Con Mario, Juan y Armando, tres niños de la Sierra. Parte 7 y final
Mario quiere más…¡complaciéndolo!.
Durante el camino de regreso a casa, Mario se tocaba de manera frecuente su culito pues decía que le dolía un poco. Lo revisé y sí, mostraba un poco de irritación. Pero fuera de esa molestia, estaba de acuerdo en volver a dejarse penetrar.
Y así fue, aunque siempre se quejaba y no lograba avanzar más allá de la mitad, mientras que Juan y Armando ya se clavan solitos. Les encantaba montarse sobre mi pene y cabalgarme. Era una verdadera delicia y un bello espectáculo ver como mi pene era devorado por sus culitos, de espaldas y de frente a mi, observar sus caras de dolor y gusto combinados al ser empalados profundamente…
En cierta ocasión, faltando un mes para terminar el ciclo, platicando con un amigo le comenté que deseaba coger con mi novia, pero que le dolía un poco y me recomendó usar una crema con algún tipo de anestésico para facilitar la penetración y le doliera menos y me indicó dónde comprarla.
–Funciona hasta con culitos pequeños–, me dijo, con un guiño.
Así que adquirí ese producto y un lubricante anal que el dependiente me ofreció muy amablemente.
Al volver al rancho, platiqué con los tres hermanos y les comenté que muy pronto me iría de su lado, ellos se entristecieron un poco, les agradecí todo el amor que me habían demostrado y los propuse llevarlos de compras a una ciudad cercana para regalarles algo y aceptaron al igual que sus padres.
Renté una cabaña cercana a la ciudad, cerca de una laguna, para pasar con ellos un maravilloso fin de semana. A quien nos entregó la cabaña le dijimos que como sus padres celebraban su décimo aniversario de matrimonio, y se fueron a la playa solos, mi hermano me había dejado a mis sobrinos para cuidarlos.
Una vez instalados, salimos de compras al pueblo y a explorar los alrededores, parques, laguna, cascadas, etc.
Al regreso a la cabaña, puse fuego en la chimenea y nos metimos juntos a bañar. Jugueteamos un poco, les chupé y me chuparon mis genitales sin correrme, pues les dije tendríamos tiempo de sobra para ello.
Ya en la sala, me arrope con una cobija y le dije a Mario que se sentara a mi lado para cobijarlo y empezar a tocarlo, acariciarlo y besarlo…
–Ay, Mario, me vuelves loco…¡no sabes ni te imaginas cuanto te quiero y me gustas!
— También yo a Usted, maestro…
A sus hermanos, por cierto, ya les había comentado que mi plan era hacer mío a su hermanito, por completo, y estuvieron de acuerdo.
Así que siguiendo mi plan, continué con mis caricias al pequeño Mario, lo acosté y chupé sus genitales, luego, me acosté sobre el sofá y si decírselo, solito se acomodó para un delicioso 69, donde aproveché para dilatar un poco su hoyito.
–¡Ay, Mario, que rico me lo chupas y que lindo culito tienes! Me encantas! ¿ Me dejarías meterte mi pito?
–Sí, maestro, pero sólo la mitad…
–No, amorcito, todo…déjame hacerte mío y amarte por completo…ándale, díme que sí…
–Pero me duele mucho, maestro.
–Entonces no me quieres como yo a ti…
–Sí, maestro, pero me va a doler mucho, más que las otras veces…
–No te va a doler tanto, te lo prometo…mira, te voy a poner una cremita especial para que no te duela mucho, anda…
–Mmmhhh…no se, maestro. ¿Y está seguro que no me va a doler con eso?
–Sí, ya verás que casi ni lo vas a sentir…si quieres, lo pruebo con tus hermanos primero, para que veas que ni les va a doler y les a a entrar más facil…
–Bueno, a ver…
Así que tomé la crema con anestésico y llené el culito de sus hermanos. Ellos dijeron que se sentía como calientito y fresco a la vez. Llenaron todo mi pene con esa crema, acomodé a Juanito, puse mi punta en su entrada y empujé para meterle todo mi pene de una sola vez…
–Ah, qué rico se siente –dijo Juan– me la metió de un jalón y ni la sentí…y se siente bien rico, hermanos…
Y solito se hacía para adelante y atrás para ensartatse por completo…luego, lo tomé de la cintura y empecé a follarlo rápidamente, como nunca y el sólo gemía de placer…sus hermanos se asombraron y excitaron de lo rico que estaba cogiendo a Juan y Armando puso a Mario para hacer lo propio, le dije usaran gel para que probaran qué tal…y entonces Armando penetró y falló al tierno Mario sin que este se quejara.
