Chico de mi barrio
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ElMarques.
Adiós chico de mi barrio, a donde de prisa vas así, y pasas en bicicleta y no te puedo alcanzar, si andas por el barrio pregúntale a mi canción en qué lugar de las calles, tu beso y se escondió…
El tocadiscos sonaba, y mi madre con cerveza en mano, bailaba dando giros al sonar de la canción. Estaba sentado en el porche de la casa. Por el frente, levantando volutas de polvo amarrillo; pasa montado en caballo –Miguel ángel– va camino al conuco de su abuelo, detrás de él, arriando una mula con carga, va subiendo la pendiente lentamente. Le quedo mirando, sentado ahí en el sillón mecedor.
Miguel va chistando a la mula, iba con Jeans azul raído en las piernas, sujetado por un cinturón marrón de cuero y con el torso desnudo, llevaba la franela enrollada en el hombro. Deje de mecerme, me levanto y doy unos pasos hasta salir del porche, mirando detenidamente a miguel, mi cuerpo experimenta un tambaleo intenso, cierro los ojos y le vuelvo a ver, mi corazón latía rápido, y recordé a Miguel como mi novio en los pensamientos nocturnos que tenía cada vez que pensaba en él, desde aquella vez que lo vi desnudo.
María –mi madre– terminaba de cantar a gritos la canción que sonaba, volteo a verla y la vi balbuceando palabras y casi cayendo al piso, sin prestarle mucho atención la veo que vuelve a repetir la canción –adiós chico de mi barrio– la dejo de mirar y me fijo de nuevo en miguel; ya ha subido la pendiente y se ha alejado de mi vista, solo veía un poco su espalda ancha y morena, y con esa imagen grabada en mi cabeza, me quede plantado ahí parado frente a la casa, imaginado ir detrás el, muy pegado a su espalda sudada.
María me grita, desde adentro;
¡Nenuco! ¡Ven acá! – apoyada sobre un sofá me hace seña que llegue hasta ella.
Hijito mío, ¿por qué no llevas a tu mami, a la cama? Que está un poco borracha –
Vamos pues María –le tomo del brazo y de inmediato me lo sacude y me señala a la cara con el dedo índice.
¡No me digas así! ¡Soy tu madre! – lo primero que pensé, viéndole fijo a los ojos, fue; ya va llorar.
Vale mamá, perdón.
Cruce su brazo por mi cuello y la conduje dando traspiés hasta su habitación, la deje acostada en la cama y salí de ahí sin hacer ruido.
La casa estaba sucia, había desorden por doquier, las botellas de cervezas regadas desde el patio hasta al porche, –siempre era lo mismo, el mismo desorden– respire hondo y entre a mi habitación para cambiarme de ropa, cuando entro, veo al señor Rodolfo acostado en mi cama, la impresión me crispo el cuerpo, y el odio que sentí se disipo rápidamente –no era primera vez, que encontraba a alguien acostado en mi cama– estaba tan acostumbrado a la parrandas de mi madre, que ya había perdido el enojo por molestarme en reclamar siquiera algo.
Resople, y lo oí como roncaba; estaba profundamente dormido. Me quito el pantalón y me pongo un short cómodo, y antes de salir de la habitación, me acerco hasta mi cama para ver como duerme plácidamente el señor Rodolfo. Le quedo mirando de arriba abajo, es un hombre alto y ancho, el bigote le cubría el labio superior, por la patilla adornaban ya unas canas y en su mentón una barba sin rasurar ya raspaba como lija.
