Clases de conducir a un chico de 14
Como un simple acto de gentileza dio origen a una experiencia deliciosa.
Hace algún tiempo yo vivía solo ya que me había divorciado recientemente, y contaba ya con 40 años. Me había ido a vivir a un edificio de departamentos en una zona que tenía muy buen acceso a las carreteras, malls, y tenía todo cerca… supermercados, cines, etc. Y lo principal era que estaba cerca de mis hijos.
Debido a esa buena ubicación (entiéndase zona cara), en el edificio vivía gente con buen poder adquisitivo, y sobre todo, chicas y mujeres maduras muy guapas… y un vecinito de 14 años que era más lindo que cualquiera de las mencionadas mujeres. Era blanco, de cabello castaño que usaba un tanto largo, ojos café claro, delgadito y muy bajito (medía alrededor de 1,55 y no pesaría más de 45 kg); además sus escasos vellos eran muy claritos… casi rubios. Cada vez que lo veía con sus shorts muy ajustados o en la piscina, venían a mi cabeza los más calientes pensamientos, pero me detenía pensando «es sólo un chiquillo… además, es un chico y a mí no me gustan los hombres». Y eso lo tenía claro por mis muchas aventuras con mujeres, incluso estando casado, reconozco a mi pesar. Me favorecía que soy de una estatura mayor al promedio (1,80), fornido pero buen físico, algo velludo, blanco, ojos verdes, y como ya tenía escaso cabello en la coronilla, me lo había rapado. Y me había dejado una barbita candado algo canosa. Las mujeres me decían que era un hombre muy guapo y varonil.
Leo era muy amistoso y tierno, y cuando nos encontrábamos en los pasilllos o en el ascensor, me saludaba muy cordialmente pero siempre como tímido. La verdad, el chico me despertaba mucha ternura… como ganas de protegerlo.
Unos meses después de llegar a vivir ahí, llegó el momento de cambiar mi fiel auto que me había acompañado por casi 8 años. Estaba muy bien pero era hora de cambiarlo y además había encontrado un auto nuevo que me había encantado y se me había hecho muy barato. Así que un día salí del edificio en mi auto viejo y volví en el nuevo. Por supuesto, hubo muchas felicitaciones de los vecinos y los conserjes… debo decir que, aunque siempre me veo serio, trato de mantener buenas relaciones con todo el mundo, así que todos siempre me saludaban. Y entre quienes me felicitaron, estaba el chico hermoso… Leo.
- ¡Qué lindo tu nuevo auto! – me dijo.
- Gracias, Leíto… en verdad, ya era hora de cambiar.
- ¡Y es más grande que el otro!
- Sí, es más grande, cómodo y tienes muchos chiches de los autos modernos.
- ¡Yo quisiera conducir un auto así!
- Bueno, cuando tengas edad podrás – le dije.
Entonces, me miró con carita de vergüenza y me dice:
- Es que yo no sé manejar y no tengo nadie quien me enseñe.
Era verdad, se me había olvidado… su mamá era divorciada y vivían ellos dos solos. Y a la mamá no se le conocían novios, ni siquiera amigos, salvo un par de amigas que la visitaban ocasionalmente. Lo curioso es que era una mujer muy guapa pero supongo que se había dedicado exclusivamente a su hijo. Sólo salía para trabajar. Entonces, me nació decirle:
- Pues si tú mamá no tiene problemas, yo puedo enseñarte durante alguna tarde los fines de semana.
Se lo dije con la mejor de las intenciones y sin dobleces ni nada parecido. Mis hijos ya estaban grandes y normalmente no necesitaban que yo los visitara cada fin de semana como cuando estaban pequeños. Ellos tenían habitualmente sus propias actividades, aunque nos juntábamos al menos 1 vez al mes.
Me miró con sus hermosos ojos muy abiertos y me dijo:
- ¿En serio, don Franco? – como si no lo pudiera creer.
- Claro, sin problemas. Pero tu mamá debe autorizarte – le dije yo.
