Como terminé siendo el putito del barrio…
Un joven cuenta de como paso a ser el putito del barrio, iniciando su historia tras un fallido robo, y como el dueño de la tienda lo obliga bajo chantaje a que le de el culo, cosa que posteriormente los amigos al enterarse se aprovechan para también convertirlo en el mariconcito del grupo..
Como terminé siendo el putito del barrio…
Todo comenzó, cuando mis amigos y yo estando aburridos de no hacer nada, a uno de ellos tuvo la gran ocurrencia de meternos en el negocio del gallego, y robarle, algunas cervezas, y algo más.
Ya eran cerca de las doce de la noche, y tanto mis amigos y yo, nos habíamos bebido o fumado hasta el último centavo que cargábamos encima.
El plan era muy simple, entraríamos los cuatro por la ventana del baño, que tenía el pestillo roto y el viejo gallego nunca la cerraba, uno de los chicos decía que sabía dónde el viejo guardaba el dinero.
Mientras él lo buscaba, el resto de nosotros se encargaría de sacar las cervezas, y yo algo chorizo, queso, mortadela, jamón y pan.
Según él, el gallego por lo general cerraba a las nueve de la noche, y según mi amigo se acostaba viendo la televisión, en el último cuarto al fondo del almacén, por lo que no escucharía nada cuando estuviéramos a dentro, si es que estaba despierto a esa hora.
Muy confiados todos entramos por la pequeña ventana, y ya dentro nos separamos para cada quien encargarse de lo suyo.
Todo iba muy bien, cuando después de que abrí una nevera, y tomé unos chorizos, de momento sentí justo detrás de mi oreja, algo frio y duro, y al voltear para ver de qué se trataba, me encontré con la boca del cañón de una pistola.
Lo siguiente que recuerdo fue la carrasposa vos del viejo, gritando. “¿Quién coños anda ahí?” De inmediato lo siguiente que escuché fueron los pasos de mis amigos, corriendo hacía la pequeña ventana del baño y escapándose.
El viejo me dio un fuerte empujón, haciendo que yo cayese de boca al piso, y de inmediato sentí una de sus botas sobre mi espalda, al tiempo que aún me apuntaba con su arma y continuaba gritando “¿Quién, coños anda ahí?”
Después de un corto rato al no escuchar respuesta alguna, fue que vino a quitarme su bota de mi espalda, diciéndome. “Si te tratas de escapar te dejo como un colador, cabrón.”
Aunque tenía mi rostro pegado al piso, de reojo podía verlo a él y su arma, con la que no dejaba de apuntarme.
Yo estaba tan asustado y temiendo que al viejo se le zafase un tiro, que llorando le comencé a decirle. “No me haga nada, mis amigos y yo nada más entramos a curiosear.”
A lo que él respondió. “Así con que, curioseando, bueno quítate toda la ropa, que yo quiero curiosear, para ver si no te estabas llevando algo.”
De estar acostado sobre el piso, me senté en el suelo, y sin decir más nada me comencé a quitar mi camisa, la que una vez me la quité, la puse a sus pies, después nada más me bajé los pantalones hasta la rodilla, y lo escuché decirme. “Es que no oíste bien cabrón, dije que te quitases toda la ropa incluso los zapatos.”
Lo que, sin dejar de llorar, y pedirle que no me matase, continué obedeciéndole, hasta que me quité los pantalones y quedé nada más en interiores.
Nuevamente me dijo. “Tú eres sordo es que no escuchaste que te dije toda la ropa, hasta los interiores.”
Le obedecí y después de que me los quité, me quedé sentado en el suelo, con mis rodillas pegadas a mi cuerpo, muerto de miedo.
El gallego sin dejar de apuntarme con su arma revisó toda mi ropa, y de uno de mis bolsillos sacó unos chorizos, que agarré cuando abrí la nevera.
Fue cuando el viejo dijo. “Así con que tan solo curioseabas.”
Nuevamente llorando le pedí que no me matase, y fue cuando le dije. “Yo hago lo que usted quiera, pero no me mate por favor.”
En ese momento me ordenó que me pusiera de pie, lo que hice colocando mis manos sobre mi miembro, quizás por vergüenza o pudor.
Pero el viejo mal pensado, me ordenó que quitase las manos, y cuando lo hice, estaba tan asustado, que mi miembro del susto se había recogido tanto, que apenas y se veía, lo que a él le dio mucha risa, y yo más vergüenza sentía.
Cuando lo escuché decirme. “Si más que una verga parece el clítoris de una puta.”
