COMENZAR DE NUEVO. (2).
Los chicos me buscan y debo calmarlos, eso sí, primero lo primero. Fátima es de ir de frente y no se la puede despreciar..
PASIÓN INFANTIL – ABUELO DESPRECIABLE – FÁTIMA. (2).
Eran cerca de las nueve de la mañana cuando me desperté al notar que alguien subía a mi cama y me tocaba la verga semi erecta. Era Felipe y se encontraba totalmente desnudo, “hola Eduardo, buenos días, Antonio sigue durmiendo y mi mamá se fue al trabajo, vine porque me dijiste que hoy la leche me tocaba a mí”, -me expresó-, me sorprendí por esto al mirarlo a la cara porque, aunque me pareciera ilógico todo su rostro trasuntaba un deseo que no esperé proveniente de un chico, no obstante, me puse serio y le hice saber que no podíamos hacer las cosas cuando a cualquiera de los dos se les ocurriera, que yo era quien decidía cuando porque si no todos se darían cuenta.
- En castigo por esto te tendría que meter toda la verga de golpe y con poca lubricación para que sepas lo que puede dolerte.
- Perdón Eduardo, perdón, yo no sabía, te juro que no volveré a hacerlo y le diré a Antonio para que tampoco lo haga. Lo que pasa en que mi mamá me dijo que al mediodía venían mis abuelos y con ellos acá no se puede hacer nada.
- Bueno, está bien, por esta vez pasa, pero me la vas a tener que chupar como a mí me gusta.
- Está bien papi, ¿te puedo decir papi como en los videos?
- Sólo cuando estemos solos porque a tu mamá puede no gustarle y no quiero problemas.
- Dale papi, decime como querés que te la chupe.
- Abrí bien la boca respirá por la nariz y dejame a mí que me mueva.
Mucho no entendió, aunque abrió la boca y enseguida comprendió lo que era ser cogido por boca. No pude meterla toda, la tos y las arcadas no lo permitían, pero no se quejó ni se retiró, luego encontré un ritmo más o menos acoplado y, mientras la saliva en abundancia y las lágrimas se mezclaban, le llené la boca de leche y no se la saqué de la cavidad bucal hasta que no hubo tragado todo, después le tocó limpiarme y lo hizo con dedicación. “Vas a tener que practicar más porque a mí me gusta meterla hasta que tu nariz toqué mi pelvis”, -le dije besándolo y obligándolo a abrir la boca para meter mi lengua en ella-.
“Bueno papi, todavía está dura, ¿querés que pruebe de nuevo o me la vas a meter en la cola?”, -preguntó con deseos de seguir-. Ganas no me faltaban, pero corría el riesgo de lastimarlo y me costaría explicar su dolor de culo a la abuela, entonces opté por levantarme, le pedí que se vistiera y luego de usar el baño me di una regia ducha. Bañado, de remera sin mangas, zapatillas y bermuda me puse a recoger lo de la noche anterior, Felipe me ayudaba y vimos aparecer a Antonio que aún seguía entredormido, lo saludamos y estuvo discreto porque no preguntó nada, además demostró ser muy solícito porque también se puso a ayudar y ya con todo lavado y ordenado tomé mi celular y lo llamé al dueño de la empresa.
- Hola don Marcos, soy Eduardo, agende mi nuevo número.
- Hola muchacho, imaginé que lo habías cambiado, anduvo tu suegra buscándote en la empresa porque no te puede ubicar, jajaja, esa mujer está más desesperada que tu ex novia, ¿cómo andan las cosas por allí?
- De maravillas, estoy cómodamente instalado y estuve poniéndome al día con las cosas de la empresa ayudado por Fátima.
- ¿Ya comenzaste a trabajar?
- Oficialmente no, me presenté con ella y estuvimos hablando sobre la empresa y su gente, el lunes comienzo con las reuniones y ya hice mi primer cambio, le ofrecí el puesto de Directora de Recursos Humanos a Fátima y creo que va a aceptar.
- Muy buena elección, es una mujer muy capaz, hace rato que no la veo, ¿cómo está ahora?, en un tiempo le tuve muchas ganas, pero nunca me dio calce, es leal a su amiga, mi esposa.
- Yo creo que se mantiene muy bien, aunque creo que mi estancia aquí va a ser un tanto dramática como para olvidarme de las mujeres, creo que usted lo sabía bien.
- Jajaja, la confección de cubiertos y utensilios de acero inoxidable fue lo que me dio el espaldarazo para lo que hoy tengo, en ese pueblo siempre hubo abundancia de mujeres, pero tuve que irme de allí cuando me casé, un consejo, no las busques, vienen solas, jajaja, no te va a quedar tiempo para andar pensando en infieles propias.