Mi cuerpo tiembla al tener pensamientos sexuales con el señor Rodolfo; verlo ahí acostado en mi cama, le miro: lleva puesta una camisa de cuadros rojos, y la tiene puesta con los botones abiertos por el pecho, asomando los pelos ensortijados. A un lado de él, yo parado y el acostado, viéndole a los ojos cerrados, paso mis dedo por el pecho peludo, al no moverse, con más confianza, meto la mano por dentro de la camisa hasta tocar su tetilla, la aprieto e inmediato la saco, el señor Rodolfo no se mueve para nada, sigue roncando y durmiendo tranquilamente. Camino y voy tocando, hasta llegar a su entrepierna; el Jeans grueso, no me da chance de tocar lo que quiero, pero haciendo presión logro sentir el tronco de su verga, esta flácida y de lado, suspiro y tiemblo de nervios, le miro a la cara, y sigo sobando su verga por encima del pantalón. La mano me tiembla y la respiración la tengo pesada, sentí la calentura en mi cuerpo y decidido sin dejar de mira al señor Rodolfo a la cara; me arrodillo, quedando de frente a la altura de su cintura. Tanteo y mis dedos sienten la hebilla del cinturón, las manos no me dejaban de temblar pero insistía en desabrochar el pantalón.
Nervioso y todo, logro desatar el cinturón y luego desabrocho el pantalón, la barriga del señor Rodolfo no era obesa, pero al desabrochar el botón, su barriga quedo libre de presión. Todo su cuerpo es peludo, los nervios los tengo más de punta pero igual sigo adelante.
Bajo el cierre y mis dedos sienten la aspereza de sus pelos –trago grueso – quitos ambas manos de encima de él, y respiro profundo hasta lograr calmar mis nervios. Con los movimientos más tranquilos en mis manos abro el cierre del pantalón y aparece el bulto de su verga, cubierta por la tela del slip color gris, la imagino en mi mente y trago grueso, acerco mi nariz y la olfateo por encima del slip; el olor es penetrante, fuerte y huele a orín –me degusto – y pego más la nariz hasta tocar su verga, el olor me embriaga y pierdo los sentidos.
Acelerado, me pongo de pie, lanzo otra mirada al rostro durmiente y roncado del señor Rodolfo, agarro por la pretina del slip y tratando de no halar sus pelos bajo rápidamente hasta la mitad dejando descubierto al miembro viril; es moreno grueso y corto, con el prepucio enrollado en el glande y, los pelos negros ensortijado unidos con el de la barriga. Jadeo y abro la boca, me pongo de rodilla y pego mi nariz para oler directamente –huele más suave –. Con la boca abierta ladeo mi cabeza, y con la lengua la toco por el glande, la levanto y la meto en mi boca, pongo la cabeza recta y sujetándola con los labio la presiono y la trago toda, trayendo hacia atrás el prepucio le dejo descubierto el glande, al sentirla en la lengua; el sabor fue amargo y frio. Cerré los ojos y la trague completo hasta pegar la nariz en la ingle, aspire el olor de los pelos y chupando con deleite la saque de mi boca, el pene cayo de lado por lo aguada que esta, y sentí un poco de desilusión que no estuviera dura como quería. La agarre con los dedos y la termine de pelar, el glande estaba rosado pálido y con mi saliva se veía brillosa. Mire hacia atrás, a la puerta de mi habitación, mire hacia a la ventana y el sol se filtraba por la cortina, le mire la cara al señor Rodolfo y seguía roncando, regreso mi mirada a su pene, y la tomo con los dedos, abro la boca y la saboreo con la lengua, su sabor amargo cambia a dulce en mi paladar.
La estoy chupando y aun no se pone dura, pero mi excitación se incrementa en cada lengüetada que le doy. –La verga del señor Rodolfo es gruesa y esta corta, porque no está erecta –. Imagino lo gruesa que puede ser erecta, y me da un escalofrió con solo imaginar eso, me levanto y quedo de pie delante de él, con cuidado le tapo la verga, y a media subo el cierre del pantalón me acomodo y pongo mi erección hacia bajo en mi ropa interior, me acerco a su pecho, bajo un poco hasta casi estar cerca de su cara; el olor a alcohol me resopla en la cara, me pongo erguido de nuevo y pensado en despertarlo, –sin esperar a que mi madre se levante a vomitar – con ambas manos mías en su pecho lo muevo para que despierte.
