Con Ernesto y con el papá de Ernesto
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por aslex.
Ernesto, mi vecino, fue siempre muy dedicado en los asuntos escolares. Además hacía labores a los vecinos: cortaba el césped, lavaba coches, pintaba las casas, etc. Por lo tanto era muy apreciado en el barrio y se le consideraba un chico de respeto.
Por ese motivo mis padres me dejaban juntarme con él. El era mayor, tenía 15 años y yo 13, andaba con él luego de clases y de haber hecho la tarea durante varias horas casi todos los días.
Lo acompañaba a las labores que realizaba para los vecinos y también a explorar los alrededores. Era un chico muy amable conmigo y yo notaba que aceptaba mi compañía no sólo por educación sino que también porque yo le agradaba. Yo lo adoraba ya que era muy paciente conmigo y ademas me aconsejaba y guiaba en muchos aspectos por ese motivo no me sentí nada mal cuando sucedió algo fuera de lo común, fue una vez estabamos espiando a una vecina, una señora viuda o separada, no recuerdo. Estábamos tras una barda atrás de la casa de ella. Nadie nos veía ya que estábamos dentro del patio trasero de una casa abandonada.
La veíamos desnuda a través de su ventana, peinándose ante el espejo sin imaginar que unos chiquillos calenturientos la miraban. El hueco por donde veíamos era pequeño por lo que sólo permitía uno a la vez, yo estaba entusiasmado de más por eso Ernesto me dejaba más tiempo a mi para mirar. Él me preguntaba qué hacía ella y yo le describía en murmullos, pero también puso su mano en mi cintura.
Yo no pensé nada malo de eso ya que consideré que era por la cercanía o para apoyarse ya que estábamos de pie, aunque inclinados para poder estar a la altura del hoyo por donde veíamos.
Pero luego de un rato su mano comenzó a moverse, despacio, un poco más abajo. la sentí casi temblorosa y vacilante, pero definitivamente iba acercándose a mis nalgas. No me molestó tampoco, al contrario, yo andaba ya caliente y eso me pareció más cachondo también, aunque no sabía bien porque su mano me causaba esa sensación.
Cuando él tuvo su turno, le miré el trasero y me pareció muy atrayente y casi no pude aguantar las ganas de tocarselo.
Ernesto volteó de repente y me sorprendió mirándolo, iba a decir algo pero se detuvo y solamente me miró unos segundos para volver a fijar su mirada en la vecina, aunque noté que elevó sus nalgas un poco más. Si en ese momento hubiera tenido más experiencia, seguramente las hubiera acariciado. Luego siguió mi turno otra vez, e hice lo mismo que él, elevar mis nalgas.
Ernesto no hizó nada de inmediato, pero luego de unos minutos, en los cuales estaba yo más concentrado en lo que sucedía detrás mío que en la mujer desnuda, sentí su mano posarse casi encima de mis nalgas. Un shock eléctrico me recorrió el cuerpo y me quedé inmóvil, esperando que su mano bajará más. Él lo hizo luego de unos minutos después; sus dedos se posaron en mis nalgas y a continuación su mano. Fue una sensación exquisita, la cual me provocó que moviera mi cadera de un lado a otro mientras me acariciaba.
Ese fue el detonante para que lo demás se acelerará, tomó mi mano y la puso en el bulto de su entrepierna. Yo estaba fascinado por el contacto con esa dureza desconocida para mí, era fantástica al tacto. Y además por el hecho de que se pusiera más dura a causa de que su mano hacía que mi mano la acariciara. Luego de un rato me soltó la mano, y sentí que se movía para ponerse detrás de mí y pegar su cuerpo al mío. Puso su dureza entre mis nalgas y se frotó entre ellas. Mi cuerpo estaba ardiendo ya que la sensación era deliciosa, mi culito virgen se contraia y mi cuerpo se movía al ritmo de su movimiento.
¿Te gusta? me preguntó a lo cual yo sólo asentí en silencio. Vamos a mi casa, dijo luego de pegar con más fuerza su entrepierna a mi culo. ¿Quieres? y le dije que si en susurro.
