cogido por primera vez por un desconocido
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por BISEXAGS.
Bueno esta historia es de mi primo jorge, quien me pidió que se las relatara.
Hola, me llamo Jorge y tengo 23 años, mido 1.75 m. Les voy a contar la historia de como me estrené en cuestiones de sexo gay.
Esto pasó a penas en Noviembre cuando me quedé sin trabajo y terminé con mi novia Lola. Esto me llevó a tener mucho tiempo de sobra. Por las mañanas comencé a ir a un parque cerca de mi casa para correr, llegaba mucha gente, hombres y mujeres. Ya antes tenía cierta atracción por los hombres, veía modelos en Internet y me jalaba la pinga pensando en hombres o en mujeres.
Resulta que en el parque me llamó la atención un chavo, como de unos 20 años, delgado, siempre llevaba el mismo pants gris con rayas azules, de pelo negro; a veces no se rasuraba y se dejaba su barbita de chivo. Pero de lo que me enamoré, fueron de sus ojos negros, y grandes como el culo de mi ex novia Lola. Trataba de correr tan sólo un poco atrás de él para verle sus ojos, pero mi maldita condición física no me permitía aguantarle el paso y tenía que caminar, entonces lo seguía con la vista. Confieso que lo acosaba. Claro que cuando él acababa de hacer ejercicio yo dejaba de caminar y lo seguía, él salía del parque por la puerta de las canchas de básquet y caminaba hasta un puesto de jugos y compraba un vaso, yo no compraba según por ahorrar y seguía por la Avenida Juárez, que bendito sea Dios era la misma que me llevaba a mi casa. Caminaba tres cuadras y se metía a otra calle, yo debía caminar aún dos cuadras más para llegar a mi casa. Así estuve como un mes (observándolo y persiguiéndolo).
Un día de esos, en que uno desecha prejuicios, seguí mi rutina de acosar a mi chavito de los ojos lindos (creo que se dio cuenta de mi lujuria por él), pero cuando él terminó de correr, yo me adelanté al puesto de jugos para comprar uno y esperé a que él llegara como siempre lo hacía. Me estaban despachando cuando él llegó, saludó con unos buenos días muy alegre, la muchacha que atiende le respondió:
-¡Buenos días Miguel!, ahorita te doy tu jugo.
Yo iba a responderle pero al verlo se me subió la sangre a la cabeza y me puse rojo, sólo atiné a sonreír, él como si nada se dirigió hacia donde yo estaba y me dijo:
-¿Oye, cuántas vueltas haces? -Era la oportunidad de oro para conocerlo, le dije
-Corro 5 vueltas y camino otras tantas.
Nos fuimos juntos, hablamos de tantas cosas; ambos vivíamos solos, él odiaba lavar los trastes, la ropa y cocinar.
-A mí no me importa lavar los trastes y la ropa. Y Fíjate que eso de la cocinada se me da, tengo buena sazón -le contesté.
-¿No odias lavar trastes? ¿Y te gusta cocinar? ¡Hasta pareces cenicienta!, ¿Oye y qué vas a desayunar?
-Como es martes, paso al tianguis a comprar la fruta y la carne de la semana. Tengo antojo como de un licuado de manzana y ayer corté tortillas para unos chilaquiles -le respondí más tranquilo.
Seguimos caminando rumbo al tianguis, de vez en cuando volteaba a verle su carita sudada, su barbita de chivo y sus ojos negros, nomás que un poco discreto, así como que para ponerle atención en lo que me decía necesitaba voltear y verlo. Hicimos mis compras y como eran varias bolsas, Miguel, que para entonces ya lo llamaba por su nombre, me ayudó a cargar tres.
