COMO TÚ (IV, Cosas del pasado) parte final.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
A la visita del Gobernador todos querían estar lo más próximo a él, los entrevistadores, fotógrafos y camarógrafos se empujaban muy fuerte, yo entre ellos y dándole indicaciones a mi fotógrafo sobre el ángulo que quería para que hiciera una toma panorámica que vistiera mi nota.
Momentos después en mi mente estaba el cómo empezaría la crónica que me encomendaron sobre la visita del Gobernador a la ciudad y la anunciación que hizo referente a los nuevos elementos policiales que llegaron a la región para reforzar la seguridad.
Escuchaba mis audios una y otra vez intentando comprender hasta el más mínimo detalle, me dolían los pies de tantos pisotones que me dieron al querer hacerle una pregunta al político que nos evadía.
Estaba sentado en una banca de las del parque que solía frecuentar en las tardes y en las noches. La vida mañanera en él es totalmente distinta a la que se ve cuando se empieza a esconder el sol, en vez de hombres buscando sexo, había personas leyendo, niños jugando y gente limpiando.
Hacía corajes porque mi material estaba casi estropeado y sólo escuchaba ruido, tan concentrado estaba que no me di cuenta que hablaba sólo y la gente me miraba.
De pronto oí que alguien me dijo “si sigues haciendo corajes te vas a poner como don Margarito”, y di un respigo sobresaltado.
Don Margarito era el señor encargado de las maquinitas y la venta de refrescos en el local que estaba justo frente a la preparatoria donde estudie, negocio que yo y mis amigos conocíamos como “la guarida” ya que tardábamos horas en él después de salir de clases en las retas del entonces famosísimo juego The King of Figther.
Cuando éramos adolescentes siempre bromeábamos con que quien se enojaba era don Margarito ya que ese viejito era muy cascarrabias y muy a menudo nos llamaba la atención por golpear las maquinitas cuando nos emocionábamos de más al estar jugando.
Nadie que no hubiera estudiado conmigo sabía de don Margarito y la forma en como nos burlábamos de él, por eso me resultó tan extraño que alguien me lo mencionara.
Era un muchacho robusto, grueso de cuerpo, con un corte de cabello raso, barba de unos tres días y una sonrisa que me llamó mucho la atención; dientes muy parejitos y perfilados, blancos… muy buena estética.
Lo miré y comencé a hacer gestos un tanto idiotas tratando de recordar quien era, pasaron por mi cabeza como 5 personas pero ninguna coincidía con los rasgos físicos de aquel joven… fue entonces que vi sus ojos café oscuros que se clavaron en los míos.
Sentí como si todo me empezara a dar vueltas y perdiera las fuerzas, esa mirada era inconfundible, aún después de más de 3 años de no verla, jamás la podría olvidar… era la mirada de Sergio, mi amor platónico de la preparatoria.
“Pinche Tony, siempre dije que terminarías así; loco y hablando en la calle j aja ja”, me dijo en un tono sarcástico.
Yo como en aquellas veces cuando estudiábamos juntos, solo le dije “caya bruto, estoy trabajando y me tomas de sorpresa”.
Entablamos una plática, me contó que le faltaba un año para graduarse como Ingeniero Químico y que se iría de la ciudad después para buscar un buen empleo.
Me confesó además que en una ocasión abrió un periódico y leyó una noticia que indicaba haber sido escrita por mí y que desde entonces compraba el periódico todos los días para que por medio de ellas pudiera saber dónde había estado yo el día anterior.
Se me hizo raro si tomaba en cuenta que Sergio optó por perderme el rastro y no saber nada de mí, desde el día de la graduación no supe nada de él, no nos comunicamos ni por vía electrónica y para no seguir arrastrando un recuerdo que hasta cierto punto se tornaba doloroso para mí, decidí olvidarlo.