Me tomó de la mano y me ayudó a salir de la casa esa ya que había piedras y muebles rotos por doquier. Eso también me emocionó, que me tratara delicadamente.Cuando llegamos a su casa revisó que no estuviera su padre y luego nos fuimos a su recamara.
Ven, acuestate conmigo, me dijo desde su cama y yo me reí tontamente pero accedí, nos acomodamos de lado, frente a frente y de inmediato puso sus brazos alrededor de mi espalda y cuello y me atrajo hacia él para besarme.
Eso me llevó al cielo, dentro de mi mente percibía la idea de que desde siempre, desde que lo conocía, deseaba eso, que me tratara como a una niña amada y deseada.
me besaba y me besaba y yo trataba de corresponderle desde mi inexperiencia e ingenuidad. Su saliva me mojaba ya casi totalmente la cara y la mía, la suya. Sus brazos me repegaban contra su cuerpo y me acariciaban las nalgas por encima del pantalón y las sensaciones apabullaban mis sentidos totalmente.
Entonces me dijo: “volteate”
Obedecí respirando con excitación, aunque no imaginaba lo que vendría, ni siquiera un asomo de la mecánica sexual pasaba por mi mente en esos tiempos, pero casi inconscientemente supuse que tendríamos algún tipo de contacto carnal.
Se pegó a mí desde atrás y comenzó a desabrocharme los pantalones, luego me los deslizó y me los sacó totalmente. A través del calzón pude sentir su pene durísimo y en el resto de mi espalda su pecho sudoroso y caliente. Me seguía besando el cuello y una de sus manos me cogía mi pene erecto y la otra mis piernas y nalgas casi desnudas.
Yo respiraba con fuerza, deseaba estar así siempre, bajo sus caricias y pegado a su cuerpo. El colmo de la excitación, hasta ese momento, fue cuando estiró el borde de mi calzón hacia abajo y sentir su pene, ya liberado en parte también, buscar refugio entre mis nalgas. Esa zona de mi cuerpo estaba muy sensible y deseosa, aunque no entendía qué era exactamente lo que mi cuerpo deseaba.
Me deslizó el calzón hasta casi las rodillas y comenzó a frotar la punta de su verga entre mis nalgas; yo me enrosqué un poco, como los bebés, no por miedo o incertidumbre sino porque sentí muy delicioso, fue como un acto reflejo. Fue en ese momento que una luz iluminó mi mente “ah” pensé “me quiere meter su cosa por ahí” y me emocioné enormemente; y dicho y hecho, comenzó a presionar mi agujerito y al mismo tiempo una serie de gemidos se me escaparon del cuerpo. “¿Te la meto?” me preguntó y yo le dije que si.
Y sentí como su verga empezó a entrar y yo emití un “ah” largo; me gustaba, era la sensación más deliciosa de mi vida sentir su invasión en mis carnes “ya te va a entrar la cabeza” me dijo, yo no entendí eso de la cabeza al principio, “entrando la cabeza, lo demás entra más fácil” continuó, entonces entendí, hablaba de la cabeza de su verga. Y en eso estábamos cuando oímos una voz que nos paralizó de terror: “¿qué hacen cabrones?”
Era el papá de Ernesto, don Rogelio.
Yo me cubrí completamente con lo que hallé, creo era la sobrecama, no me acuerdo. Ernesto la estiraba para cubrirse también pero yo estaba tan asustado que me oponía ferozmente a cedersela. Don Rogelio repitió la pregunta sin recibir respuesta de nuevo, luego se acercó a nosotros y me descubrió de un tirón: “¡A ver, díganme, qué estaba haciendo degenerados!”
Yo ya estaba llorando y Ernesto estaba acurrucado volteado a la pared y también gemía de miedo.
Don Rogelio se quedó callado un rato, yo tenía mucho miedo, pensé que nos iba a pegar o que me arrastraría de los cabellos hasta la calle y empezaría a gritar que su hijo y yo estabamos de “degenerados”. Pero luego de un par de minutos dijo: A ver, tú, vístete.dirigiéndose a Ernesto, y tú niño, ven conmigo, no me quería mover para nada, pero él insistió “¡ven! te digo”
Me levanté y miré a Ernesto, quien tenía la cabeza gacha mientras se vestía, me envolví con la sobrecama y seguí a don Rogelio.
