Con Brandon, un señor de 2.05 metros de talla
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Trabajaba en una empresa que realizaba envíos a domicilio. Ahora tengo 20, en ese entonces tenía 18 añitos. Soy delgado, con el cuerpo ligeramente marcado y mido 1.65. Soy de piel trigueña y mis manos son suaves.
Era pleno verano y el calor era tanto que daba mucha flojera salir a la calle pues la temperatura llegaba como a treinta grados. Era sábado y trabajaba hasta medio día, así que mi jefe me dio un último encargo. Debía llevar una caja a un tal Brandon. Tomé mi motocicleta y fui hasta la dirección. Era una casa bastante grande, con tres pisos. Toqué la puerta varias veces, y nadie me abría. El calor era insoportable, yo estaba sudando mucho y tenía sed. Pensaba en irme cuando oí pasos que se acercaban más y más.
La puerta se abrió y me quedé boquiabierto ante lo que mis ojos veían: Se trataba de un señor de unos 45 años, muy alto, más de 2 metros de estatura, con un cuerpo bien trabajado y duro. Estaba sin polo, así que pude ver su pecho lleno de pura fibra, su abdomen algo peludo con una panza un poco crecida pero firme. Sus brazos eran tan anchos y duros que hacían ver los míos como palitos. Pero lo que más me llamó la atención de él fueron sus manos, unas manos tan grandes y gruesas que me dijo luego le medían 24 centímetros de longitud.
– Aquí le traigo su paquete – le dije.
– Muchas gracias – me dijo con una voz varonil muy marcada.
– De nada.
Seguro vio que sudaba y que estaba muy cansado, así que pienso que fue por eso que se compadeció de mí.
-¿No quieres pasar? – me preguntó – estás cansado. Te invitaré algo para tomar.
– ¿En serio? Gracias… – me ruboricé un poquito.
Hice entrar mi motocicleta. Luego me senté en un sofá mientras él se iba a su cocina a traer algo. Luego de un minuto volvió con un vaso de refresco que me ofreció y yo bebí en cuestión de segundos.
– Llegaste cuando entraba a bañarme – me dijo – Pero ahora te veo muy acalorado. ¿No quieres bañarte? Te presto mi toalla.
– Pues… gracias – acepté no sé por qué.
Mientras me levantaba del sillón vi que me miraba bastante, de una forma muy atrevida. Dejé mi ropa en la sala, entré a la ducha y me levé bien todo el cuerpo. Al salir yo iba descalzo, solo puesto mi calzoncillo y envuelto con mi toalla. Brandon estaba encendiendo su equipo de sonido para poner algo de música.
-¿Podría pasarme mi ropa y mis zapatillas? – pedí.
– Claro – me dijo – pero los puse en la lavadora, así que tendrás que esperar a que salga. Es que estaba algo sucia.
– Sí, debe ser por el trabajo – dije.
Así semidesnudo me volví a sentar en el sofá. El terminaba de prender su equipo. Me quedé sorprendido cuando puso música para perreo.
-¿Bailas perreo? – preguntó Brandon.
– No… nunca lo hice – contesté.
– Puedes aprender. Yo te enseñaré.
– Bueno… está bien – acepté tímidamente.
– Así me gusta.
– ¿Cómo me vas a enseñar?
– Buenos, pues, así como te veo jamás te podría enseñar la forma de bailar del hombre. Mejor te enseño como baila la chica. Yo hago de chico y tú de chica.
Debió haber sabido mi pensamiento para decirme algo tan atrevido como eso. Pero yo que empezaba a calentarme acepté. Él me tomó de la mano, me quitó la toalla y me dejó solo en calzoncillo. Se puso tras de mí y al ritmo de la música empezó a bailar. Lo hacía con mucha fuerza. Me decía que mueva las caderas como una mujer, yo le obedecía tímidamente pero el me daba nalgadas de aprobación. Poco a poco fui agarrándole maña hasta que lo logré. Bailamos por media hora más o menos, momentos que Brandon aprovechó para tocarme todo el cuerpo.
– Eres una buena chica – me dijo.
– ¿Chica?
– ¡Claro! Si te mueves tan rico como ellas.
