CLINICA DE INICIACIÓN ANAL
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Siempre tuve curiosidad por saber cual era la sensación de tener una mandarria en el orto como manera de sentir placer.
Cuando miraba películas de gays yo observaba como el que hacía de pasivo se contorcía todo, gemía, gritaba y parecía gozar más rico que el que hacía de activo. Siempre que yo intentaba ser pasivo y dejaba que alguien me cogiera, lo único que sentía era incómodo, dolor y deseo porque aquel pedazo de carne saliera de mí lo más rápido posible. Un día conversé con un amigo esta frustración mía y él me dijo que podía ayudarme. Que él conocía un lugar donde un personal profesional hacía la iniciación anal del cliente garantizando el placer 100%. Caso no fuera así, ellos devolvían el dinero. Me quedé curioso y le pedí a mi amigo que me mostrara la tal clínica. En realidad se trataba de una sauna masculina con creatividad. Ahí un hombre atlético, buen tipo, alto, amable, nos atendió. Dijo el precio del tratamiento, que era garantizado y explicó las diferentes etapas y los aparatos usados. Mostró también el personal que participaría, un catálogo con fotos de los candidatos con close de sus respectivos penes. Penes de todo tamaño, pequeños para los iniciantes y enormes penes de mulatos y negros para los diplomados o glotones.
Me decidí por el tratamiento más por curiosidad que por creer en él. Escogí los candidatos y pagué. Pablo, el tipo que nos atendió dijo que quería participar entonces él me llevó a una sala donde había una camilla forrada con cuerina negra, de esas que se ven en los consultorios, además de unas sillas y un columpio de cuero lleno de hoyos para meter brazos y piernas y quedarse en posiciones eróticas inusitadas. Eso yo ya lo había visto en película porno. Pablo me mandó que me quitara la ropa, que me duchara y que me acostara en la camilla. Él embadurnó sus manos con una crema olorosa y comenzó a darme un masaje relajante. Comenzó por los piés y fue subiendo hasta llegar al cuello y torax. Fue delicado al masajear mis testículos y el pene. Yo ya estaba excitado y ansioso. Me mandó a quedarme de bruces. Me quedé. Pablo derramó crema en mi espalda, nalgas y piernas. Masageó bien rico. Cuando pasaba sus manos por mis glúteos me los apretaba. Derramaba crema en la raja del culo y metía un dedo y acariciaba mi ano.
En una de esas me mandó que empinara un poco las nalgas y de repente me metió el dedo en el culo. Yo me suspendí sorprendido. –está apretado, va a dar trabajo-, comentó Pablo. –creo que sí-, dije. –pero ya verá como sale bien holgado de aquí-, me garantizó el tipo. Yo estaba super excitado. Después Pablo me mandó a que me quedara en aquel columpio de cuero donde mis piernas desparramadas descansaban colgadas y mis nalgas y culo sobresalían a través de una abertura.
Con el culo asi dispuesto, Paulo pasó el dedo suavemente y después se puso a chupármelo, metiendo su lengua, disfrutando de lo que estaba haciendo. -¿te está gustando?- me preguntó, -claro y mucho, ay que rico- le contesté. –sigue así, relaja ese culito, relaja-. Después de unos cinco minutos jugando con mi ano, Pablo volvió a meter el dedo hasta el fondo y dijo: -aún está tenso, tendré que usar el vibrador-. Dicho eso trajo un aparato de unos quince centímetros de longitud y unos cuatro centímetros de espesura y me lo metió en el culo previa lubricación. La cosa comenzó a vibrar dentro y a mí me gustó. Me quedé con el vibrador dentro del culo como unos diez minutos. Pablo fue y lo sacó y después se fue al interfone y llamó un tal Marcio. Este era uno de los tipos que yo había escogido. Marcio se me acercó y pasó su dedo por mi ano. Se quitó la toalla y mostró una verga gruesa semidura pero no muy grande. Rapido logró la erección completa. Vistió el pene, lubricó y me dijo:
-te la voy a meter despacio, si duele avisas-
-sí, claro-. Pablo acompañaba todo y pasaba su mano por mi escroto, pene y tetillas. Marcio arrimó su pija y empujó. Pablo mordió mi tetilla, mi culo se abrió y Marcio entró. Después me la metió toda.
-¿te está doliendo?-, preguntó
-no, que va, estoy sintiendo rico-
-entonces te voy a coger bien rico-, y me cogió, me la metía y me la sacaba y no me dolía para nada, era puro placer, después de un rato, Marcio gozó. Me la sacó.
Crees que ahora puedes aguantar una un poco mas grande?- preguntó Pablo
-como cual?-
-como esta- dijo Pablo mientras me mostraba su mandarria de unos 19 cm. Vi la pijota blanca, gorda, bonita y aprobé con una salvedad:
-aguanto, si me duele mando parar-
-está bien-.
