Cocky (III): Fin de semana no tan santo con el Dogy
Mi amigo Dogy me invitó a pasar el fin de semana en su casa, pues se encontraba solo. Y en esa ocasión tuvimos nuestro primer encuentro sexual..
El relato anterior de esta serie se encuentra aquí: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/cocky-ii-con-mi-primo-jizzy/
El Dogy y yo nos habíamos vuelto muy amigos en nuestro último año del Cobach. En apariencia éramos bastante opuestos: yo soy de piel blanca y él es moreno, de rasgos asiáticos (creo que su abuelo es chino).
A finales de Semana Santa, cuando estábamos en el último semestre, me llamó por teléfono y me invitó a quedarme con él, pues sus papás habían salido de la ciudad y no quería estar solo en casa todo el tiempo.
Estuve de acuerdo, sonaba divertido y, preparando mi mochila, me dirigí a su casa.
Una vez allí, me acomodé en la cama extra de su habitación. Me invitó a ir al parque a correr un poco. Cuando regresamos nos sentamos en los escalones de su casa y platicamos, como de costumbre, de todo lo que nos venía a la mente. De nuevo, como solía pasar, la conversación giró hacia el sexo y hablamos de las morras. Él ya tenía jaina, pero yo prefería solo coquetear con ellas y cachondear cuando se pudiera.
Nos empezamos a sentir calientes y me invitó a ver algunos vídeos porno en la computadora. Entramos a su cuarto y nos sentamos frente al escritorio.
El primer video que él seleccionó era bastante común: dos chavos y una chava cogiendo y mamando. Aunque era leve, ambos comenzamos a frotarnos las vergas a través de los pants. Nunca lo habíamos hecho juntos y, con cuidado, evitamos mirarnos directamente el uno al otro; pero, por el rabillo del ojo, ambos echamos más de un vistazo al bulto del otro.
Al terminar el primer video, el Dogy, con su erección claramente delineada en el pants, puso otro. Este fue mucho mejor: presentaba a dos chicos que, al conocerse en un gimnasio, se convirtieron en algo más que amigos íntimos. Cuando comenzaron a besarse y desvestirse yo ya no podía con tanta calentura. Entonces, volteé a ver a mi amigo y le pregunté si se le antojaba hacer eso.
El Dogy sonrió y me dijo que le gustaba la idea; pero sugirió que repitiéramos todo lo que los chicos en la pantalla estaban haciendo.
Una vez decididos, los dos nos levantamos y nos abrazamos. Mientras apretábamos nuestros cuerpos, nuestras duras vergas chocaban entre sí y nuestra respiración se aceleraba.
Yo fui el primero en hacer un movimiento: me agaché y apreté suavemente su trasero. Mi amigo, para no quedarse atrás, comenzó a bajar lentamente mi pants hasta que sintió saltar mi tenso miembro. Se agachó y empezó a acariciarlo lentamente; mi herramienta se volvía más y más dura con cada movimiento de su mano. Yo, para no quedarme atrás, metí la mano bajo sus pants y comencé a jugar con su verga y sus huevos.
Decidiendo ponernos más cómodos, nos separamos y nos recostamos en la alfombra. Luego volvimos a abrazarnos mientras mirábamos la computadora para ver qué debíamos hacer a continuación. En la pantalla, un chico estaba de rodillas lamiendo y chupando la dura verga del otro, así que el Dogy me dijo que también me hincara y se inclinó para ponerse a trabajar.
Lamió lentamente de arriba abajo mi verga, saboreando el esperma que había quedado allí después de mi sesión de puñeta de esa mañana. Decidiendo ir aún más lejos y metiéndose realmente en el papel, comenzó a lamer mis huevos, llevándolos suavemente a su boca uno a la vez mientras pasaba un dedo por mi culo.
Yo estaba casi listo para venirme con solo esta acción y, cuando volvió a mi verga, no pude contenerme. Agarrando la cabeza de mi amigo con ambas manos, comencé a culearle la cara, moviendo las caderas dentro y fuera de su boca y gimiendo por lo bien que se sentía y porque no quería que terminara.