Fue cuando mirándome a la cara y apuntándome con su arma entre ceja y ceja, me dijo. “Yo te conozco hijo de la gran puta, tú eres el hijo del maestro, vamos a ver que dice tu padre cuando se entere de que entraste a robar.”
Casi de inmediato llorando le volví a decir. “Yo hago lo que usted quiera, pero que mi papá no se entere.”
En ese momento el dueño de la tienda se me quedó viendo de manera bien rara, caminó a mí alrededor, como quien mira algo que piensa comprar y dándome una nalgada me dijo. “Esta bien, no le diré nada a tu viejo, pero a cambio, tu harás todo lo que yo te diga, y únicamente podrás decirme, sí señor, o lo que yo te ordene decirme, ¿entendiste?”
A lo que en el acto le respondí, tal y como él me había ordenado, sí señor.
De inmediato me ordenó que me dirigiera al final del pasillo, yo iba a recoger mi ropa del piso, cuando dándome un empujón me dijo que luego la recogería, y que caminase caminé frente a él, hasta llegar al final del pasillo.
Durante esos instantes, a medida que iba caminando, me di cuenta de que su vista la tenía clavada en mis nalgas, al llegar al final del pasillo, me ordenó abrir la puerta de su cuarto, y al ver su cama, supe que era lo que me esperaba,
Sin dejar de llorar, nuevamente le comencé a decir que no me hiciera nada, y zas que me ha dado un golpe por la cabeza, con la cacha de su pistola, ordenándome callar.
Nuevamente sentí la punta del cañón presionando contra mi cabeza, mientras me decía. “Ahora te acuesta, calladito, y prepara ese culito que me lo voy a comer ya mismo.”
A los pocos segundos sentí sus dedos embadurnados en algo grasoso que me los pasaba por entre mis nalgas, y comenzó a enterrármelos dentro de mi culo sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo.
En cosa de pocos momentos, él se quitó la poca ropa que tenía puesta, quedando tan desnudo como lo estaba yo, fue en esos instantes que lo volví a ver de reojo, en una mano sin dejar de apuntarme, mantenía su pistola, mientras que en la otra mano vi con sorpresa que sujetaba su parada verga, mucho más grande y gruesa que la mía.
Con sus piernas separó las mías, mientras que yo sin dejar de llorar le decía nuevamente, que no me hiciera eso, que yo no era maricón.
Él me ordenó callar, pero de golpe me dijo. “No importa, sigue llorando y diciendo lo que quieras, que a esta hora no hay una sola alma que te pueda escuchar por los alrededores.”
Tras decir eso, sin soltar su arma, comenzó a treparse sobre mí, y comencé a sentir el contacto de su piel contra la mía.
Yo continué llorando, pero sin decir nada, me había quedado callado, pero de momento el viejo me dijo. “Separa tus nalgas con tus manos, y muéstrame el hueco de tu culo”
De inmediato sentí nuevamente el duro cañón de su arma que la presionaba contra mi cabeza, sin dejar de llorar, nuevamente comencé a decirle que yo no era marico, al tiempo que obedeciéndolo, separé mis propias nalgas con mis manos, dejando ante su vista, como él dijo el hueco de mi culo.
A los pocos segundos, comencé a sentir como esa cosa dura y caliente, comenzó a presionar el hueco de mi culo, y a medida que eso comenzó a abrirse paso entre mis nalgas.
El dolor y la indignación que sentí fue en aumento, al punto que sin dejar de llorar con más fuerza, le pedí a gritos que me lo sacase que eso me dolía mucho.
El viejo gallego a medida que yo continuaba llorando y quejándome del dolor que me producía con su verga a medida que me la enterraba por el culo, yo más gritaba y me quejaba, él más apretaba su cuerpo contra el mío.
Hasta que finalmente sentí todo el peso de su cuerpo sobre el mío y que me había enterrado toda su verga, por espacio de unos cuantos segundos se quedó quieto, pero casi de inmediato comenzó a sacar y meter una y otra vez toda su verga dentro de mi culo.
Mientras que yo no paraba de llorar, de quejarme por el dolor, y de pedirle gritando que me lo sacase.
No me había dado cuenta de que a medida que yo más lloraba, le pedía que me lo sacase, y más gritaba, él más disfrutaba de lo que me hacía.
Pero después de un rato, ese dolor fue desapareciendo, y en su lugar comencé a sentir algo raro dentro de mí, no me podía explicar a mí mismo de que se trataba, pero de momento como si no pudiera controlarme, comencé a mover mis nalgas restregándolas contra su cuerpo.
