Cogiéndome al chico de Estafeta
Lo recosté y escupí su culo para lubricarlo. Se la metí de golpe porque no quería hacerlo esperar, porque no quería darle un momento de control: yo estaba al mando..
Hola, mi nombre es Memo. Es mi primer relato y no sabía qué decir; pero tenía unas ganas inmensas de compartir cosas. Me ponen muy cachondo esta clase de relatos. Y qué mejor que contar tu propia historia para que otros disfruten de esas imágenes que tanto me hicieron correr.
Mido 1.75, piel canela, un cuerpo atlético, cabello negro, cejas pobladas, labios gruesos, ojos grandes. Así me describiría. Casi no tengo vello en el cuerpo, sólo me sale una mata abundante desde la base de mis huevos hasta mi ombligo. Es algo extraño. Es lo que más me prende.
Últimamente, he estado pensado en un hombre en específico: uno que me cogí hace un par de años. No me lo saco de la mente. Lo conocí en una época oscura en mi camino por Grindr. Puta aplicación, cada cogida que me di, me dejó marcado y muy satisfecho la mayoría de las veces.
Saúl, lo llamaremos así porque no me acuerdo de su puto nombre, quedó conmigo una noche. Yo andaba caliente todo el tiempo y me gustaba fumar mariguana en esa época. Lo invité camino a casa. Me había citado con un vato llamado Mariano y después de coger me dirigí a casa para ducharme. En el trayecto, recibí unas nudes de Saúl, pero las ignoré. Quería ver qué sorpresa me esperaría al final del día. Había quedado con sed de más, pues con Mariano había experimentado un buen polvo que luego les contaré.
Me duché con tranquilidad bajo el agua caliente y me limpié bien la verga. Me fui a mi cuarto y me hice un porro con una buena hierba. Mientras lo quemaba, le relataba mi encuentro matutino a mi roommate, quien siempre me había gustado desde que lo conocí en la universidad. Almorzamos juntos, vimos una película y jugamos cartas en mi cuarto. Le mandé un mensaje a mi romeo diciendo que se duchara antes de venir.
Le envié la ubicación y llegó en una camioneta. Resulta que este hombre era conductor de Estafeta. Era un poco bajo de estatura, calvo (rapado a ras), con una cara muy mona, labios jugosos, unos ojos grandes, y un buen culo. Lo hice pasar y mi roommate sólo lo saludó con la cabeza. Al entrar a mi cuarto, encendí otro porro y le invité:
– No, gracias. No fumo. Traje un poco de vino, por si gustas.
– Me encanta el vino, voy por un destapa corchos y dos vasos.
Al regresar, estaba en silencio analizando mi cuarto. No me gustaba su ropa, lo hacía ver más viejo. Sus pantalones anchos y su camisa de vestir me daban la impresión de que sería una mala noche.
– Toma, no hay copas en este lugar porque todo rompo.
– Gracias… (pausa) Eres muy guapo.
No dije nada, no le estaba poniendo mucha atención. El porro me estaba haciendo efecto y me estaba poniendo más cachondo.
– Quítate la ropa, quiero verte mejor.
Le dio un sorbo a su vaso y me obedeció. Cómo me excitaba ver su obediencia. Me gustaba lo que veía. Su cuerpo estaba bien proporcionado, tenía un culo glorioso, duro y redondo. Se acercó a mí y empezamos a besarnos. Sus besos estaban llenos de pasión y lujuria, eso me gustaba mucho. Me gustaba su olor a limpio. Le di una nalgada fuerte.
– Me da pena que nos escuchen afuera.
– No te preocupes, pondré el televisor y ya. No importa si nos escuchan.
Lo tiré a mi cama y empecé a besarlo por completo. Hubo una especie de alquimia. Vi cómo ese sujeto se convertiría en mi perrita. Yo estaba gozando de él. Lo jalé de la cabeza y lo acerqué a mi abdomen.
– Quítame la ropa.
Me ponía a mil verlo obedecer, como cambió su cara de seriedad y nervios a esto: una puta. Me bajó el bóxer y empezó a mamarme la verga con una maldita devoción de campeonato. Me succionaba con esa lengua larga y diestra. Se metía mis bolas completamente y sus labios gruesos se sentían de puta madre. Le di un cachetada mientras me la tragaba y noté un brillo de placer en su cara. Lo tomé fuertemente y lo besé.
Sentir el sabor de mi verga me la puso más dura.
– Eso que acabas de hacer me pone muy caliente.
– Quiero comerte ese hermosos culo que te cargas.
Lo aventé a la cama y me acosté sobre él. Dejé que sintiera mi calor y respiraba en su cráneo. Lo besaba duro en esa posición y acariciaba con fuerza. Quería que se diera cuenta que por esa noche me pertenecía. Y él lo aceptaba. Saqué mi lengua para pasarla por toda su espalda. Lo sostenía con mis manos grandes y me cercioraba de que estremeciera más y más. Instintivamente, su culo se iba empinando, mi manos lo sostenían. Saúl gemía como perra. No le importaba más quién estaba afuera de la habitación y a mí nunca me había importado.