En lo que me contaba acerca de una lesión que tuvo hace tres años por saltar una bardita nos dirigimos con rumbo a mi casa, así nomás, sin él decir si me ayudaba con las bolsas, sin decirle yo que lo invitaba a desayunar. Llegamos a mi casa, dejamos las bolsas en la mesita, sacamos las fruta, la carne y todo lo que traíamos. Le dije que se sentara, para entonces era obvio que iba a desayunar conmigo, por eso fui a mi cuarto por dos playeras limpias, le extendí mi mano con una. Me dijo que no, pero un “no” acompañado de una sonrisa que me puso rojo y delató los sentimientos que me producía verlo. Creo que eso lo hizo cambiar de opinión y me extendió la mano para recibirme la playera. Se bajó el cierre de su chamarra, la playera que traía marcaba su cuerpo y sin pena alguna se la quitó.
¡Wow, cuerpazo que tenía Miguel! Era la primera vez que veía el torso de otro hombre tan cerca. Sensaciones se arremolinaron en mí tan rápido que me paralizaron, ya me había acostumbrado a mi reciente bisexualidad pero aún no lo sabía nadie y no estaba tan seguro de mostrarme como tal en el primer día que hablaba con Miguel, no fuera hacer que se me fuera por mi ansiedad, pero tampoco podía apartar mi mirada de su cuerpo.
Vi como hacía bolita su playera y buscaba una parte que no estuviera sudada para secarse. Primero limpió su carita y su cuello, luego su pecho que estaba bien delineado como el de los gimnastas, con sus tetillas chiquitas bien separadas mostrando que hacía sus lagartijas; después pasó a secarse su abdomen, sin vellitos, estaba marcado por sus músculos, no tan exagerado, en la parte baja se le saltaban ligeramente unas venitas que indicaban que tenía nada, ni un gramo de grasa.
Agarró por otro lado su playera y con una mano la pasó por su espalda para secársela, en tanto que su cabeza estaba puesta en su pecho o abdomen, de seguro le gustaba mirarse su cuerpo. No me veía, así yo no tenía impedimento para apreciar cada detalle de su torso. Ya antes cuando se quitó su playera lo primero que le vi fue un tatuaje, pero ahora podía observarlo mejor, estaba a todo lo largo del lado derecho de su cuerpo, le quedaba espléndido; lo hacía ver como un modelo, como que cada parte de su cuerpo tenía una historia, que para admirar su belleza se tenía que hacer parte por parte.
Luego levantó su brazo izquierdo para secarse su axila, hasta entonces vi que tampoco tenía vellos su axila, era lampiño, su cuerpo era totalmente lampiño, una verdadera novedad para mí; entretanto su mano izquierda cogió su playera hecha bolita y levantó su brazo derecho para secarse su otra axila, totalmente lampiña, repentinamente levantó su cara y me vio. Yo estaba frente a Miguel, totalmente paralizado y fascinado por su belleza, pero maldita sea, me atrapó viéndolo, juro que no con lujuria más bien como si fuera el único mortal que haya visto un dios, totalmente hechizado, atrapado por su juvenil belleza. Su piel era tersa. Miguel es moreno claro.
Inmediatamente se puso la playera limpia, ahora él me veía y ¡sorpresa! tenía dibujada una pequeña sonrisa o al menos así me pareció a mí, era mi turno de quitarme mi ropa sudada.
Como si nada hubiera pasado me quité mi ropa de correr, la aventé a donde acostumbro, quedé desnudo de mi torso, me acordé de que él era lampiño, yo por el contrario era velludo, mi abdomen, mis axilas y mi pecho. Enseguida me puse la playera limpia y seca. Miguel, mientras observaba cómo me cambiaba me contó que vive solo, que hace 1 año se mudó a la colonia, le gustó por el parque, que corría desde que iba en la secundaria. Mientras yo preparaba el desayuno, él me contó gran parte de su vida antes de llegar a vivir a la colonia, tenía una extraordinaria facilidad para hablar. Cuando estábamos desayunando le pregunté a qué se dedicaba actualmente, confieso que era una pregunta indiscreta, muy personal, pero bueno si quería la podía contestar o no.