Entonces Pablo levantó un poco aquella hamaca para que mi culo se quedara a la altura de su verga. Vistió el condón, lubricó y pasó lubricante por mi ano también. Metió dos dedos y los giró lentamente. Marcio observaba mientras se tocaba la verga. La atmósfera estaba cargada del deseo de los tres. Yo miraba a Pablo, un tipo blanco, alto, guapo, rubio, con un ojo extraño, el derecho, era fijo como de vidrio pero eso solo lo hacía más interesante. Pablo arrimó su verga. Sentí el calor que emanaba de aquella pija. Empujó. Mi ano se abrió y recibió la cabeza
-ay, ay, -, grité sintiendo un poco de dolor
-¿la saco?-
-no, que va, metémela-, ordené
Y Pablo me la metió bien despacito. Cuando me tenía ensartado hasta los cojones me la sacó y me la volvió a meter
-¿te incomoda?-
-no, para nada-
-entonces te voy a culear como nunca-
Y Pablo me culeó como nunca antes me habían culeado, me la metía con fuerza, con gana y yo sentía rico. La sensación de placer no solo era en mi culo sino que se esparcía por todo el cuerpo haciéndome estremecer en rítmicos espasmos, era como si estuviera gozando sorbito a sorbito. Mi verga semiflácida comenzó a expulsar un líquido fino y sentía rico. Pablo me cogía y con el esfuerzo sudaba mientras que con una sonrisa en los labios decía:
-desde que te vi entrar yo supe que tenías un culo rico, que culo apretado, que rico- y yo solo pude decir, ah, ah, ah, ah.
Después de un rato metiéndomela sin tregua, aceleró los movimientos y anunció:
-me corro, me corrooooooooo-
Y se corrió. Yo sentí su eyaculación pues al salir el semen la verga se quedaba más gorda y hacía presión en mi ano apretado. Pablo con aquella gozada desfalleció y lentamente sacó su pene.
-¿satisfecho?-, preguntó
-no sé, estaba tan rico, quería más-, le contesté. Y era verdad, por primera vez en mi vida homo había tenido senda verga dentro de mí y deseé que continuara ahí.
-no hay problema. Vamos a bajarte de la hamaca para que te quedés aquí en la camilla- y ordenó:
-Marcio llamá a Ubiratán para que termine de inaugurarle el culo-; y Marcio salió. Al rato regresó con Ubiratán, un mulato de unos treinta años de una hermosa apariencia.
-Bira, mostrale tu instrumento al cliente aquí-. Ubiratán dejó caer la toalla y lo que vi fue una mazacuata inmensa de color chocolate, de más o menos unos veinte centímetros de longitud por unos diez centímetros de diámetro. Pero estaba semiflácida. Ubiratán comenzó a tocársela y la poronga alcanzó su máximo esplendor. Una pija de mas o menos 25 cm. Me asusté.
-¿la querés probar?-, preguntó Pablo
-ya que estoy aquí ¿por qué no?-
-no te va a doler-. Me tranquilizó el mulato
-arrimate a la camilla, levantá una de las piernas y ponela en la camilla y la otra la dejás en el suelo. obedecí. Así despatarrado, Pablo pasó su lengua por mi ano, después el dedo y para mi sorpresa arrimó su verga otra vez.
-solo voy a preparar camino-, me explicó. Y me culeó de nuevo bien rico aquel tipo lindo. Que placer. Después se me aproximó el mulato. Yo estaba ansioso. Sentí la mazacuata del mulato. Como era gruesa. Por un momento tuve mis dudas. El mulato empujó y nada.
-hacé fuerza para fuera como si vas a soltar un pedo, así el culo se abrirá-, sugirió el mulato. Obedecí
La técnica funcionó, mi culo se abrió y la cabeza de la mazacuata entró presionando al máximo mi ano.
-ahhhhhhhhhhhh-, suspiré.
No me dolió. Ubiratán inició la penetración. Yo sentía cada centímetro invadiéndome. Cuando tocó la esquina de mi intestino me dolió. Sentí una puta de dolor. El mulato continuó metiendo. Era inmensa aquella pija. El dolor aumentaba. Solo que no era en el culo y sí en la espalda. Era como si aquella manguera me estuviera partiendo por la mitad. Bira la sacó, sentí alivio solo que mezclado con un deseo en el culo por eso pedí:
-culeame rico cabrón culeame-
Y el mulato me culeó. Vi estrellas, un placer diferente, gozé por el culo. Marcio y Pablo acompañaban todo y me dieron sus vergas para que se las mamara. Yo no me rehusé. Con las embestidas de bira mi culo casi pegaba fuego pero era rico para qué, sentía un inmenso placer de estar siendo follado por la poronga del mulato. Después de un rato este gozó. Yo también. Pablo y Marcio terminaron gozando en una paja. Bira salió de dentro de mí. Mi culo se quedó bien abierto y demoró para cerrar. Sentía un aire entrando por el orificio reventado.
¿satisfecho ahora?-, preguntó Pablo
-ustedes merecen un 10-
-esperamos que regreses-
-de seguro-.
En la sala de espera estaba mi amigo Roberio.
-¿que tal? ¿resuelto tu problema?-
-resuelto-
-¿pensás regresar?-
-voy a regresar-.
Y regresé. Y probé una pija aún más grande. Increíble. Pero eso después yo cuento.
Fin
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