Con dos hermanitos
Me ofrecen servicios de «mandaditos» y algo más .
Comparto con gusto este relato que me ocurrió en un pueblo de montaña, esperando les agrade.
¿Verdad o ficción? Depende del cristal con que se mire…
Un fin de semana, harto de la presión del trabajo y vivir en un edificio de departamentos, decidí regalarme una escapada a un pueblo mágico de montaña a sugerencia de un amigo que me lo recomendó como un lugar ideal para estar en contacto con la naturaleza, respirar aire puro y olvidarme del estrés y problemas. ¡Vaya que resultó ser mejor aún!
Al llegar al pueblo busqué una agencia de renta de cabañas en el bosque y después de mostrarme su catálogo me decidí por una cabaña pequeña y aislada, con chimenea. Se me indicó cómo llegar y fuí recibido por el administrador quien me mostró y entregó cabaña y me preguntó:
–Disculpe, Señor Jorge, ¿Viene Usted solo, o trae acompañante?
–Solo vengo yo…¿Por qué?
–No, por nada…¿Desea le mande a mis dos sobrinos por si se le ofrece algo?
–¿Algo? ¿Cómo qué?
–No sé, todo lo que Usted desee, que le traigan leña, le enciendan la chimenea, le hagan algún mandado y le traigan algo de la tienda, TOOOOODO lo que a Usted se le ocurra (guiñando un ojo)
–Ah, ¿Y qué edades tienen?
–7 y 10 años. Mi hermana es madre soltera, trabaja en un restaurante del pueblo hasta muy tarde y yo los cuido. No es por nada, pero están preciosos, y son muy obedientes. Ellos pueden hacer que su estancia sea más divertida para Usted. No sé si me entienda, haran tooooodo lo que usted les pida (guiñando el ojo de nuevo…¿Quiere que se los mande para ver en qué le sirven?
–Mmmmmmh…no sé. ¿Y está seguro que harán todo lo que les ordene? (Tocando mi pene erecto por encima del pantalón)
— Veo que me entendió perfectamente. En un momento se los mando…
Aún confuso, y creyendo haber entendido mal, ¿De verdad me había ofrecido a sus sobrinos?, entré a la cabaña, preparé el jacuzzi para darme un relajante baño y cuando me disponía a entrar en él, escuché unos golpes tenues en la puerta y unas risitas infantiles, me ceñí una toalla alrededor de mi cintura y me dirigí a la puerta…al abrirla, ¡oh, sorpresa! Dos niños lindísimos me esperaban.
‐-Hola, ¿qué se les ofrece?
–Buenas tardes, don Jorge, nos manda mi tío, dijo el mayorcito, ruborizado y apenado.
— ¡Oh, si! ¿Cuáles son sus nombres?
— Yo soy Juan, dijo el mayor, y mi hermanito es Efrén…
— Mucho gusto, mi nombre es Jorge.
— Usted diga en qué le podemos servir, señor Jorge, respondió Juan…
Los dos niños eran una belleza, güeritos, con un rubor natural en sus mejillas, de facciones finas, delgaditos y con unas nalguitas qué se adivinaban muy ricas. Al verlos e imaginarlos en mi cama, comencé a erectarme y ellos lo notaron, no despegaba su vista de mi entrepierna, se reían nerviosos y pícaramente, mientras se cuchicheando algo.
–Mmmmmmmmh, ¿gustan pasar?
–¡Claro que sí, gracias! Dijeron al unísono
–Me disponía a bañarme…
JUAN: Si gusta, podemos bañarnos con Usted, nuestro tío nos hizo bañarnos y limpiarnos muy bien antes de venir con usted, o si prefieres, puedo ir encendiendo la chimenea, mientras mi hermanito Efrén lo acompaña…
Todo me parecía un sueño y por mis experiencias anteriores, sabía que iba a disfrutarlo, aún así, quise asegurarme que aquello no era una especie de trampa o malentendido. Así que pregunté a Efrencito:
–¿Estás de acuerdo? ¿Te bañarías conmigo, desnudos los dos?
–Sí, señor, mi tío nos pidió atenderlo muy bien y hacer todo lo que nos pida.
–¿A cambio de qué?
JUAN: De una propina, nos dijo él, según lo bien que le sirvamos…
–Ok…¿y sólo nos vamos a bañar? ¿O puedo hacer algo más con tu hermanito?
JUAN: Lo que Usted quiera, estamos para complacerlo y servirle en todo lo que nos pida…
Les pedí sentarnos en el sofá, aún asimilando yo el alcance de esta rica propuesta y ellos se sentaron a mis lados, acercaron sus cuerpecitos a mí y me abrazaron. Ante ello, los estreché y acerqué a mi pecho, acaricié sus espaldas y llevé mis manos hacía sus glúteos. Ellos acariciaron y besaron mi pecho, bajaron sus manitas hacia mi pene, desanudaron mi toalla y, al tomarles sus cabecitas y dirigirlas hacía abajo, entendieron lo que deseaba y me masturbarnos a la vez que pasaban sus cálidas y pequeñas lenguas por toda su longitud, desde los testículos hasta el glande y, de manera alternado, me hicieron el mejor sexo oral de mi vida.
Les pedí separarse cuando estaba a punto de correrme y ellos abrieron sus boquitas para recibir mi descarga de semen en ellas y en sus rostros. Sin decirles, se lamieron mutuamente las caras para no desperdiciar mi semen.
Llenaron de besos mi pene y pecho. Mi corazón latía desaforadamente, a la vez que ellos empezaron a desnudarse uno al otro…
C O N T I N U A R Á?
Como sigue?
Pronto, la segunda parte…
Que maravilla, como desearía tener esa suerte