Cogiendo con un policía discreto.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me inicie exageradamente joven en todo lo relacionado con el sexo, mi nombre es Dante, soy alto, delgado, un tanto fornido (porque en ese entonces iba al gimnasio) y a pesar de mi edad, mi rostro aun luce como el de un adolescente, esto, acompañado de mis expresiones angelicales y discretas sugieren que soy un chico bueno, pero la realidad es muy diferente.
Para entonces tenía 19 años recién cumplidos y me estaba iniciando trabajando en una pequeña tienda de ropa, la cual yacía en una plaza un tanto concurrida. Era Mayo, y por alguna razón no era el mejor momento en mi localidad a causa de la delincuencia, lo cual llevó a la plaza a no conformarse con los simples vigilantes del lugar, sino a pedir apoyo de policías mas experimentados.Y así fue, un grupo de policías comenzaron a recorrer diariamente cada uno de los locales para pedir firmas que corroborarían que supuestamente hacían su trabajo.
Como la tienda era pequeña, el personal se reducía a yo, que era el encargado, y a una de mis mejores amigas que entró por recomendación mía. Solíamos siempre mantener un ambiente de buena onda, y relajados con nuestros clientes, lo cual trajo muchos beneficios, entre ellos Daniel, uno de los policías que hizo buenas migas con nosotros, y pasaba un buen rato en la tienda, entre coqueteandonos, y haciéndose el protector.
Daniel es guapo, ni muy alto, ni muy bajo, un cuerpo trabajado, es curioso pero nunca supe su edad, imaginó que no supera los 30. Se le forman unos hoyuelos en sus mejillas al sonreír que te atrapan, y por si fuera poco unos dedos tan gruesos y cuidados que dan ganas de metertelos a la boca. Me gustó al instante, y a mi amiga Mel, también. Ni siquiera sabíamos si le gustaba ella o yo, pero nos propusimos enredarlo, mas por encontrar algo con que distraernos, algo que hiciera mas ameno el trabajo.
Las actitudes de el sus actitudes eran muy confusas, jugueteaba conmigo como algunos heterosexuales lo hacen, pero mantenía su postura de ‘Dante, no te emociones, no soy gay’. A veces hablaba y jugueteaba con mi amiga, y a veces reparaba mas en mi. Supongo que es su naturaleza coqueta. Siempre hablábamos de sexo, tenía mucho interés en el sexo gay, y yo nunca he sido de espantarme por ese tema, hablaba sin tabú, y notaba que eso le gustaba por el enorme bulto que se le comenzaba a formar debajo de su uniforme.
—¿Qué tal la chupas? Se ve que la mamas rico.—Dijo él sin dejar de mirar mis labios.
La verdad es que son muy anchos, y su carmín sobresale en mi piel blanca de una manera que me hace sentir muy orgulloso.
—No tienes idea de cuanto.—Respondía yo con un tono entre inocente y perverso.
Sabía que le provocaba algo, por alguna razón tengo el poder de confundir a los que se dicen muy machos.
Siempre eramos prudentes porque teníamos una cámara observándonos durante toda la jornada. Lo cual nos limitaba mucho.
Fue un Viernes cuando Daniel nos invito a Mel y a mi a beber saliendo del trabajo, se ofreció recogernos cerca de donde vivíamos. La verdad es que pensé que esa sería la noche de Mel, porque fue por ella que principalmente surgió la idea de salir juntos.
Cuando bajo de su auto nos quedamos mas impresionados que la primera vez que lo vimos, sin el uniforme se miraba inclusive mas antojable.
Mi amiga se sentó con él, adelante, y yo atrás, desde donde pude ver como ella le tocaba el bulto mientras conducía. Y cuando llegamos al estacionamiento del bar, tuve que esperar un largo rato afuera, mientras ese par fajaban en su interior, sin imaginarme que mas tarde sería recompensado.
En el bar no pude sentirme como el mal tercio, porque Daniel ya no mostraba interés en Mel, las platicas iban dirigidas a mi, y entre trago y trago, mientras Mel iba al baño harta de no ser el centro de atención, el me confesó con voz un tanto ebria que quien en realidad le gustaba era yo.
