con mi amigo de la escuela
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola amigos de sexo sin tabúes les contaré esta historia que me hizo extender mis horizontes de placer.
Me describo. Soy moreno, delgado. 1.65 kg talla 30 y hasta mis 45 años me asumía 100% heterosexual.
Todo cambió cuando Daniel, mi amigo de la infancia, me invitó a su casa a beber y a charlar. Algo que habíamos hecho cientos de veces a lo largo de nuestras vidas. Solo que había algo que yo ignoraba. Esa vez sería diferente.
Desde que llegué noté el ambiente un poco diferente. Su departamento lucía velas encendidas que despertaban un aroma perfumado, exótico. En la mesa de centro había una hielera con una botella de champagne y una charola con carnes frías y buenos quesos. La pantalla exhibía una peli porno (lo único “normal” hasta ese momento ya que ver videos era algo que podía ocurrir regularmente).
Con mi habitual desfachatez sólo atine a decir ¿a qué se debe tanta jotería Daniel? Él sólo atinó a carcajearse y responderme “en broma” que esa noche me iba a seducir. Obvio sólo pensé que era eso, una broma, y procedí a sentarme a chupar, a medio charlar tontería y media y a ver la peli que tenía en su pantalla de más de 60 pulgadas.
La pelí mostraba a una pareja hetero que inesperadamente recibía a un amigo, de buena verga, que se daba a la faena de cogerse a la mujer, morena, entrada en carnes y de culo gordo y redondete, mientras le mamaba la verga a su anfitrión, el dueño de un falo de 21 centímetros, moreno, casi negro, que lucía brillante ante el buen trabajo del visitante.
Daniel aprovechó para comentar las webadas de costumbre si alguna vez había hecho un trío, si me gustaban los culos gordos, si alguna vez me la había mamado un hombre. Todo recibía respuestas habituales hasta que las cosas dieron un giro. Mi amigo me pidió cambiar la peli porque esa ya la había visto. Me indicó que pusiese alguna de las que estaban en el gabinete de entretenimiento mientras se iba a poner algo más cómodo, ya que había tenido una cita de trabajo y andaba muy trajeado.
Ni tardo ni perezoso me di a la tarea de poner algún dvd. Realmente daba lo mismo, ni uno tenía título ni empaque que diese cuenta de su contenido. Ya íbamos por la segunda botella de Don perignón así es que mis sentidos se comenzaban a sentir ofucados y, por decirlo de esta forma: distendidos, por ello no me espantó ver que la peli que puse era de corte gay. En ella un moreno, delgado se entretenía besando las tetas, las bolas y la muy larga verga de un rubio delgado, alto, lampiño y bastante nalgoncito.
La escena era lo suficientemente hot como para no excitarme. Mi verga no es muy gruesa, pero sus 21 centímetros siempre exigen un acomodo cuando se me para. En esa labor estaba cuando la voz diciendo “Déjalo salir, se va a ahorcar” de Daniel me sobresaltó. Lo que vi al voltear me dejó atónito. Mi amigo de la infancia estaba en fundado en una bata delgada, casi transparente, que dejaba adivinar su silueta a contra luz y una diminuta tanguita que solamente hacía resaltar sus nalgas redondas.
Me quedé boquiabierto . Lo que desató otra sonora carcajada por parte de Daniel a la vez que decía “Te dije que te iba a seducir” No había más que decir. Se me acerco lentamente, me apretó mi paquete a la vez que me besaba el cuello, desabotonaba mi camisa y besaba cada palmo que se iba descubriendo. Daniel tenía un perfume dulce con tonos a hierbas acaneladas, me gustaba su fragancia y me gustaban sus labios en mi piel. Mi cuerpo se dejó hacer a partir de ese momento. Mis manos sujetaban su cuello, mi voz dejaba escapar gemidos ajenos mi pensamiento, los poros de mi piel se abrían liberando el sudor de mi piel haciéndome brillar ante el destello de las velas.
Daniel ya había liberado el broche de mi cinturón y provocado que la gravedad tirase al suelo mis pantalones. El se encontraba hincado frente a mi su manos se deslizaban suavemente por mi pecho, por mi vientre, por mis piernas hasta volver a mi cintura y aferrarse como si en ello se le fuese la vida mi bóxer. La verga me palpitaba, su cabeza brillaba por los jugos preseminales, su olor dominaba el microcosmos que se había creado entre él y yo.
Yo seguía entretenido en su cuello, en la redondez de su cabeza, en la textura de sus mejillas. En ese momento nuestras miradas se encontraron por primera vez. En ambas había un dejo de súplica y como si adivinase lo que pasaba por mi mente abrió a todo lo ancho su boca y se engullo de un solo tirón mi verga. Yo ya no era yo. Era sólo placer y mi voz sólo atinaba a decir “así, hazlo, no pares, me gusta el calor de tus labios, tu lengua jugosa, tu aliento en mi vientre”.
Las manos de Daniel se aferraban a mis nalgas como queriendo evitar que ese momento terminase. Su mirada se dejaba extraviar. Sus ojos escapaban ligeras lágrimas, nunca supe si por lo profundo que se hallaba mi verga en su interior o por una especie de sentimiento que le hacía temer el final.
Yo realmente estaba gozando. Mi éxtasis era tan grande que de la profundidad de mi conciencia se me escapó una súplica “déjame penetrarte”.
Lo demás fue un frenesí. Daniel me tumbó en el sillón haciéndome quedar sentado frente a la pantalla de televisión. En la escena un tipo estaba siendo penetrado por otro de una gran verga “de a perrito” los gemidos eran de una puta que gozaba a tope mientras su hombre solo bufaba. Mi nena, en tanto seguía mamando mi verga con empeño, con delicadeza, diría que con amor.
Súbitamente se detuvo. Se puso de pie frente a mi y con movimientos ágiles terminó de arrancar de mis pies mis calzones y mis pantalones. Acto seguido, cadenciosamente, se deshizo de su tanga de mujer de color blanca y se sentó mostrándome su garganta estresada a la vez que se introducía lentamente mi verga en su interior. No pasó desapercibido ante mí que tenía el culo bien lubricado y que de su piel sólo dimanaba la fragancia de su perfume.
La penetración fue total. Su culo abrazaba mi verga. Sus huevos acariciaban los míos. Su verga frotaba mi vientre. Sus manos se aferraban a mis muslos. Yo estaba encantado. Mis manos se aferraban a sus nalgas. Mis labios mordían sus tetas. Besaban sus hombros. Mi boca le decía que era mi nena, mi chiquita, que así la quería tener siempre hasta que, sin pudor dejé escapar la frase que vino a desatar una oleada de frenesí “serás mi putita”
Pareció que una descarga de diez mil voltios cayó sobre Daniel. Se agitó, brincó, dibujó círculos. Se convulsionó hasta que, como en un sueño, dejé escapar mi leche que a chorros se agolpó en su interior mientras mis labios se aferraban a los suyos y mi vientre se dejaba bañar por la blancura de su semen.
Así fue como hice de mi amigo de la infancia mi nena, a la vez que abrí una puerta a nuevos y grandes placeres.
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