Señor Rodolfo, señor Rodolfo – casi en susurro trato de despertarlo.
Él no se mueve, lo intento de nuevo y solo abrió un poco los ojos, trago saliva (interrumpiendo el ronquido) y voltea la cabeza hacia a la pared. No le vuelvo a mover, le quedo mirando y luego salgo del cuarto, me asomo hacia la habitación de María –que está al lado mío – y la veo boca abajo durmiendo. Me acerco a la puerta de la sala (salida hacia al porche) y la cierro, regreso a mi habitación y dejo a medio cerrar la puerta; camino hacia mi cama y el cuarto ha quedado más oscuro. Estoy de frente a la cama, el señor Rodolfo no cabe completo en mi cama individual, veo un espacio por el lado de la pared; y acostándome por ese lado quedo acostado a un lado de él, se ve inmenso delante de mí, me acomodo hasta quedar debajo de su axila, siento el olor a borracho mezclado con la fragancia de colonia masculina, me pego a su brazo musculoso y lo huelo y viendo que él no se movía; quedo a un lado de él, y montando una pierna por encima de su entrepierna, lo abrazo y me acurruco a su cuerpo.
El bigote de él, hizo cosquilla en mi frente, alce la mirada y lo vi de cerca hacia a su mentón, cerré los ojo y moviendo un poco, acerque mis labios a los de él, lo bese y sentí sus bigotes, su suspirar fue caliente en mi mejilla y volviendo la calentura a mi cuerpo sin pensarlo mucho, acostado de lado me levanto y me monto encima de él, mis piernas se abrieron por lo ancho que es, mi rodillas se apoyaron al colchón y con las mano sostuve mi torso, presione mis nalgas hacia su bulto, y la sentí en mi raja, baje un poco y le bese una mejilla, –el señor Rodolfo no parecía sentir mis movimientos, estaba inmutado –. Presione de nuevo mis nalgas y me pareció sentir más dura su verga, le mire a la cara y seguía igual, de roncando. Quedo sentado encima de él, completamente, hecho mi mano hacia atrás y con nerviosismo le bajo de nuevo el cierre y la, saco, pero al ver que no estaba dura, sentí desilusión, mis nervios se tranquilizaron. La deje afuera, y con la mano se la jalaba para ver si se levantaba un poco, al no mucho rato, me canso y bajo hasta las nalgas mis short junto con el slip; siento el contacto de sus pelos rozar mi piel y me erizo completamente. Comienzo a moverme hacia adelante y hacia atrás, como si tuviese cogiendo, mi verga erecta se sale del short y apunta de lado hacia su barriga, me muevo frenéticamente y coloco su verga flácida en la raja de mi culo, la siento fría ahí puesta, me estremezco y aumento los movimientos de cadera; mi verga se desenrolla del prepucio y pega en la barriga peluda del señor Rodolfo, y el cosquilleo se hace intenso; rozar mi verga en su barriga y su verga tocar mi culo, me hace sudar de excitación y jadeando calladito le miro al rostro dormido, bajo y le beso quedando pegando a su barriga, sintiendo el olor de su aliento sentí cuando el primer chorro de mi semen bañaba la barriga de él, dos sacudida más y termine de acabar encima del señor Rodolfo.
El semen caía espeso por la barriga hasta caer en el colchón, aún estaba pegado sintiendo como me recuperaba de la acabada, estaba jadeando y sudado. Con mucho cuidado y con los ojos abiertos me fui bajando de encima del señor Rodolfo, vi su barriga empelotada de semen e inmediato mire a mis lado para ver con que lo limpiaba, una camisa mía que estaba a los pies de la cama, la agarré y le limpie lo que más pude, los pelos estaba pegados y ahora que había acabado –mi excitación se había ido y ahora si veía el peligro de lo que hacía –. Al bajarle la camisa para cubrir su barriga me di cuenta que su verga estaba un poco levantada, se había puesto medio erecta, la veía toda venuda y como se había puesto dura, asustado le mire a la cara pero note que estaba aún roncando; pensé que debe seguir dormido –o al menos eso me hice creer – rápido le subí el slip y viéndola medio erecta lamente, que no la pude chupar de ese modo. Le subí el cierre y medio puse el cinturón como estaba antes de tocarlo. Salí del cuarto pensado en lo que había hecho, camine a al patio y comencé con la limpieza de ese fin de semana.
