COMENZAR DE NUEVO. (3).
Felipe, la abuela Fátima, mis cuidados con Graciela y, por último, Antonio y su vehemencia, me brindaron un finde “movidito”. El lunes hay sorpresas casi macabras, pero me viene genial..
EL HOSTAL – NOTICIA MACABRA. (3).
Cerré todo, me desnudé con prisa y me dediqué a acariciar sus nalgas gorditas, tentadoras y duras, Felipe gemía y se movía entre sueños, entonces le saqué el pequeño slip que tenía puesto, el cual no podía contener sus melocotones de carne, me estiré para abrir el cajón de la mesa de noche y saqué el tubo de gel, había que dilatarlo y me puse a la tarea notando como gemía y se movía. Dos dedos le entraron de una en su culito pues esa noche se la “comería” completa y se quejó despertándose cuando moví mi mano con los dedos incrustados.
- Hola papi, vine para estar un rato con vos, el culito me duele, pero si no querés hacer nada no importa, yo hago como vos digas.
- Está bien, ¿dónde está tu hermano?…
- Se fue a dormir con mi abuela y a esos dos no los despertás ni tocando un tambor, mi mamá es igual, apenas se vaya a acostar se duerme, tampoco entra en mi cuarto.
- Ya comprendo, te quedaste con ganas de verga desde esta mañana, ¿no?
- Sí, pero sólo de tu verga, quiero que me la metas toda, lo mismo en la boca, pero vos me dijiste que no te tenía que pedir.
- Vamos a ver cómo te portás, tu culito se tiene que tragar toda mi verga y no quiero escuchar ninguna queja, -le dije y lo aceptó-.
No sabía si aguantaría y decidí hacer lo mismo que con Antonio, me senté apoyando la espalda en el respaldo de la cama y le pedí que se sentara encima. Le pedí que me pusiera más gel en la verga y comprendió que debía sentarse encima, lo hizo mientras yo le apretaba las nalgas de terciopelo y le decía que él ubicara mi verga en su culito. No tardó en hacerlo y tampoco tuvo oportunidad de gritar cuando el glande penetró, eso fue debido a que me tragué su boca con la mía y lo besé metiéndole la lengua lo más que podía. Felipe no estaba sentado totalmente, se había puesto en cuclillas y eso me dejaba espacio para mover mis caderas y eso fue lo que hice.
Sus labios llenos se sentían mejor que los del hermano y le comí la boca con ganas escuchando como se quejaba apagadamente porque ya la verga le había entrado por la mitad y le costaba aguantarla. Gritar no podía, sólo lloriqueaba, yo sentía la presión de su conducto estrecho y se afirmó en las rodillas para que no entrara más, pero eso no era lo que yo tenía pensado y mientras mantenía su boca pegada a la mía ayudándome con una mano en su cuello, afirmé la otra en su cintura y di el caderazo que me llevó a pegar la piel de mi pelvis a sus nalgas gorditas.
Felipe lloró y pataleó sintiendo que la estaca lo perforaba, las lágrimas caían por su mejilla y abría los ojos grandes, a la par que yo hacía latir el ariete en su interior. “Ya está mi cielo, ya la tenés toda adentro, aguantá un poco”, -le dije dejando su boca y besando su cuello-. “Me duele mucho papi, es muy grande, tu verga es muy grande y me abrió todo el culito, no te muevas, me gusta que me cojas, pero me duele, es muy gruesa y me duele un montón”, -expresaba con la voz temblorosa mientras las lágrimas caían silenciosas por su cara-. “Ya está, sos totalmente mío, tu culito de putito me pertenece, me voy a quedar quieto y comenzá a moverte cuando ya no te duela tanto”, -le dije volviéndolo a besar y esta vez me respondió los besos demostrando urgencias-.
Su esencia de putito floreció más rápido de lo que pensé y pronto estuvo moviendo sus caderas, pero sin entrar y salir, eso me tocaba a mí y la posición no me conformaba, entonces, al igual que con el hermano, lo hice girar, lo puse apoyando la espalda en la cama, le levanté las piernas, lo penetré bien profundo y comencé a moverme con un cierto ritmo. “Dale papi, dale papi”, -decía Felipe, por momentos dando quejidos y gimiendo mientras el émbolo entraba y salía de su culito. Él se tocaba apretando y soltando su pitito y una de mis manos se ubicó cercana a su agujerito para, con mis dedos, notar como el ariete salía de su conducto y volvía a entrar profundo.
Su ano parecía querer cerrarse cuando mi verga salía y se abría como una flor cuando ejercía presión para volver a penetrar su lisura. Sus contracciones me apretaban cuando estaba instalado profundamente en él y Felipe me pidió que lo besara como antes, su cara desencajada por el placer y su boca entreabierta pudieron conmigo, me prendí a sus labios penetrando su cavidad con mi lengua e hice presión con mis caderas para entrar profundo y regar sus tripas. “Tu leche está muy caliente, llename todo el culito”, -pedía sollozando, aunque ya no era por el dolor-.
