Con Mario, Juan y Armando, tres niños de la Sierra. Parte 4
Amando a Armando, de 10.
Al despertar, por la mañana muy temprano, le pedí a Juan vestirse y pasarse a su catre, por si alguien tocaba o entraba no nos fuera a encontrar desnudos. Le pregunté si le había gustado lo que hicimos y respondió que sí, aunque al principio le había dolido un poco.
Le dije que así pasaba las primeras veces y le comenté que me gustaría hacerle el amor un día en el arroyo, para disfrutar la vista de su cuerpecito al entregarse a mí y quedamos que el próximo fin de semana lo haríamos.
Y así fue, la semana se me hizo larga pero al fin llegó el viernes y como habíamos quedado, yo me adelanté para no despertar sospechas, llegué al lugar acordado, me desvesti y metí al agua para disfrutar su frescura.
Rato después llegó el y empezó a desnudarse, entró al charco y jugueteamos, lo abrazaba y a acariciaba, tocaba sus genitales y el los míos, lo cargué en brazos y deposité sobre una toalla grande para deleitarme con su cuerpecito infantil hermoso, totalmente lampiño y a mi disposición.
Lamí y llené de besos su pequeño pene y testículos, los chupé largo rato y luego me acosté e invité a subirse sobre mí para iniciar un rico 69, el con mis genitales y yo con su anito recién estrenado por mí.
–¿Estas listo, amorcito? ¿Listo para hacerte mío de nuevo?
–Siii, maestro, pero despacito, como la otra vez…
–Claro que sí, ya verás que casi ni te dolerá y vas a disfrutarlo…
Así que lo coloqué boca abajo, le pedí levantar su lindo trasero para facilitar su penetración, coloque una buena porción de crema en su dilatado anito y en todo mi pene, jugueteé un poco con mi pene en su entradita, luego coloqué la punta del mismo en su orificio anal, empujé y ¡qué delicia fue sentir cómo mi pene se fue deslizando en su apretadito interior hasta que mis vellos púbicos tocaron sus pequeños glúteos!
Él sólo se mordió los labios y apretó con sus manitas la toalla, se guardó un grito y preguntó:
–Ay, maestro! ¿Ya entró toda, verdad?
–Sí, amorcito, te dije que esta vez sería más fácil y te dolería menos…¿Puedo hacerte el amor?
–Si, pero suavecito…
Y comencé un mete y saca delicioso, él sólo gemía y suspiraba al sentir que entraba totalmente en su interior. De pronto, lo saqué totalmente, él preguntó so ahora no le iba a echar mi semen adentro y le dije que sí, pero que me gustaría vernos cuando lo hiciera, así que lo subí y acosté sobre una piedra en la que coloqué la toalla y nuestras ropas para no lastimar su espalda, llevé sus piernas a mis hombros, puse mi pene nuevamente en su centralita, empujé y…fue muy rico ver sus gestos al sentirse penetrado, cómo trataba de detenerme en ratos y luego quitaba sus manos de mi abdomen para seguir hasta empalarlo por entero.
Unas pequeñas lágrimas asomaron a sus ojos infantiles a la vez que hacía rictus de dolor y placer combinados cuando inicié a follarlo.
Luego, de un rato, con un grito de placer, terminé por regar sus entrañas con mi semen, a la vez que me abrazaba a él, y cubría de besos su rostro.
Cuando saqué mi pene de su dilatado anillito, oímos una voz que decía…
–Así los quería agarrar, Juan, ¿No que no venías a «hacer ejercicio» con el maestro?…
¿C O N T I N U A R Á?
Bonito y morboso