Complaciendo a papá
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Recuerdo los días en los que complacía a papá.
Yo tenía 16 años y él tenía 42.
Él era ejecutivo en una empresa de computadoras y mi madre era enfermera, por lo que, cuando mi mamá tenía turnos en la noche, mi papá y yo nos quedábamos solos.
No sé cómo ni cuándo empezó todo.
Lo que sí sé es que ambos disfrutábamos de ese secreto.
A mi papá le gustaba correr en las mañanas, lo había hecho desde que era joven, por lo que estaba un forma.
Cuando mi mamá estaba abajo en la cocina, él me llamaba desde el baño mientras se bañaba.
Recuerdo meterme a escondidas en el baño, tratando de no hacer ruido.
Mi padre estaba ahí, sin camisa y solo con sus bóxers negros.
Se los quitaba y podía ver que su pene estaba medio erecto, siempre había una gota de líquido preseminal en la punta.
¡Cómo me encantaba lamerlo!
Yo me inclinaba y empezaba a chupársela.
Se la chupaba como si fuera lo único para lo que fuera bueno.
Mi padre cerraba los ojos y ponía su mano suavemente sobre mi cabeza para empujar su verga más en mi garganta.
Él gemía en silencio y con la regadera puesta.
Yo chupaba y chupaba.
Hasta que sentía la corriente de sémen calientito en mi boca.
Él sacaba su verga y me pedía que abriera la boca.
Yo jugaba con el sémen y me lo tragaba, sintiendo la pegajosa sensación en mis labios.
Él sonreía y me decía que saliera porque tenía que bañarse.
Cuando yo llegaba de la escuela y mi papá aún no llegaba, yo me metía a su cuarto y buscaba sus calcetines negros o ropa interior y la olía.
Me corría como nunca cuando me masturbaba oliendo su ropa, chupándola y recordando el sabor de su sémen mientras se corría en mi boca.
En los días en los que mamá no estaba, él me llevaba a su cuarto.
Ahí se acostaba en la cama con su traje puesto y me pedía que lo desvistiera.
Yo empezaba con sus zapatos, ¡cómo me encantaban sus pies! eran grandes y masculinos.
Le quitaba los zapatos y le masajeaba los pies, oliéndolos y chupándole los dedos.
Él suspiraba y empezaba a masajearse la entrepierna.
Le quitaba los calcetines y lamía cada parte que pudiera de sus pies que siempre estaban bien cuidados.
A él le encantaba que le chupara el dedo gordo.
Una que otra vez se vino sólo con hacerle eso.
Luego se desabrochaba el cinturón y yo le iba quitando el pantalón.
Mi padre era algo saben, sus piernas eran largas y peludas, sus muslos eran gruesos como tronco de árbol y ¡Ah esos bóxers negros que usaba!
Él se desabotonaba la camisa y se quedaba con su pecho peludo plena vista, me encantaban sus pezones morenos y erectos.
Yo le besaba las piernas, subiendo lentamente entre sus vellos.
Me acercaba a su entrepierna y metía mi nariz en aquel bulto prominente.
Él gemía y me pedía que metiera más la nariz.
"¡Así muchacho! Ah, así, olé la verga de papi, aaaahh!"
Y así empezaba a chuparle la verga.
Le chupaba las bolas, le chupaba la cabeza, y le chupaba el vello púbico.
Mi papá gemía libremente en la casa en la que sólo estábamos los dos.
Luego levantaba sus largas piernas y me pedía que le lamiera el ano.
Su ano peludo y perfumado de su masculinidad.
Yo le metía la lengua hasta dentro y él se retorcía con una corriente orgásmica.
Yo chupaba su ano mientras mi propia verga reventaba en mis pantalones.
"¡AY, YA CASI ME VENGO!"
decía mi padre y hacía que parara.
Se paraba y me ponía de rodillas.
Ahí me hacía chupársela otra vez y mientras le metía el dedo en el ano.
¿Pueden imaginar el rostro de mi padre lleno de aquel placer que sólo el sexo puede dar?
Él se mordía los labios, se pasaba la mano sobre el cabello una y otra vez, cerraba los ojos y gemía.
Yo saboreaba cada gota que salía de la punta de su verga.
Su sémen era tan dulce.
Ahí mi padre se corría.
Yo abría la boca y la correntada de sémen salía a chorros llenándome toda la cara.
Mi padre temblaba de placer y sacudía su verga en mi cara, exprimiendo cada gota.
Yo jugaba con su semen, lo saboreaba y finalmente lo tragaba.
Y así era como yo me corría.
Viendo la verga de mi padre frente a mí, flácida y exprimida, mi padre sonriéndome con su torso desnudo y empapado de sudor.
Yo probaba mi semen, pero nunca fue como el de él.
Nunca.
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