Le dije en un tono de burla que eso era porque siempre me amó y que no podía dejar de hacerlo aún con el paso de los años y él sólo atinó a reír, pero al mismo tiempo agachó la mirada y ya no me la volvió a sostener. Me sentí incómodo por la situación y mejor me despedí poniendo el pretexto que tenía que trabajar pero antes de que me fuera me pidió que saliéramos al día siguiente para platicar mejor y no me pude negar a su petición.
Toda la noche me la pasé pensando en él; el antes y el después de los años, pero concentrado en su mirada y en el calor que quizá únicamente yo podía sentir con tenerlo a pocos centímetros, quizá hasta un metro de mí. Un calor que extrañé sin saberlo y que como hacía mucho, no me erizaba la piel y me hacía suspirar, no dormir y tomar el lápiz para expresar lo que siento.
Nos encontramos en el parque la tarde del día siguiente, me invitó un elote de esos que venden los ambulantes en las esquinas y luego caminamos sin rumbo.
Quizá fueron seis o siete vueltas al parque y luego hacia el malecón hasta llegar a una pirámide que en la cima tiene un monumento al Dios Quetzalcóatl, nos sentamos tras una roca mirando al mar y nos quitamos los zapatos para descansar los pies.
La plática se centró en anécdotas del pasado, cuando pasábamos las tardes juntos al salir de la escuela. Luego caminamos por la playa y finalmente retornamos al parque, ya era de noche, precisamente el reloj marcaba las 24:00 horas.
Nos despedimos pero antes de que me fuera tomó mi mano y la puso sobre el bulto de su pantalón con una inmensa erección, siempre atento a mis reacciones de ratoncillo asustadizo, pero esta vez no fue así, ahora lo miré con seriedad.
Entonces la subió y la colocó sobre su pecho para que sintiera el palpitar de su corazón, de alguna manera era la súplica que siempre quise escuchar. Me dijo “no creo que no te hayas dado cuenta de cómo me has tenido toda la tarde”, a lo que le respondí que no, que me centré tanto en disfrutar su compañía que ignoré la atracción física que me provocaba.
“Hablas como un científico o hablas como un esclavo?”. No entendí lo que me dijo y antes de que yo hablara interrumpió “¿y tampoco te has dado cuenta de cómo me has tenido desde que te conocí?”.
Me quedé sin palabras y me dieron ganas de llorar, ya nada lo callaba, tal parece que dejaría salir de su boca todos los sentimientos que retuvo hacia mí.
“Te quiero Tony, no me importa que seas hombre igual que yo, a la mierda con todo, vez aquellos –señaló a una pareja heterosexual que se besaban sentados en las escaleras-.
Sí, le respondí, “ni el amor de ambos sumado, se aproxima al que yo te tengo”, me dijo, entonces sonreí y lo besé.
Fue nuestro segundo beso, si se toma en cuenta el que me dio el día de nuestra graduación, pero en éste yo le transmití todo lo que siempre sentí por él. Su saliva me supo dulce, jamás antes había dado un beso así, aunque mis labios habían besado muchos otros labios.
No era yo, fueron las emociones las que guiaron mis pasos, fueron ellas las que me hicieron llegar hasta mi casa y entrar a escondidas hasta mi recámara con Sergio, que en presencia de mis padres dormidos entramos con todas las luces apagadas.
En la cama y el cuarto que albergaron mis sueños de niño y de adolescente nos desnudamos, por fin lo tenía sólo para mí, ya no éramos los niñitos de antes.
Él temblaba y yo no lo podía tranquilizar, mi vasta experiencia con hombres no fue suficiente ante los sentimientos que le tenía pero me propuse seguir adelante, ambos estábamos de frente y de rodilla sin nada de ropa, con nuestras erecciones señalándose entre sí.
Nos besábamos despacio y fue entonces que el adoptó el papel de hombre, con una de sus manos fuertes me empujó el hombro he hizo darle la espalda, seguíamos arrodillados y se colocó tras de mí acercándose poco a poco hasta que sentí el gran calor de su pene grueso y suave que apuntaba hacia arriba en el medio de mis dos nalgas.