Salí de su interior mirando que su culito estaba dilatado al máximo y él accionaba sus músculos para que se fuera cerrando, enseguida se tapó para irse al baño diciendo que se le salía la leche. Lo seguí para lavarme y se rio cuando me vio la verga con suciedades, “no te rías tanto, la próxima vez que tengas el culito sucio, te la meto en la boca apenas la saque de allí, vamos a ver que tanto te reís”, -expresé serio, pero levantó los hombros y me dijo que no le importaba-. Estaba sentado en el inodoro y me demostró que no bromeaba porque acercó su cara tomándome de las caderas y se metió mi verga morcillona en la boca, me la limpió a consciencia, apenas si amagó con algún rictus, pero la dejó reluciente.
Después de que se hubo lavado el culito en el bidet controlé que no hubiera ninguna fisura. Estaba enrojecido y agrandado, pero no había lastimaduras, no obstante, le puse de la pomada antibiótica y desinflamante, algo que le agradó y movió sus nalgas preguntando si con esa crema la verga le entraría igual, en clara demostración de que no le hubiera desagradado que lo penetrara nuevamente, pero yo tenía que guardar para su abuela y me metí a la ducha preguntándole que iba a hacer, “nada papi, me cambio y me meto a mí casa por la puerta del costado”, fue lo que hizo y me quedé solo pensando en que la estadía en ese pueblo-ciudad costero me depararía muchas sorpresas agradables.
Dormí un poco más de tres horas, en realidad fue como si me hubiese desmayado desnudo sobre las sábanas y me desperté con el sonido de la alarma del celular, me preparé un café doble con la cafetera express, comí un par de tostadas con mermelada, me cambié y salí al patio. La mañana estaba esplendida y apareció Fátima, vestía de remera y tenía puesta una pollera plisada que le quedaba a medio muslo, el cabello rubio bien cepillado y resplandeciente, una hermosa sonrisa y muy tenue maquillaje que exaltaba sus rasgos nórdicos.
- Hola Eduardo, buen día, le tuve que pedir las sandalias y la pollera a mi hija, pero creo que estoy y me veo bastante bien, -alegó sonriendo feliz-.
- Bien no, estás fantástica, me brotan los colmillos, -le contesté-.
- Quieto lobo, jajaja, ¿ya desayunaste?
- Sí, estaba esperando que aparecieras, ¿los demás duermen?
- Los chicos sí, Graciela estaba bañándose, mi hija estaba muy contenta, me dijo que estuvo hablando con vos anoche.
- Es verdad, la noche estaba especial, pero me doy cuenta que ustedes son muy peligrosas, se cuentan todo.
- Será porque a las dos nos gusta el mismo hombre, pero no te hagas problemas, hay cosas que no se cuentan y ninguna de las dos es celosa, jajaja.
- Ahora comienza a ser más placentero el panorama, jajaja, ¿qué hacemos?, ¿nos vamos?
No esperamos más, nos subimos a mi auto y emprendimos la marcha. Yo encaré para el lado de la empresa y cuando salimos de la calle principal doblando como para ir hacia el lugar de trabajo, Fátima me pidió que doblara a la izquierda en la próxima esquina, “¿no pensarás que vamos a pasar toda la mañana trabajando?”, -preguntó con un gesto de picardía-. “No conozco la zona, ando medio perdido, hacé vos de Directora de Tránsito y vamos para donde decidas”, -le respondí sonriendo. Me apretó el muslo con la mano y me hizo tomar la ruta como para salir de la ciudad con destino a la ciudad vecina, pero en un cruce me dijo de doblar hacia la derecha y desembocamos en un hostal muy coqueto y discreto, pedí una habitación sin bajar del auto y tomé consciencia de que sería una mañana movida.
Eran una especie de cabañas chicas individuales separadas unas de otras por hermosos jardines, tenía al costado una entrada de autos que te permitía dejarlo a los fondos de la cabaña y alejado de miradas indiscretas. Fátima parecía conocer bien el lugar y cuando bajamos del auto me miró y me dijo que ya había venido un par de veces antes, se acercó y poniéndose de puntillas me dio un piquito diciendo que esta vez se había sacado la lotería y quería disfrutar como nunca. Lógicamente, entré en la cabaña con una erección de caballo que se agravó cuando la rubia “veterana” dejó caer la pollera y se sacó la remera para mostrarse vestida con un conjunto de lencería ínfimo y las sandalias de taco medio.
