COMENZAR DE NUEVO. (1).
Una humillación y golpe a mi ego de hombre me hace encontrar nuevas posibilidades..
EL ENGAÑO – CAMBIO DE AFINCAMIENTO. (1).
Andaba en los treinta y muy de capa caída, aunque no hay mal que dure cien años. Hacía muy poco que había roto con mi novia, estábamos haciendo planes para casarnos y descubrí que la malparida se encamaba con un tipo casado, vecino de la casa en que vivía con sus padres, éstos tenían un maxiquiosco que ella les ayudaba a atender por las mañanas, para después quedarse con las tardes libres para dedicarse al estudio porque a la noche iba a la facultad. Estudiaba Administración de Empresas y, con veintitrés años, cursaba el tercer año. Llevábamos ya tres años de novio y los padres de ella me adoraban, sin contar que yo era Gerente en una de las Metalúrgicas más grandes de la zona y tenía un muy buen pasar.
Maldita o bendita tarde en que salí temprano del trabajo y decidí pasar por su casa para darle una sorpresa. Eran las tres de la tarde y ella sabía que yo, normalmente salía del trabajo a las ocho de la noche, pero esa tarde era especial, cumplíamos tres años de noviazgo y pensaba llevarla a cenar a un restaurant selecto que quería conocer. Me hubiera resultado fácil avisarle por teléfono, pero decidí pasar por la casa ya que, sabiendo que sus padres no estarían, podría aprovechar para recibir algo de “postre”, además, no era la primera vez que lo hacía y a ella le encantaba coger en su cama y taparse la cabeza con su almohada para gritar sus orgasmos que se sucedían apenas la penetraba con mi verga de veinte centímetros por casi seis de ancho que había aprendido a dominar y a “comerse” por donde a mí se me ocurriera.
Ni siquiera llamé, entré con mis propias llaves, gentileza de mis suegros porque me trataban como un hijo más. Me extrañó que todas las cortinas estuvieran corridas y que el living se mantuviera en penumbras, pero entendí que no quería interrupciones mientras estudiaba en su habitación y hacia allí me dirigí. Al pasar por la puerta de la habitación de sus padres me llegaron patentes los sonidos emanados de una relación íntima y enseguida pensé en mi suegra y seguramente que no estaría con mi suegro. El morbo me ganó, quise ver con quien estaba y, si podía filmarla para luego extorsionarla porque, a ciencia cierta, la veterana estaba más que bien y me gustaba casi tanto como la hija, saqué el celular para grabarla y la cerradura cedió sin problemas al no tener trabas, tampoco hizo ruido la puerta, mi suegro era un fanático con el tema de los chirridos de las puertas y no había ninguna en la casa que hiciera ningún ruido extraño.
La sorpresa fue total, mi hermosa novia, morocha de infarto, de culo parado y tetas espectaculares estaba en cuatro sobre la cama de sus padres y el vecino, un veterano de casi cincuenta años, flaco y esmirriado, la tenía ensartada y se movía como desesperado en una cogida que, más que erótica, parecía de caricatura. “Dale, dale, te siento como nunca”, -decía la infiel, aunque, en principio, no entendí que sentía tanto porque su verga era flaquita y apenas si podía llegar a los diecisiete centímetros-. Me quedé helado con la puerta entreabierta y mirando el espectáculo que los dos me ofrecían, se me pasaron mil cosas por la cabeza y ninguna sería del agrado de los amantes, pero, aunque todavía no sé cómo, me contuve. El caso es que yo los tenía de costado y con el celular en la mano, en lugar de imponer mi estampa de hombre de un metro con ochenta y cinco centímetros, hecho en gimnasio y rebosante de músculos y molerlos a palos a ambos, me quedé mirando y filmando.
No supe el tiempo en que estuve mirando la escena humillante y grotesca que tenía frente a mis ojos, estaba completamente anonadado, pero reaccioné cuando ella le pidió que se la cogiera de “patitas al hombro” y movieron sus cuerpos, entonces entorné la puerta, pero seguí filmando apuntando el celular hacia la cama, pasó poco tiempo más y decidí que yo no tenía nada que hacer allí. Volví sobre mis pasos, dejé mis llaves con el llavero que ella me había regalado sobre la mesa del living y salí de la casa sin hacer ruido, me senté en mi auto de alta gama que mis ingresos me permitían tener y miré lo grabado, parecía un masoquista torturándome a mí mismo, pero, como siempre trataba de que primara lo positivo, se me hizo que era mejor haber descubierto a la infiel antes de estar casado.
