Cocky (IV): De retiro, con el Marty (1)
En el Centro Bosco conviví con el Marty durante un fin de semana, en un retiro espiritual. Desde el primer día, el chico despertó en mí un gran afecto hacia él..
El relato anterior de esta serie se encuentra aquí: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/cocky-iii-fin-de-semana-no-tan-santo-con-el-dogy/
Al Dogy lo vi por primera vez en el Centro Bosco. Nos llevamos bien desde el principio, aunque nos hicimos cercanos ya casi para terminar la preparatoria.
Pero en el Bosco conocí también a otros amigos. Uno de ellos fue el Marty.
Nuestra amistad inició en el primer retiro espiritual al que acudí. Esa vez ni el Cheeky ni el Jizzy se inscribieron. Sabía que nos distribuirían en parejas por los cuartos del centro y como ninguno de ellos dos participaría yo no sabía con quién me tocaría dormir.
Unos días antes de que todo empezara, el padre me preguntó si podría compartir con el Marty, un chico de mi edad. Es hijo de una madre soltera y se le dificultaba un poco relacionarse, por su timidez. Prácticamente se mantenía solo, aunque siempre estaba sonriendo.
Yo había platicado con él en pocas ocasiones y había notado que siempre ponía toda su atención cuando le decía algo.
El viernes, antes de irme al Bosco, pasé por él a su casa. Su mamá le encargó que aprovechara el retiro y él asintió, un poco avergonzado de que yo escuchara tantos consejos.
Fuimos de los primeros en llegar al centro. Esa tarde tuvimos una actividad de bienvenida y jugamos un partido de futbol. El Marty no era muy bueno, pero parecía estar divirtiéndose.
Nos dieron hot dogs y hamburguesas y después nos sentamos en círculo a contar historias. El Marty se mantuvo a mi lado. Después de un rato, apoyó la cabeza contra mi hombro y pareció quedarse dormido. A mí me agradó mucho sentir que me tenía la suficiente confianza como para quedarse dormido junto a mí.
–Bueno, ya es hora de descansar –dijo el padre, como a las nueve. Todos nos levantamos.
Adormilado, el Marty me siguió hasta el cuarto. Le propuse que se diera un baño primero él y después lo haría yo. El agua lo despertó.
Cuando salí del baño él estaba sentado sobre una de las camas.
–¿Vamos a dormir juntos? –me preguntó.
–Si tú quieres –le dije. Él solo sonrió.
Nos subimos a la cama y apagué la luz. Solo se escuchaban los sonidos de los insectos nocturnos y el movimiento de los árboles.
Ambos estábamos acostados de lado y él se encontraba frente a mí. Tras unos momentos, se recorrió hacia atrás hasta que su espalda pegó con mi pecho. Rodeé su cuerpo con mi brazo; él lanzó un suspiro de satisfacción y puso mi mano contra su estómago.
Era agradable y muy cómodo sentir su calidez. Tumbado en la oscuridad, recordé cómo habíamos convivido en las horas previas; imaginaba que así sería tener un hermano. Me invadió una oleada de afecto y protección hacia él. Le di un ligero apretón y sentí que él me correspondía.
Entonces empecé a tener una erección, justo donde mi entrepierna estaba presionada contra su trasero. Me aparté un poco y lo escuché reírse.
–Se te paró –me dijo suavemente. Aparentemente no le había molestado.
–Cállate y duérmete –le contesté, bromeando.
Se rio, pero no dijo nada. Yo exhalé un suspiro mental de alivio. Realmente no quería pensar en sexo en pleno retiro de la iglesia.
Durante los siguientes minutos el Marty se movió un poco, quizá tratando de ponerse cómodo o simplemente relajándose después de las actividades de esa tarde. Cada vez, el roce de sus nalgas contra mis shorts me enviaba una oleada de sensación a través de su duro pene y yo tenía que morderme el labio para evitar hacer ruido. Finalmente, su respiración se hizo más lenta y más regular y el movimiento de su cuerpo cesó.
Yo, en cambio, estaba lejos de dormir. El hecho de que realmente me agradara mi nuevo amigo sólo empeoraba el momento en que me encontraba. Él me gustaba como un hermano y me sentía feliz acostado a su lado.