Tomó una con cada mano y las apretó para que al mismo tiempo estas estrujaran su pene, acto seguido movía sus caderas de arriba abajo simulando una penetración. Me fue empapando con su líquido pre eyaculatorio, recuerdo su vociferar en mi oreja izquierda “Tony ya no aguanto, me quiero venir”, pero con mis muslos estrujando su miembro le resultaba imposible.
Enredé una de mis manos hacia su nuca para acercarlo más a mí, me había lamido la oreja ya por mucho tiempo en ésa posición y le dije con voz entre cortada, “quiero ser tuyo”.
Me abrazó fuertemente y la humedad que previamente había dejado en mis glúteos le facilitaron un resbalar por doquier, su pene se restregaba en mi como un animal atrapado buscando salida hasta que la encontró.
Sentí su glande en la entrada de mi ano, picó con un punzón y al sentirse ubicado dejó de moverse, entonces empezó a empujar lentamente hasta meter toda la cabeza de su miembro en mí, pero hizo un movimiento que desvió la ruta y se salió.
Entonces regresó a restregarse en mí nuevamente, ahora lo hacía con más frenesí luego de haber probado el calor de mi agujero, al mismo tiempo me besaba de una manera descomunal que me succionaba la lengua y me causaba dolor, de pronto lo sentí, unos de sus tantos piquetes a mi trasero fue certero y me penetró completamente.
Toda la lubricación era natural y eso yo nunca lo había experimentado, sentía un ardor y un dolorcito agudo pero muy acogedor, él bajó sus manos y me tomó de la cadera obligándome a seguir sus embestidas, el cuarto se inundó de gemidos y de un sonido similar a unos aplausos cadenciosos.
Yo le dije que no parara y empezó a acelerar aún más, nuestras bocas siempre estuvieron unidas hasta que se soltó de mis labios y nos vimos de frente, me sonrió y recordé su sonrisa de niño y todo el tiempo que había esperado ése momento.
Otra vez volvió a vociferar pero ahora dijo “no me quiero venir, quiero estar siempre así contigo” pero yo pese a que sus manos ya no controlaban mis movimientos, seguí el vaivén hasta ver que frunció los ojos y dijo “no… para… para..”, pero era demasiado tarde no aguantó y se vino.
Su abundante venida de cuatro chisguetes la recibí dividida, dos dentro de mí y los otros dos en mi espalda, pues cuando se empezó a correr se despegó y su pene respingón salió de mi ano soltándolos como proyectiles de líquido caliente al mismo tiempo que hizo un sonido acuoso.
Dejó caer el peso de su espalda curva sobre sus manos apoyándose en sus rodillas, yo me voltee y lo tuve de frente, nos miramos y sonreímos, nunca se me olvidará su cara cansada y sus cachetes inflados al exhalar en señal de alivio para luego sacar la lengua.
Esa noche Sergio y yo sellamos nuestra historia haciendo el amor por primera y única vez, pues el destino de nuevo nos volvió a separar, ésa parte de mi vida no la contaré porque aún sigue siendo dolorosa para mí.
No murió je je, sólo que optó por seguir viviendo una falsa vida heterosexual, se casó y actualmente tiene una hija de un añito de edad, pese a que me buscó más veces no lo quise ver más, respecto a Alejandro… él nunca se enteró de mi reencuentro con Sergio. Me amó siempre y se ganó todo mi cariño y respeto. Ahora a mis 23 años de edad ya me siento muy grande aunque él a sus 30 siempre me recuerda que sigo siendo un crío caprichoso que aún no madura.
Mis padres ya lo conocen y lo aceptan aunque siempre se refieren a él como “El amigo de Tony”, él dice también que existen muchos niños con mi físico escuálido y actitud promiscua, pero como dice, ni uno capaz de atraparlo en sentimientos como la vez que me halló llorando frente al mar, su frase es que nunca encontrará a alguien como yo. Fin.
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