No se me daba por ejercer ningún tipo de violencia, pero la bronca que tenía encima no me la podía tragar yo solo y entendí que varios tendrían que saber lo que pasaba, uno para dejarla al descubierto y otro, para que no quedara ningún tipo de dudas del porqué de mi futuro proceder. Desde mi teléfono salieron mensajes con el video al teléfono de ella, al de los padres y al de un par de amigas y amigos que teníamos en común, sólo les puse el mismo mensaje a cada uno de ellos, “cuando una mujer tiene esencia de puta y lo demuestra cagándose en los sentimientos, no merece ningún tipo de perdones”, asimismo, mi humillación era tal que, aunque no fuera culpable de nada, no quería dar explicaciones a nadie, luego de esto, me volví a la Metalúrgica.
Tenía pensado renunciar e irme a vivir a otro lugar, la casa en que vivía, heredada de mis padres tendría que ser alquilada, lo mismo la que había comprado para irnos a vivir después de casado, pero para eso habría tiempo, lo único que quería en ese momento era poner distancia en todo lo que tenía que ver con mi “ex” novia, su familia y las amistades pues hablar, verlos o tan siquiera recordarlos me provocaba un dolor plagado de broncas. El dueño de la Metalúrgica, casi un padre para mí, me escuchó, me entendió, pero me dijo que bajo ningún punto de vista iba a permitir que dejara la empresa, en lugar de eso me ofreció hacerme cargo de una subsidiaria que funcionaba en un pueblo-ciudad ubicado en el interior de la Provincia, en la zona de la Costa.
Le dije que sí, sin dudarlo y regresé a mi casa dispuesto a guardar ropa de vestir en la valija, uno que otro traje y algunas cosas en un bolso, di de baja mi nombre en las Redes Sociales y me mandé a mudar rápido de todo lo que me hacía sentir humillado y usado. Mi teléfono parecía hervir, me entraban llamadas de todos lados y no atendí ninguna, tampoco contesté mensajes y opté por cambiar mi número en una Agencia habilitada. Esa misma tarde-noche, luego de cerrar toda la casa, me lancé a la ruta para recorrer los más de seiscientos kilómetros que me separaban de lo que sería mi nueva vida. Cené en un parador de camioneros y seguí viaje sin problemas sabiendo que nadie me apuraba.
Cuando me dio sueño paré en una Estación de Servicio, cargué combustible y luego me estacioné a un costado de la misma, recliné el asiento y me dormí todo. Ya había hecho más de la mitad del camino y me despertaron los trinos de los pájaros, bajé para lavarme un poco, desayuné en el pequeño bar que allí había y continué mi marcha sin apurarme. Llegué a mi destino a media mañana y me gustó el lugar, el pueblo-ciudad no tenía más de quince mil habitantes, apenas si había cinco o seis edificios que no tenían más de cinco pisos de alto y todo lo demás eran casas bajas a cuál más linda, se las notaba cómodas y con grandes terrenos en que se veían árboles grandes y seguramente antiguos, una calle principal asfaltada, llena de comercios, cafeterías, restaurants, comercios chicos, otros mucho más grandes y calles anchas transversales de arenas duras por donde se podía transitar con comodidad.
Se divisaban muchos pinos que bordeaban las calles y toda la ciudad parecía estar construida en medio de un bosque de coníferas. La referencia de la Metalúrgica me hacía saber que se encontraba por detrás del bosque de pinos en las afueras de la ciudad, había que cruzar el centro y seguir por la calle principal hasta desembocar nuevamente a la ruta que me llevaba a otro pueblo cercano ubicado a unos treinta kilómetros. Hice todo el trayecto y a unos dos kilómetros luego de salir de la ciudad, me encontré con las instalaciones que buscaba, el lugar no era muy grande y después de estacionar, me dirigí a las oficinas centrales.
Había un mostrador de informes y cuatro escritorios ocupados por mujeres a cuál mejor puesta y hasta que una de ellas se acercó a atenderme no me privé de mirarlas, durante tres años me había portado como un Duque y las otras, fuera de mi novia, parecían no existir para mí, pero yo tenía muy claro que las mujeres me gustaban y mi proceder para con ellas cambiaría radicalmente. Luego de avisar de mi presencia se presentó ante mí una “veterana”, rubia, alta, de unos cincuenta años excelentemente bien llevados, vestía una pollera oscura de largo chanel y una camisa blanca que denunciaba un hermoso par de tetas erguidas y sostenidas por lo que parecía ser un sostén de media copa. Se presentó como Fátima, la Secretaria General en funciones, me dio la bienvenida diciendo que ya estaba enterada de mi llegada y me hizo pasar a lo que serían mis oficinas. Al caminar delante de mi noté sus tobillos finos, sus pies calzados con sandalias con taco medio que hacían resaltar sus gemelos o pantorrillas y me encantó su tipo de mujer. Me preguntó si quería tomar algo y que era lo primero que deseaba hacer…
- En principio, querría buscar algún lugar dónde alojarme, luego tendré tiempo para dedicarme de lleno a la empresa, tengo que ver al personal con el que cuento, conocer a los jerárquicos de las distintas áreas, ver cómo está la producción, tengo una lista muy larga, aunque tengo claro que esta subsidiaria trabaja muy bien.