- Ya me parecía que algo de sus picardías había acá, de todos modos, tenga por seguro que voy a hacer un buen trabajo.
- Eso lo doy por descontado muchacho, bueno, ¿qué le digo a tu ex suegra?, quiere ubicarte a como dé lugar y está para cualquier negocio, no sé si no la invito a cenar para darles esos datos, jajaja.
- Haga a su gusto, pero creo que ella sabe bien que yo no transo con las excusas ni las traiciones y con la hija no quiero saber nada de nada.
- Ya veré que hago, me alegro que estés bien y hace a tu gusto en esa empresa, mandale saludos a Fátima.
Los chicos se habían ido a jugar con la Play y me quedé pensando en la imperiosidad de mi ex suegra para ubicarme, lo primero que me vino a la mente es que se había quedado caliente conmigo y si fuera así, no me cabían dudas de que le haría morder la almohada, la morocha estaba mejor que la hija y ganas de embocarla tuve siempre, ya se vería, el consejo de don Marcos cabía también para ella, “no las busques, vienen solas” me había dicho y lo aplicaría al mil por mil con todas. Había sobrado una buena cantidad de carne y un pollo entero de la noche anterior, decidí que ya tenía el almuerzo preparado y la bocina de un auto en la entrada de la casa principal me sacó de esas ideas. Era Fátima con el marido, estacionaron el auto detrás de la casa y luego de saludar a los nietos se vinieron los dos veteranos junto a los chicos para la cabaña, se notaban los doce años de diferencia entre uno y otro, aunque, lógicamente, ni mención a la diferencia física expuesta.
- Buenos días Eduardo, ¿cómo se encuentra en su nueva casa?, le presento a Miguel, él es el padre de Graciela, el abuelo de los chicos y, por lógica, mi marido, -expresó Fátima que vestía unos shorcitos de jeans que resaltaban sus largas piernas-.
- Buen día Fátima, encantado señor Miguel, es un gusto, -le dije estrechando su diestra-.
- El gusto es mío señor, debe ser muy buena persona para que Marcos lo deje a cargo de su empresa primigenia.
- Él cree que si, recién acabo de hablar por teléfono y me dejó saludos para ustedes. Respecto a la casa, es maravillosa y me siento muy cómodo en ella.
- ¿Dijo algo sobre lo que se me ofreció?
- ¡Ah, sí!, algo opinó al respecto, me dijo que es la decisión más inteligente que podría haber tomado, lo que no sabe es que aún no tengo una respuesta para el ofrecimiento.
- Yo ya estaba decidida a aceptar, pero también lo hablé con mi marido y él me dijo que era una linda oportunidad.
- Esa es una linda política de pareja, pero no sabía que le preguntabas todo a tu marido, -expresé con cierto sarcasmo-.
- No seas malo, -acotó mirándome con picardía-, todo no se lo consulto, la discreción es una virtud que practico, -expresó en voz baja sin que el marido escuchara porque hablaba con sus nietos-.
- Veo que usaron la parrilla y yo venía con ganas de hacerme unas tiras de asado a la parrilla, -alegó el marido de Fátima acercándose a ambos-.
- Así es, anoche festejamos con un asadito nuestro incipiente conocimiento mutuo, estuvo bueno, pero si quiere lo ayudo.
- No, no es necesario, me encanta comer carne a la parrilla los fines de semana, bueno, por lo menos cuando puedo hacerlo. Me dijo Fátima que le ofreció una linda oportunidad y más ventajosa, ¿no?
- Es verdad, pero el de las ventajas voy a ser yo porque con ella al frente me saco de encima el problema de esa Dirección, -acoté viendo que Fátima se iba para el interior de la casa grande-.
- Ese Marcos, siempre decidiendo a la distancia, -afirmó con un sesgo de disconformidad-.
- Disculpe, creo que usted no tiene claro cuál es mi función aquí, yo le avisé a Marcos por un tema de ética y me comentó que estaba bien, pero las decisiones respecto de la empresa son de mi exclusivo dominio, me gustó la forma de ser de Fátima y le hice el ofrecimiento, nada tiene que ver Marcos con lo que yo decida.
- Bueno, creo que me equivoqué, discúlpeme, creo que actué como tonto.
- Yo haré de cuenta que no escuché nada, la parrilla es suya, hay carbón y leña allí, use lo que crea conveniente, -le dije y lo dejé solo junto a la parrilla-.