…si vienes hacia a mi puerta, duerme entre mis brazos y descansa ya, aprensiona mi cintura que por las terrazas vamos a escapar, vamos a bailar la la ra la la…
Era otro fin de semana y la noche estaba alborotada, estaba sentado a un lado de Anita riéndonos como bailaba la gente. La sala estaba llena, mujeres y hombres bebían mientras bailaban y mi madre como anfitriona no dejaba de estar a un lado de los invitados.
Al rato, a la mitad de la noche, los amigos de María estaban sentados por toda la casa, más que todo en el frente, alguno bailaban en la sala muy pegados al cuerpo y, Anita –la mejor amiga que tuve en esa época, sufría del descuido igual que yo – esa noche su madre (la vecina de al lado y amiga de María) le golpeó a la cara y la envió a su casa, llorando se fue y me dejo ahí solo sentado en la sala muy aburrido, quise ir detrás de ella pero mi madre no me lo permitió.
Estaba viendo como una pareja bailaba una canción mejicana, el hombre muy pegado a ella le susurraba al oído y ella riendo bajaba la mano y le tocaba la entrepierna abultada, al darse cuenta que les veías, con la sonrisa de borracho me vieron y sonrieron, me levante y salí corriendo al patio. Al salir la temperatura era fría, me paso las manos por los brazos y camino hacia al monte que sale más allá del patio de la casa, hacia la pared donde está el lavandero; en lo oscuro veo a dos persona que se están besando, no les veía bien y ellos no se habían dado cuenta de mi presencia, antes que ello voltearan a mirarme, baje y me escondí detrás de una mata de mango. Poco a poco fui asomando, y vi; mi madre estaba pegada contra el lavandero, el joven la manoseaba y la besaba, –al ver que era ella, sentí asco de seguir viendo – deje de mirar y me puse a espalda de la mata de mangos, baje y me quede sentado viendo el cerro enmotado que había frente a mí.
La neblina se hacía espesa y el frio penetraba hasta llegar a mis huesos. Me asomo de nuevo y veo que la vecina de al lado aparece por la puerta, se acerca al lavandero y le dice algo al oído a María; mi madre se acomoda la ropa y se va por la puerta junto con la vecina, el joven quedo ahí solo apoyado sobre el lavandero. Me levanto y camino a un lado de la casa, veo hacia al frente y, es el novio de María, el que ha llegado pensé; << ahora capaz y este le da una paliza a mi madre >>. Por suerte no fue así. Camino hacia la puerta y me detengo ahí para ver como María recibe en los brazos a su novio, sentí alivio que no fuese descubierta. Mire al lado izquierdo (hacia al lavadero) y de la oscuridad apareció miguel; estaba totalmente ebrio, con una sonrisa en los labio me hizo seña, que me acercara a él, pero estuve paralizado; saber quién era al que María besaba, quede impresionado, – él es tres años mayor que yo– no salía de mi asombro.
¡Cristian! Nenuco… ven acá –con la voz baja me llama.
Me acerco hasta donde esta y el aliento a alcohol me baña la cara, me toma del hombro y me habla al oído;
¿Llego tu padre? – me pregunta.
No es mi padre –le respondo.
Bueno el… ¿llego? –
Si, esta con mi mamá.