La abracé y la hice girar para que sus nalgas quedaran cerca de mi “paquete” y se lo hice sentir apoyándola, su altura y las sandalias la hacían quedar casi a la par y movió sus nalgas al sentir el bulto apoyado en ella. El beso en el cuello y las manos aferrando sus tetas y los pezones que quedaron al aire al elevar su sostén completaron el cuadro. “Tirate en la cama cielo, quiero sacarte los pantalones”, -pidió con voz de mimosa y me despojé de la remera antes de hacerlo. Fátima se entretuvo acariciando mis tablas y las besó gimiendo y apretando mis tetillas, “creo que hoy me tocará ver las estrellas, pero no me puedo resistir”, -dijo llevando una mano al bulto de mi verga y se ocupó del cinturón.
Sabía lo que tenía que hacer y la ayudé levantando un poco mis caderas para que jalara el pantalón y el bóxer juntos, su cara mezclaba la admiración y la sorpresa cuando se encontró con mi verga erecta y se transformó. Se puso como loca y pretendió tragarse mi verga de una y sin escalas, esto le provocó toses y arcadas y quedó claro que una cosa es la desesperación y otra la sapiencia, por eso no me quedó más que girarla en la cama, sacarle los pocos trapos que le quedaban y adueñarme yo de su entrepierna. Tenía unos labios gruesos y cerrados que no me costó abrir con los labios de mi boca y mi lengua que se deleitaron con sus jugos.
Claro que si estaba desaforada por sexo esto la terminó de desquiciar y comenzó con un orgasmo violento lleno de temblores y contracciones cargado de gemidos mientras que yo me aferraba a sus caderas para que no me partiera el cuello con sus movimientos. “Cogeme, por Dios, cogeme antes de que me muera”, -pidió apenas se recuperó-, su cara y sus gestos pedía la penetración y le levanté las piernas para que ambos huecos quedaran a mi disposición. Comencé a penetrarla despacio deleitándome al escuchar sus quejidos aunados con sus gemidos, “pará, pará un poco Eduardo, me estás partiendo en cuatro, me cuesta, no la aguanto”, -pidió cuando ya había metido media verga en su conducto apretado, entonces me quedé quieto, pero uno de mis pulgares lubricado con sus propios jugos se puso a jugar y a acariciar su clítoris erecto y, por lo que pude notar, más que receptivo.
“¡Ayyy, por Dios, ayyy, por Dios!, metela toda, rompeme”, gritó cuando otro orgasmo la asaltó y ya no esperé, me mandé de un caderazo y le arranqué un grito que estuvo también teñido de satisfacción. Mi verga calzó justa sin chocar con su interior, me faltaron milímetros y comencé a moverme con ritmo moderado entrando y saliendo, Fátima se movía empujando con sus caderas y pedía más. Más carne en barra no tenía, pero mientras me movía, mis manos se ocuparon de sus tetas duras y de sus pezones que parecían querer reventar y esto le provocó otro orgasmo que no pudo evitar gritar hasta que quedó medio baldada pidiendo una especie de tregua que no pensaba darle pues ese culo hermoso y espectacular no podía quedarse sin que mi ariete lo conociera y salía de su vagina cambiando de lugar.
¡Noooo!, -dijo cuando sintió el glande en la puerta de su ano-, como fuere, lubricación sobraba en toda la zona, mis manos la sostenían firme de sus caderas y comprendió que sería inútil resistirse, posiblemente tampoco lo deseaba y empujé, pero en esta instancia no pensaba parar. Fátima tomó una de las almohadas y gritó apagando el grito sobre ella a medida que sentía que su esfínter estaba vencido y que sus carnes se abrían al paso del ariete. “Me lo rompiste, me lo rompiste, no te pares, ¡Cristo santo, me muero!”, -expresaba con la voz semi apagada por la almohada-, aunque pronto movió sus caderas tratando de amoldarse a mis movimientos.
“Más, más, más, dame más”, -pedía desencajada y dando caderazos y yo notaba que estaba gestando un orgasmo que, cuando se dio, superó las expectativas de ambos-. Gritó, tembló y tuvo contracciones que me apretaron el tronco y aproveché a llenarle las tripas de leche, lo cual potenció y estiró sus temblores, hasta que explotó en una especie de llanto de liberación y yo dejé de moverme, me fui achicando, le bajé las piernas que temblaban como si fueran independientes de su cuerpo y acaricié con delicadeza su rostro apartando sus lágrimas con mis dedos.
- ¿Estás bien?, -le pregunté en voz baja-.
- En lo físico no, me duelen hasta las pestañas, jajaja, pensé que la iba a aguantar mejor, en cuanto a lo demás estoy genial, nunca gocé tanto.
- Pensé que estabas mal…
- No, nada que ver, las lágrimas me salieron de felicidad, es difícil de explicar, sentirse mujer y poder entregarse así es algo que entienden pocas mujeres.
