Con Mario, Juan y Armando, tres niños de la Sierra. Parte 6
Al fin le tocó a Mario su turno de «hacer ejercicio».
Finalmente, nos metimos a bañar y asearnos muy bien.
Como premio, les hice mamar entre los dos mi pene y comerse mi semen.
Nos secamos, vestimos y dirigimos a su casa…
Así acabó la quinta parte de mis andanzas como instructor comunitario en la Sierra, con Juan Y Armando, los mayorcitos…
El tiempo siguió su marcha y yo mi trabajo, aunque siempre había lugar para amar a Juan y Armando o poner al pequeño Mario a chuparme el pene o hacer unos ricos 69, que acá entre nos, le encantaban.
En ocasiones me pedía le hiciera «cosquillitas» con mi pene en su colita y lo complacía aunque sin penetrarlo, si acaso uno o dos deditos para irlo preparando pues al tener poca edad se complicaba su desvirgue y aparte no deseaba dañarlo o lastimarlo de ninguna manera. ¡Y vaya si deseaba hacerlo mío! Era tan tierno, juguetón y complaciente…
En una ocasión de tantas que fuimos al arroyo a bañarnos los cuatro empezamos como siempre jugando, luego pasamos a las caricias y orales entre nosotros. y ya para penetrar a Juan o Armando, nos retirábamos un poco para que el dulce Mario no nos viera y se fuera a espantar, mientras éste se quedaba con el otro de sus hermanos jugueteando.
Pero esta vez, se fue después de un rato en dirección a donde estábamos y le tocó ver como le hacía el amor a Juanito. Lo tenía acostado de frente a mí con sus piernas a la altura de mi pecho. Al vernos, Mario se asustó un poco, pero luego se acercó a vernos y empezó con las preguntas. que si qué estábamos haciendo, que porqué le estaba metiendo el pito a su hermano, que si no le dolía, etc…
Lo bueno que Armando llegó por él y lo retiró. Juan y yo seguimos cogiendo rico hasta acabar y volvimos donde ellos, y otra vez las preguntas.
Le expliqué que cuando dos personas se quieren mucho, buscan demostrarse su amor y estar juntas o cerca una de la otra. Que lo que Juan y yo hacíamos era el amor y que sí, dolía un poco pero después se sentía bien.
–Pero yo también lo quiero mucho a Usted, maestro, y Usted a mí también, ¿No?
–Claro que sí, Mario…también te quiero mucho yo a tí
–¿Y entonces por qué no me ha hecho eso que le hizo a Juan?
–Porque tú aún estás muy chiquito, amor, (y lo abracé a mí con cariño) y te dolería mucho más…¿No ves lo grande que la tengo?
–Bueno, eso sí…
–Es más, ¿De veras quieres saber qué se siente?
–Sí, maestro…
–Mmmhhh… ¿Dejarías que Juan y Armando te metieran el pito? Ellos lo tienen chico, pero sabrías así lo rico que se siente…¿Qué dices?
Y aceptó. Como que ya le urgía «hacer ejercicio con alguien». como Juano lo tenía más pequeño fue el encargados de estrenar a Mario, chupé el penecito erecto de Juan y a Mario su culito para lubricarlo, le indiqué y acomodé para que Juan lo penetrara y éste así lo hizo…
–Ay, ay, ay, duele, maestro…ay, ay, ay, Juan, sácamelo, ay, ay, ay…
Yo: –Espera, ahorita pasará el dolor, tranquilo… y tú, Juan. no salgas de él.
Y ambos aguardaron hasta que Mario dejó de quejarse. Entonces le dije a su hermano que se lo sacara poquito y que después se lo metiera de nuevo, suavemente, así lo hizo varias veces. Mario ya no se quejaba, al contrario, reía un poco de cuando en cuando al sentir invadido su orificio anal por el penecito de su hermano. Juan aún no deslechaba, así que luego de un rato tuvo un orgasmo seco y su pene perdió firmeza y salió de Mario.
Tocó el turno a Armando de penetrar a Mario. Armando lo tenía un poco más grandecito y grueso que Juan, pero normal para su edad. Al igual que Juan, y aunque batalló un poco más, acabó por penetrar a Mario y follarlo por alrededor de 15 minutos hasta tener su orgasmo con una pequeña cantidad de precum y salir de él.
–Listo, maestro sigue… me dijo.