- En cuanto al alojamiento, tengo algo para ofrecerle, hay una hostería que puede gustarle, pero, como el dueño de la empresa me dijo que usted es un tipo al que no le gusta estar rodeado de personas ni de bullicio, me permito hacerle saber que mi hija tiene un hermoso departamento tipo cabaña que alquila, está en los fondos de la casa, tiene entrada individual para el auto, es un lugar muy discreto, ella es viuda, tiene dos hijos de ocho y diez años, pero no molestan pues no están casi nunca en la casa.
- ¿Cómo sería ese alquiler?
- Fijo, ella no es amiga de alquilar el lugar por temporada estival pues los turistas muchas veces vandalizan y es más lo que se pierde que lo que se gana con esos alquileres. El lugar está amueblado y tiene todos los servicios, Internet incluido por WiFi, si le interesa le puedo dar la dirección.
- ¿Usted vive allí?
- No, yo tengo mi propia casa, mi esposo es el Gerente del Banco y ella tiene un negocio de ventas variadas que le quedó del marido. El pobre hace dos años que nos dejó, fue un verano cuando quisieron asaltarlo, es que en el verano viene de todo a nuestra ciudad.
- Bueno, deme la dirección e iré a verla, respecto de la empresa, quiero una reunión el día lunes a primera hora con todo el personal jerárquico y ya veré de ponerme al día con todo, otra pregunta Fátima, ¿me parece a mí o hay más mujeres que hombres en la ciudad?
- Jajaja, es verdad, somos el género dominante en este lugar. El último Censo Poblacional arrojó que somos un 75% de mujeres y un 35% de hombres, algo que también se refleja en la empresa, pero hombres hay, lo que sucede es que, la gran mayoría de ellos trabajan en las pesqueras que funcionan en la ciudad vecina que tiene puerto pesquero y otros tantos se embarcan por días, sin contar los que trabajan en el campo. Usted es joven y soltero, puede que el lugar resulte peligroso para su libertad, jajaja.
- ¡Vade retro, mujeres!, aunque me encantan, vengo “golpeado” y he decidido que a partir de ahora los compromisos no sean una constante en mi vida, trataré de evitar toda esa problemática.
- Aplicará algo así como “dos más dos, cuatro” o “al pan, pan y al vino, vino”.
- Mejor explicado imposible como fuere, aunque usted me aplique una mirada un tanto sarcástica, las mujeres no son, por ahora mi prioridad.
- Peor para nosotras, aunque, por eso mismo, el Señor Eduardo XXX se puede convertir en un mirlo blanco al que hay que cazar.
- Jajaja, ustedes son terribles, aunque, de última, sólo me dejaría “cazar” por ratos, eso sí, eligiendo muy bien a las “cazadoras”, pues apuesto siempre a la discreción y esa no es una virtud muy preciada.
- Creo que nos vamos a llevar muy bien con usted porque piensa igual que yo y respecto a lo del trabajo, para el lunes a primera hora le tendré listo todos los legajos del personal y le haré un plan para hacerle conocer la empresa, además de la reunión, por supuesto.
- Gracias Fátima, la eficiencia es algo que me place profundamente, por otro lado, como conozco la relación de amistad que la une con el dueño de la empresa y con su esposa, ya debe saber que hay que efectuar varias “limpiezas” en el personal.
- Es verdad, ya me avisó que usted viene con órdenes precisas para efectuar esas “limpiezas” a la brevedad.
- Sí, pero para eso necesitaré tener varias reuniones en conjunto, no quiero proceder a tontas y a locas y usted es quien conoce mejor a las personas del lugar, de hecho, vaya pensando si le conviene más seguir como Secretaria General o ejercer el cargo de Directora de Recursos Humanos.
- Bueno, eso es una sorpresa, ¿la orden viene desde la central?
- No, lo acabo de decidir, tengo carta blanca para esas decisiones, el actual Director se tiene que jubilar sí o sí y usted me merece toda la confianza para ocupar ese puesto, piénselo y el lunes lo charlamos.
Me fui de la empresa luego de dejarle mi número telefónico y me dirigí al comercio de la hija para hablar con ella del alquiler de la cabaña, prefería mil veces estar solo en un lugar en que me moviera como dueño y señor y no estar supeditado a horarios ni a bullicios de un hotel u hostería. Al llegar al negocio de marras no me cupieron dudas de quien era la hija de Fátima, la rubia, alta, de unos treinta años, vestida de remera, pantalones de jeans elastizados y sandalias, portando una sonrisa que le iluminaba la cara, se presentó como Graciela y, ya avisada por la madre, dejó a una chica a cargo del lugar y me acompañó a conocer la cabaña que tenía en alquiler.