Saltó de contento y me dio un gran abrazo, que me hizo sentir su cuerpecito frágil pero firme.
El caso es que ya más tarde ese mismo día, tocan el timbre de mi departamento. Abro y era la mamá de Leo, Cristina, que me saluda de mano muy cortésmente y me dice:
- Franco, ¿es cierto que tú le ofreciste enseñar a conducir a Leo?
- Absolutamente. Lo vi con tanta pena de que no tiene a nadie que le enseñe… además, yo les enseñé a mis 2 hijos, así que algo de experiencia tengo – le dijo riendo.
Ella se rió también y me dijo:
- ¿Pero no es molestia para ti? La verdad, yo no manejo porque soy muy temerosa. Tú ves que me voy en taxi a la oficina todos los días.
- Entonces es mejor que le enseñe yo – le dije. – Si lo haces tú, le traspasarás tus miedos.
A todo esto, Leo sólo nos miraba del uno al otro alternativamente, con sus hermosos ojos anhelantes.
- Bueno – dijo Cristina. – Si no es problema para ti, prefiero que lo haga alguien que conozco y confío. Así no sale con extraños.
- Es un trato entonces.
Leo dió un saltito y nuevamente me abrazó muy contento y luego a su mamá. Yo le dije:
- ¿Estás libre el domingo alrededor de las 9 AM para tu primera clase? Iremos al estacionamiento descubierto del mall, y a esa hora no hay casi nadie. Además, en esta época (era verano) las mañanas son más agradables.
- ¡Claro! – dijo Leo. Yo despierto temprano.
- Es una cita entonces.
Y listo, mamá e hijo se fueron muy contentos y yo, insisto, sin dobles intenciones todavía.
Y llegó el domingo… a las 8:55 tocan el timbre en mi departamento. Salgo y era Leo, quien venía con una camiseta corta sin mangas, y unos shorts deportivos muy ajustados. Así como estaba y lo hermoso que era, y con su cabello como en melena, casi pasaba por una niña.
- ¡Qué lindo te ves! – le solté sin pensarlo. Leo se puso rojo hasta las orejas pero me miró con ojos tiernos sonriendo.
- Gracias, don Franco… es muy lindo por decirlo.
- Mira… si vamos a estar tiempo juntos, llámame Franco simplemente. Yo creo que el respeto no se lesiona si las personas se tutean.
- Bueno, Franco…
Y agarré las llaves, mis documentos y salimos a buscar el ascensor para bajar al estacionamiento. Nos fuimos conversando de varias cosas que ya ni me acuerdo, pero al llegar al auto, se pone un poquito serio y me pregunta:
- Franco, ¿tienes novia?
- Por ahora, no – le dije. – Amigas sí, varias… pero nada serio.
- Ah.
- ¿Por qué?
- Es que tú me pareces un hombre muy guapo, y yo pensé que los hombres guapos siempre tenían novia.
- Gracias, Leíto. El que un chico joven y tan lindo le diga guapo a un viejo como yo, tiene doble valor.
- Tú no eres viejo. ¿Qué edad tienes?
- 40.
- Para mí no eres viejo y te ves muy bien.
- ¿Y tú? – le pregunté. – ¿Tienes novia?
- No – me dijo bajando los ojos. – No me gusta ninguna chica.
- Bueno… ya te llegará el momento.
Y subimos al auto. Salimos del estacionamiento y a los 15 minutos ya estábamos en el estacionamiento del mall que, como supuse, estaba vacío. Entonces le dije a Leo:
- Bueno, ahora cambiamos posiciones. Te toca empezar a manejar.
Muy contento, Leo se bajó del auto y yo también, cambiamos de lado, se sienta… y luego de unos segundos me dice:
- ¡No alcanzo los pedales! O si los alcanzo, no veo para adelante – poniendo carita de niño pequeño.
- Ufa – le dije yo. – No pensé en ello. Si quieres, nos devolvemos a buscar algo que te sirva de altura en el asiento, pero creo que igual no vas a alcanzar. Aunque se me ocurre algo…
- ¿Qué cosa?