Me dio la vuelta y sorpresivamente me dio un beso en la boca. Yo solo atiné a cerrar mis ojos y empecé a disfrutarlo. Brandon al comienzo lo hizo suavemente, luego fue metiendo su grande y áspera lengua en mi boquita, como si buscara algo allí. El beso duró como un minuto, cuando se apartó un rato para apagar la música. Volvió a besarme, esta vez con más intensidad que antes, mientras yo solo dejaba escapar gemidos de placer y sus manos acariciaban mis muslos y mis nalgas.
-¿Quieres ser mi chica? – me preguntó.
– Sí – respondí por lo caliente que me encontraba.
En ese momento puso su brazo izquierdo detrás de mis rodillas y me cargó como a una novia. Brandon se empezó a reír mientras me tenía en sus brazos.
– ¿De qué te ríes? – pregunté.
– Es que… tu cuerpito es tan menudo que no pesa nada para mí – contestó – Es por eso que me gustas.
– ¿En serio? – me sonrojé.
– Sí.
Y así volvió a besarme y yo seguía gimiendo. Me sentía lleno de placer, estar en brazos de un hombre tan grande y fuerte como Brandon era algo increíble. Mis gemidos poco a poco se fueron tornando más afeminados. Me besó como por diez minutos, y así en brazo me llevó hasta su dormitorio que quedaba en el tercer piso. La cama era muy grande, cubierta con sábanas blancas. Allí me recostó delicadamente. Me miró fijamente mientras yo le sonreía. Vi entonces que me miraba los pies.
-¿Sabes que me gustan más de ti? Son tus pies – me dijo.
Acto seguido tomó mi pie derecho y lo acercó a su nariz, aspiró profundo y luego hizo lo mismo con el izquierdo. Los besó primero, luego empezó a chupar cada uno de mis deditos y luego lamió mis plantas con tanta intensidad que volví a gemir de placer. Volvió a olerlos, como si aspirara la fragancia de una rosa. Los lamía luego, metiéndoselos hasta el fondo de su boca y yo le complacía moviendo mis deditos.
-¡Oh…! Son tan lindos – decía Brandon – Tan ricos, tan pequeñitos, tan suavecitos.
Si bien yo calzaba 39, mis piecitos eran diminutos en sus enormes manos. Se entretuvo como quince minutos en mis pies. Luego se apartó, se quitó el pantalón y debajo de su bóxer pude apreciar el enorme bulto de su miembro erecto. Entonces me quitó la ropa interior con mucha suavidad.
-Ponte en cuatro – me pidió.
Le obedecí al instante, me puse en cuatro al borde de la cama. Brandon se acercó a mis nalgas, las abrió, apegó su nariz a mi ano y aspiró profundamente.
-Vaya… eres virgen – me dijo – Y tienes un anito tal como me gustan, rosadito y si nada de pelito, me lo voy a comer todo.
Seguidamente empezó a besar y a lamer mi culo, lo hacía con una fuerza tan grande que me causaba a veces cierto dolor, pero me aguantaba. Pasaba su lengua por la raja, lo metía dentro de mi hoyito. Con sus manos separaba mis nalgas, a las cuales besaba de vez en cuando.
– Hmmm, es muy delicioso – decía Brandon – Así, arrugadito y suavecito.
– Ay, ay… sí. Cómeme el culo – pedía yo con voz de afeminada.
– ¿Quieres que te lo coma?
– Sí por favor… si papi.
Me dio una sonora nalgada que me dolió, pero el continuaba en su labor. Lo lamía y lo chupaba, podía sentir como su saliva se escurría, podía sentir su espesa barba que me picaba pero ne hacía sentir rico. Mi ano se abría y se cerraba de manera casi involuntaria. Yo gemía y gemía como niña y empecé a pedirle que me lo metiera.
-Hazme tuyo… por favor – pedí.
– De eso nada – contestó – primero una buena mamada.
Sin pensarlo le bajé el bóxer y descubrí su enorme miembro, de unos 20 centímetros, y bastante gordo. Lo chupé, lo besé y lo lamí tal como él lo pedía. Brandon no forzaba nada, solo rugía como macho en celo y me dejaba en libertad, no me movía la cabeza.