Miguel se ríe, y se apoya de mi hombro hasta casi hacerme caer, estaba muy ebrio que ya casi no podía estar de pie, me pregunte; << ¿cuándo abra llegado? >> De seguro ya venía borracho. El chico balbucea palabras y sigue dejando caer su cuerpo encima de mí, casi ya no podía con él, le deje a un lado y en una silla lo senté. Me asomo por la puerta y viene mi madre con el rostro alterado, me ve a los ojos y me dice;
– ¡papi ayúdame! Necesito que escondas a miguel, si lo ve Gustavo… – la expresión de María era puro temor.
– me vas ayudar… ¿sí?
Mi madre fue hasta al porche y haciendo carisias a Gustavo, lo entretuvo donde estaban la mayoría bebiendo. Llegue hasta donde miguel, donde lo deje depositado en una silla, el chico balbuceaba y hasta había dejado caer la botella de cerveza. Por el temor que había sentido; que Gustavo hubiese golpeado a María. No le había puesto cuidado a miguel, y cuando ya le estuve despertando, verlo tan de cerca, la palpitación de mi sexo me hizo ver lo que tenía ante mí.
Me asome por la puerta y vi que no podía pasar a miguel por la sala y meterlo a mi habitación –me vería mi madre y hasta Gustavo –. Mire a los lado y sentí desasosiego, – sentía que estaba perdiendo la oportunidad de mi vida–, pero en eso; mi madre me pega un grito y salgo corriendo hasta llegar al porche, cuando llego me dice que va a salir un momento con Gustavo, me advierte que este pila y que ya ella regresaba, – sabía que no era así–. Pero por dentro gritaba de emoción. Al salir María con Gustavo, los vi irse viéndole desde el patio, la vecina de al lado quedo pendiente de los demás amigos de mi madres, me aparte de la mirada de ella y trate de esconder a miguel, al ver que la vecina estaba muy ocupada en la piernas de un hombre. Fui y llegue hasta donde había dejado sentado a miguel, lo desperté pero en cada abrir de ojo, solo balbuceaba palabras y volvía a cerrarlos. Como pude lo apoye en mi hombro y le hice caminar, le decía; que era para ponerlo cómodo, y el solo asentía y decía cosa incoherente – estaba seguro, que lograría mi cometido –al llegar a mi habitación lo metí rápidamente, lo deje caer a la cama y regrese a la puerta, me asome por la venta del porche y regrese a mi habitación.
Al cerrar la puerta tras de mí, los nervios me hicieron temblar, respire hondo y llegue hasta la cama; lo vi acostado y resoplaba, en eso, abrió los ojos e hizo intento de ponerse en pie, pero inmediato le sujete con las manos, le decía que se quedara quieto, que volviera a dormir, pero insistían en ponerse de pie –ya estaba perdiendo el control– cuando le empujo a la cama él se agarra de mí, y caigo encima de él, me dice;
Vamos Nenuco ¿Qué pasa? –
Nada, mi mamá no quiere que salgas –
Estando encima de él, abro las piernas y quedo sentado justo en su entrepierna, miguel resopla, y se estruja la cara con las manos, –intentado calmarlo– le sobo el pecho, él se da cuenta y me pregunta;
¿Qué haces Nenuco? ¿Por qué estas encima de mí? – me habla con voz baja.
Nada, vuelve a dormir – le digo.
