Con Mario, Juan y Armando, tres niños de la Sierra. Parte 5
Dos siempre es mejor que uno.
Cuando saqué mi pene de su dilatado anillito, oímos una voz que decía…
–Así los quería agarrar, Juan, ¿No que no venías a «hacer ejercicio» con el maestro?…
Así terminó el cuarto episodio de esta historia que espero les guste. Continúo…
Al reconocer la voz de Armando, hermano mayor de Juan, me tranquilicé, no así Juan que al sentirse descubierto se ruborizó y apenó bastante, pero se repuso y le dijo a Armando:
–¿Y tú qué chingados me andas cuidando o espiando? Como a tí no te lo puede meter mi tío…
–¿Y eso que tiene que ver? A tí ya te lo metieron nuestro cuñado y ahora el maestro…¡Pinche joto!
–Sí, y ¿Qué tiene? ¡Yo sabré! Me tienes envidia, bien que sé que ya te anda porque te cojan a tí también…
–¡Ay, sí! No vaya a ser, si no soy como tú, Juan, y ya mejor cállate si no, ya sabes cómo te va…
Yo: Ya, muchachos, tranquilos, no discutan…A ver, Armando, ven acá…¿desde cuándo nos estabas espiando?
Armando: Uy, maestro, llegué desde que se estaban bañando, ví cuando lo cargó y sacó del agua, todo lo que hicieron, cuando se lo cogió…¡Todo!
Juan: –¡Pinche metiche, chismoso!
Yo: –Ya, Juan, tranquilo. Y tú Armando, ¿Qué piensas hacer? se lo vas a contar a tus padres? Yo creo que no nos conviene un escándalo a nadie. Si tú viste, yo no obligué a Juan a nada, ni a Mario ni a tí la vez pasada cuando nos bañamos en este charco. Pero tú sabrás…
Armando: No maestro, por eso no se apure, yo no voy a contar nada a nadie, pero me da coraje que Juan sea tan joto.
Yo: Tú tranquilo, cada quien es libre de hacer lo que desea con su cuerpo. Mejor, mira, traje frituras y jugos al arroyo, siéntate y toma lo que desees.
Armando: Está bien, maestro, gracias (ya más tranquilo)
Y así, se puso a comer algo de lo que llevamos, yo me metí al agua de nuevo para limpiarme muy bien mi pene. juan, por su parte, se comenzó a vestir cuando le invité a meterse al agua conmigo.
–Espera, Juan, aún no te vistas, mejor entra conmigo para que te laves y limpies muy bien atrás. Y tú Armando, métete también, anda…
Los dos aceptaron y así nos pusimos a nadar, chapotear y jugar un rato en el agua.
De pronto, Armando le preguntó a Juan:
–Oye Juan, ¿Y no te dolió cuando el maestro te la metió?
–Poquito, pero casi no, nomás un ratito
–¿Y te la metió toda?
–Sí, toda, sentí sus huevos chocar en mis nalgas y sus pelos me hacían cosquillitas en el culo cuando me lo metía
–¿Entonces se siente bien?
–Sí, hermano, duele un poco pero se siente muy bien cuando entra y sale, sientes como algo caliente va resbalando hacia adentro.
Yo: ¿Y ahora por qué tanta preguntadera, Armando? Si quieres, le calamos a ver si también a tí te entra, ¿Que dices? Claro, si Juan no se opone y está de acuerdo
Juan: –Por mí no hay problema, si el quiere «hacer ejercicio» con Usted, háganlo…
Armando: –Pero me va a doler maestro, nadie me ha cogido a mí
–Sí, pero poquito, anda, anímate…
— Está, bien, pero suavecito y despacio, como lo hizo con él…
Le dije que sí y salimos, los hice ponerse boca abajo y levantar sus traseros, abrisre sus nalguitas para ofrecerme una vista inolvidable. Y es que eran muy diferentes: Juan tenía un culo soberbio, hecho para ser besado, acariciado y amado por cualquiera. para su edad, tenía unas nalguitas muy antojables, sólo superadas por Marquitos, un niño sudamericano al que conocí durante un viaje y del cual hablaré en relatos posteriores.