Era evidente que existían resquemores de antaño con don Marcos y eso, indudablemente, tenía que ver con Fátima y las “ganas” que aquel me había dicho que le tenía. Como fuere, era evidente que había diferencias sustanciales en esa pareja, Fátima era un portento de mujer e imaginaba que a los treinta debía ser un espectáculo para los ojos, nada que ver con lo que era Miguel pues éste era unos veinte centímetros más bajó, le faltaba bastante cabello y su físico con pancita cervecera dejaba bastante que desear, eso sin contar que debía tener unos largos diez años más que la mujer.
Vi que Fátima salía de la casa y se acercaba a una de las reposeras para ponerse a tomar sol, vestía un traje de baño enterizo, pero bastante cavado y calentaba más que si hubiera aparecido desnuda. No quise evidenciar mi interés en mirarla y me fui para el interior de mi casa. Al rato salí por el patio interior de la cabaña que daba a parte del parque, tiré una toalla sobre el césped y me puse a hacer distintas clases de abdominales, llevaba como cincuenta inclinando el cuerpo hacia los pies y cambié para tocar la punta de mis pies con los dedos de la mano invertida, resoplaba y transpiraba a mares cuando llegué a cien y noté que madre e hija me miraban.
- Hola Eduardo, buen día, ahora entiendo el porqué de esas “tablas” que se adivinaban, -expresó Graciela saludándome parada al lado de Fátima y de Antonio-.
- Hola Graciela, es para no perder el estado físico, a este “cuerpito” hay que mantenerlo, ¿qué tal estuvo la mañana?, -le pregunté observando que a las dos les brillaban los ojitos-.
- ¡Faaa, parecés Superman!, -expresó Antonio acercándose a tocarme los bíceps-.
- Portate bien y no molestes, -le dijo al nene y volvió a hablar conmigo-, más o menos, todavía no comenzó a llegar gente, seguramente lo harán antes de las Fiestas.
- Ah, claro, lo había olvidado, en unos días es Navidad, aunque yo no le doy mucha importancia a esas Fiestas, apenas si me reunía con conocidos porque es lo que se estila.
- Nosotros nos reunimos en casa de mis padres con algunos matrimonios allegados, esperamos contarte.
- No me puedo negar, prometo asistir.
- En un rato estará el asado, espero que nos acompañes, -acotó Fátima-.
- Sí, está bien, me olvidé de avisarle a Miguel, hay un pollo cocinado al que sólo hay que arrimarlo al fuego para calentarlo, enseguida me ducho y se los alcanzó.
- Andá a ducharte tranquilo, si no tenés problemas yo lo saco de la heladera, -alegó Graciela y le dije que lo hiciera-.
Me fui para el interior de la cabaña pensando en las dos mujeres que tenía frente a mí, estaban “mortales” y más que claro que ninguna se resistiría demasiado si las “atacaba” un poco. Camino al baño se me ocurrió lo que sería Fátima en una cama y eso se trasladó a mi verga que se manifestó en plenitud, no ganaba para calenturas y hasta pensé en “manotearla” un rato y descargarme para estar más tranquilo durante el almuerzo. Me metí al baño y detrás de mí apareció Antonio, “no te enojes Eduardo, ya vi que tenés el pito duro, ¿querés que te haga como hizo Felipe esta mañana?”.
- Ya le dije a Felipe que esto no puede ser todos los días ni cuando a ustedes se les ocurra, merecería que te la meta por el culito y hacerte gritar.
- Yo me puse de la pomada que tenés en el auto, si querés metela, prometo que no voy a gritar, -me dijo el muy putito con cara como de hacer pucheros y se me salió la cadena-.
- No podemos, seguramente te vieron entrar, -afirmé como último recurso de recato-.
- No porque dije que me iba a mi casa y di la vuelta para entrar por la otra puerta, -contestó seguro-.
- Entonces vení, sentate encima de mis piernas y cogete vos, -le dije trabando la puerta y sentándome sobre la tapa del inodoro-.
- ¿Así está bien?, -acotó sentándose y tomó mi verga con su mano para llevar el glande a su agujerito abundantemente lubricado-.
- Eso, ahora baja despacio y dame tu boca.
El glande comenzó a entrar y cuando amagó con un quejido le tapé la boca con mis labios, lo abracé y lo besé metiendo mi lengua lo más que podía y sentí como el tronco se deslizaba por su conducto estrecho. Antonio ponía los ojos en blanco y se quejaba quedamente mientras yo tomaba posesión de su culito semi virgen, pero no podía gritar o quejarse abiertamente porque mi boca lo tenía silenciado. Yo estaba sobrepasado y lo quería penetrar por completo, pero no pude hacerlo por las mías, fue él quien se sentó de golpe haciendo que toda mi verga se perdiera en sus tripas. Las lágrimas caían por su rostro y yo lo miraba sorprendido, una cosa eran mis ganas y otra pensar que podría “comerse” toda mi verga, pero ya estaba hecho y me quedé quieto esperando a que su culito se acostumbrara al ariete inmisericorde. Era lo que había venido a buscar y me lo demostró comenzando a mover despacio sus caderas, aunque con evidentes ganas de ser cogido como correspondía.