- Entonces me alegro, vos también me hiciste sentir muy bien, sos un sueño que combina lo sensual y lo sexual, pero…
- No me digas nada, tengo claro que podremos repetirlo siempre que quieras, pero que será tu decisión, sólo te pido que no me hagas faltar tu verga, siento que me envicié con ella, como de seguro se enviciará mi hija.
- ¿Qué estás diciendo?, ¿qué tiene que ver tu hija en esto?
- En esto nada, pero la conozco y estoy segura que se moja toda cuando estás cerca, con tu aguante y lo dominante que sos puede llegar a delirar, jajaja.
- No seas así, ¿acaso es sumisa?
- No sé si al extremo de esclavizarse, pero desde que era chica, bastaba un grito del padre para que llegara casi al orgasmo, yo creo que, si le tirás de los cabellos se chorrea toda, ni te cuento una vez que sienta ese “pedazo” en su interior.
- Parece como que me estás entregando a tu hija, ¿no estarás queriendo hacer un trío con ella y yo?
- No, bueno, no sé, nunca lo pensé, pero estando vos me animo a lo que sea porque me hacés sentir toda una señora puta, por otro lado, siempre será ella la que decida en su vida y creo que un hombre como vos a su lado la hará sentirse como la mejor de las mujeres.
- Puede ser, no me disgusta para nada la idea, pero, ya sabés que yo con los compromisos…
- Yo lo tengo muy claro y creo que, a ella, un par de gritos y una buena cogida harán que la tengas comiendo de tu mano, ¿querés que hoy en la tarde me lleve a los chicos y te dejé solo con ella?
- No, en todo caso, yo decidiré cuando, ahora sería bueno que vayamos a bañarnos, ya nos pasamos más de dos horas, -le dije, aunque la idea no me desagradaba-.
- Dale, lo haré con gusto y más gusto me dará que me hagas la cola en el baño, tengo que acostumbrar ese agujerito, jajaja.
- Jajaja, sos de lo que no hay, prometo que te daré el gusto…
Sonrisas, caricias, besos y jabón líquido para que Fátima, literalmente, se tragara mi verga con su culo, gritaba con una toalla en la boca y sus manos apoyadas contra los grifos de las canillas de la bañadera, pero fue momentáneo, luego se dio el gusto de mover las caderas y entrar en una catarata de orgasmos porque, según decía ella, mi verga le provocaba una adicción inesperada y ya no podría prescindir de ese émbolo de carne en sus tripas.
Se había cuidado muy bien de mojarse el cabello durante el baño y estaba eufórica, no sólo por la cogida experimentada, sino porque, además de las caricias y los besos, la ayudé con el secado de su cuerpo y comentaba entusiasmada que nunca le había pasado algo así. Después de salir del hostal pasamos por la empresa y me dio la lista del personal, los puestos que ocupaban y los sueldos que cobraban, ya me encargaría yo de estudiar bien todo eso en lo que restaba del domingo.
Al llegar de regreso a la casa Graciela se apuró a echar las pastas en el agua hirviendo y pronto estuvieron listos los ravioles prometidos, la felicité primero por el aroma de la salsa y comí como si no hubiera un mañana, todo se hizo en medio de comentarios amenizados con algunas risas, en esencia, fue un almuerzo de domingo espectacular y la nota la dio Felipe diciendo que era la primera vez que comían sin estar duros en la silla como exigía el abuelo, las risas que surgieron como respuesta daban a entender que el “viejo” no contaba.
Luego de los helados de postre y de un poco de sobremesa, alegué que me iría a dormir un rato de siesta porque después debería enfrascarme en algunas cosas que no habíamos podido dejar resueltas con Fátima, “espero que me dejen dormir tranquilo, recién hoy puedo decir que estoy poniendo los pies sobre la tierra, desde que llegué estuve un poco acelerado”, -comenté y las mujeres me aseguraron que nadie me molestaría-. La verdad es que cumplieron, ni siquiera escuché ruidos, ni chapuzones, ni conversaciones, aunque debo aceptar que me quedé dormido como un tronco y no estuve para escuchar nada.
Al despertar me preparé unos mates y me puse a ver el listado que me había dado Fátima, me resultó evidente que con remover a algunos miembros del personal no alcanzaría, había áreas absolutamente saturadas de cargos y grandes sueldos, pero su función en la empresa no era preponderante. Me fui a verla a Fátima que se encontraba junto a Graciela y le dije que había que hacer una parva de telegramas de despidos. “Con lo que hicimos hasta ahora no alcanza”, -le dije como para que la hija supiera que efectivamente, habíamos estado trabajando-.