–¿Como ven, verdad que ni duele y entra más fácil?
–Ssssi, maestrooo, dijeron ellos.
Y como mi propósito era penetrar a Mario, se la saqué a Juan y le dije a Armando:
–Ahora vas tú, Armando, ven…
E igual que hice con Juan, unté abundante crema en su anito y se la dejé ir toda para empezar a follarlo intensamente mientras Juan y Mario, alternándose, nos imitaban…se la saqué a Armando para no eyacular en él y les pregunté:
–¿Qué les pareció?
Armando: –Uy, maestro, ni duele así con eso y se siente muy bien, bien rico como dice usted.
Juan: –Sí, es cierto, no duele, Mario…
Yo: ¿Entonces qué, Mario? ¿Me dejas meterlo todo en tu colita?
–Bueno, sí, pero a mí no me coja tan rápido como a ellos…
–¡Gracias, amorcito! Claro que no, a ti te voy a amar suavecito, verás que lo vas a disfrutar y te va a gustar…
Sus hermanos, lo acomodaron y llenaron su culito de crema, mientras yo me lavaba el pene, después, puse a Mario a chupármelo un poco y luego le pedí untarme crema en todo mi pito. Lo pusimos en posición y luego de pasarle y sobarle mi pene por su rajita, coloqué la punta de éste en su dilatado y lubricado anillito semivirgen, empujé un poco y…lentamente, entré en él hasta la mitad.
–¿Ves? Ya entró la mitad, ¿te duele?
–No, maestro…
–¿Sigo?
–Siiii, pero despacito, por favor…
Así que empujé hasta sentir sus pequeñas nalguitas chocar en mi pubis.
–¡Lo hicimos, amor! ¡Gracias! Que valiente eres! Ya entro toda, mira…
Y llevó una de sus manitas y tocó para comprobar que tenía mis 18 centímetros de virilidad adentro y mis huevos chocando en sus glúteos.
Luego de permitir se acostumbrara a la sensación de tener mi pene en su interior, comencé un metesaca lenta, cuidadosa y suavemente. Él sólo gemía y suspiraba de vez en cuando hasta que, con un último empujón comencé a eyacular en él.
Si hacer míos a sus hermanos fue increíble, la sensación de penetrar a Mario fue única e inolvidable por su estrechez y lo rico que sus esfínteres apretaban mi pene.
Una vez que perdió firmeza, lo llevé al baño para que expulsara mi semen que salió mezclado con poquita de su popó. Le limpié y revisé cuidadosamente, le pregunté cómo se sentía y dijo que bien, aunque cansado.
Puse un poco de anestésico en su desvirgado e irritado anito, lo abracé y besé, le agradecí haberme permitido hacerlo mío y lo llevé a la cama para que descansara y durmiera.
Me pasé a la cama de sus hermanos y les agradecí su cooperación, me desleché en el interior de cada uno, nos fuimos a asear, y ahora sí, agotados, dormimos profundamente.
Al día siguiente los llevé a la ciudad a comprar algo de ropa y juguetes para ellos y sus hermanas y unos regalos para sus papás y regresamos a la cabaña a amarnos una vez más.
Regresamos con los regalos a casa el domingo por la tarde. Aún trabajé tres semanas inolvidables en esa comunidad. Como no hay plazo que no se cumpla, con mucho dolor y tristeza en mi corazón (y más en mi pene) me despedí de ellos, sus padres, mis demás alumnos y toda la comunidad y partí, prometiendo pronto regresar…
F I N
Hubiera estado bien continuar con los hermanos y ver como crecen y cómo se van desarrollando, saliéndole pelitos, lechita, etc.