Armando, por su parte, era serio y bastante reservado, delgado y con unas nalguitas más bien planas aunque deseables también y su hoyito virginalmente apretadito invitaba a ser penetrado. Me puse en medio de ellos y les prodigué caricias, besos y lamidas acompañadas de palabras de halagos, juguetee con mi pene en ambos traseros sin penetrarlos. los hice acostarse boca arriba para deleitarme con sus genitales de manera alternada. Finalmente, les propuse:
–Muchachos, ¿Y si primero se cogen entre Ustedes? Sirve que así aprenden qué se siente coger y ser cogidos, y Armando se prepara para que luego lo penetre yo…¿están de acuerdo?
Ellos aceptaron y llené sus penecitos erectos y sus anitos de crema para facilitarles su penetración. Primero, Armando, ayudado por mí, penetró a su hermano y después intercambiaron posiciones. Luego, le pregunté a Armando si le había gustado y dijo que sí, que se sentía bien.
–Muy bien…ahora, ya estás listo para que te haga yo el amor, para que nos amemos por entero, ¿Si? ¿En verdad quieres que intente meterte mi pene atrás?
–Sí maestro, pero despacio…
–Claro… Ya verás que vas a sentir más rico que con tu hermano y aunque te dolerá, después te va a gustar…
Así que me acosté, y lo hice subirse sobre mí para que me mamara mi pene mientras yo me deleitaba con su anillito, le hice ponerle bastante crema a mi mástil mientras yo hacía lo mismo en su ano, al cual le metí un dedo y luego dos y aunque él se quejó un poco, acabó gimiendo y me pidió seguir…así que lo coloqué boca abajo con su traserito levantado, como a su hermano hace unos momentos lo había puesto, jugueteé de nuevo con mi pene en su entrada, frotándolo de arriba abajo y viceversa. después de un rato, lo puse en su entrada, presioné y luego de varios intentos fallido, pude sentir de nuevo esa sensación maravillosa que es experimentar cómo nuestro pene se desliza por un anito estrecho, poco a poco y de manera suave y lenta, continué hasta empalarlo por entero…
–¿Duele? Le pregunté
–Poquito…¿Ya entró todo, verdad?
–Sí, ¿Ya ves? Sabía que la ibas a aguantar entera…y ahora, voy amarte. sacaré casi por entero mi pito y luego te lo voy a meter de nuevo…me dices si te duele
–Está bien, maestro…mmmhhh, mmmhhhh…se siente bien, aunque me arde poquito
Le pedí a Juan que se pusiera frente a él y colocara su pene cerca de su boca para que se lo mamara mientras yo me lo cogía y así lo hizo. Y empecé entonces un mete y saca lento, deteniéndome frecuentemente pues si por mí fuera, nunca hubiera terminado para seguirlo follando todo el tiempo que se pudiera. Pudo más su estrechez y la sensación de su anito y esfínteres apretando mi pene y luego de cerca de 20 minutos después derramé en él mi semen. Me dejé caer sobre su cuerpecito, lo abracé y dije al oído cuánto me había gustado me diera su culito y lo feliz que me había hecho al entregarse a mí.
Cuando mi pene perdió firmeza, salí de él y le pregunté qué le había parecido. Él, sudoroso, apenado y nervioso, me dijo que le había gustado, que se sentía bien. luego, le hice sentarse y hacer como si fuera a defecar para que echara fuera mi lechita y no fuera a manchar su ropa interior o pantalones. Él lo hizo así y expulsó una mezcla de semen, un poco de sangre y poposita. Finalmente, nos metimos a bañar y asearnos muy bien. Como premio, les hice mamar entre los dos mi pene y comerse mi semen.
Nos secamos, vestimos y dirigimos a su casa…
C O N T I NU A R Á?
RICO LA COGIDA A LOS DOS NIÑOS ME ENCANTARÍA QUE SE HUBIERA COGIDO AL PEQUEÑO
Todo a su tiempo, espera la siguiente parte…Saludos!
Excelente. Me gustaría, en algún otro relato, incluirme a mí (Marcos o Marquitos) y que me cojan entre varios.
Besitos.
Claro! Será un placer complacerte…
Como premio, dice…