En esa posición mucho no lo podía mover para entrar y salir, entonces tiré un toallón en el suelo del amplio baño, me levanté y lo acosté de espaldas, sus piernitas quedaron levantadas y, volviendo a adueñarme de su boca, comencé a entrar y salir con más ritmo. El brillo de sus ojos cambió, ya no había lágrimas y el muy putito estaba gozando a mares de su cogida, su temblor se hizo sentir y su contracción apretó mi tronco, su pitito temblaba y el gemido apagado se hizo sentir cuando empujé hondo y le llené las tripas de leche. Esperé un poco escuchando que me decía que se la había metido toda y no había gritado, como si hubiera jugado una competencia consigo mismo, “vos te la metiste toda porque sos un putito desaforado, me gustó, pero no quiero que se cuenten todo con Felipe, yo los voy a coger cuando pueda, pero así a las apuradas no me gusta, ¿estamos de acuerdo?”, -le dije serio-.
Me contestó que no diría nada, hice que evacuara en el inodoro todo lo que tenía en las tripas y estuvo un rato con el agua fría del bidet para que el agujero recuperara su tamaño lógico. Yo me di una ducha rápida y salí del baño, luego lo hizo él yéndose por dónde había venido. Todavía me sonreía sorprendido por la performance del nene, indudablemente era bastante precoz, pero, aún con lo sorpresivo, un “señor polvo” se impuso y me había servido para una descarga más que amena y cargada de adrenalina. Al llegar al lugar cerrado dónde almorzaríamos ya estaba todo preparado y lo vi salir a Antonio de la casa grande como si no hubiera pasado nada, después todo se desarrolló con risas y comentarios, además de las vivas para el asador.
Luego de una pequeña sobremesa las mujeres me preguntaron si tomaría un café, Graciela ofreció bombones a los que Fátima no se pudo resistir y Miguel dijo que se iría a dormir una regia siesta, del dicho al hecho pasaron décimas y quedé solo con las dos mujeres porque los chicos dijeron de irse a jugar con la Play y me pidieron permiso para hacerlo en mi living porque al abuelo no le gustaba escuchar ruidos, se los di y ellos mismos se ocuparon de traer todo para mi cabaña. A todo esto, madre e hija se sacaron las camisas y los pareos para ponerse a tomar sol y no pude evitar llevarme las manos al pecho riendo y simulando una dolencia.
- Así no vale, ustedes se pusieron de acuerdo para que me dé un infarto, están espectaculares, -les dije admirando sus físicos y agradeciendo la descarga acontecida con Antonio que evitaba que mi verga se descontrolara-.
- Jajaja, se agradece, todo sea porque hace un rato nos tocó a nosotras admirar tus “tablas”, -acotó Fátima sin ningún empacho-.
- Esto nos viene bien para el ego, hacía rato que ningún hombre bien puesto nos decía algo agradable a nosotras, -afirmó Graciela-.
- No te puedo creer, son dos mujeres muy hermosas.
- Créelo, los hombres del pueblo son muy rústicos, cuando no que se inhiben, por allí se da más con los turistas, pero la mayoría cree que son los “ganadores” de entrada, sobran los “babosos” y no pasa de intentos fallidos, -alegó yendo a sentarse en una reposera al rayo del sol-.
- Conmigo pasa que ya soy una señora y se me pasó el cuarto de hora, jajaja, -dijo Fátima-.
- Si lo decís esperando que te llene de halagos, te aviso que vas a conseguirlo, además del reto por menospreciarte, desde ya lo envidio un poco a Miguel, jajaja.
- No sé por qué, hace rato que… mejor lo dejamos aquí…
- A todo esto, ¿ustedes nunca van a la playa?, -expresé para cambiar el tema porque en cualquier momento me asomaban los colmillos-.
- Hay una cala muy linda y muy tranquila a la que suelen concurrir muchos de los habitantes del pueblo, normalmente no tiene acceso al turista, pero siempre se prefiere la tranquilidad e intimidad de nuestras casas, -acotó Fátima aceptando el cambio de conversación-.
- Bueno, disfruten un rato del sol, yo no soy muy amigo de sus rayos y voy a aprovechar a lavar un poco las cosas en mi cocina, es mi contribución por la invitación.
- Ni loco, dejá todo ahí que ahora me ocupo yo, encima sos de los hombres a los que no se les caen los anillos.