-Ya no quise estudiar una carrera, terminé slo mi prepa y luego anduve por aquí y por allá trabajando. Ahorita trabajo en un bar, bueno, la verdad es un table dance de Insurgentes, hago de todo desde limpiar hasta ayudar en lo que digan. ¿Y tú Jorge, a qué te dedicas?
-A mira –le contesté-, yo ahorita no trabajo, acabo de terminar una ingeniería y trabajaba en una constructora que hacía departamentos, pero me quedé sin trabajo y sin novia. ¿Oye y están buenas las chavas? De seguro te has de tirar a una.
-Sí, están buenas. Y no salgo con ellas, es una bronca, luego me dan celos. Además creo que por ahorita ya no me andan gustando tanto las mujeres. La verdad es que luego salgo hasta con los clientes; me dicen que si les hago un baile como un stripper, por eso ando bien depilado, se les hace más atractivo, se prenden con mi tatuaje.
Después que terminó, hubo un silencio, no podía creer lo que me dijo. Me pareció bastante cachondo eso que saliera con los clientes y que me insinuara sin ninguna pena que era bisexual o de plano gay. Para romper el silencio le pregunté acerca de su tatuaje, no me contestó, se hizo el que no me escuchó. Entonces me levanté, recogí mi plato y el suyo, y me preguntó que si le permitía pasar a mi baño, entró y cerró la puerta. Encendí la computadora para poner música, eran unas canciones de U2 y volví para terminar de recoger los trastes y limpiar la mesita. Estaba en el fregadero con los trastes sucios cuando salió del baño.
-¡Ay, Cenicienta a poco vas a lavar los trastes ahorita!, espérate luego te ayudo. ¡Ahh, esa canción es Elevation!, es muy buena; a veces con esa me pongo a bailar, me prendo, me pongo bien cachondo, no sé por que.
Así de la nada con una sonrisa bien pícara caminó hacia la computadora, arrimó una silla hacia la mesita y dejó espaciado el lugar; se volteó para quedar frente a donde estaba (yo muy pendejo seguía en la tarja con los trastes sucios), a esa distancia podía verlo bien, era más alto que yo, se puso a bailar, se movía despacio, se dio vuelta para darme la espalda, se le veía bien redondito su culito, paradito, cada nalguita bien separadita, se subió un poquito la playera, podía verle la parte baja de su espalda; estaba idiotizado, siguió girando hasta quedar otra vez frente a mí, con la playera levantada, ahora le veía sus venitas de debajo de su abdomen, y la parte baja de su tatuaje.
¡Maldita sea!, no sabía que hacer, sólo lo miraba, miraba cómo se movía, me volvió a dar la espalda y entonces se quitó la playera que le había dado, la agarró con una mano y la alzó. Su espalda era una V perfecta, limpiecita, sin barritos, de un mismo tono. Giró y me cerró un ojo, de seguro se estaba burlando de mí, haciendo su bailecito bien cachondo, pero así de frente ya sin playera, empieza a tocarse con una mano sus tetillas, cerró sus ojos y con la otra mano empezó a bajarse el pants, no mucho pero mostraba ya la parte de su pubis, algunos vellitos salían, los podía ver, eran negros como sus ojos, pero no tan grandes, más bien pequeños.
Ya no se bajó más el pants, pero se puso una mano en su paquete y siguió tocándose su cuerpo y bailando, hasta que abrió los ojos y empezó a reírse.
-¡Pinche chango cabrón! –pensé.
-¡Uy Jorgito, ja ja ja! ¡Mira que ya se te paró la reata!
Efectivamente estaba al 100, bien caliente por otro hombre y no me había volteado a tiempo para evitar que viera que mi verga que estaba a todo lo que daba, además con el pants que traía no se podía disimular.
-A huevo, yo sabía Jorgito que te traías algo. En el parque, me volteabas a ver un chingo. ¿A poco eres mariquita?