Fátima alegó, “bueno, por lo menos, tenemos con que empezar el lunes”, luego de eso Graciela preguntó que queríamos para cenar, la madre expresó que no se quedaría que ya tenía ganas de regresar a la casa y yo le dije que podría hacer un poco de comida fría cortando la carne y el pollo que había sobrado, la idea prendió y le pedí una tabla, una fuente grande y un cuchillo con filo para ocuparme de eso, después me dirigí a los chicos, “uno ayuda a mami a lavar y hacer la ensalada y el otro me ayuda a mi alcanzándome la carne”, los chicos saltaron alegres por poder brindarse y las dos mujeres miraron asombradas.
Fátima pidió un Uber y se fue para la casa y Graciela me pidió que la ayudara con la fuente de la carne, no pensé que había sobrado tanto, ella se ocupó de las verduras para la ensalada y nos fuimos los cuatro a la zona de la parrilla cubierta donde comeríamos. Tuve que concentrarme en el corte de los pedazos chicos de carne, los culitos de los dos nenes enfundados en sus shorcitos de lycra que no podían contener las nalgas gorditas me estaban despertando las ganas y la madre no se quedaba atrás, el short de jeans estaba lo suficientemente cavado como para parecer un slip y la similitud en forma, aunque no en tamaño de esas tres nalgas me la había puesto morcillona.
- No puedo desviar mi atención, si continúo admirando corro el riesgo de cortarme los dedos, -le dije en voz baja a Graciela acercándome a su oído-.
- ¿Qué es lo que te distrae?, -preguntó sabiendo que le había mirado el culo sin disimulo-.
- No te puedo contestar con los chicos cerca, jajaja.
- ¡Sos terrible!, si algo te molesta voy a la casa y me pongo el guardapolvo de la señora que viene a limpiar.
- ¡Qué ni se te ocurra!, no cualquier hombre puede tener la posibilidad de admirar tan hermoso conjunto de mujer.
- Antonio, Eduardo le dijo un piropo a mami y se puso toda colorada, creo que se gustan, -dijo Felipe llamando la atención del hermano-.
La salida nos hizo reír a los cuatro y seguimos con lo que hacíamos, a mí me sirvió para que todo volviera a sus cauces normales. Terminamos con los cortes, le agregamos un poco de mayonesa a la carne y Graciela condimentó la ensalada, al rato le dijo a Felipe de irse a lavar las manos y me quedé solo con Antonio que no pudo aguantarse de preguntar, “¿querés que esta noche me vaya a dormir con vos?, tengo ganas de que me metas el pitotote en el culito”, le contesté que ya veríamos como podíamos hacer porque, a ciencia cierta esa noche quería tener uno de esos tres culitos a disposición, aunque con Graciela no quería apurar nada.
No bien terminamos de cenar y me había puesto a preparar un café, Graciela se tomó una pastilla, “es para dormir, este fin de semana fue bastante movido, por eso me siento sobreexcitada y se me dificulta dormir”, -me dijo como disculpándose-, no le contesté nada, pero se me cruzó por la cabeza que lo que le hacía falta era una buena cogida que la dejara saturada de orgasmos y, como resultante, el sueño se haría presente por decantación. La ayudé a levantar la mesa y, en el interín, Felipe se había dormido sentado en la silla y me ofrecí a llevarlo a su habitación, Antonio me acompañó y le dije en voz baja que viniera a mi casa más tarde, no me pudo contestar porque la madre se sumó diciendo que ya no podía más y nos despedimos.
Me acosté desnudo y podría haberme dormido sin problemas, pero la posibilidad de cogerme al pendejito hizo que me mantuviera despierto. Quince o veinte minutos después apareció, “Felipe siguió y mami se durmió enseguida, pero esperé un rato para venir tranquilo”, -me dijo tirándose encima de mi cuerpo buscando con su boca la mía-. “Está bien, sacate la ropa y esperá que, por las dudas, voy a cerrar todo”, -expresé viendo cómo se apuraba a sacarse la remera y el shorcito-.
Regresé con la verga a mil y lo vi puesto en cuatro y con el culito parado, esa noche disfrutaría de ese culito, ya decididamente emputecido. Me tiré sobre su cuerpo, lo cubrí por completo dejando mi verga entre sus nalgas gorditas y duras, lo que provocó que Antonio moviera de inmediato sus caderas y gimiera quedamente apoyando su cara en la almohada. Lo besé despacio en la nuca y en el cuello, acaricié los costados con mis dedos y sentí su pequeño cuerpo vibrar con los besos.
- Te gusta, ¿no?, te encanta sentir mi verga entre tus nalgas, ¿no?, -le dije hablándole al oído-.
- Sí, me gusta mucho y más me gusta cuando me la metés y entrás y salís cogiéndome, pero ponete la crema para que no me duela tanto, tu pitotote es muy grande y mi agujerito es chiquito.
