Como tú III: Ir de cacería con un cuerpo como carnada
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Al cumplir los 19 años ya era un experto en seducción, después de lo que ocurrió con Antonio aquella noche de enero en el departamento de su amiga, frecuentar el parque central de la ciudad donde vivo en busca de hombres, se volvió parte de mi rutina.
En un principio, en verdad me mostraba temeroso, tímido, callado como de costumbre, pero poco a poco fui descubriendo la estrategia perfecta para obtener lo que quería: abrirme paso en un mundo casi desconocido, usando lo amplio del parque como campo para realizar ese ritual de ligue al que mi casi maestro Antonio, el que me indujo a perder la timidez, llamaba “Ir de cacería”, no era el único, pues posteriormente descubrí que muchos chicos acudían a este sitio con las mismas intenciones, cada uno con una estrategia propia, la mía, según Antonio, era irresistible y por ello arrasaba con los chavos más guapos del sector.
En cierta ocasión y aun lo recuerdo con mucha claridad, Antonio me dijo “Vaya, te has vuelto toda una putita, una mosquita muerta, eres uno de los cabrones mas cabrones que he conocido… arrasas con todo y no dejas nada para la banda”.
Y no era para menos, pues mi estrategia era seguir conservándome como aquel adolescente estudiante de preparatoria que le temía a todo, también la seriedad que a los hombres hambrientos de sexo les gusta tanto, desde mi forma de vestir, muy discreta. Pese a que ya no había inocencia en mi persona, conservé la mirada tierna e inocente que cautiva las presas, como un anzuelo puesto a un pez.
Por otra parte, como la edad ya lo ameritaba, me inscribí a una rutina de ejercicios hechos desde casa, pues el cuerpo delgado y escuálido era parte fundamental para mi imagen, comencé a estudiar la universidad y sin darme cuenta el tiempo pasó, ya era un joven de 20 años, estudiante de una licenciatura en comunicaciones, que aunada a los trabajos realizados en bibliotecas, me abrió las puertas para trabajar en el departamento de información y redacción de un periódico local, ¡me volví reportero!, el complemento perfecto para ser el mejor seductor que pudiese postrar los pies sobre el parque central.
Recuerdo un diciembre lluvioso en el que me quede esperando una supuesta cita que nunca llegó, la humedad en mis zapatos de gamuza helaban mis pies, sin fumar el frio hacía salir humo de mi boca, la chamarra oscura que llevaba esta empapada, mi piel se miraba más pálida que de costumbre, mi cabello escurrido y los labios rojos que hasta parecían heridos.
Estaba ahí sentado, viendo la hora en que la persona que me había citado se apareciera, pero me dieron las ocho, nueve, diez y once de la noche, el parque estaba tan oscuro, a lo lejos percibí una silueta masculina que me observaba desde hacía ya casi una hora pero no se atrevía a acercase, me paré y comencé a caminar con una cadencia lenta bajo la llovizna, en eso aquella persona también se paró y me comenzó a seguir.
Al pasar bajo una de las lámparas, pude ver que efectivamente era un hombre, delgado, alto, buen porte y vestido con un traje negro y camisa clara.
Por primera vez en mucho tiempo, volví a sentir miedo, el miedo como tal, el miedo de verdad, mismo que me hizo apresurar el paso y huir del sitio bajé las escalinatas a toda prisa pues aquella persona misteriosa no dejaba de seguirme, me perdí en una calle oscura e intenté llegar a una parada de taxis para sentirme a salvo pero de pronto una voz familiar me sorprendió al hacerse sonar a espaldas mías.
“Vaya recibimiento que me has dado, me has hecho dar una carrera tras de ti”.
Temeroso voltee y ante mí se encontraba un rostro que no veía hacia casi dos años.
“Que… ¿no piensas darme un abrazo?”
Era Alejandro, el mismo que se llevó mi virginidad cuando tenía 17 años, aquel que me tomó entre sus brazos y supo borrar una imagen que hasta cierto punto me hacía daño.