Cuando terminó de decirlo empezó a caminar hacia donde yo estaba, hasta que estuvo a unos cuantos centímetros de mi cuerpo, olía su respiración, la sentía cálida. A lo que si era mariquita no le había contestado, me había frikeado, pinche joto me dije a mi mismo. Entonces él, como si no hubiera pasado nada del baile, nada de mi verga parada, nada de sus manos acariciándose su propio cuerpo, contestó a la pregunta que le había formulado minutos antes cuando aún desayunábamos, aquella sobre su tatuaje.
-El tatuaje me lo diseñó una novia que cogía bien rico, tenía un perrito que me destrozaba la verga. Ella estaba estudiando diseño gráfico y vi el modelo en uno de sus cuadernos, me gustó y le dije que si le gustaría que me hiciera un tatuaje con su diseño. Y mira después de que cortamos encontré la hoja y fui a que me lo hicieran -luego de un momento, me dijo-, ¿Y entonces qué, eres o no mariquita?
Sólo atiné a decir que hace un mes que había terminado con mi novia Lola, que mariquita no era del todo ni tampoco machín por completo, que daba entrada a nuevas experiencias. No sé de donde chingados me vino esa respuesta, ya no estaba tan nervioso sino caliente, como perra en celo; sí eso, una pinche zorra bien caliente.
-Nunca pero nunca había he estado con otro hombre, tengo mi culito virgencito –le dije.
Luego pegó su cuerpo al mío y mi verga parada le rozaba la suya que estaba a medios chiles y me empezó a besar, pasó sus manos por mi espalda, jaló hacía arriba mi playera y me la quitó, ahora los dos estábamos desnudos del torso, la sensación era placentera, mis vellos se apretaban a su cuerpo lampiño, sus manos recorrieron mi espalda varias veces hasta que empezaron a meterse en mi pants y acariciar mis nalgas.
Ya sin prejuicios, empecé a besarle su cuello y mis manos a estrujarle sus tetillas, su abdomen y con mi mano izquierda le recorría su espalda, mientras con la derecha la pasé arriba de su paquete que ya estaba bien parado, bien duro hacia el lado derecho de su cuerpo, luego subí un poco mi mano hasta donde empezaba su pants y metí suavemente mi mano, enseguida estaba su bóxer y metí mi mano dentro de su bóxer, poco a poco hasta que acaricié los vellos que antes había visto cuando Miguel me estaba bailando, eran pequeños agarré varios, los jalaba, luego metí otro poco mi mano y apareció su verga, estaba bien caliente, dura; la recorrí sólo con mis dedos desde la cabezota que ya hervía hasta su base. Metí más mi mano para acariciarle los huevos, se le había contraído la piel de los huevos, se los agarré y me pareció que estaban rasurados o depilados porque no sentía sus vellos. Volví a subir mi mano a su abdomen pero pasando por su vergota.
Fue la sensación más fascinante, agarrar por primera vez en mi vida otro pito y otros huevos que no fueran los míos. Quise formarme una idea del tamaño, del grosor, de cómo sería su pitote cuando le estaba metiendo mano; aún se me para la reata de tan sólo acordarme.
Miguel seguía con sus manos en mi espalda y en mis nalgas, las agarraba, las acariciaba y luego me las apretaba un chingo que hasta me dolían; me imaginaba que con tanta fuerza debían quedar marcadas con la silueta de su mano que las apretaba como si le fuera la vida en eso.
Estábamos en la tarja pero no supe cómo terminamos en mi cuarto, antes de acostarnos en la cama, Miguel me quitó mi pants, pero me dejó en bóxer, era un mago del suspenso, del deleite y del cachondeo. Yo hice lo mismo con él, su bóxer era negro de esos que además del algodón tienen licra y se pegan al cuerpo. No se transparentaba su verga, pero sí se notaba cómo estaba a punto de reventar.