Juan: –Ahora sí, Mario, agárrate…
Yo: –Cómo creen muchachos, su hermanito no va a aguantarla, al menos no toda. Acuérdense cómo les fue a Ustedes la primera vez, cómo les dolió y hasta lloraron un poco. Ahora su hermano que está más chiquito..Si acaso, le voy a meter la cabecita, nada más. Y a ver si la aguanta…¿Qué dices, Mario?
Mario: –Ay, maestro, no sé, es que la tiene muy grande y gorda…
Yo: –¿Pues no que me querías mucho, más que tus hermanos?
Mario: Sí, pero…
Juan y Armando: Ándale, Mario…deja que el maestro te meta su cabecita…se siente bien rico.
Mario: Está bien, pero poquito nadamás ¿y si no la aguanto o me duele me la saca, maestro?
Yo: Claro Mario, lo que tú digas…
Y entre los dos hermanos lo agarraron y acomodaron para que lo penetrara. Le unté mucha cremita en su anito y le dejé ir primero unos y después dos de mis dedos. Como ya lo había hecho anteriormente, no le dolió mucho y se aguantó. Luego, me puse mucha crema en mi pene, principalmente en el glande. Jugueteé un poco con él alrededor de su anillito, lo coloqué en su entrada, empujé un poco y…mi pene se fué hacia arriba. Lo intenté varias veces más y estaba a punto de darme por vencido cuando en una de esas entró en él la puntita de mi pene…
–Ay, maestro, duele…ay, ay, ay…
Se lo saqué y tranquilicé. él se tocaba su adolorido ano y se quejaba un poco…
–Te dije que no lo ibas a aguantar….déjame intentarlo otra vez…¿Si?
Él aceptó después de insistirle mucho. Lo acomodamos de nuevo y le pedía a sus hermanos lo sostuvieran muy bien y entonces empujé con mayor fuerza y le entró todo mi glande y un poco más…
Soltó un grito muy fuerte que acallé tapando su boca con una de mis manos.
–Mario, ¿En qué quedamos? ¿No dijiste que me querías mucho y que ibas a aguantar? Aguanta un poco, mira, ya entró la cabeza, eso es lo más difícil. Vamos a quedarnos quietos hasta que pase el dolor y tu culito se acostumbre a mi pito. Luego, voy a sacarlo y meterlo muchas veces, como lo hicieron tus hermanos, hasta que mi pene arroje su lechita adentro de tí…poquito, nada más y despacito…¿Está bien, amorcito? Si te dejas, te voy a querer más que a tus hermanos (guiñando un ojo a Juan y Armando?
–¿Deveras, maestro?
–Claro, Mario…tú megustas más que ellos, porque estás más lindo y más chiquito ¡y mira nomás qué culito tan rico tienes! Me va a hacer muy feliz amarte por entero…
A pesar de su dolor, el pequeño Mario sonrió un poco y aceptó dejarse amar por mí. Así que empecé a sacarlo suavemente y volver a empujar mi glande en su apretadito ano, me unté más crema y empujé hasta que entró la mitad de mis 18 centímetros.
Me pidió para pero al igual que cuando le metí el glande., lo tranquilicé y aguardé hasta que pasara el dolor y no queriendo abusar de su cariño y amor, no quise meterlo más pues tenía temor, como mencioné antes, a lastimarlo mucho.
Así que solamente comencé a meterlo y sacarlo hasta ahi, hasta la mitad. E incluso le pedí que pusiera su manita en mi pene para que no tuviera miedo o desconfianza de que fuera a meterle todo el pito. y así lo hizo
Por lo apretado de su ano y lo excitado que estaba, no aguanté mucho…aunque era todo un deleite ver cómo entraba y salía de su anito la mitad de mi mástil. Acabé, pues, depositando en su interior mis potentes chorros de semen, que al sacar mi pene, escurrieron por sus piernas…
Nos metimos a bañar para que lo frío del agua ayudara a cerrar su anito. Lo abracé y felicité, besé un poco por lo valiente y bien que se había portado y por demostrarme todo su amor. Armando se puso celoso y preguntó si no iba a «hacer ejercicio» con él y demostrarle también mi amor, y claro que acepté gustoso. Lo follé delante de sus hermanos y Mario reía divertido al ver cómo entraba y salía mi pene entre las nalguitas de su hermano mayor.
Al acabar, nos metimos a nadar de nuevo. Comprobamos que el anito de Mario estuviera limpio y cerradito de nuevo. salimos del agua, nos vestimos y dirigimos hacia su casa a descansar. Agotado yo, pero feliz por haber hecho míos a esos tres lindos niños…
¡Gracias por leerme, saludos!
¿C O N T I N U A R Á?
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