- Está bien, pero no nos vamos a apurar, primero te lo voy a chupar todo, tu culito me encanta, -le dije reptando por su cuerpito y sin dejar de besar toda su piel hasta que llegué a sus nalgas a las que abrí con las manos-.
- Tomá, poneme la almohada debajo de la panza, vi en un video que así quedaba el culito levantado.
- Me encanta que te muestres muy putito conmigo, -expresé apretando sus nalgas y besándolas-. Tengo ganas de mordértelas, pero no puedo hacerlo porque te van a quedar marcas, -dije pasando la lengua por el agujerito que parecía latir-.
- Sí, sí, me gusta que me lamas, mi pito va a explotar, agggg, ya quiero que me cojas.
- No te apures, después de la lengua vienen los dedos y luego te parto el culo a vergazos.
- Bueno, pero despacito porque no quiero llorar, -acotó gimiendo y moviéndose como una viborita-.
Tuvo temblores y contracciones cuando me pasé un rato lamiendo y tratando de meter la lengua lo más que podía en su esfínter que dilataba solo por las lamidas, luego tomé el tubo de gel y comencé a meter mi dedo medio moviéndolo en redondo para que la Xilocaína se desparramara por las paredes de su conducto, volví a poner más gel y esta vez fueron dos los dedos que ingresaron a su conducto, lo que hizo que Antonio se moviera como si estuviera electrizado.
- Ya está, mi culito está dormido, ya podés meterme tu pitotote, porfa, quiero sentirlo adentro, -pidió con voz sensual moviendo la cara para poder hablar-.
- No desesperes putito, te lo voy a meter despacio y no quiero que llores, -le dije poniéndole el glande sobre el agujerito que, aunque dilatado, parecía ínfimo ante el falo que se perdería en su interior-.
Sabía que “dormido” o no por el gel, el culito de Antonio se despertaría cuando mi verga comenzara a entrar en ese conducto aún estrecho, pero, a esa altura, lo que me importaba era no lastimarlo y que no hubiera nada que me impidiera gozar de esa cogida que pensaba disfrutar centímetro a centímetro. El glande ingresó sin demasiados problemas, el ano se abrió estirándose y comencé a escuchar los quejidos del nene que trataba de aguantar la introducción, todos eran sonidos guturales por tener la boca apoyada en la cama mientras el culito se abría al paso del ariete implacable. Ya antes le había entrado todo, pero era otra posición, el aguante se le complicaba y los quejidos eran más intensos.
“Me duele mucho papi, tu pito-verga es muy grande, no entra toda, cogeme despacito, entra y salí antes de continuar metiéndola”, -pidió entremezclando algunos lloriqueos y tragando mocos por lo que estaba aguantando en su culito infantil-. Me sorprendió que me llamara del mismo modo en que lo hacía el hermano y pensé que algo se le había escapado a Felipe, pero no me importó demasiado, con media verga dentro de sus tripas comencé a moverme despacio entrando y saliendo sin avanzar. Como estaba arrodillado detrás de él, ante mis ojos tenía el espectáculo de mi ariete entrando y saliendo de su culito y aproveché a ponerle más gel al tronco y parte del glande que salía.
El conducto seguía siendo estrecho y sentía la presión de las paredes interiores, pero con más gel la cosa mejoró varios enteros y cada vez que entraba sumaba uno o dos centímetros de penetración sin que Antonio sufriera más de lo debido, aunque, era todo tan excitante y con mi veta de sadismo a flor de piel, deseaba y peleaba con mis ganas de partirlo en cuatro con un buen caderazo, afortunadamente primaba el razonamiento y la cordura, por eso pude seguir metiendo mi verga sin lastimarlo. Los quejidos sordos y apagados seguían y, parecieron disminuir cuando pegué mi pelvis a sus nalgas y me quedé quieto profundamente instalado en su interior.
- Qué hermoso culito que tenés mi putito, me vuelve loco cuando te cojo y me encanta que te guste entregármelo y sentir toda mi verga en tu interior, -le dije acariciando todo su cuerpito con mis manos logrando que se estremeciera-.
- Sí papi, a mí también me gusta mucho que me cojas, pero me cuesta cuando estás entrando y me duele, aunque cuando estás todo adentro me dan muchas cosquillas en mi pito, ahora quiero que entres y salgas despacito.
- ¡Ese es mi putito!, a medida que te coja otras veces más tu culito se irá acostumbrando y ya no te dolerá tanto, -le dije sabiendo que no sería así, pero ya sus caderas tenían movimiento propio y ayudaba en su cogida-.