Entramos a su recamara, yo primero, y él se cerró la puerta con llave. Yo estaba de pie, muy asustado, mirando el piso y cubriéndome con la sábana esa.
No te asustes, dijo, nada más quiero saber que hacían, a ver, quítate la cobija, déjame ver si no te pasó nada.
Yo no reaccionaba a ninguna palabra, estaba petrificado. Don Rogelio se acercó y me ayudó a descubrirme, “mh, a ver, deja te miro bien; pues no, parece que estas bien. Date la vuelta”
Me miró por todas partes, arriba y abajo y me tocó las piernas, “¿te duele aquí?” me preguntó.
No, le dije con voz de pajarito asustado. Siguió palpándome, los muslos, la espalda y al final mis nalgas “¿aquí tampoco?” No, le contesté de nuevo.
“Quiero estar seguro, no vayan a decir tus papás que te tratamos mal aquí en mi casa, porque tenemos que decirle a tus papás lo que pasó ¿verdad?”
Yo comencé a llorar y a decirle que no, que por favor no le dijera nada a ellos, que ya no lo volvería a hacer nunca
“Calma, calma, si no quieres no les decimos nada, total, parece que no estaban haciendo nada malo ¿verdad?”
“No, nada, Don Rogelio”
“Como quiera quiero asegurarme que estas bien y que no estaban haciendo nada malo, a ver, súbete a la cama”
Le obedecí, me senté en la orilla de la cama con los pies colgando, casi rozando el piso y es que era una cama alta. “Ponte empinadito, quiero ver tu agujerito a ver si no te pasó nada ¿ok?”
Me puse en cuatro patas y él separó mis nalgas, “pues no, parece que esta todo bien, ¿te duele aquí?” me preguntó mientras su dedo hurgaba la entrada de mi culo. “No, don Rogelio”
“Bueno, eso es bueno” dijo, pero no se detuvo, seguía tocándome con su dedo “a ver, dime ahora que hacían, ¿te estaba metiendo su cosa aquí? no es nada malo ni me voy a enojar, sólo que quiero saber para que todo esté bien ¿ok?”
“Si don Rogelio, pero nomas poquito… estabamos jugando nada más”
“bien, bien, esta bien” su dedo comenzó a presionar despacito y mi culo a expandirse ante su empuje “eso es lo que quería saber, esta bien todo, sólo quería saber si estaban haciendo eso, no es nada malo, además te gustó ¿verdad?”
“Si” le dije mientras cerraba mis ojos, estaba sintiendo placer ya que definitivamente, había comprendido, no habría consecuencias de lo sucedido “este agujerito es muy delicado, hay que darle tratamiento antes de meterle cositas ¿me entiendes?”
“Si don rogelio”
La mitad de su dedo estaba ya dentro de mí, “mira, los voy a dejar que hagan sus cosas, yo soy diferente a los demás, a mi no me asustan estas cosas, me enojé porque me dió miedo que tuvieras un daño aquí ¿me entiendes? pero como ya veo que no te pasó nada, pues esta bien, pero no deberás decirle a nadie porque los demás no son como yo, las otras personas pues… no aceptan esto ¿me explico?”
“SI don Rogelio” levanté mis nalgas intentando que mi hoyito estuviera más disponible, su dedo entraba más y más mientras me hablaba, “ahorita por ejemplo, esta muy sequito aquí, es natural, no te asustes, es que necesita cremita para que resbale y no te duela ¿ok?”