Nos dejamos caer en la cama, enseguida se puso encima de mí y tuve que abrir mis piernas para que él pudiera acomodarse, empezó a besar mi cuello. Luego pasó a mis tetillas, en el mismo momento en que me las mordisqueaba mi verga empezó a babear, sentí cómo mojaba mi bóxer. Luego bajó, pasó su boca por encima del bóxer húmedo, metió una mano por una de las piernas del bóxer directo a mis huevos y los agarró, subió hasta tocar la base de mi pito que con lo caliente que ya estaba seguro le quemaba sus dedos. Acarició cada parte de mi pito bien parado y luego sacó su mano, la subió hasta mi ombligo y la fue bajando poco a poco y al llegar a mi bóxer lo bajó, saltó completamente mi verga, Miguel me quitó completamente el bóxer, empezó a jalarme los vellos de mi muslo con su boca y la fue subiendo hasta que llegó hasta mis huevos, entonces empezó a succionarlos a lamerlos, a comérselos.
Recorrió con su lengua mi verga, hasta llegar cerca de la cabeza que la limpió con una sábana y luego empezó a meterse la cabeza un poco y luego se la sacaba. En tanto yo quería verlo cómo se tragaba mi dura verga hasta comérsela. Luego empezó a chupar, él mamaba mejor que mi Lola, su lengua recorría y jugaba con mi glande, luego a seguir mamando.
-¡Me vengo, me vengo! -le grité o susurré no recuerdo.
Pero empezó a pajearme con sus manos hasta que me vine. Saltó mi leche por todo mi cuerpo, contrastaba lo blancuzco de mi semen con lo negro de mis vellos, pasó su mano por los ríos de leche y la extendió en mi cuerpo; cuando terminó se olió su mano, sabía cómo ponerme a 1000.
Ahora era mi turno, yo le mamaría su verga. Su cenicienta le mamaría cada milímetro de ese tremendo pedazo de carne. Miguel se paró, se puso de pie arriba de la cama y me dijo:
-A mamar mariquita.
Con su mano me agarró la nuca y llevó mi cara hacia su bóxer. Inmediatamente se lo quité, su gran miembro quedó al descubierto. Era tremendamente grueso, su cabeza estaba caliente y roja, era bellísima, y su pubis tenía sus vellos negros, pequeños, eran estéticos; aunque fue la primera vez que me comía una polla, últimamente las veía al por mayor en la Internet, así que al menos mis ojos ya tenían experiencia.
Era enorme o al menos así me parecía, pero más que enorme era gorda, ancha y bien dura. Estuve pegado a esa verga como becerrito, lamía, chupaba, mordía, me la metía y la sacaba, la pajeaba con mis manos, me daba golpecitos en mis mejillas con ella, era mi juguete. Creo que Miguel se impacientó porque después de un chingo de tiempo, volvió a agarrarme la nuca para que siguiera mamando y él me marcaba el ritmo que era cada vez más rápido, luego oía cómo su respiración se entrecortaba y me sacó su verga y el se pajeó solito enfrente de mi cara hasta que se vino, uno de sus chorros fue a dar directo a mi ojo derecho que quedó todo pegajoso, olía a macho, a pecado, a lujuria, era exquisito el ambiente.
Miguel me dijo que mamar era lo mío, que de seguro había llegado al mundo con la única misión de mamar vergas. Me limpió con la sábana su lechita que quedó por toda mi cara, me empezó a besar, luego nos acostamos en la cama, seguro que tenía en mente clavarme en mi culito semejante pedazo. Los dos estábamos acostados de lado, besándonos mutuamente con las pingas todavía bien paradas, lubricadas y luchando entre ellas. Las manos de Miguel otra vez se dirigieron hacia mis nalgas, pero esta vez hurgaron mi ano, apoyaba sus dedos en mi hoyito para que entraran, pero se resistía, me dijo:
-Ándale Jorgito, déjame entrar que ya estoy bien prendido.