Lo hizo en su propio auto y debí seguirla, pero antes me presentó a sus dos hijos, Felipe el de diez años y Antonio el de ocho, ninguno de los dos tuvo empacho para mostrarse muy dados conmigo y con respeto me saludaron con un beso en la mejilla. La casa no estaba lejos del centro de la ciudad y resultó ser un chalet bastante grande, tenía jardín al frente y una amplia entrada de autos al costado. Entramos los dos autos por esa entrada y desembocamos en los fondos de la casa, allí me encontré con un lugar bellísimo, pues, aparte de la cabaña en sí, había una pileta de proporciones, parrilla, un lugar cerrado para estar y varios árboles rodeados de un hermoso parque.
Ella estacionó el auto junto a la entrada de lo que era su garaje, me avisó que buscaría las llaves y yo seguí hasta que el mío quedó estacionado frente a la cabaña que me pareció espectacular. No era muy grande, pero tenía una habitación muy amplia con un inmenso ventanal que daba al parque y a los árboles del fondo, un buen living y cocina y baño como para moverse muy cómodo en ellos. Lo único que faltaba en el interior era mi cepillo de dientes y me sentí pleno allí adentro, enseguida noté que los chicos eran muy obedientes, escuchaban a su madre y a mí en la conversación y no desentonaban, parecían ser parte de mobiliario.
- Bien, usted dirá señor Eduardo, ¿qué le parece?
- En principio me encanta, pero con una salvedad, para alquilarla necesito saber si vas a dejar de lado el “señor” y me vas a llamar simplemente Eduardo, el tuteo no va reñido con el respeto, lo mismo los chicos, no soy el ogro de la película.
- ¡Touche!, de acuerdo Eduardo, eso me hace sentir más cómoda, ¿cómo te ves viviendo aquí?… Ah, no te lo dije, la pileta es compartida, lo mismo la parrilla, por lo demás, cada cual en su casa es independiente.
- Dame el contrato y ya te lo firmo, además te voy a dar un adelanto de un año, ¿está bien así?
- Me viene de maravillas, no lo había pensado de ese modo, pero parece un regalo del Cielo, taparé algunos “agujeros” con eso. Yo tengo que regresar al negocio y no vuelvo hasta las nueve de la noche, ¿necesitás que te traiga algo del centro?
- No, vi de pasada que hay unos comercios cercanos, veré de ir a comprar alguna cosa que necesite y tengo ganas de comprar carne para hacer un asado, ¿gustan acompañarme?
- Sí, sí, dale mami, nosotros lo acompañamos a Eduardo a comprar, -pidieron los hijos casi al unísono-.
- No quiero que lo molesten y si se quedan solos ustedes van a querer meterse en la pileta y yo no quiero que se metan al agua cuando están solos, -les contestó la madre-.
- Dejalos si querés, a mí no me va a venir mal tomar un poco de sol y yo te los miro.
El caso es que Graciela se fue y los chicos me ayudaron a bajar un par de bolsos con ropa que llevaba en el auto, yo me ocupé de la valija, luego de eso miré la cama con ganas de tirarme a dormir, pero recordé que los chicos estaban conmigo y busqué el short de lycra que usaba para bañarme, después los mandé a buscar la ropa que usarían en la pileta y los vi salir corriendo y riendo para hacer lo que les pedí. Evidentemente debía estar muy necesitado de colocar mi verga porque me pasó algo que nunca me había pasado, presté mucha atención a las nalgas paradas y gorditas que tenían los dos nenes, Felipe, el mayor parecía tenerlas mejor armadas, pero Antonio, a pesar de ser el más chico, no se quedaba atrás.
No había habido ninguna señal de parte de ellos que me hiciera pensar en que podrían ser putitos en potencia, pero eso no fue óbice para que la verga comenzara a responder imaginándolos dándome una regia mamada a dúo. Regresaron los dos con unos slips que no podían mantener sus nalgas aprisionadas y se acercaron a preguntarme si antes no íbamos a ir a hacer las compras. Yo estaba recostado en una reposera a 45% y no hice nada por tapar el bulto de mi verga morcillona que se notaba, pero tuve que acomodarme porque ninguno de los dos sacó la vista del “paquete” y hasta me pareció que Felipe se sonrojó y se relamió. No podía ser, nunca me había pasado algo así y les dije que antes de meternos en la pileta era mejor que nos cambiáramos y nos fuéramos a comprar. Me levanté para ponerme una bermuda por sobre el shorcito y una remera, además de las zapatillas, los nenes se pusieron una remera y se dejaron los slips, después nos subimos al auto y nos aprontamos para salir.
- Mi mamá tenía un amigo que nos dejaba manejar su auto, ¿vos no nos dejarías manejar?, -preguntó Felipe apenas habíamos salido-.
- No podrían porque no llegan a los pedales.
- Es sólo de mentirita, nada más es llevar el volante, mirá, mirá, yo te muestro, – dijo subiéndose a mis muslos y acomodó su culito gordito en mi entrepierna-.