- No acepto una negativa, ocupate de ponerle bronceador a tu hija, yo no podría ayudarlas en eso, por el corazón, digo, correría riesgo de explotar, jajaja, -dije levantándome a llevar vasos y cubiertos al interior de la cabaña.
La mirada de Fátima se clavó en mi “paquete” que el bañador de lycra blanco no podía dejar pasar por alto, aun cuando lo disimuló bastante bien y fue a sentarse al lado de la hija, yo regresé para llevarme las tablas del asado que faltaban limpiar y noté que protegida por los lentes de sol, no se perdió detalle de mi anatomía. Decididamente, la nueva Directora de Recursos Humanos sería “pasada por la piedra” y me importaba tres cuernos aquello de no “cagar donde se come”, mucho menos me importaba Miguel, era el que menos contaba en la disyuntiva.
Llevé una reposera bajo la sombra de uno de los árboles y me puse a leer un libro, tenía al frente de mis ojos un hermoso panorama “familiar” pues madre e hija, una de espaldas y otra de frente desafiaban los rayos de Febo exponiéndose como lagartas. La verga se comenzó a erectar al ver los contornos del culo de Fátima, la posición boca abajo dejaba notar los contornos de esas nalgas maravillosas y me enfrasqué en la lectura porque giró la cabeza para mirarme y se levantó con franca disposición para acercarse.
- El sol está terrible, no sé cómo hace Graciela para aguantar, ¿está interesante el libro?, -preguntó sin quitar la vista del bulto-.
- Más o menos, no me puedo concentrar, estaba mirando a una pantera rubia y preferí obviar un poco la lectura.
- Sos terrible, parecés un ángel y debés ser un tremendo diablillo, jajaja, encima le decís piropos a las viejas.
- Ya te dije que no me jodas con lo de “vieja”, vos estás para parar una manifestación de camioneros, respecto a lo de Ángel o Diablo te recuerdo que el Diablo antes fue Ángel, pero para opinar habría que experimentar y nada mejor que con alguien que de “Santa” poco y nada.
- Te equivocás, bueno, un poquito y ya que hablamos de frente, me gustaría experimentar como lo he hecho en otros veranos, pero no quiero que afecte el tema del trabajo, -expresó llevando la mano al bulto, a esa altura, palpitante-.
- No tengo por costumbre mezclar los tantos, mi discreción es a prueba de balas y así como no admito celos o imposiciones, tampoco soy de exigir, si aceptás esto podemos pasarla bien, el tema es el cómo.
Me levanté haciéndole notar que estaba erecto y le faltó relamerse, la dejé allí sentada y me fui al interior de mi cabaña, me encontré a los dos nenes jugando con la Play y usando mi televisor, les toqué la cabeza cuando pasé a su lado y me fui a servir una gaseosa fría de las que tenía en el refrigerador.
- Tenés que decirle porque si no se va a enojar mucho y no nos va a querer más, -le decía Antonio a Felipe en voz baja-.
- No me animo, tengo miedo de que se enoje conmigo y le cuente todo a mami.
- Ya los escuché, ahora quiero que me cuenten todo, no me gusta que me oculten cosas o que me traicionen, -les dije apareciendo por sorpresa-.
- Te juro que yo no quiero, vos nos dijiste que nuestros culitos son tuyos y nosotros te lo prometimos.
- Eso es verdad, no me gusta que se lo presten a nadie, ¿qué fue lo que pasó?, quiero toda la verdad, -le dije a Felipe que se demostraba asustado-.
- El abuelo quería que fuera a dormir la siesta con él, me tocó la cola, me dijo que quería hacerme muchos mimos, me preguntó si yo sabía lo que era coger y me agarró la mano para que le tocara el pito que se le había puesto duro.
- ¿Qué fue lo que hiciste vos?
- Primero se lo apreté, me di cuenta que quería cogerme y me acordé de lo que te había prometido, entonces le dije que estaba mal y quise salir corriendo de la habitación, pero me agarró del brazo y me dijo que no dijera nada y que me iba a hacer un lindo regalo y después me fui.
- ¿Ustedes quieren que su abuelo los coja?
- Noo, no queremos, nosotros somos tuyos como vos nos dijiste, pero recién le contaba a Antonio y él me dijo que siempre le tocó la cola a él como si estuviera jugando y a mí también me lo hizo varias veces, es un asqueroso.
- ¿Quieren hacer algo para que no los moleste más?, -les pregunté pensando en la forma de tenerlo al viejo apretado de las bolas-.
- Sí, sí, que no nos toque más a nosotros y que no la rete más a mamá, siempre la trata mal y a veces la hace llorar.