-Ahora sí – me dijo.
Me puso boca arriba y levanto mis piernas. Dirigió su pene a la entrada de mi ano y empezó a hacer presión. Yo estaba un poco asustado, sabía que me dolería, pero valía la pena. Metió la cabecita.
-Ay… me dolió – me quejé.
– Está bien, tranquilo mi lindo nene – me calmó – Lo intentaremos de nuevo.
Tomó una crema lubricante la cual embadurnó por todo mi culo y su pene. Luego volvió a intentarlo. Esta vez me puso de costado y el se acostó de lado detrás de mí. Me dio un tierno beso.
-Te quiero y te deseo tanto, bebé – me dijo – Prometo que no te haré daño.
– Gracias amorcito.
Esta vez si entró hasta la mitad, que fue cuando se detuvo. Esperó a que mi esfínter se acostumbrara y siguió empujando más y más hasta que por fin entró completo. Entonces empezó muy lento el mete y saca. Se me escapó un pedito pero él me tranquilizó y me dijo que eso era normal, y que es más me pidió que soltara más porque el sonidito lo excitaba. Lo complací. Así quedé en sus brazos de hercúleos, el me acariciaba tiernamente mientras me penetraba y penetraba, a veces parando cuando le decía que me dolía. Luego continuaba hasta que yo le dijera algo más. Me daba besitos y me decía cosas muy lindas: que me quería, que siempre quería estar conmigo, que me protegería siempre.
En esa pose me tuvo como diez minutos, y luego me colocó boca arriba y me sostuvo las piernas. Allí lo disfruté más. Luego me puso de perrito y ahí Brandon empezó a moverse con más intensidad que antes. Me daba nalgadas fuertes que me enrojecían.
-Oh… qué apretadito estás mi putita – me dijo jadeando – Así me gustan. Me gusta ser quien te ha sacado de virgen. Eres mi chica.
– Dame… dame – pedía yo – Ay, ay, ay, ay, ay.
– Dime que eres mi chica.
– Soy tu chica, Brandon.
Siguió hasta que empezó a moverse con más rapidez. Rugió y en una brutal embestida sentí su leche derramarse a chorros en mi recto. Al mismo tiempo yo sentí un placer tan grande que llegué a lo que muchos llaman orgasmo anal, haciendo que apretara mi esfínter y le exprimiera toda la leche a Brandon.
Cargándome me puso en el piso, yo seguía en cuatro. Me dijo que botara su leche. Hice un poco de fuerza y su semen salió por mi ano con tres sonoros peditos.
-Buena chica – me felicitó.
– ¿Chica?
– Eso dijiste, que eres mi chica.
En seguida me cargó y así en brazos me llevó a la ducha en donde ambos nos bañamos mutuamente. Examiné mi culo con un espejo, estaba muy abierto que por un momento creí que me entraría todo el puño. Volvió a llevarme cargando a la cama y los dos nos acostamos, el me rodeaba con sus brazos. Yo estaba muy cansado.
Desperté cuando era de noche. El bochorno de verano seguía y yo continuaba cansado. Brandon me susurró a los oídos:
– ¿Te puedo pedir un favor? – dijo Brandon.
– Dime.
– ¿Puedes quedarte hasta mañana todo el día?
– Si tú lo dices.
– Así me gusta.
Era viernes, así que mañana no iría a trabajar. Brandon se alistó para salir.
– ¿A dónde irás? – pregunté.
– Tienes que cumplir tu palabra – contestó – Dijiste que eras mi chica y lo vas a ser.
Sin decir más salió. Regresó creo que a altas horas de la noche y se volvió a acostar. Por la mañana despertamos y él me mostró algo que había comprado. Era la ropa de una mucama muy bien a mi talla. Me pidió que me lo pusiera, y yo le hice caso. Durante todo ese día le atendí, aunque me costaba caminar bien. Llegó la tarde y me llevó a su cuarto otra vez. Me dijo que me depilaría todo el cuerpo, pues así le gustaría más. Yo acepté. Me untó de cera todo el cuerpo y esperó hasta que seque.
-Aguanta el dolor – dijo.