Al llegar a su culo, le di una nalgada con furia, en cada una. Puse mi rabo en su hoyo palpitante y le pegué. Le unté unas gotas de précum y me puse a mamar ese culo redondo. Le daba más nalgadas cuando le metía la lengua. Todo él estaba limpio y eso me ponía más puerco a mí. Me gustaban sus gemidos.
– Aaagh, no mames, Memo. No pares, por favor.
Así estuve no sé cuanto tiempo. Me gustaba cómo se contorsionaba su cuerpo bajo la luz de la calle que atravesaba las cortinas y los momentos de oscuridad cuando la televisión iba a comerciales. Lo volví a besar para que saboreara su culo.
– Me vas a matar, Memo. Me encantas.
Agarré el porro de nuevo, le di unos jalones y tomé unos tragos de vino. Tenía la verga durísima. Tomé una correa de unos tenis que estaban a la mano y me amarré los huevos. Saúl me quedó viendo: eso lo ponía más cachondo y, ver su reacción me ponía más y más cerdo. Iba perdiendo la cordura. No quería admitir que este sujeto me había gustado mucho. Mi orgullo era muy grande y ya tenía que cogérmelo.
Junté su cuerpo y nos empezamos a besar. Me tomó del rabo y yo del suyo, nos comenzamos a masturbar como bestias, entre besos y mordidas. Saúl gemía y gemía. Eso me encantaba, ver su cara mientras soltaba un grito ahogado. Le gustaba como mi cuerpo lo envolvía y cómo mis manos serpentinas lo enrollaban a mí. Lo levanté y empecé a dedearlo mientras estaba flotando.
Lo recosté y escupí su culo para lubricarlo. Se la metí de golpe porque no quería hacerlo esperar, porque no quería darle un momento de control: yo estaba al mando. Lo empecé a embestir sin piedad, y él sólo abría sus ojos y me entregaba sus labios. Lo giré sin sacársela y me acosté arriba de él. Sentir su culo precioso me excitaba demasiado. Yo gruñía en sus orejas para que me escuchara y supiera cómo estaba gozando hacerlo mi perra.
– Aaaagh, por favor, no pares, Memo. POR FAVOOOR..
Sí que era diestro para masacrar ese culo. Me estaba volviendo loco. Sentía como si fuera otra persona. Saúl se iba elevando poco a poco con cada metida y sacada. Hacíamos mucho ruido con nuestros cuerpos. Me fascina la idea de que me escuchen cuando estoy cogiéndome a alguien. Saúl había perdido todo el pudor que le quedaba y estaba en trance. Empezó a mover sus culo y a apretarlo y engullirlo de manera violenta.
– Anda, muévete más. Más. ¡MÁÁÁS!
Lo azotaba con mis manos.
– Sí, dame más, Memo.
Le gustaba decir mi nombre. Lo hacía sentir conectado. Lo abracé fuerte mientras sostenía sus caderas y lo empujaba contra mi abdomen una y otra vez. ZAZ. ZAZ. ZAZ. ZAZ. Me volvía loco el sonido de su culo contra mis bolas. Levanté su pierna derecha y lo seguí perforando.
– Aprieta el culo. Más, apriétalo más.
Le puse mis dedos en su boca, para sentir su lengua y apoyarme de sus mandíbulas.
– Agggh, aaaaggh, aaaaagh, me encanta.
Giré su pierna y empecé a cogerlo de misionero. Lo besaba y lo mordía más y más. Lo agarré fuerte de la cintura y lo cargué. Empecé a cogerlo en el aire.
– No puedo creerlo. Por favor, no pares, me voy a venir si sigues así
Y esas fueron las palabras claves para ahorcarlo con una mano. No sé de dónde saqué la fuerza y agilidad pero él estaba guindado de mí, columpiándose en mi verga con rabia, gimiendo como perra.
– Me voy a venir, no pares, no pares, aaaaggghhh….a aaggggh..
Empezó a lloriquear con una voz masculina y se corrió sobre mí. Estábamos muy sudados. Su culo me apretó tanto que no pude sentir el límite de mi cordura.
– Mámame la verga como lo hiciste hace rato.
– Me encantas.
Empezó a darme una gloriosa mamadas. Me succionada el alma y su saliva me escurría por los huevos.
– AAAAAAAAAAGGGGHH, me voy a correr, abre la boca. AAAAGGGGH, AAAAAAAAAG!!!
Di un gritó brutal. Su cara angelical de hombre, de rodillas, pidiéndome verga, sus pestañas largas y risadas, se empezaron a bañar de lechazos de semen. Su nariz, sus cejas, su ojo derecho, sus labios, su boca…
Me quedé un rato en blanco mirando sus ojos lujuriosos. Me limpié con papel.
– La verdad, me encantó mucho esto. Eres hermoso, Memo.
– A mí también me gustó, respondí sin tanto interés. Tengo que ducharme antes de dormir. Vístete.
Y ésa fue la última vez que vi a Saúl. Me envió mensajes en los próximos días. No le respondí y bloqueé su número.
Me gustó el polvo que nos echamos. Ahora pienso mucho en él. Me gustaría volver a tenerlo y comérmelo de nuevo.
Espero que les haya gustado mi primer historia. ESCRIBAN algún comentario o envíen un mensaje a mi email con alguna crítica: [email protected]
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