Así estuvimos un buen rato hasta que de momento el viejo, me apretó con más fuerza contra su desnudo cuerpo, acelerando sus fuertes movimientos, hasta que de golpe se detuvo, finalmente había acabado dentro de mí.
Ambos permanecimos quietos por un buen rato, ya casi estaba por dormirme cuando, él sacó su nabo de mi culo.
Dándome una nalgada, que me hizo despertar, me dijo. “Que culito más sabroso el tuyo.” yo me quedé tirado sobre su cama, con mi culo bien abierto, muerto de vergüenza, y a la vez con un raro sentimiento de amor y odio hacía el condenado viejo.
El viejo, únicamente se puso sus interiores, mientras que yo lloraba, pero de vergüenza, fue cuando me dijo. “De ahora en adelante vas a venir para que te lo meta, y cuidado con no hacerlo o voy donde tu viejo y le digo lo del robo, y que tú me ofreciste y distes el culo, para que yo no llamara a la policía.”
Ya estaba por ir a buscar mi ropa, cuando él me dijo. “Antes de vestirte, pasa por el baño para que te saques todo lo que te dejé dentro.” y burlándose de mi continuó diciéndome. No sea que te haya preñado.”
Yo le obedecí, en todo y al siguiente día, aunque no quería ir a su negocio, nada más del miedo que me daba el pensar que él condenado viejo le fuera con el cuento a mi padre, me presenté.
Nada más me vio, y se dedicó a cerrar el negocio, y una vez dentro me dijo. “Pasa al fondo cariño, y quítate toda la ropa y me esperas acostado en la cama, que ya voy para allá.”
Durante esa semana, el gallego, me dio por el culo como unas cuatro veces, hasta que el quinto día, entró en la habitación, tomando asiento en su cama y abriendo las piernas, me dijo, que me pusiera a mamar su verga.
No sin antes recordarme que yo debía obedecerle en todo, y de lo que pasaría de no hacerlo.
Por lo que completamente desnudo como me encontraba, me arrodillé frente a él, y a pesar de lo repulsivo que era para mí el ponerme a mamar su verga, comencé a hacerlo.
Después de un rato que comencé a mamar, él colocó sus manos sobre mi cabeza, y comenzó a mover mi rostro para adelante y para atrás, haciendo que casi vomitase, de las náuseas que me provocó.
Pero no se detuvo, hasta que finalmente se vino dentro de mi boca, ahogándome prácticamente con su leche, por lo que a pesar de no querer terminé tragándome gran parte.
Tras lo cual, me dijo. “Hoy hablé con tu padre y le dije que te mandase a trabajar aquí conmigo mientras decide que vas a estudiar.”
Yo no me esperaba eso, pero al día siguiente mi padre, me felicitó por ponerme a trabajar en el negocio de su amigo.
Lo del trabajo era en serio, pero a la hora de cerrar, el condenado viejo o me daba por el culo o me ponía a mamar.
Al principio me resultaba algo molesto, pero poco a poco no tan solo me fui acostumbrando a que él me diera por el culo o me pusiera a mamar, sino que también le fui agarrando el gusto.
La manera en que el viejo me trataba, me gustaba tanto, que sin que él me lo pidiera me depilé todo mi cuerpo, y a quien me preguntaba le decía que yo practicaba natación.
Durante ese tiempo no había vuelto a ver a mis amigos, así que como a los dos meses, justo después de que me había dado mi ración de carne, me dirigía a casa de lo más feliz, cuando me encontré a mis amigos.
De inmediato me invitaron una cerveza, y después de un buen rato de estar bebiendo, uno de ellos me preguntó que me había pasado esa noche.
Como ya había pensado en que les diría cuando los viera, de inmediato les dije que el viejo me apuntó con su pistola y me amenazó, con hacer que me metieran preso, o por las buenas me ponía a trabajar con él.
Al yo terminar de decirles eso, me preguntaron si no pasó nada más, y yo me reafirmé en que no había pasado nada más, cuando otro de mis amigos me dijo. “Cuando sentimos que el viejo comenzó a gritar quien anda ahí, los tres nos escapamos por la ventana, pero en lugar de salir corriendo, nos quedamos esperándote.”
“Hasta que escuchamos que el viejo te ordenó desnudarte, y como encontró los chorizos en tus pantalones.”
A medida que mi amigo siguió hablando a mí me entró una ansiedad tremenda. “Después te escuchamos gritar que no te hiciera eso, que te lo sacase del culo, entonces nos dimos cuenta de que el viejo ese, te estaba comiendo el culo.”
Y de inmediato mis amigos me preguntaron. “Es o no cierto que el viejo te clavó por el culo.”