Daniel se ofreció a llevarnos a nuestras casas, eran alrededor de las 3 de la mañana cuando Mel se despedía y bajaba del auto, no sin antes decirme a mi que me vería al otro día, y darle un último beso a él.
—¿Dónde vives flaco?
Le indique el lugar, pero el se estaciono mucho antes de llegar.
—¿De verdad te tienes que meter?
—Sí, mi madre se pone histérica, pero podría jugármela, si haces que valga la pena el regaño.
El me besó y yo estaba tan caliente que no me resistí y le toque ese bulto tan apetitoso con el que había fantaseado tanto, era grande, y grueso, se la hubiera mamado ahí mismo, pero el me detuvo.
—Quédate a dormir en mi casa.
—¿Estás loco? Mañana tengo que trabajar.
—Te traigo a primera hora.
—No puedo.
—Sabes que quieres Dante, estas temblando.
—Lo digo por Mel.
—Ya te dije que el que me gustas eres tú.
—No quiero ir a tu casa.
—¿Y si te rapto?
—Voy a gritar.
—No seas ridículo, contigo no quiero solo un faje en el auto. Quiero tomarme el tiempo para disfrutarte.
Y así fue como me convenció, me iban a matar mis padres, pero con tal de comerme esa verga, correría el riesgo. Me llevó a su casa, y sin mas me mostró su cuarto.
No desperdició ni un solo segundo, me quito la ropa dejando mi piel al descubierto, me puso contra la cama y comenzó a lamerme el culo con habilidad.
Entre gemidos, le pedí que se pusiera el cinturón, me excitaba ver la pistola colgando de su cuerpo desnudo, si no hubiera temido que pensara que estaba demente, le hubiera
pedido que me metiera la pistola sin balas en el culete.
Mame su verga enorme para lubricarla…
—¿Hasta donde te llega flaco?
Me la comí toda, la sentí raspar mi garganta, estaba ardiendo de excitación
—Muy bien, cometela toda, flaquito
La situación nos tenía sudando, al punto de que mi mano resbalaba por su pecho cuando lo acariciaba mientras se la mamaba como loco.
—Ponte en cuatro flaco, vas a probar lo mejor
Lo obedecí, le gustaba tener el control, me volvió a lamer el culo, esta vez comenzó a meter sus dedos gruesos para dilatarme, me los metía a la boca para que yo los chupara antes de meterlos en mi ano. La verdad es que siempre he sido muy estrecho.
—Mmmm que rico, estas bien apretadito, flaco.
—Soy virgen.—Le mentí
Eso lo emocionó, y me la comenzó a enterrar lentamente. Sentí como la cabeza de su verga me perforaba de a poco, moví mi culo hambriento hacía atrás para recibirla de una vez.
—Solita entra flaquito, solita entra
Lo hacía tan lento que pude sentir como me entraba cada centímetro. Una vez adentro no pude evitar moverme como loco.
—Que rico te mueves flaquito, así no se mueve un virgen.
—Metemela duro.
Me hizo caso, me tenía gimiendo con cada embestida. Después me puso boca abajo y repitió el acto, el sonido que generaba la bombeada que me estaba dando, acompañada de sus gemidos de placer, eran música para mis oídos.
—¿Dónde quieres que me venga?
—En la boca, dame toda tu leche en la boca.
—Mamala como sabes hacerlo.
Me trague toda su leche, hasta la última gota que resbalaba por mi labio inferior.
Después de eso nos quedamos tendidos sobre la cama, los dos exhaustos.
—¿Te imaginabas que ibas a coger con un policía?
—Jamás
—No se lo puedes decir a nadie flaco
—¿Qué cosa?
—Lo que hicimos, no es bueno, por mi trabajo.
—¿Y que hicimos?—Pregunté fingiendo demencia.
Daniel siguió apareciendo todos los días en la tienda, y en ocasiones de burlaba de lo bien que fingía que nada había pasado. El quería que se repitiera, pero no soy de repetir.
Siempre estoy buscando vergas nuevas, me gusta lo difícil… Pero esas son otras historias.
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