Me fue sacando así el poco vello corporal que traía, incluso el de los pies, hasta que quedé completamente lampiño, solo para él. Entonces me dijo que me había traido una sorpresa. Me llevo de la mano al baño y allí me mostró una bolsa llena de ropa de mujer.
-Ahora sí serás mi chica de verdad – dijo Brandon.
Primero me hizo poner una tanga morada, luego sacó un babydoll rosado, el cual me daba a la perfección. Me echó perfume de mujer, un aroma floral. Sacó luego unas sandalias con tacos, y estaba por ponérmelas, Brandon me detuvo.
-Tenemos que darle un buen tratamiento a tus piecitos – dijo él.
Me cargó (de verdad, me preguntaba por qué tenía que cargarme casi siempre, pero me gustaba mucho que lo hiciera) y me llevó a un sofá. Me recostó allí y sacó un poco de crema para pies femeninos. Tomó bastante con sus dedos y me los fue untando en los pies. De rato en rato me los besaba y los olía, diciendo que tenían un aroma tan delicioso. Cuando acabó me los toqué y comprobé que estaban mucho más suaves que antes. Entonces Brandon trajo las sandalias de mujer y me los puse por fin.
– Oh… que linda eres – me dijo.
– Gracias amorcito – le conteste con voz afeminada.
– Ahora modela.
Le obedecí. Modelaba recordando los pasos que las mujeres solían realizar, y aunque al comienzo lo hice con movimientos torpes, fui acostumbrándome. Me movía sensualmente, me auto acariciaba las piernas, los pechos, el cabello. Le mostraba de a ratos mis nalgas, en donde llevaba la tanga. Eso debió calentarlo vi cómo se acariciaba el miembro. Volvió a poner música de perreo, y volvimos a bailar. Luego me levantó de diferentes maneras, jugando conmigo como un muñeco de trapo. Me alzaba sobre su cabeza, sobre sus hombros, me acunaba como a un bebé. Como digo, a él le encantaba mi cuerpo menudito.
En un momento me rompió la tanga, me quitó el babydoll y volvió a comerme el culo. Así me llevó de nuevo a su cama. Me quitó las sandalias y sacó un frasco de miel. Tomó luego un embudo y lo metió en mi ano. Luego procedió a verter toda la miel que deberían ser como 100 mililitros. Me dijo que hiciera fuerza, obedecí y la miel salió de mi culo directamente a su boca, y él lo saboreo con placer. Cuando se hubo acabado me lo lamió todo, hasta haberse acabado toda la dulzura.
De ahí volvió a penetrarme, ésta vez entró con facilidad su pene. Me dio en perrito, nalgueándome duramente.
– Grita, grita – me mandaba – Di que eres mi mujer, mi hembra.
– Soy tu hembra papi… soy todo tuya. Ay, ay, ay, ay – gritaba yo.
Me dio como en siete posiciones más, incluso me dio cargándome por diez minutos. De rato en rato aprovechaba para oler y lamer mis pies. Luego de una faena de dos horas, por fin se vino. Botó una cantidad tan grande de leche que me empapó todo el culo y tardé como diez minutos en botarlo todo. Yo sentí un orgasmo anal tan grande, aun más que el de ayer y así quedé rendido en sus brazos.
Nos acostamos nuevamente para dormir. Nos pusimos de lado, el atrás mío. Luego de dormir un rato, sentí se movía. Alcé la cabeza para mirarlo y vi que se había acomodado hacia abajo, poniéndose mis pies en su cara, cerca de su nariz. Brando quería dormir oliéndome los pies. Como a las dos de la madrugada se movió de nuevo y ésta vez se apegó a mi anito, Brandon quería dormir oliéndomelo. Cerca al amanecer se movió y esta vez volvió a abrazarme. Me sentía de verdad una chica estando en sus brazos tan gruesos y duros, me sentía tan protegido.
Ya luego de desayunar me puse mi ropa de chico y me despedí de él. Brandon me dio su número y me pidió que volviera cuando quisiera, que haríamos muchas otras cositas más. Hasta ahora no vuelvo, yo ya tengo novia y esa es la razón principal por la que no lo hago.
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