Muerto de vergüenza, mientras que me apuraba otra cerveza, y llorando de la vergüenza que sentía, acepté que, si era cierto, que el viejo me había comido el culo esa noche.
De inmediato otro de mis tres amigos, continuó diciéndome. “Pero no ha sido una sola vez que te ha comido el culo, yo creo que lo hace todas las noches después de que cierran el negocio.”
Fue cuando les acepté que eso era cierto, pero que lo hacía para que no me fuera a delatar con mi viejo.
Mis tres amigos se vieron entre sí, y de inmediato noté algo raro en su manera de mirarme, fue cuando uno de ellos me dijo. “A ver quítate la ropa.”
Pensé en retirarme, pero uno de ellos me cortó el paso, mientras que otro nada más dijo. “Imagínate que todo el mundo se entere que tú estás dejando que el viejo ese te coma el culo, que diría la gente.”
Como nos encontrábamos bebiendo en las ruinas de una vieja casa, que hacía años se había quemado, no me quedó más remedio que obedecerles, y apenas me quite la ropa, prácticamente mis tres amigos saltaron sobre mí.
En cosa de pocos minutos, ya me tenía uno bien clavado por el culo, mientras que a otro de ellos le mamaba su verga, y al tercero lo masturbaba.
Lo raro de todo eso fue que lejos de incomodarme o sentirme mal, disfruté en gran medida de lo que estuve haciendo con mis tres amigos.
Así que, durante varios días, cuando el gallego terminaba de clavarme, o yo de mamar su verga, al salir de su negocio después de cerrar, mis tres amigos me daban una buena ración de verga.
Ya había aceptado eso como algo natural, pero como a las tres semanas de que mis amigos comenzaron a comerme el culo, al momento de cerrar, el viejo me dijo. “Te tengo un regalito sobre la cama.”
Apenas entré a su habitación la que había barrido en la mañana y cambiado la ropa de cama, encontré un vestidito de chica, así como unas pequeñas pantis, sostén, zapatos y hasta medias, además de un lápiz de labios y polvo para la cara, además desde esa fecha dejé de cortarme el cabello.
No tuve que esperar a que él entrase a su cuarto para saber qué era lo que él quería que yo hiciera con todo eso, ya que al día siguiente de haber comenzado a darme por el culo y ponerme a mamar, en su cama, me trataba como si yo fuera una puta.
Así que me vestí de mujer para mi macho, y cuando terminé de hacerlo, me sentí requetebién, cuando entró a su habitación, se me quedó viendo, me tomó entre sus brazos, y me estampó un tremendo beso en la boca.
Yo no tuve que esforzarme mucho, para comportarme como si fuera una chica, y desde esa noche a menos que él me ordenase lo contrario, apenas cerrábamos su negocio, yo me iba a su cuarto y me transformaba completamente.
Por varias semanas, disfrutaba de la manera en que él me trataba cuando me vestía de mujer, y como mis amigos aun continuaban dándome por el culo, decidí una noche, darles una sorpresa a los tres.
Así que sin que el viejo se enterase, saqué algunas prendas de mujer que él me había comprado, y apenas llegué en donde nos encontrábamos los tres, aproveché que todavía no habían llegado, y me cambié completamente de ropa, quedando linda y bella para cuando mis tres amigos llegaron.
Esa noche los tres hicieron conmigo lo que les dio la gana, cosa que yo disfruté tremendamente, lo malo fue que a los pocos días se sumó otro conocido.
Así poco a poco la mayoría de los chicos del barrio, me fueron comiendo el culo, por lo que apenas pude cuando se abrió la matricula en la universidad, me inscribí, y me fui a estudiar a otra ciudad.
Pero ya había desarrollado un gusto, porque me dieran por el culo y vestirme de mujer, que, a los pocos días de haber llegado, ya un compañero de la pensión de estudiantes me tenía bien clavado por el culo, pero además me regaló un envase completo de pastillas anticonceptivas, desde luego no era para evitar que yo saliera preñado.
Dichas pastillas básicamente son hormonas femeninas, o sea estrógeno, que en mi caso hace que mi piel se valla poniendo más tersa, mi cabello más largo y abundante, y mis pequeños y planos pechos, pasaran de se copa AAA, a ser A, por lo que mis tetitas en ese tiempo parecían ser las de una chica de trece o catorce años.
Pero esa es otra etapa de mi vida, de la que en otra ocasión les contaré, si así me lo hacen saber.
Ya ves, de ladrón pasaste a ser toda una putita, pero seguro que ahora disfrutas mucho más. Yo también disfrutaría y sería la putita del pueblo.
Me gustó tu historia espero la continuación