De repente sentí que me salía el semen y gemí:
–¡Estoy acabando! ¡Sigue chupando, se siente muy rico…! ¡Sigue chupando… sí… eso es todo, sssssíííííí!
Con un último empujón, sentí que el semen se movía a través de mi verga dura y entraba en la boca chupadora del Dogy. Mi amigo se mostró un poco sorprendido por la fuerza de mis chorros, pero logró tragar todo. Miró la computadora por el rabillo del ojo y comenzó a lamer mi pene hasta dejarlo limpio. Gradualmente, mi pito comenzó a ablandarse aunque, debido a la suave lamida que recibía, nunca llegó a perder por completo su dureza.
Después de recuperar el aliento, miró al Dogy y le dije:
–¡Eso fue lo MEJOR! No sabía que eras tan buen mamador.
–¿Sí lo hice bien? ¿De veras te gustó?
Yo simplemente sonreí y le contesté:
–Recuéstate, todavía la tienes dura. Ahora te toca a ti.
Empujándolo de nuevo sobre la alfombra, me tumbé encima de él con nuestras vergas frotándose y comencé a explorar su cuerpo. Comencé a lamer suavemente sus pezones, primero el izquierdo y luego el derecho, hasta que ambos sobresalieron de su pecho como pequeñas bolitas.
Al ver que el Dogy había cerrado los ojos y disfrutaba de mi atención, continué lamiendo su abdomen hasta llegar al bosque de vellos del cual brotaba su hermosa verga. Suavemente empecé a lamer sólo la punta de su miembro y la sensible parte inferior de la cabeza, del tamaño de una ciruela; luego descendí por el grueso eje hasta que lamí las grandes bolas peludas.
Tal como él me lo había hecho, tomé cada uno de sus huevos en la boca y los chupé suavemente. Luego volví a la cabeza de su monda y comencé a bajar por esa delicia hasta que me la tragué toda. Con suavidad moví mi cabeza hacia adelante y hacia atrás, hacia adentro y hacia afuera y, al mismo tiempo, empecé a sondear por su culo.
Toda esta acción volvió a poner dura mi verga y decidí darle al Dogy un regalo especial. Quité la boca de su miembro y, cuando mi amigo abrió los ojos en señal de protesta, le indiqué que se volviera boca abajo. Así lo hizo y yo comencé a lamer lentamente su culo, preparándolo para lo que vendría a continuación.
Con su trasero bien lubricado, coloqué la cabeza de mi hinchada verga contra él y con lentitud empujé hasta que le tuve enterrados aproximadamente la mitad de mis quince centímetros. Haciendo una pausa por un segundo para dejar que mi amigo se acostumbrara a la sensación, de repente metí toda mi longitud en ese rico culo y comencé a cogérmelo apasionadamente. Rodeé su cuerpo gimiente y empecé a jalarle la verga, manteniendo un ritmo regular y tratando de hacer que ambos nos viniéramos juntos.
Después de unos momentos de esa acción cachonda, sentí que el semen subía desde mis huevos de nuevo y que la monda caliente de mi amigo se endurecía aún más. De repente, sentí brotar mi esperma de mi tensa verga hacia el apretado culo en que se encontraba y, casi exactamente al mismo tiempo, sentí el líquido cálido y pegajoso que surgía del miembro del Dogy por toda mi mano.
Pasó bastante tiempo antes de que ambos nos calmáramos y mi ya suave miembro se deslizara de su culo. Nos quedamos allí juntos, mi pierna sobre la blanda monda del Dogy.
Nos confesamos que ambos habíamos tenido sueños húmedos pensando en hacer esto juntos. Decidimos que nos reuniríamos para coger y chupar tanto y tan seguido como pudiéramos, sobre todo cuando las morras nos dejaran calientes.
Y así lo hicimos.
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