“Si” ya casi tenía su dedo todo adentro “déjame te pongo tantita crema y veras que es mejor, esperate, no te muevas” Se alejó unos pasos y buscó algo en el cajoncito del buró que estaba junto a la cama, luego regresó “aquí esta, es cremita, te va a gustar, fijate bien en todo esto, vas a aprender cómo se hace y para la próxima te gustará más”
Durante unos segundos estuve en la misma posición esperando su dedo, con los ojos cerrados y en expectativa ante lo que me decía, luego sentí la punta de su dedo tocándome otra vez la entrada de mi culo, estaba un poco frío y resbaloso “la cremita ayuda a que resbale mejor, y como esta suavecita vas a sentir muy rico”
Empujó y definitivamente era una sensación superior, su dedo entraba con mucha facilidad, mi cuerpo se retorció de placer, y de mi boca surgió un gemido profundo “¿verdad que si se siente mejor?”
“Ay, si, mucho”
“Cuando vayas ahorita con mi hijo, te llevas la cremita y le explicas todo ¿ok?, así, van a pasarla muy bonito los dos y sin hacerte daño ¿ok?”
“Si don Rogelio” me sentí como un alumno que acababa de aprender algo nuevo y maravilloso, además, su dedo me estaba transportando, eran casi tan grueso como la verga de Ernesto y ahora, cubierto de crema, se deslizaba dentro de mi sin problemas.
“¿Ernesto la tiene muy grande, su cosa?”
“No, si, bueno… así como su dedo más o menos”
“A ver, no entiendo, deja te enseño la mía y me dices cómo es más o menos ¿ok?”
Le dije que sí y con la otra mano se desabrochó el cierre del pantalón y luego se sacó su verga ¡oh! enorme, pensé “¿es más grande que la mía?” me preguntó
Yo había girado mi cabeza para mirarlo bien “no” le dije “es más chica”, dije mientras mi mente se vio invadida con la idea de que ese pene tan grueso y largo me entrara.
“Ah, pues…” su cara estaba roja, y fue cuando me dí cuenta que deseaba metermela, “no se…” seguía balbuceando “¿me la quiere meter don Rogelio?” le pregunté y le sonreí con coquetería, o al menos lo intenté “¿tu quieres?” me preguntó casi de inmediato “pues si usted quiere…” le dije anhelante.
“Pues a ver, vamos a ver si te entra, aunque ya tienes tu agujerito bien abiertito, deja te meto dos dedos para que se abra bien ¿ok?”
“Si” le dije con tono de alumno obediente. Su dedo lo movía de un lado a otro y lo sacaba y lo metía, “ahora voy a meter otro dedo, despacito ¿ok?”
Cuando trató de meterme el otro dedo me dolió, “ay” dije y alejé mis nalgas, “le voy a hacer despacito, ¿ok?”
Estuvo mucho rato empujando despacio sus dos dedos, ya no me estaba gustando eso, me incomodaba, pero no quise decirle nada, simplemente cerré los ojos y apoyé la frente en la cama. Pero luego sus dedos comenzaron a entrar, primero las puntas y eso me gustó “ya me están entrando” le dije, “si pequeño, pero no tengas miedo, le sigo dando despacito, ya no te va a doler ¿te gusta?”
“Si, poquito” le contesté, “pues ahorita te va a gustar más, vas a ver”
Siguió dándole y dándole hasta que casi la mitad de sus dedos entraron, ya me estaba gustando mucho, me sentía muy abierto y muy lleno pero además, ya me imaginaba toda su carne adentro de mi culo “ay” dije. “¿te duele?”
“No, me gusta”
“¿Le sigo?”
“Si, don Rogelio, dele más” sus dedos ya casi entraban completamente, y aunque me dolía poquito me gustaba más que me los estuviera metiendo, que el dolor que sentía. “Al ratito tú colita se va a poner abiertita, y entonces ya te voy a poder meter mi cosa ¿ok?, nomas hazte flojito, no hagas fuerza y veras…”
No entendí lo de hacerme flojito, pensé quizá que decía que aflojara mi cuerpo, y así lo hice, “no el cuerpo muchachito” dijo antes de reir un poco, “haz flojita tu colita, no la aprietes y vas a ver que se hace grandecita”
De mi boca salían continuamente ayes de placer, o gemidos bajos “eres un cachondito, te gusta mucho ¿verdad? vas a ver ahorita que te la meta, te va a gustar más”
“Ya metamela don Rogelio, ya tengo muchas ganas” le dije casi sollozando de placer
“¿Ya quieres? bueno, vamos a hacer la prueba, nomas hazte flojito ¿ok?”