La piel blanca de las nalgas de Antonio contrastaba con el color de la piel que normalmente no se cubría y viendo que mi verga entraba y salía del agujerito que tenía en medio de éstas me provocó una especie de click, quería seguir cogiéndolo todo lo más que aguantara, no me urgía acabar y la posición me resultó insuficiente, quería verle la cara cuando él mismo se cogía y saltaba sobre mi verga, entonces lo levanté tomándolo de la cintura y con el ariete firmemente instalado en su interior, acomodé las almohadas y me senté apoyando la espalda en el respaldo.
- Salí un poquito y sentate arriba, quiero ver cómo te movés con mi verga en tu culito, -le pedí-.
- Bueno papi, ¿querés que me coja yo solo como la otra vez y como hizo Felipe el otro día”, -afirmé lo que decía y no tardó en acomodarse-.
- Ya hablaré con Felipe porque le dije que no contara nada y no me está haciendo caso.
- No te enojes con él papi, me contó todo porque le tuve que poner la cremita en el culito que tenía dolorido, -expresó con mirada pícara-.
- Por esta vez está bien, pero no me gusta que anden hablando con nadie.
- Bueno papi, yo no le contaré ni a él.
Su pito parado y endurecido parecía mirarme y se fue sentando en mi verga erecta, su cara acusó varias veces el grosor del tronco, pero también me entregó la sonrisa de satisfacción cuando la guardó toda en su estuche estrecho y comenzó a besarme y a moverse ondulando sus caderas al entrar y salir. En su panza se notaba el bulto de mi “pedazo” y se enloqueció cuando pellizqué sus pezones duritos, había afirmado sus manos en mi pecho y se movía un tanto desencajado, sacaba la lengua y ponía los ojos en blanco al exponer su placer y luego de un rato ya no pude aguantar.
- Tomá putito, tomá, te lleno el culito de leche, -le dije inundando sus tripas al apretar sus caderas con mis manos-.
- Agggg, qué rico, tu leche se siente calentita, pero me olvidé de decirte que quería tomármela.
- Todavía me queda algo, luego vamos a bañarnos y me la vas a chupar toda, -expresé sin saber si podría, pero, por lo menos esa descarga había sido sensacional-.
- Bueno, papi, yo me había lavado como vos me dijiste con una pera de goma que tiene mi mamá.
- Está bien, entonces aprovechá a limpiarla ahora.
Hizo gestos y salió despacio de la ensartada para girarse y llenarse la boca de verga, le pasó la lengua, se atoró por apurado y tuvo un par de arcadas, pero hizo un buen trabajo y logró que mantuviera gran parte de la erección. Parecía un ternero mamón prendido a una única teta y ya pensé que era suficiente, lo levanté de las axilas, él cruzó, casi por inercia, sus pies en mi cintura, se aferró a mi cuello y busqué su agujerito con el glande nuevamente endurecido. Cerró los ojos cuando la sintió entrar, pero esta vez no costó y en esa posición caminé hasta el baño, él sólo se movía sintiendo los vergazos y lo solté cuando nos metimos debajo del agua, “ahora sí, tragala toda y dame una buena mamada”, -le pedí-. No tardó nada para atorarse y sacarme el resto que me quedaba.
Lo bañé bien, controlé que su hueco no tuviera ninguna rajadura y luego lo sequé mientras me miraba embelesado y me besaba contento. Luego de eso se deshizo del abrazo y se sentó en el bidet para expulsar la leche que tenía en su culito y dejar que el agua fría desinflamara el lugar tal como yo le había enseñado, después de eso le pregunté cómo haría para dormir y me dijo que se iría a su habitación, fue lo que hizo y yo puse la alarma para poder dormir algo antes de irme al trabajo. Me faltaba sueño, pero me levanté bien, desayuné unos mates, me puse un ambo de verano y me fui a la empresa, estaba seguro de que sería un día complicado.
La mañana estuvo agitada desde la reunión con los Directores, pero yo tenía claro a lo que había ido a esa empresa subsidiaria y no me tembló el pulso para hacer las modificaciones necesarias, en otras palabras, comenzar a sanear la economía a partir del despido del personal que generaban gastos y no producían. De ocho Direcciones que había quedaron cinco y unifiqué tres repartiéndolas, despedí a cinco de los Directores más “veteranos”, que se llevaron con ellos a sus “recomendados” y parientes, a la par, tuve que nombrar reemplazos con gente que trabajaba en esas mismas Direcciones.
El de Recursos Humanos que reemplazó Fátima zafó del despido porque aceptó su jubilación, el caso es que para el mediodía estaba famélico y saturado de trabajo, Fátima no estaba mejor había corrido toda la mañana trabajando a la par. Ni siquiera había tenido tiempo para hablar con la chica que había dejado Fátima para que cumpliera las labores de Secretaria del CEO, pero ameritaba tomarse un tiempo para almorzar y cada uno de nosotros lo hizo en su oficina pidiendo la comida a un delívery. No bien llegó la comida me aislé en mi oficina y pedí que no me molestaran, pensaba comer y dormitar un rato en el cómodo sillón del escritorio, pero no siempre se da lo que uno dispone.