Me tomó de sorpresa, pero a él no le causó sorpresa cuando con su mano apretó mi verga flácida, igual no pareció darse por aludido con eso y se movió para acomodarse haciendo que yo comenzara a reaccionar. Decidí dejarlo que hiciera y lo ayudé acomodando sus caderas para que mi verga morcillona, casi a punto de erección, quedara entre medio de sus nalgas. Mis brazos son largos, lo mismo que mis piernas, por eso yo usaba el asiento bastante separado del volante, lo cual le dejaba un buen lugar para acomodarse a gusto. Felipe movía sus piernas como si accionara los pedales y no podía estar ignorante de la barra de carne que se apoyaba en su culito, al contrario, a medida que la notaba, más se apoyaba en ella con ganas dándome pautas que no esperaba pues su proceder no tenía nada de inocente.
“Ya está, ahora dejame a mí”, -pidió exigiendo su hermano Antonio-. Esto provocó que Felipe se enojara diciendo que no lo dejaría y puse orden a eso, paré imprevistamente a un costado de la calle y expresé con voz de enojo que apenas volviera a notar que había algún tipo de discusión se terminaba todo y no les volvería a hablar a ninguno de los dos. Santo remedio, acataron enseguida la voz de mando y me pidieron disculpas alegando que no se repetiría. Felipe quedó duró apoyando su culito en mi verga erecta y Antonio se hizo un bollo en el asiento del acompañante.
- Vamos a hacer algo mejor, de ida maneja Felipe y de vuelta lo hará Antonio, pero no quiero discusiones, además nada de esto debe salir de nosotros tres, si alguien más se entera se termina la amistad y yo mismo le voy a contar a vuestra madre lo mal que se portan.
- Te lo prometemos Eduardo, nadie, nadie, nadie se va a enterar, será nuestro secreto, pero vos tampoco le diga a mami porque se va a enojar mucho con nosotros y nos va a castigar, -expresó Antonio con cierto temor, algo que corroboró Felipe-.
- Bueno, vamos de nuevo, pero antes dejame acomodar mi pito porque en esa posición se hace grande y me podés lastimar, -le dije a Felipe jugado por jugado-.
- Yo me di cuenta que se te puso muy duro y es más grande que el del amigo de mi mamá, pero a él no se le ponía muy duro y se lo sacaba afuera, me hacía bajar el pantalón y la ponía en el medio hasta que tiraba toda la leche y cuando le tocaba con Antonio siempre estaba flojito.
- ¿Qué cosas más pasaron con él?, a mí pueden contarme todo porque si ustedes no cuentan lo mío yo no contaré lo de ustedes, -pregunté totalmente asombrado de lo que escuchaba-.
- Hacíamos eso al manejar, también nos metía el dedito, pero era muy bruto y nos hacía doler, un día nos mostró una película en que se cogían a un nene y dijo que un día nos iba a meter el pito en el culito, también quiso que yo le diera un besito ahí y cuando lo hice me llenó la cara de leche, pero al otro día mamá lo echó de la casa gritándole que no servía para nada y dejamos de verlo porque no apareció más.
- ¿A ustedes les gusta jugar con un pito de adulto y que se lo metan por el culito?
- No sabemos cómo es, aunque creemos que no se puede porque nuestros agujeritos son chiquitos, pero debe ser rico porque en los videos que vemos en la tablet hay nenes que tienen caras de contentos cuando se los meten.
- ¿Cómo es que saben de esos videos?
- Un compañerito del colegio me pasó el dato de la página que veía el hermano y yo se la mostré a Antonio y, a veces, las miramos juntos, nos tocamos y nos las metemos en la boca hasta que nos dan como cosquillas y después se ablandan.
La conversación me tenía a mil, los dos nenes tenían ganas de experimenta con verga ajena y a mí me sobraban las ganas de tenerlos ensartados, pero también sabía que tenía que llevar las cosas con calma. El morbo le había ganado al raciocinio, pero no por eso iba a lastimarlos o hacer una cagada que me podía llevar a la cárcel. Por lo pronto, metí la mano por debajo de la remera de Felipe y, a la par que movía mis caderas para que sintiera el pedazo que tenía entre sus nalgas, comencé a acariciar sus tetillas y besé un par de veces su cuello arrancándole suspiros y temblores.
Antonio nos miraba y le dije que se acercara, quedó prácticamente sobre el muslo que tenía más cerca y lo acaricié haciéndole lo mismo que al hermano en sus tetillas, pero con éste dirigí la mano a sus nalgas y las acaricié llevando mi dedo medio a su asterisco fruncido. El nene tuvo un estremecimiento cuando la yema del dedo tocó su agujerito cerrado y se le escapó un suspiro cuando ejercí una determinada presión sobre éste. Ya llegábamos a la zona comercial y los aparté tratando de pensar en pajaritos de colores y lograr que mi erección disminuyera, entrar a algún negocio en esas condiciones hubiera sido hasta humillante.
