exploramos. Recuerdo su respiración agitada, el calor de su deseo que salía por su nariz oliendo a él mezclado con un poquito de olor a cigarro y cerveza. Pero no teníamos prisa en llegar a la cima. De vez en cuando y de repente parábamos el beso para vernos a los ojos, creo que para admirarnos. Porque a mí él me impresionaba. Yo pensaba muchas cosas bonitas sobre él pero no le decía nada con mi boca. Él no. Él hablaba y me decía, son tus ojos cargados de morbo que me impresionan.
Cuando me miraste yo pensé, debe ser rico coger con él. Ahora él lo sabría. Yo pensé. Entonces tomé la iniciativa y exploré todo su cuerpo con mi lengua. Le besé, le mordí las orejas. Su cuello, sus tetillas, su barriga, su guebo. Me metí su escroto en mi boca, le di tremenda mamada. Carlos gemía, me pasaba sus piernas por la espalda y me apretaba. le chupé el culito, le mordí las nalgas. No me cansaba de admirarle el cuerpo. Que chaparrito más lindo, todo proporcional su cuerpo. Hasta su incipiente barriguita era linda. Mandé que se pusiera en posición de perrita en celo que quería clavármelo así.
Se puso, pasé mi lengua en su culito para que se relajara, después le arrimé mi verga, empujé la cabeza, Carlos movía su culo para la derecha, para la izquierda tratando de acomodársela. La cabeza entró y sentí su apretón, deslicé mi trozo hasta el fondo y así me quedé experimentando aquel placer mental. Tener a mi amor unido a mí con mi verga bien adentro de sus entrañas. Carlos me pidió, muévete, fóllame bien profundo, tócame el alma. No me hice de rogar. Se la saqué toda y lo ensarté de nuevo, una y otra vez así como se coge a una perrita en celo. Después le di vuelta, armas al hombro. Ahora podía besarlo, ofrecerle mi lengua, morderle el labio mientras se la metía. Asi, asi, así, hasta que sentí que me corría. Lo abracé fuerte, le mordí la oreja, derramé mi semen mientras me estremecía y gritaba y decía, te quiero, te quiero, te quierooooooooo. Dimos una paradita. Saqué mi verga aún hinchada. Me acosté a su lado. Le daba besitos. Descansamos. Una vez repuestos decidimos continuar porque nuestra ansia y deseo seguía igual. Entendí las intenciones de Carlos.
Me abrazó por detrás y me arrimó su pene. Yo levanté mi pierna para facilitar. Carlos me penetró, comenzó a moverse. Yo sentía un poco de dolor porque el pedazo de carne que me invadía era grueso. Me quedé de cuatro patas. Carlos metió y ahora aceleró el metisaca. Cada vez que me la enterraba< Carlos soltaba un grito que parecía un olé. Me cogía con furia. Yo aguantaba firme. Pero me faltaba su beso por eso le pedí que me cogiera de gallinita asada. Así lo pude besar. Carlos demoró para correrse y a mí me gustaba. Yo lo abrazaba y le decía, métemela toda, lléname el culito con tu leche. Y Carlos así lo hizo. Sentí su lechita caliente llenarme por dentro. Su verga pulsando apretando mi ano. Que sensación más sabrosa. Ser cogido por alguien que le gusta a uno.
Cogimos todos los días que estuvimos en el congreso. Y después viajamos. Nos perdimos por ahí una semana entera. Luego él regresó para España. Nunca más lo vi. Pero hasta ahora me recuerdo de él. Quería encontrármelo otra vez.
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