Nenuco… ¿estás buscando, que te coja? –
Al decirme así, me asusto y le empiezo a rogar que no le diga a mi mamá, el chistea, levanta la cintura y siento la presión de su bulto en mis nalgas, jadea y me dice;
Pero ya me la paraste ¿Cómo hacemos? –
No le digas a nadie ¡por favor! –
Me mira a la cara, me toma por la cintura y comienza moverse, siento como palpita su sexo en mis nalgas, me atrae hacia él, me susurra al oído; – ¿te gusta la verga? – Entre diente respondo que sí, y apretándome a su cuerpo me dice; –mámala– confiado, voy bajando oliendo el perfume en su camisa, llego a la cintura y desabrocho el pantalón quitando el cinturón, bajo el cierre y el jadea, chistea y dice; – vamos dale – con sus manos termina de abrir el cierre, la saca, y el miembro viril sale templado y duro hacia arriba; el aroma que sacudió me hizo presionar mis sexo contra el colchón, y miguel agarrándola por las bolas, me toma del cabello me dice que abra la boca y abriéndola; de un solo empuje la tuve toda adentro en la garganta, me presiono la cabeza y la sentí que palpito en mi paladar, me ahogue y empujando hacia afuera la saque, el siseó y alentaba a que siguiera chupándola. La tome por el tronco con mis dedos, la descubrí del prepucio, la olí y con la lengua le toque la parte del frenillo, juntando los labio la saboree y chupe solo el glande, él se retorció y volvió a poner su mano en mi cabeza; me empujo hasta hacer que la tragara toda, la engullí y hasta no hacerme ahogar, no la saque de mi boca. El me miro, viendo como me la tragaba, me la saco de la boca, la agarro con la mano, y me la estrello en la mejilla y luego en los labios, le vi morderse el labio inferior y me giño el ojo –me sentía querido por miguel–. En eso se levanta y me dice;
¿Pasaste el pasador a la puerta? – mientras estaba sentado en la cama, se quitaba el pantalón.
No le dije nada, solo me levante y fui y le pase el pasador a la puerta, me regrese y él estaba completamente desnudo, podía ver su piel morena en la oscuridad y los músculos de sus piernas tanto como los de su torso. Temblé estar frente de él, me agarro por los hombros y me indicó que bajara, baje y me alzo los brazos, me quito la franela y acerco su pene erecto a mis labios; la punta de su glande me los paso como si fuese un pintalabios, me dijo que abriera la boca y así lo hice, me la metió toda hasta tocar la campanilla de mi garganta, moví la cabeza de un lado al otro, y chupaba con frenesí, la saque de la boca la alce hacia el ombligo y chupe sus bolas peludas, él se retorció y jadeo de placer, me sujeto la cabeza para que le siguiera chupando las bolas, – podía oler, el olor a macho que emanaba en su ingle– me quede pegado oliendo y la chupe por el tronco, me palpitaba en la boca –y eso me gustaba–. Miguel me levanta, y estoy de pie frente a él, me pega a su cuerpo y sorprendido recibo un beso en mis labios por parte de él, me susurra al oído; –te la quiero meter por el culo–. Sin decir nada me volteo y el me conduce hasta la orilla de la cama, me monto y quedo en cuatro patas, y el entre dientes chistea, con ambas mano me explaya las nalgas, –sentí el frio en mi culo expuesto– con su dedo pulgar siento cuando hace presión en la entrada de mi culo, lo empuja y lo mete, doy un movimiento hacia adelanté y el me detiene agarrándome por la cintura, me sisea y mueve el dedo en círculos dentro de mi culo.
Shsss, ya… estas apretadito – me dice, eso me excita hasta hacerme temblar.
Miguel saca el dedo, y siento las bolas de él, rozar las mías, su verga gruesa y larga cae pesada en mi cintura, la golpea varias veces y pone su glande en la entrada de mi culo, la pasa de arriba a bajo y luego oigo el escupitajo, sentí el frio y su dedo del medio se enterró todo adentro sin poderlo detener, lo saco y acerco de nuevo el glande; hizo presión y me moví hacia adelante, me tomo con fuerza por la cintura e hizo presión de nuevo, y estando así, sin darme chance la quiso meter, pero me dolía y deje caer mi cuerpo hacia el colchón, él se vino conmigo y no dejaba de hacer presión, dando resultado; metió el glande y empecé a retorcerme del dolor, todo su cuerpo cayó encima de mí, con las pierna me sujetaba las mías –quería gritar para que se detuviera, pero no podía – me siseo al oído y me dijo; –tranquilo, ya la metí… shsss…– chupaba el lóbulo de mi oreja y sin darme cuenta puso su mano en mi boca, la tapo presiono todo su cuerpo encima de mí, y dando un empujón; enterró toda su verga dentro de mí, –el dolor me hizo llorar y mordí su mano para ahogar el grito desesperante–. Miguel afinco la cintura, dejo que le mordiera la mano y luego la sacudió de mi boca, me agarro por la mandíbula y alzo mi cara, acerco la del, y me beso; metió la lengua y chupo la mía, jadee y el culo me ardía, el puyazo que sentí, desaparecía poco a poco, disfrute como besaba mi boca a pesar que le olía al alcohol puro.