Lo primero que hice fue ir a la Farmacia, les pedí que me esperaran en el auto y compré dos tubos de xilocaína en gel, toallitas húmedas y una crema antiinflamatoria con antibióticos por si había que tratar alguna rozadura o rajadura pues, aunque había que llevarlos con paciencia, estaba decidido a “comerme” esos dos culitos. Después de esto nos fuimos al supermercado donde compré lo necesario para una buena cena, un par de botellas de un rico vino, gaseosa para ellos, bombones para la madre y alguna otra cosa que me era necesaria. De regreso al auto nos detuvimos en una heladería y nos comimos un regio helado cada uno y aproveché a llevar dos kilos de helado mixto para el postre, ya con todo lo comprado ubiqué las bolsas en el asiento trasero y emprendimos el regreso.
Antonio se ubicó decidido sentándose en mi entrepierna y, mientras se acomodaba, me preguntó si no quería que se sacara el slip que hacía de traje de baño, le contesté que me parecía bien y me miró con picardía diciendo, “bueno, pero vos tenés que sacar tu pito para que quede en medio de mi culito”. No tardé en hacerlo y mi verga vibró por la exclamación de admiración de ambos chicos debido al tamaño de la misma. Sin dudas que iba a ser una linda experiencia, aunque también resultó una tortura pues Felipe también se sacó el slip y arrimó su culito a mi mano derecha acurrucándose junto a mí como si fuera un gatito mimoso, estaba especial para comenzar a usar el gel. Paré a un costado, saqué el tubito del gel y me puse un poco en el glande y parte del tronco, sobre éste se volvió a sentar Antonio y comenzó a moverse como si me hiciera una paja con sus nalgas. Se reía diciendo que le gustaba mucho con la cremita y entre el precum y el gel el asterisco pareció que se iba dilatando, no daba para penetrarlo, pero a veces el glande se asomaba por debajo de sus bolitas y otras veces parecía quedar enganchado en las rugosidades de su ano fruncido, aunque él no acusaba ningún dolor.
Felipe había apoyado la cabeza en mi muslo mirando como el hermano se movía sobre mi verga y yo llevé mi mano a la zanja de sus nalgas buscando el agujerito con mi dedo impregnado de gel. Se estremeció un poco cuando la yema del dedo ingresó en su ano, pero no pasé de ahí, lo moví un poco notando que gemía quedamente y lo saqué para ponerle un poco más de gel, “dejalo, no lo saques, me gusta sentir que tu dedo entra en mi culito”, -dijo girando la cabeza para mirar como ponía un poco más de gel y entendió que seguiría dedeándolo. Mientras tanto Antonio había logrado ubicar el glande en su asterisco y trataba de lograr que éste entrara en su culito, de pronto emitió un quejido de dolor cuando medio glande ingresó en él y tuve que tomar el volante con parte de mis dedos de la mano izquierda para que el auto no se fuera a la mitad de la calle, “despacito mi cielo, así no voy a poder entrar y te va a doler mucho, seguí sentado y movete”, -le dije besándole el cuello-. “Es que me gustaría que me cogieras, quiero que entres y me parece que no me va a doler mucho”, -dijo, pero se acomodó mejor para moverse sobre el tronco-.
El gemido de Felipe me hizo desviar la atención y me di cuenta que ¾ partes de mi dedo medio estaba dentro de su conducto, le pregunté si le dolía y me contestó enfáticamente que no, que siguiera metiéndolo, no terminó de decirlo que ya lo tenía todo adentro y lo moví con ganas cogiéndolo “a dedo” mientras escuchaba como ambos gemían de satisfacción. Ya no pude seguir, habíamos llegado a la casa e ingresé el auto hasta la puerta de la cabaña y los dos me dijeron que habían sentido las cosquillas en su pito duro, lo que anunciaba sus orgasmos secos.
Bajaron del auto sin los slips, yo me acomodé guardando mi verga que seguía erecta y me ayudaron con las bolsas preguntando si íbamos a seguir con el juego del pito grande en sus culitos, les contesté que lo haríamos, pero que antes debíamos hablar de algunas cosas. Se mostraban más que entusiasmados con proseguir, pero le hice saber que también debían aprender a chuparla, a tragar la leche, a besar y a recibir la verga en el culito sin protestar…
- ¿No es muy grande tu pito-verga para nuestros culitos?, -preguntó Antonio y agregó-, a mí me gustó mucho y quería que me la metieras, pero me dolió cuando entró la puntita.
- No los voy a engañar, al principio les va a doler, pero después les va a gustar y prometo hacer que su agujerito se ablande y se agrande para que les duela menos, es eso o esperar que venga cualquiera y les meta la verga rajándoles todo el culito y que su mamá se dé cuenta que los cogieron y los lastimaron.
- Nooo, mamá no se tiene que enterar ni nadie.