- Si quieres, te siento en mis piernas y tú diriges el volante. No es conducir completamente, pero por algo se empieza.
- ¡Síiiii!
- OK.
Y salí del auto para cambiar de lado y él también sale. Me siento, y él se sienta en mis piernas, y yo entonces cierro la puerta y enciendo el motor.
- ¿Estás cómodo? – le pregunté.
- Sí… ¿y tú?
- Perfecto… no pesas nada. Voy a poner primera y el auto se va a mover, ¿OK?
- OK.
Y puse primera y Leo empezó a conducir bastante bien. Se lo veía feliz y entusiasmado. Y mientras se entusiasmaba, a veces daba pequeños saltitos… y ahí empezó el problema.
Cuando daba esos saltitos, su culito daba directamente sobre mi paquete y mi verga empezó a ponerse dura. Yo no tenía opción de disimularlo. Además, él estaba usando esos shorcitos tan ajustados que su culito se veía delicioso. Y yo llevaba también shorts pero de esos amplios, pero nunca usaba ropa interior… así que disimular una erección era imposible.
Mientras dábamos vueltas por el estacionamiento, yo presionaba los pedales y pasaba los cambios, y cada vez que hacía eso, su culo y mi verga se iban tocando cada vez más… ya mi verga totalmente erecta estaba justo entre sus hermosas y duritas nalgas. Pasados unos 15 minutos, noté que Leo ya no hablaba tanto y había inclinado su cuerpo un poco hacia adelante… además, respiraba como profundamente. Le pregunté:
- Leíto, ¿te sientes bien?
No me contestó nada. Pero hizo algo que nunca olvidaré… repegó su cuerpo hacia el mío y suspiró profundamente. Y cuando su cara quedó más cerca de la mía, noté que tenía sus ojos cerrados y su boca entreabierta. Entonces frené suavemente y paré el motor. Y fue justamente cuando tuve que acercar mi cara a su cuerpo para poder girar la llave, veo que sus shorcitos mostraban una erección; debía tener una verguita muy pequeña pero igual era evidente… y una pequeña mancha justo en la punta de la protuberancia.
- Leíto, ¿tuviste un orgasmo?
Su reacción me sorprendió. Escondió su carita entre sus brazos y se echó contra mi pecho.
- Perdón – me dijo. – Es que nunca me había puesto tan caliente. Además, tú me gustas mucho.
- Tesoro… no te preocupes. Supongo que todos los chicos de tu edad pasan por lo mismo, aunque yo no recuerdo que me haya pasado… jajaja.
- No te rías de mí.
- No me río de ti, tesoro (no sé por qué me nacía hablarle como a una niña, supongo que porque así lo estaba viendo). Me río contigo, que es distinto.
Ahí se tranquilizó un poco y me sonrió tiernamente. Luego se puso serio de nuevo y me miró seriamente a los ojos… nuestras caras estaban muy cerca. Luego cerró los ojos y estiró sus labios hacia adelante para besarme… y juro por todos los santos que ni se me ocurrió resistirme o rechazarlo. Lo besé como a la chica más dulce y linda del mundo, y así estuvimos un rato hasta que nos dimos cuenta que estaban llegando más autos y nos podían descubrir. Así que Leíto volvió a su asiento pero nos fuimos todo el camino mirándonos a los ojos y hablando de esto y aquello… realmente era como si yo hubiera vuelto a tener 15 y él fuera una novia.
Y esta había sido recién la primera clase de manejo… lo que siguió es también excitante e igualmente tierno.
CONTINUARÁ… si les parece bien
Increíble relato en espera de la continuación.
como sigue
uffff dale mas capitulos
Sí, tiene ternura…
Demasiado whitexican y aburrido para mí
Deves continuarlo sin duda. Me ha gustado mucho
Continuaaaa!!!!
Quiero saber como continua, por ahora me puso muy caliente