Los chicos tenían sus razones, me había parecido un tipo acostumbrado a hacer su voluntad y/o a imponerse debido a su mejor calidad de vida, en definitiva, un tipo jodido, aunque no quitara de que podría ser un soberano cornudo o que las mujeres le dijeran a todo que sí y luego hicieran su voluntad. Le pedí a los chicos que siguieran jugando, que no dejaran que el abuelo los tocara y que yo buscaría la forma de que no los molestara más, pero que ellos tenían que ayudarme, ambos estuvieron de acuerdo. Cuando salí nuevamente al parque noté que las mujeres se habían tapado con sendos pareos no tan transparentes y eso, indudablemente, porque el viejo estaba dando vueltas por allí.
Escuché cuando le ordenó a Graciela que le cebara unos mates y me expresé bien, no le pidió, le ordenó y, aunque ésta hizo un rictus de desagrado, se levantó para poner el agua a calentar. Por lo poco que los chicos me habían contado me hice a la idea de que había surgido una dependencia debido a los posibles problemas económicos que le habría acarreado la viudez a Graciela, él la había ayudado y se lo hacía notar, también podía ser que la dependencia estuviera instalada desde siempre, pero eso ya lo averiguaría, ya lo tenía montado en un huevo al “veterano” y trataría de evitar que metiera siempre sus narices en esa casa.
Por lo pronto, mientras nos pusimos a tomar mate y a consumir unas facturas de manteca que, al margen, estaban riquísimas, Fátima había pergeñado su propia idea para apartarse del viejo y buscar sus propios tiempos para sacarse las ganas conmigo, en realidad, para que nos las sacáramos los dos porque cada vez la veía con más y mejores ojos a la futura Directora. Enseguida me lo hizo saber hablando en voz alta ante todos los demás.
- Eduardo, estuve pensando en el tema de la Dirección de Recursos Humano y lo que me dijiste respecto de las “limpiezas” que querías hacer en el personal de la empresa.
- Que mala que sos, lo estás diciendo como si yo fuera el “malo de la película”, pero es así, es gente que no produce y genera muchos gastos, unos hace rato que debían haberse jubilado, otros porque son “pariente de…” y creen que por eso pueden “rascarse”, el caso es que frenan el avance de los que quieran trabajar mejor y progresar.
- Eso es una buena política, a los que no sirven hay que dejarlos de lado, yo tuve que hacer lo mismo en el Banco, aunque, claro, era y es algo de menor envergadura, -opinó el marido de Fátima poniéndose en el rol de empresario-.
- Se me hace que tenés alguna idea dando vueltas en tu cabeza, ¿qué es lo que querés hacer?
- No sé si no me vas a sacar corriendo, pero mi idea es tener todo preparado para no tener que trabajar contra reloj el lunes, vos decidirías con los listados que ya tengo preparados, se harían los telegramas y el lunes a primera hora se mandarían, nos ahorraríamos un montón de tiempo y sin que nadie esté metiendo las narices y haciendo funcionar “radio pasillo”.
- La idea es fantástica, pero para hacer eso tendríamos que tomarnos tres o cuatro horas del domingo, ¿me querés poner de enemigo a tu marido y a tu hija?, jajaja.
- No, para nada, ya otras veces me tocó sacrificar un domingo por el trabajo de Secretaria General, mi marido sabe que el ser Directora conlleva estos sacrificios, además, sería sólo medio día.
- Yo no tengo problemas, Graciela y yo los esperamos con una raviolada, apenas lleguen los metemos en el agua y le agregamos la salsa.
- ¡Papá!, con el calor que hace meterse a hacer la salsa es una tortura.
- No se hable más, mañana comemos ravioles, -contestó imponiéndose a la hija y me decidí a joderle la vida-.
Con la excusa de desinstalar la Play les dije a los chicos que me acompañaran a mi casa y lo hicieron los dos sin chistar. Estaban expectantes porque no sabían lo que yo quería hacer y les expliqué lo que deseaba. Felipe tenía que llevarse al abuelo a su habitación, hacer que se desnudara y darle una mamada. Antonio me pediría que lo acompañara para mostrarme algo y también nos iríamos para su habitación, el tema era sorprenderlo mientras el nene le daba la mamada y filmarlo, desde ahí en más los nenes saldrían de la habitación y yo le pondría mis condiciones al viejo baboso y tramposo. “El único problema estará dado si llega a trabar la puerta”, -les dije a ambos-. “Por eso no hay problema porque nuestra puerta no tiene llave ni traba, a mamá no le gusta que nos encerremos”, -me contestó Antonio-.