- Eso es cierto porque si se enteran sus amiguitos del colegio todos los van a tratar de putitos y los más grandes se van a aprovechar tratando de cogerlos, hasta pueden meterlos en un reformatorio por eso y su mamá va a sufrir mucho, -les dije para meterles miedo-.
- Te juramos que no diremos nada, vos sos el único que lo sabe y queremos que nos enseñes, -dijo Felipe abrazándose a mi pierna-.
Mi verga estaba a punto de reventar y les pedí que fueran a mi habitación y que se tiraran en la cama para darle besos y chupadas a mi verga los dos a la vez, lo hicieron rápido, los acomodé transversales y me dejaron sus culitos al alcance de mis dedos. Les expliqué como debían hacer para chuparla sin lastimarme con los dientes y mientras se abocaban a eso riendo entusiasmados y nerviosos, las yemas de mis dedos medios jugaban con sus asteriscos tratando de entrar ayudados por el gel. Ellos, estaban coordinados como si supieran desde siempre como era, uno me besaba el tronco, el otro trataba de entrar un poco más que el glande en su boca y los dos se movían con más de medio dedo en sus conductos que apretaban.
Apenas si hubo un par de quejidos apagados, el gel cumplía bien su función de lubricante y adormecedor de las zonas y yo me mordía para no terminar pues mis dedos ya entraban en su totalidad y lograba que ellos emitieran gemidos placenteros ante la cogida. Llegó el momento en que no pude aguantar más y les dije que les lanzaría la leche en la boca, fue Antonio en más chico de los hermanos quien se adueñó de mi glande y recibió la lechada, “tragá todo, más tarde le toca a Felipe”, -le dije a ambos-, a la vez Felipe recibió otro dedo en su interior y se acarició su propio pito porque comenzó a temblar como desquiciado.
- Era mucha leche, tiene gusto raro, pero me gustó, eso sí, jajaja, casi me ahogo, -dijo Antonio contento y mostrando un hilillo de semen que le caía por la comisura de la boca-.
- Lo hiciste muy bien, ahora Felipe te limpiará la cara con su lengua y luego lo hará con mi verga, dale Felipe, mostrame como lo hacés, -le pedí y lo hizo solícitamente, a la par que se seguía moviendo con los dedos en su culito-
- ¿Ahora es cuando nos vas a meter tu pito-verga en el culito y nos vas a coger como a los nenes del video que vimos?, -preguntó Antonio que comenzaba a dejar entrar otro dedo y aflojaba su esfínter-.
- Sólo llámenle verga y si quieren que los coja podemos probar de a poquito, pónganse los dos al borde de la cama con sus culitos parados y vamos a intentarlo, -les pedí al notar que mi verga no se había desinflado y que podría aguantar para jugar con mi glande en sus culitos-.
Luego de ponerme más gel arrimé mi glande al agujerito de Felipe y traté de hacerlo entrar sin empujar, de a poco entré en él que se quejó diciendo que le dolía, pero no pidió que parara y trataba de llevar sus caderas al encuentro del ariete hasta que ya no aguantó, “me duele mucho, sacalo Eduardo, me duele mucho”, -pidió con la voz quebrada cuando medio tronco estuvo dentro de la lisura de su conducto-. No se la saqué, pero me quedé quieto esperando a que el lugar, estrecho por demás, se acostumbrara y me fui moviendo de a poco entrando y saliendo sin profundizar. A poco que comencé con mis movimientos de la cogida propiamente dicha, Felipe comenzó a gemir y a pedir que se la metiera más, a sus gemidos se sumaron los de Antonio cuyo culito ya recibía tres de mis dedos que profundizaban en vaivén. Las nalgas redondeadas de los dos hermanos eran una delicia y aguanté mis ganas de partirlo en cuatro al muy putito, seguí con mi ritmo cansino y cuando tembló y me apretó el glande con sus contracciones lo dejé recuperarse y salí despacio de su interior.
No había profundizado, pero el hueco se notaba bastante grande, aunque enseguida comenzó a cerrarse. Me limpié la verga con mi remera, le di un piquito diciéndole que había estado muy bien y observé su sonrisa entremezclada con sus ojos llorosos, me puse gel nuevamente y encaré al culito de Antonio que parecía palpitar, tampoco con éste me apuré y me recibió más dilatado, aunque también se quejó y, a punto de llanto me pidió que esperara porque le dolía mucho, sin embargo, se recuperó rápido y, a media voz exigió que siguiera que quería sentirla toda adentro. A pesar de ser más chico, su culito parecía pedir más verga y, aun con los sollozos y los mocos que se tragaba, un poco más de media verga se instaló en su interior, fue delicioso moverme entrando y saliendo de su interior y mirar cómo se movía gozando.
