Con mi amigo después de la peda
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
¡Hola a todos! Este es mi segundo relato en esta página, y lo que les voy a contar sucedió anoche.
Para que visualicen la historia me describiré: Tengo 24, estoy super flaquito, mido 1,74, peso 60 kgs, soy moreno y soy inter. No soy afeminado la verdad y, eso sí, me encanta el sexo.
Había quedado de acuerdo con unas amigas para salir a echarnos unos tragos a un antro muy popular en la ciudad donde vivo, y así fue, estuvimos conviviendo, bailando, bebiendo, etc. Pero al final las chicas se pusieron bastante pedas y todo terminó en una pelea con otras chicas de una mesa junto a la nuestra. Eso me desanimó mucho porque yo planeaba amanecérmela echando alcoholes. En fin que todo sacado de onda y todo, decidí llamarle por teléfono a mi amigo para echarnos una botella de tequila en su casa. Con él siempre hay ocasión de sexo, haya o no haya alcohol de por medio, es uno de esos amigos que, considero, todos los gays deberíamos tener, de esos amigos que te regalan una noche riquísima de pasión sin que la amistad se vea jodida por los encuentros sexuales.
-¿Qué pedo güey? Vamos a echarnos unos tragos, ¿qué dices? –le dije a Alan, mi amigo.
-Va güey! ¿Dónde?
-Tú dirás, papá, donde quieras.
-Ven a mi casa, acá te espero.
Y en chinga me disponía a pasar al OXXO a comprar una botella, cuando de repente escuché que gritaban mi nombre, lo cual me extrañó ya que estaba en la zona centro de mi ciudad y por lógica hay mucha gente y tráfico. Volteé hacia atrás y vi un Chevy negro, y asomado por la ventanilla mi vecino, Eduardo, junto con otro amigo (que dicho sea de paso está buenísimo el cabrón, unas nalguitas carnosas y ricas, como para acabártelas a mordidas, pero no he visto más de lo que permite el pantalón), y con ellos venía una amiga, Sandra.
-¡Súbete, güey! –gritó Eduardo. Así lo hice. Andaban cotorreando la vida loca los tres, bebiendo whisky en el carro, fumando, y me integré perfecto.
-¿Para dónde vas? –me dijo Eduardo.
-Pues a casa de Alan para echarnos unos tragos pero pues ya que los encontré, pues hay que echar desmadre.
Y así entre risas y todo llegamos a casa, después de dejar a Sandra en su casa y de que el amigo de Eduardo se fuera a su casa, y nos quedamos solos Eduardo y yo.
-Güey, déjame quedar aquí –me dijo.
-¡Claro! Ya sabes que sí, pero… ¿no te agüitas quedarte conmigo en mi cama? –le pregunté, porque obviamente todos saben que soy gay y el que un chico hetero duerma con un chico gay se puede prestar a malos entendidos.
-No mames, tú sabes qué pedo, no hay bronca.
Acomodamos la cama y nos pusimos cómodos, bebimos un poco de refresco y fumamos, apagué la luz del cuarto y nos acostamos. Sinceramente, yo estaba nervioso, era lógico y predecible lo que podía pasar. Eduardo es un chavo medianamente guapo, de 22 años, mide aproximadamente 1.74 de estatura, moreno, flaquito, pero siempre había tenido la inquietud de por lo menos manosearlo un poco. Le di muchas vueltas al asunto, mi respiración estaba agitada, no sé si por el alcohol que había ingerido o por los nervios de estar con él, juntos en la misma cama, y la indecisión me comía… “¿Y si le meto mano? ¿Qué tal que se enoja? ¿Qué tal si accede?”, y así, entre animándome y arrepintiéndome a la mera hora, me venció el sueño, ya eran las 2 am.
De repente sentí su mano en mi trasero. Ni siquiera lo pensé. Me quité el pantalón y el bóxer, y enseguida yo mismo lo desnudé y empecé a masturbarlo. Podía sentir su vello púbico entre mis dedos, su verga erecta completamente, la tenia flaca pero larga, de unos 17 cm., sin circuncidar, se sentía rico ese calor en mi mano. De su glande emanaba precum, y yo estaba súper entretenido en su verga, y de repente empezó a masturbarme, lo cual me pareció algo loco porque yo lo tenía en el concepto de súper hetero, pero en fin, lo disfruté. Su mano se paseaba por mi pene que mide 15 centímetros pero es algo grueso (quien guste ver las fotos en mi perfil para que se den una idea), y soy bastante velludo, aunque precisamente ese día de ayer decidí rasurarme el área púbica y mi piel se sentía suave, y él seguía subiendo y bajando su mano en mi verga. Supe entonces que, mi idea de sólo manosearlo se quedó a un lado, pasaría algo más. Acerqué mi boca a su pene y empecé a mamar, el olor de sus huevos me encantaba, y me engullía todo su falo en la boca, le chupé las bolas, y él gemía quedito, como para no ser escuchado ni siquiera por mí. Puso sus manos en mi cabeza y me empezó a follar por la boca, y yo me ponía más y más caliente.