Bueno, a dejarlo entrar que para eso estaba mi culito para comerse su vergota. Saqué el lubricante del cajón que era de Lola en donde poníamos los condones, el lubricante y todas sus cosas. Puso un poco de lubricante en sus dedos, lo extendió en todo mi hoyo y comenzó a presionar circularmente mi anito, primero con un dedo y luego metió la punta de dos dedos. Me dolía, sentía que estaba aún muy apretado, quizás por los nervios. Miguel tuvo que sacar un dedo y me quedé sólo con uno, lo dejó adentro para que me acostumbrara, cuando estuve un poco dilatado empecé a moverme por instinto, para que supiera que el dolor había pasado. Miguel metió dos dedos, ya no me dolía tanto, pero aún estaba apretado, él los metía y sacaba cada vez con más fuerza y más rápido, los movía adentro de mi culo, sentía placer, un placer indescriptible.
Yo nada más gemía y me movía rítmicamente al paso que marcaban sus tremendos dedos. Me dijo que si yo quería él me podía penetrar, que al fin y al cabo había condones, que estábamos seguros, que me tenía confianza, que había lubricante. Sin dudarlo un segundo le pasé los condones, él se acomodó de rodillas frente a mí sobre la cama, se puso una gota de lubricante en la cabeza de su verga y se deslizó el condón, luego extendió más lubricante en todo su pene. Tomó una almohada y la puso a la mitad de la cama, me dijo que me pusiera boca arriba, con mi culo sobre la almohada.
Abrí mis piernas automáticamente, él se acomodó entre mis piernas arrodillado, volvió a untar lubricante en mi culito y se acomodó para clavarme todo su ser…
Una cosa eran sus dedos y otra muy distinta el enorme pedazo de carne que nomás no entraba, así que volvió a meterme los dedos y luego poco a poco fue metiendo la cabeza de su pollón; yo gemía, me quedé un momento calmado, quieto, luego él sacó un poco su cabeza y volvió a meterla, ahora más profundo. Me dolió cuando la volvió a meter, después que mi culo se comió todo su pene lo dejó dentro unos momentos hasta que me acostumbrara, entonces volví a moverme y él entendió que ya estaba totalmente dilatado, empezó a bombearme.
Al principio no embistió ni tan rápido ni tan fuerte, sino despacio y rítmicamente, fueron pocos minutos.
Le dije que si lo cabalgaba, entonces él se acostó en la cama boca arriba y yo me monté dándole la cara. Ahí yo marcaba el ritmo, estuvimos un buen de tiempo así, recuerdo que cuando lo estaba montando en la computadora estaba la canción ‘Take a walk on the wild side’. Luego me cogió de a perrito, siempre había sido una de mis fantasías que me cogieran así; en esa posición arremetió con todo, se oía cómo sus huevos chocaban con mis nalgas, parecía poseído como si estuviera endiablado. Luego yo me acosté sobre la cama y él de pie en el suelo me cogió más fuerte que nunca, mi culo estaba totalmente dilatado, de seguro que le hubiera cabido otra verga. Miguel empezó a jadear cada vez más y a cogerme más rápido, hasta que terminó viniéndose dentro de mí.
Se quitó el condón, bufaba y yo estaba de las mil maravillas, cuando lo vi, sus músculos estaban tensos, se le marcaba perfectamente su delicioso cuerpo. Mi culito empezó a fruncirse y soltó un poco del lubricante que tenía dentro. Fui al baño y todo el lubricante se me salió, era como si mi culito tuviera un orgasmo y se viniera, escupiera su leche, fue magnífico.
Al salir del baño y volver a entrar a mi cuarto todo el aroma que había quedado me dio un fuerte golpe en mi nariz, estaba impregnado con olor a sexo, literalmente a pecado, aún se percibía el de los chilaquiles que desayunamos, también estaba el olor del sudor, mío y de Miguel juntos, cogiendo nuestros aromas como nosotros, pero el olor dominante era de semen, de leche, de eyaculación. Ese olor jamás lo olvidaré, era pesado, dulzón, denso y lleno de lujuria.
Luego de coger nos bañamos y dormimos un rato. Miguel es el mejor amante, me desfloró mi culito y además me mama la verga, me mete sus dedos, me coge con su soberano pollón y me deja chuparle su vergota todo el día.
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