Miguel movía la cintura lentamente, me hablo al oído para tranquilizar mi angustia. Me tomo por la cintura con ambas manos, encorvo su cuerpo y afinco su mentón en mí nunca; su suspirar me crispaba el cuerpo y los pelos de su mentón hacia coquilla en mi espalda. Empezó a moverse más seguido dentro de mí, en cada metida; la pegaba duro quedando afincado en mis nalgas, lo repetía una y otra vez, sintiendo cada milímetro de grosor en mi adolorido culo, pujaba en cada embestida que daba, abrí las pierna y me sostuve con las rodillas, subí mi trasero y sentía la penetración mas profunda en mi ser, el me daba duro y ya empezaba a gustarme. Jadeaba y gemía en mi espalda, pasaba la lengua y me mordía por los omoplatos, el movimiento de cadera aumento y lo acelero, –oía como chocaba sus bolas, y como producía el sonido de mi culo atragantado– el gimiendo gutural, me apretó por la cintura fuertemente y se quedó pegado; sentía como su verga dentro de mi culo, en cada pulsada que daba un chorro se semen bañaba mi entrañas, miguel cruzo su brazo por mi cuello y me atrajo hacia él, me chupo la oreja y sacudiendo su cintura terminaba de acabar muy adentro mío. Mientras el lamia mi oreja y todavía dentro de mí, metí la mano por debajo y llegué a mi sexo; varias jaladas e, imaginado a miguel como mi novio, me corrí en varia pulsadas de leche que cayeron sobre las sábanas blancas de mi colchón.
Mis pierna caía al piso, y mi cuerpo recostado en la cama al lado de miguel, el resoplaba y veía como su pecho descendía en cada suspirar que daba, pose una mano encima de él, y viendo que no se molestó, lo abrace y con su mano me agarro desde mis nalgas y me atrajo hacia a él, subí y le bese en los labio, miguel con los ojos cerrado me muerde y luego me suelta, preguntando; – ¿me quedo hasta al amanecer? – le dije que sí y desnudo ahí en mi cama quedo de nuevo dormido, lo cubrí con la sabana.
Mi madre me llama, estando ya vestido salgo sin abrir mucho la puerta, ella me pregunta si estaba durmiendo y le contesto que sí.
Ya era las 5 de la mañana y todavía habían amigos de María en la casa, mi madre se encero en su cuarto con Gustavo y yo me quede afuera cuidando la casa, –quería regresar con miguel pero no podía–. Al amanecer por la puerta del patio sale miguel con los ojos achinados, me mira y me giña el ojo, le quedo mirando y me avergüenzo mirando para los lados, se despide y por el patio camina por el cerro y se va a su casa.
Los gallos ya cantaban y rayos de sol ya asomaban. Anita mi vecina y amiga apareció por el patio y me encontró sentado en un tronco dibujando con un palo en la arena, ella traía dos taza de café y me dio una y luego me abrazo diciendo.
¡No te preocupes por lo de anoche! Sé que no podías hacer nada– sonreí y la abrace, le dije; – ¿bailamos?
En la sala, agarrado de manos, dábamos giros, Anita reía y yo sonreía recordando a miguel.
…Chico de mi barrio con la cara sucia y el cabello largo oh oh oh, cuéntame que al fin vamos a jugar a la libertad de poder amar en algún rincón de mi casa estoy esperándote…
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