Había terminado de almorzar y por la ventana de mi oficina que daba a la playa de estacionamiento de la empresa vi que se estacionaba un patrullero policial, de él bajaron un uniformado que era el que manejaba y una persona vestido de civil, tenía puesto un traje, era un tanto obeso y transpiraba hasta de los ojos. Los dos caminaron hacia la entrada de la empresa y me sentí intrigado, bajé a la planta baja para ver que querían y escuché que le preguntaban a la recepcionista por Fátima, entonces intervine…
- Buenas tardes caballeros, soy Eduardo XXXX, el CEO de la empresa, Fátima es una amiga y la Directora de Recursos Humanos, ¿el interés es por algo relacionado con la empresa?, -pregunté-.
- Encantado señor, soy el subcomisario Méndez, sucede que hemos encontrado el auto de su marido, estaba abandonado a un costado del acantilado y una carta, aparentemente, póstuma nos alerta sobre un posible caso de suicidio.
- ¿Cómo pueden estar seguros de eso?, yo estuve reunido el sábado con ellos y se lo notaba bien. Clarisa, llame a la Directora Fátima y dígale que venga urgente a mi oficina, -le dije a la empleada que trataba de escuchar-, ¿me acompañan caballeros?, creo que esta noticia tiene que darse en privado.
Nos fuimos a mi oficina y mientras tomaban un café, le dieron la noticia a Fátima, ésta decía que no podía ser posible, que hasta el sábado en que se fue diciendo que atendería un problema en el Banco, había estado todo bien. Le preguntaron si solía tener esas escapadas repentinas y Fátima dijo que solía pasar, pero que ella sabía que se reunía con los amigos para jugar al póker. El sub comisario no fue nada sutil con la posible viuda y le mostró la carta hallada, la billetera con sus documentos y dinero, el celular que había dejado en el auto y el anillo de matrimonio.
La carta hacía mención a un pedido de perdón por lo que pudiera enterarse, pero que él no soportaría la humillación. Nadie entendía a lo que refería, salvo yo, por supuesto, entendía que el tipo no podría soportar la cárcel y la exposición negativa ante mi amenaza de denuncia por Pedofilia. Fátima lloraba sin entender nada y pidió de ir al lugar para ver que se estaba haciendo en la búsqueda del posible suicida. Se lo permitieron y me pidió que la llevara porque no estaba en condiciones de manejar y no quería estar sola si le daban alguna mala noticia.
Cuando llegamos al lugar levantaban un cuerpo encontrado en un hueco entre las piedras del acantilado, estaba encajado y sólo pudieron verlo cuando bajó un poco la marea. Lo identificamos en el momento y Fátima se abrazó a mí preguntándose qué había pasado para que tomara esa decisión drástica. El policía nos dijo que era evidente que se trataba de un caso de suicidio, que no ameritaba una investigación porque nada hacía presumir algún tipo de violencia o robo, que no habría autopsia y entregarían el cuerpo a la brevedad. Nos fuimos de allí y pasamos por el Banco para dar la noticia y para retirar algunas cosas personales de Miguel, entre otras cosas, su ordenador personal, pues yo estaba seguro que allí habría material de fotos comprometedoras, lógicamente, no le dije nada a Fátima.
Quedaba avisarle a Graciela y nos fuimos para el negocio. La noticia no le cayó nada bien a la hija, se abrazaron las dos, lloraron un rato, pero, a la vez, yo desde afuera notaba cierto alivio por lo que había pasado, era evidente que Miguel no había sabido cosechar demasiados buenos sentimientos en las mujeres de su entorno. Al rato se cerró el negocio poniendo el consabido cartelito de “cerrado por duelo” y nos fuimos todos a la casa de Graciela. Los chicos se asombraron por la llegada de la madre y la abuela y yo me metí en la cabaña para que ellos cuatro hablaran a solas.
Una media hora después aparecieron las dos por la cabaña, venían a hablar conmigo, dijeron no saber qué hacer y me pidieron que me encargara de todo. Pregunté por los chicos que, en definitiva, estaban bien y sin mayores dramas sentimentales y les hice saber que no entendía bien ese “encargarme de todo”. “De todo Eduardo, de todo, las dos necesitamos la presencia del hombre de la casa y vos sos número puesto para tomar cualquier decisión que acataremos”, -me contestó Fátima muy segura de lo que decía, lo cual fue corroborado por Graciela. De buenas a primeras, sin comerla ni beberla, pasala a ser una especie de “macho Alfa” de esa casa y no me molestaba para nada.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
El abuelo se suicidó? Pero nadie le había extrañado? Jajajaja… Como que era buena persona el viejo… Jajajaja