A ambos le brillaban los ojos por la maldad que le harían al abuelo, estaban consustanciados conmigo en un cien por ciento y no querían ser manoseados por el viejo. Salió mejor que lo esperado, el viejo se levantó como un resorte cuando Felipe le habló al oído y unos cinco minutos después Antonio me dijo que lo ayudara con la colocación de la Play en su televisor. Fuimos los dos, abrí la puerta sin que hiciera ruido y me encontré con el viejo desnudo y sentado en la cama, Felipe estaba con la cara en su entrepierna y mamaba obligado por las manos del abuelo que le empujaba la cabeza haciéndolo ahogar.
- Despacio abuelo, me hacés ahogar, -le dijo el nene cuando pudo zafar-.
- Seguí chupando putito, ponela bien dura porque te la voy a meter en el culito, -expresaba como ordenando-, no me roces con los dientes, yo te voy a enseñar a dar una buena mamada.
- Ya está bien dura abuelo, ¿qué vas a hacer ahora?…
- Seguí chupando, después te voy a coger ese lindo culito pues hace rato que le tengo ganas, espero que no grites, -dijo exponiendo una verga que aparentaba ser la mitad de la mía-.
- No creo que él vaya a gritar, el que si va a gritar destrozado a golpes vas a ser vos viejo degenerado, -le dije apareciendo con el celular en la mano-. Felipe, vestite y andate con tu hermano y no tengas miedo, vos no tenés la culpa de nada, -les dije a los dos nenes que desaparecieron en el acto-.
- Por favor, por favor, no es lo que usted cree Eduardo, él también quería, fue él quien me llamó, -decía arrodillado en la cama y extendiendo las manos como si pidiera perdones-.
- Eso no se lo va a creer nadie, ni la madre ni la abuela de Felipe y mucho menos la policía cuando recoja los pedazos de tu cuerpo que dejaré desparramados, -le dije dando un paso hacia la cama-.
- No, no, no, por favor, haré lo que quiera, no me lastime ni me denuncie, -ya no pudo contener el llanto y hasta resultaba grotesco en la posición en que estaba-.
- Claro que vas a hacer lo que quiera, primero no vas a tocar nunca más a tus nietos, después vas a tratar a las mujeres como si fueran diosas y olvidate de venir a joder a esta casa todos los fines de semana.
- Sí señor, haré todo lo que me diga, pero, por favor se lo pido, ese video me puede llevar a la cárcel y perderé todo lo que tengo.
- Lo sé, no tengas dudas de que lo sé, pero no pienses que voy a borrarlo, en cuanto pises en falso te denuncio, no lo hago ahora porque tu mujer y tu hija se sentirían muy mal, de todos modos, no dudaré en hacerlo si no te comportás, ahora vestite y buscá una excusa para irte, me da asco de sólo verte.
Salí de la habitación y los chicos me esperaban en el pasillo, les dije que ya no los molestarían y que trataría mejor a la madre, luego les pedí que se fueran un rato a la pileta y no hablaran del tema. Salí de allí y di la vuelta para ir a mi cabaña sin pasar por la zona de la pileta, desde allí escuché a Graciela que les preguntaba a los hijos por dónde andaba yo y estos le contestaron que me había metido en mi casa. Rato después escuché que se ponía en marcha el auto del abuelo incestuoso y esperé un rato más, aproveché para ponerme un jeans, una remera y zapatillas para volver a la zona de la pileta…
- Pensé que te había ido porque escuché el auto, -le dije a Fátima-.
- No, yo me quedé, el que se fue es mi marido, dijo que lo habían llamado por un problema en el Banco, pero creo que se juntará con los amigotes para jugar al póker, como si no lo conociera.
- Mejor así, tenés menos vigilancia.
- Por lo que veo vas a salir…
- Sí, voy a aprovechar para darme una vuelta por el pueblo, tengo antojo de cenar mirando el mar y vi que hay un par de restaurants que ofrecen esa posibilidad.
Me recomendó a uno en particular y me pareció que se quedó con las ganas de ser invitada, pero, aunque reconocía que mi actitud con los nenes no era tampoco muy “santa” y estaba reñida con las buenas costumbres y la legalidad, me molestaba sobremanera lo que había querido hacer el abuelo de éstos y no quería estar rodeado de personas de su entorno, entendía que alguna mención al nombre o la actividad de ese viejo de mierda, me arruinaría cualquier comida.