Se puso en pie, oí que se quitó el pantalón y luego sentí que se acercó a mi culo, sentí sus mano en mis nalgas “estas nalgoncito, parece colita de muchacha” yo moví mis nalgas hacia él para que ya me la metiera “estas ansioso pequeño, ya voy, ya voy”
Y sentí al fin la cabeza de su verga en la entrada de mi hoyito ardiente “voy a empujar despacito, no te hagas duro, flojito… flojito…” Su voz se me hizo muy antinatural, como que se ahogaba, pero eso me gustó, me hacía comprender que estaba también muy caliente con mi cola.
Su cabeza empujaba, y mi culo se estiraba poco a poco, creí que no me iba a entrar, pero don Rogelio se retiraba y empujaba otra vez despacio y repetía continuamente: “flojito, flojito”
Yo ya me sentía experto en eso de estar flojito, pero aun así no me entraba todavía, sentía que se me estiraba la colita mucho y que se iba a reventar, por eso le decía “esperese, esperese”
y él se detenía y cuando yo volvía a hacer para atras mis nalgas él vovlía a empujar su verga.
“Ya mero te entra” y si, sentía que cada vez que empujaba su cabeza entraba más y más y eso acabó por volverme loco de placer, empecé a gemir y a decirle que más, que me diera más, que la metiera ya.
Y en una de esas por fin su cabezota gruesa me entró.
¡Uf! dolor y placer, las dos cosas más deliciosas del mundo. Él se quedó quieto un rato “vamos a dejar que tu hoyito se acostumbre”
Yo moví mi cabeza asintiendo, aunque ya quería toda adentro. Despues de un minuto más o menos comenzó a moverse despacito, la metía y la sacaba lo que arrancaba gemidos y ayes, “ay, ay, más, deme más”.
Poco a poco fue profundizando, “¿ya me entró toda?” le pregunté con la esperanza de que no hubiera entrado toda, porque yo quería que me entrara más “no, va como la mitad” me dijo así como gruñendo “estas muy rico muchachito, muy apretadito, ¿vas a dejar que mi hijo te la meta?”
“Si, si” le dije gimiendo “¿y vas a venir conmigo o ya no?”
“Si, si, con usted, con usted”
“¿Le vas a decir a tus papás?”
“No, no, no, a nadie don Rogelio”
Y entonces empujó y ¡uf!, me entró toda y mi colita me mandó como electricidad por todo el cuerpo y hasta levanté las nalgas del placer y apreté los dientes, abrí los ojos…
¡Oh qué delicioso! y más cuando la sacaba otra vez, sentía como se deslizaba y sus venas me rozaban y su cabezota se salía y cuando volvía a entrar ¡uf! me dolía pero muy sabroso.
“¿Te gusta, te gusta?” me gritaba don Rodolfo y yo: ¡si, si! ¡más, más! ¡déme más, más adentro! le gritaba yo y así me tuvo mucho rato, cogiéndome con fuerza, dándome empujones y haciendo que mis pies se separaran de la cama, porque él ya se había subido a la cama.
“¡Te voy a llenar!” me dijo y yo le contesté “¡lléneme!” pero yo creí que decía que me iba a llenar más con su verga, pero decía que me iba a llenar de leche, y eso hizo, me echó su leche.
Nos acostamos de lado, todavía pegados, y él me abrazó para que no me despegara. Yo cerré los ojos y me sentía muy bien dentro de su abrazo.
Después de un rato me dijo que ya me podía ir, que fuera con Ernesto y que le explicara todo, y que le enseñara todo lo que aprendí, que él nos daba permiso de continuar “ah, y cuando quieras venir conmigo, aunque no esté Ernesto… ¿quieres?”
“Si, don Rodolfo” le dije sonriendo desde la puerta antes de irme corriendo al cuarto de Ernesto, con los muslos chorreando leche que me salía del culo.
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