Yo: Ale… ¿Eres tú?
Él: ¿Quién más? Te dije que volvería por ti, no sabes cuánto te extrañe niño.
Nos miramos sin movernos y sin darnos cuenta que la lluvia arreciaba.
Él: Eres más lindo de lo que te recordaba, Tony, por fin te vuelvo a ver… no sabes cuánto te extrañé.
Sus palabras me hicieron sentir que los pies me temblaban, el frio en mi cuerpo se intensificó y si no me hubiese abrazado, seguramente me caería frente a él.
Sentí su calor, su cuerpo, esa barba raspante en mi mejilla, el aroma peculiar de su perfume…
Recorrió mi cara con sus manos, tocó mis labios y me besó, caminamos tomados de la mano hasta el estacionamiento donde había dejado su coche, la ausencia de personas en la calle era propicia para andar sin preocupaciones.
Esa noche dormimos en su departamento, me hizo suyo a su manera, como la primera vez, cuidando de no lastimarme, con las preguntas esas que acostumbra, con esos besos apasionados que devoraban mis labios, mi quijada, mi cuello y mi pecho.
Con sus grandes manos apretando mi cintura, acariciando mi espalda y mis glúteos mientras me penetraba con una cadencia tan suave, con los gemidos apagados en el dormitorio, repitiendo mi nombre al oído en cada estocada que me daba.
Sentir su miembro viril nuevamente en mi interior fue maravilloso, me hizo pensar en que no pudo haber persona más adecuada para entregarme por primera vez.
Sus embestidas aceleraban y la mirada suya clavada en mis pupilas me advertía que estaba a punto de venirse, de pronto apagó los ojos, frunció el seño y se corrió dentro de mí.
Nos dormimos así, con parte de su cuerpo dentro del mío y con los labios pegados, él acariciaba mi cabello y yo abrazado con manos y piernas a su cuerpo, rascaba su espalda y ejercía presión de su pelvis contra mis cadera.
Dos de la mañana, sonó un despertador, Alejandro se puso de pie y lo apagó. Yo aun somnoliento pude darme cuenta de que me estuvo mirando recostado entre sus sabanas por mucho tiempo, luego me despojó de las sabanas y comenzó a besarme la espalda.
Me acomodó de lado dándole la espalda, se recostó tras de mí y comenzó a morderme la nuca, su respiración era tan agitada…
Comenzó a hacer movimientos con sus caderas, cada vez acercando mas y mas su miembro viril a mi entrada, luego una de sus manos hizo un movimiento dándome a entender que levantara una de mis piernas, así lo hice y casi inmediatamente Alejandro ejerció presión y me penetró sin complicación alguna.
No sentó nada de dolor, al contrario, fue un placer inmenso. Me estuvo penetrando de esa forma por más de diez minutos, la sacaba despacio y luego la dejaba ir bruscamente, haciendo que sus caderas chocaran con mis glúteos, todo eso sin dejar de morder mi nuca y con ambos brazos rodeándome, uno en mi cuello y el otro mi cintura.
Luego comenzó a apresurar sus embestidas, se volvió completamente loco y comenzó a gritar descargando su esencia viril en mis entrañas.
Amaneció y los dos seguíamos en esa posición, la nuca me dolía, sus mordidas me dejaron moretones que cubrí con mi cabello.
Alejandro me dijo que había perdido su teléfono, por eso perdió la comunicación con migo, no lo cuestioné e intenté entenderlo.
Me fue a dejar a mi casa, llegué y entre sin hacer ruido, caminando de puntillas hasta mi cuarto, nadie me vio pero estando en mi habitación sonó mi teléfono, me indicó que ya era hora de irme al trabajo.
Ese día el gobernador del estado llegaba al a ciudad, el tema de actualidad era ese y tenía que cubrir el evento, pero nunca me imaginé que ese día al igual que el anterior había regresado Alejandro, otra persona volvería a mí.
Sergio hizo acto de presencia.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!