Creí que la situación mejoraría una vez que se quedara dormido. Pero los sentimientos en todo mi cuerpo parecieron volverse más fuertes ahora que no me distraían sus meneos aleatorios. Cada vez que él respiraba yo podía sentir el ligero movimiento en todos los lugares donde estábamos presionados: su espalda tocando mi pecho, nuestras piernas una contra la otra, mi brazo por su costado, su mano sobre la mía.
Comencé a sentir como si mi pene quisiera explotar. Si hubiera estado en mi casa me lo estaría jalando.
Llegó el momento en que la tentación de hacer algo se volvió abrumadora. Con cuidado me presioné más firmemente contra su espalda, apretando su pecho con mi brazo. La presión contra mi pene provocó una oleada como una descarga eléctrica que me recorrió por completo. Cerré los ojos. Apenas evité oprimir mi pelvis contra sus nalgas, pues estaba muy cerca de hacer un desastre que sería muy difícil de limpiar.
Presioné la cara contra su cuello y, sin pensarlo, lamí un punto en su nuca. Mi mano bajó desde su estómago y rocé el frente de sus shorts. Su pene empujaba contra la tela, tan rígido como el mío. Por un minuto, pensé en meter la mano debajo de su ropa y sentir su erección.
La idea fue suficiente para que volviera a pensar con más normalidad. Rápidamente me separé de él y me di la vuelta. Por reflejo, metí la mano dentro de mis calzoncillos y apreté mi erección, aunque evité acariciarme.
Luego, para mi sorpresa, el Marty se giró y se me acercó, estirándose para presionar su brazo contra mi pecho, del mismo modo que yo lo había hecho con él. Al mismo tiempo, adormilado, pasó una pierna sobre mis caderas. La sensación de su erección contra mi trasero era muy obvia.
Murmuró satisfecho y se movió un poco; su mano y su brazo me atraparon la mano que tenía en mi ingle. Luego, justo cuando pensé que se había quedado dormido otra vez, sentí que comenzaba a empujar mi espalda, en forma lenta y regular, oprimiendo su erección contra mí. Cada vez su pierna presionaba la mía con mayor insistencia. ¡Me estaba cogiendo, al igual que yo lo había estado haciendo antes con él, excepto que de manera más obvia y deliberada!
Yo no sabía qué hacer. Una parte de mí decía que debería detenerlo. Otra sugería que debería quedarme callado, pues no quería entablar una conversación sobre sexo y masturbación en pleno retiro espiritual. Una tercera parte de mí no pudo evitar preguntarme si, a pesar de su timidez, él ya había comenzado a hacer cosas con otros chicos.
Al final no dije nada. A esas alturas no estaba realmente seguro de querer que se detuviera. Era más fácil seguir en silencio, disfrutando de sus arrimones.
Después de un par de minutos, el ritmo de sus embestidas comenzó a acelerarse y su abrazo se hizo más firme. Se respondieron todas mis dudas sobre si él estaba despierto o dormido. Empezó a respirar con más dificultad. Luego se apretó contra mí de nuevo, más fuerte que antes, una, dos, tres veces, mientras todo su cuerpo se ponía rígido.
Estaba claro que acababa de tener un orgasmo.
Mis dedos se movieron dentro de mis calzoncillos. El aliento se me quedó atrapado en el pecho cuando mi propia ingle se tensó, finalmente cediendo después de haber contenido el orgasmo durante demasiado tiempo. Mi leche cálida se derramó por mi mano y llenó el interior de mis calzoncillos.
Por una parte me sentía frustrado, pero sobre todo aliviado después de haber permanecido en excitación durante tanto tiempo.
De fondo, podía escuchar al Marty todavía jadeando con pesadez por su propio orgasmo, pero disminuyendo lentamente. mientras yo sentía el semen salir de mi verga con los últimos espasmos del orgasmo.
Tras unos momentos, me di cuenta otra vez de su abrazo –que se había estrechado aún más cuando tuvo su orgasmo y todavía no había amainado–, del calor de su cuerpo contra el mío y del pulso regular de mi corazón.
Feliz, contento (para mi sorpresa) y sintiendo nuevamente el mismo profundo e inesperado afecto que había sentido antes por él, me quedé dormido.
Mi último pensamiento fue preguntarme si él realmente había estado dormido cuando me frotaba contra él.
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