-Métemela –le dije y no quería, así que decidí seguir mamándole la verga. ¿Por qué? No sé, pero cuando me incorporé de nuevo y me recosté, él me dio la espalda y acercó sus nalgas a mi verga. Tampoco lo pensé dos veces y así, en seco intenté metérsela, y obviamente se me dificultó, así que le metí un dedo y ni siquiera se inmutó, no se quejó, nada. Se acostó boca abajo y me dirigí a su culito y empecé a mamarle su hoyito para lubricar un poco. Se abrió las nalgas para que mi lengua pudiera entrar mejor. No duré mucho haciéndole eso y por fin me decidí a metérsela. Con los nervios y la excitación lo hice directo, no tuve cuidado de entrar poco a poco, y Eduardo… ni un quejido soltó, como quien dice, se le fue como agua. Empecé a bombear, yo sobre él y él boca abajo, abriéndose las nalguitas con las dos manos y levantando el culo y yo como loco metiendo y sacando, y él en voz bajita diciendo “¡dame más, más, así!”.
Me salí de ese hoyito y lo recosté de ladito, le levanté una pierna y se la volví a dejar ir, y mientras lo penetraba, besaba su nuca, su oreja, le susurraba al oído cosas así como “¡estás riquísimo! ¡Qué rico culito!”. Lo masturbaba mientras él era penetrado por mí y los gemidos poco a poco iban siendo más fuertes.
Sentí por un momento que me iba a venir pero yo quería seguir disfrutando de ese culito, así que me detuve y, para seguir pasándola súper, le dije:
-Ahora te toca a ti, métemela.
Un poco dudoso se colocó detrás de mí, y poco a poco fue metiéndomela, me dolió un poco porque ya llevaba algo de tiempo sin ser penetrado, pero fue más el placer que el dolor y él empezó el mete y saca mientras me acariciaba las bolas. Saqué su pito de mí y me recosté boca arriba, él entendió lo que yo quería. Me levantó ambas piernas, se las puso en los hombros y apuntó su verga a mi hoyito y de nuevo el bombeo, yo lo veía a los ojos mientras él me penetraba, nos veíamos fijamente con la respiración agitada y acercó su cara a la mía y me plantó tremendo beso, de verdad, jamás hubiera imaginado esa escena con él, un chavo súper varonil, súper hetero y súper mujeriego.
Se acercó a mi oído y me dijo:
-Me gusta más sentir la verga adentro de mí.
Con eso, se despegó y se puso boca arriba, y repetimos la posición pero ahora él tenía sus patitas en mis hombros. Me encanta coger en esa posición, me fascina. Así estuvimos unos 10 minutos más y de nuevo sentí que me venía dentro de él. No me permitió hacerlo. Entonces me acosté a su lado y nos empezamos a masturbar mutuamente, y sentí ese cosquilleo y brotó mi semen cayendo en mi abdomen. Él, con sus dedos, empezó a jugar con mis mecos, entre acariciando mi abdomen, mientras que con la otra mano se masturbaba, hasta que llegó al clímax y salió su lechita. No me quise quedar con las ganas y empecé a lamer todo lo que había caído en su abdomen, hasta dejarlo limpio. Volví a recostarme a su lado, ahora con mi cabeza recostada cerca de su hombro, acariciándolo y otro beso. Dormidos así, abrazados, desnudos y con el pene del otro en la mano.
Hoy, al amanecer, me desperté yo primero. Supuse que en cuanto él despertara, se levantaría de la cama, tomaría su ropa y se iría sin decir ni adiós. Quizá hasta me diría que me pasé de lanza con él, y más porque yo, un putito como dicen, le metió la verga a él, un chavo bueno para los madrazos y ligar viejas. Estaba sumido en mis pensamientos cuando se despertó y, para sorpresa mía, dijo:
-¡No mames! ¡Qué buena pueda, mijo!
Estuvimos platicando un rato ahí recostados, mientras yo jugueteaba con su miembro. Decidimos vestirnos y desayunar, y la plática siguió, pero como fingiendo demencia, como si no hubiera pasado nada.
-Sale, güey, ya me voy, al rato nos topamos… ¿Vas a salir a cotorrear al rato en la noche? –me dijo.
-No creo, mañana tengo que levantarme temprano para ir a trabajar.
-Mmm… cámara, güey, entonces luego nos vemos.
Me da la mano para despedirse, y cuando se dio la vuelta no pude evitar darle una nalgada. Volteó, me miró y sonrió.
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