Ya no podía aguantar más y, aunque ya se había tragado su primera leche, le volvió a tocar a Antonio recibir mi descarga en sus tripas, “tu leche me gusta, se siente calentita en mi culito”, -dijo moviendo sus caderas-. “Bueno, pero la próxima le toca toda a Felipe”, -le respondí-. Felipe aceptó lo que le decía y se subió sobre mi espalda para lamer mi transpiración, algo que le salió espontáneamente y me gustó. Les pregunté a ambos si les había gustado ser cogidos y me contestaron contentos que había sido rico y querían más, de inmediato les metí en la cabeza que sus culitos me pertenecían y que, no sólo nadie tenía que saber, sino que serían solamente míos, lo cual aceptaron besándome en la mejilla mientras se colgaban de mi cuello.
Después de esas demostraciones, aunque quedaba mucho por enseñarles, los mandé a la pileta y yo fui detrás de ellos, el cloro limpiaría todo y el chapuzón me vendría muy bien. Los vi saltar y reírse dentro del agua, ninguno demostraba incomodidad por la penetración de hacía instantes y me sorprendí por lo que había pasado. Nunca hubiese esperado algo así, que esos culitos se pusieran a mi disposición era algo impensado desde que llegué a esa casa, pero ya estaba, desde ahora en más había que aprovecharlo, lógicamente, sin dejar de lado a la madre que se me hacía que estaba necesitando una buena verga porque su última pareja habría sido, casi sin ninguna duda, un impotente eyaculador precoz.
Luego de un rato en el agua, salí, me sequé y me puse a preparar las cosas para el asado. La parrilla era grande y cómoda y luego de hacer un buen fuego, a medida que comenzaba a anochecer les pedí que salieran del agua y se cambiaran para ayudarme con la mesa, “vamos a recibir a mamá con la cena lista y se va a poner contenta al saber que me ayudaron con esto”, -les dije-. Lo hicieron todo de buen ánimo y cuando llegó Graciela ya tenía casi lista la comida y la mesa del living-comedor de la cabaña se veía apetecible. Le serví una copa de vino y le dije que en un rato comíamos.
- Estoy asombrada de todo esto, definitivamente sos un enviado del Cielo, jajaja.
- Jajaja, no te confíes, a lo sumo soy un ángel caído, jajaja, pero todo esto no es sólo mérito mío, tus hijos se esmeraron para poner la mesa y hasta me hicieron comprar una caja de bombones suizos porque dicen que te encantan.
- ¿Encima de todo esto bombones suizos?, jajaja, estoy completa, que ni se te ocurra pedirme en matrimonio porque estoy tentada a decirte que sí, jajaja.
- Matrimonio no, pero… mejor lo dejamos ahí, vengo muy golpeado como para ponerme a pensar, ni siquiera en broma, de cualquier posibilidad al respecto. Te cuento que además del asado hay helado de postre y los gustos también los eligieron tus hijos.
- ¡Por Dios!, mis diablitos nunca me mimaron tanto, se nota que contigo han pegado muy buena onda.
- Tienen una ventaja enorme, son muy educados y respetuosos y eso es algo que me puede, distinto hubiera sido sin se comportaran caprichosos y rebeldes, sin dudas que existe una buena Educación de base.
- Hago lo que puedo, pero siempre me parece que me faltan cinco para el Peso porque la maternidad y/o la paternidad no es algo que se aprende en manuales y nos equivocamos mucho.
- No hay que desesperar, nos guste o no, ellos mismos formaran sus propias paredes para golpearse, lo importante es entender que, con equivocaciones o sin ellas, uno ha dado lo mejor de sí.
- ¿Tenés hijos?, digo, porque hablás como si fueras padre.
- Reconocidos no, ni siquiera me he casado, si hay alguno por allí no lo conozco, jajaja.
- No te imagino de ese modo, ¿cómo se te dio eso de venir a enclaustrarte en este pueblo?
- Descubrí a tiempo algo que no me gustaba, no me gusta ser un cornudo consciente, me surgió esta posibilidad con el dueño de la empresa y no lo pensé demasiado.
Hablamos de varias cosas más relacionadas con su vida y la mía, mayormente de su vida porque yo no era de expresar muchas de mis cosas y ella porque tenía una gran necesidad de hablar y, como el interlocutor se prestaba, se despachó a gusto. Cenamos bien y nos retiramos a dormir temprano, ella porque el sábado trabajaba hasta pasado el mediodía y, según decía, se había pasado un poco con el vino y yo porque mi físico no aguantaba, lo del día anterior, el viaje y todo lo sucedido en ese día me pasaban factura, tanto así que ni siquiera levanté algunas cosas de la mesa y ni hablar de lavar la vajilla.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Excelente comienzo! 💦💦💦
Espectacular historia…, me has enganchado de primeras. La redacción es casi perfecta.
¡Está excelente! Apenas hoy estoy leyendo esta nueva historia y me parece que puede ser más interesante que la de Juancito. Un abrazo fuerte y apretujado lleno de muy buenas vibras desde Venezuela.