El restaurant estaba en la cima de una pequeña explanada y por debajo y a través de enormes ventanales se veía el eterno devenir del mar contra las piedras y el sonido, aunque no era nítido, implicaba un cierto arrullo para los comensales. Daba gusto estar sentado en una de las mesas cercanas a los vidrios y poder admirar el gusto sencillo de la decoración del lugar me hizo sentir bien, mejor aún fue cuando degusté la comida, los fideos “al dente” con salsa de mariscos estuvieron espectaculares y me abstuve de repetir el plato porque el primero había sido abundante, el vino no desentonó y regresé a la cabaña más que satisfecho. La noche estaba templada, una sola luz alumbraba parte de la pileta y sobre una reposera, casi en las sombras, divisé la figura de Graciela. Me di cuenta porque el haz de luz del auto me hizo notar su cabellera rubia más clara. Estacioné, prendí la luz de mi porch, entré en mi cocina, abrí la heladera y saqué dos postres helados individuales, un platito y una cucharita en cada uno y me acerqué a Graciela…
- Si no le jode a tu soledad me gustaría invitarte con un postre helado, ¿te cuesta conciliar el sueño?
- Un poco, la soledad se suele elegir, pero no deja de ser soledad y a veces te jode un poco, me pone bien que estés acá y, aunque me vayas a hacer engordar, me alegra lo de los postres, sos muy amable y los helados me pueden, jajaja.
- A mí me suele pasar lo mismo con los ratos en que me aíslo conmigo mismo, hoy, por ejemplo, me vino fantástico cenar mirando como las olas rompían en las rocas, te ayuda con los pensamientos.
- Mi madre me hizo una infidencia, me dijo que venías muy golpeado de una relación anterior, ¿todavía no la podés superar?…
- No es eso, nada que ver, hay cosas que me joden de entrada, pero a quien trata de lastimarme, le bajo rápido la cortina y enseguida deja de contar en mis sentimientos. Yo sé lo que he hecho bien y si no lo saben interpretar, no merecen estar a mi lado, mis pensamientos actuales pasan más por la nueva vida que emprenderé y los logros a los que pretendo arribar.
- Te envidio esa capacidad para mirar hacia adelante, sos como mi madre, en cambio yo, siempre fui una dominada, primero por mi padre, luego por mi marido que eligió mi padre y ahora continúo haciendo lo que dice.
- ¿No te pusiste a pensar que esa auto dependencia te es cómoda porque es lo que siempre tuviste delante de tus narices?
- Puede ser, pero hasta mi marido me decía que aguante porque nos compró la casa, de hecho, sigue a nombre de él y nos puso el negocio, Felipe lleva ese nombre porque así se llamaba mi abuelo y él lo exigió, ya te habrás dado cuenta como me pide las cosas, aunque debo reconocer que, muchas veces, me gusta.
- Es bueno saberlo porque a mí me encanta dominar, no soy el tipo de ogro que anda con un látigo en la mano, pero lo que digo no se debe discutir.
- Ya me di cuenta y no me desagrada para nada, hasta mis hijos se han creado una dependencia con vos y apenas hace dos días que te conocen, creo que los dos salieron con mi temperamento.
- Hablando de temperamento, ¿cómo la llevás con los hombres?
- No la llevo, he intentado con un par, pero no me satisfacen, además mis hijos no congeniaron con ellos y eso para mí es primordial.
- Yo me llevo muy bien con ambos, habría que ver qué sucede con la madre.
- ¿Estás queriendo decir o hacer algo?, -preguntó con cierta picardía-.
- Por ahora no, mejor me voy a dormir porque mañana tendré que trabajar desde temprano y no va a ser una tarea fácil.
- Ya me dijo mamá, si te gustan los ravioles a vos te puedo cocinar sin “peros”, hace mucho que no cocino para un hombre que lo merezca.
- Listo, genial, mañana charlamos de todo lo demás, por ahora vamos con calma, -le dije parándome y le di un piquito que Graciela no rechazó-.
Estaba claro que podría haberla besado y metido en la cabaña para darle una cogida de antología, pero quería estar a full para hacer uso y abuso del cuerpo de Fátima. Estaba convencido de que la “veterana” no era una mujer de “dejarse coger” y esas dos o tres horas que pudiéramos pasar juntos serían para soltar chispas. No obstante, la conversación con Graciela me había puesto la verga durísima y entré en la cabaña, cerré todo y me fui a la habitación dispuesto a relajarme y dormirme sin tocarme, sin embargo, uno propone y el cuerpito dormido de Felipe sobre mi cama, con sus nalgas gorditas paradas y cubiertas por una especie de tanga, disponían otra cosa.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Muy bueno, colega. Me encanta la forma de redactar que tienes… y lo original de la historia. Espero el siguiente capitulo con ansia. Un saludo.
Impecable, sin desperdicio. En verdad he disfrutado de cada letra, cada signo de puntuación… ¡Es una obra de arte!