Con nene de 6. Final
Mis vacaciones casi llegan a su fin cuando….
Hola a todos mis amables lectores. Les traigo en esta ocasión la parte final de mis relatos con Martincito de 6 años y el final de mis vacaciones.
Como recordarán, en el último episodio mi sobrino Alberto de 8 años se une a nuestros juegos y después de una intensa noche de placer despertamos a la mañana siguiente abrazados. Nos dimos rápidamente un baño, vestimos y fuimos a desayunar a la casa de mi sobrino Alberto.
El resto de los días nos íbamos a pasear, a bañar y a disfrutar al arroyo cercano, va la playa y a un ranchito propiedad de mi familia y durante las noches dormíamos en la misma cama. Fueron sesiones intensas en las cuales poco a poco Martincito se fue enviciando, ya aceptaba y se dejaba penetrar totalmente por mí sin que le ocasionara tantas molestias ni dolor, se había vuelto adicto a mi semen y me la chupaba al igual que Alberto con mucho deleite para mí.
Todo iba de maravilla y mejoró cuando una mañana que fuimos a un arroyo, nos metimos a un charco no tan profundo. Estando allá desnudos los tres me fui a una parte que no estaba del todo profunda y le dije a Alberto que viniera y se sentara sobre mi falo y así lo hizo mientras Martincito jugaba un poco en la arena. De repente, oímos voces y risas de niños eran dos hermanitos vecinos nuestros: Juan de 13 años y Edgar de 10. Alberto se quiso levantar pero no se lo permití, lo abracé y le dije al oído que no se moviera.
al vernos Juan le dijo a mi sobrino:
–¿Qué pasó, Beto, no que no te cogía tu tío? mira cómo te tiene.
Yo abracé más a Beto hacia mí y él se dirigió a Juany para sorpresa mía, le dijo:
–Y eso qué tiene. tú también te coges a Edgar y yo no he dicho nada, ni me burlo de ustedes.
Al verse descubierto Juan se sonrojó un poco y yo le dije:
–Tranquilo, no pasa nada. Es más, podemos jugar los cinco si tú lo deseas, mira yo te puedo prestar a mis dos niños si tú me prestas a Edgar ¿Qué te parece?
–Pues estaría bien pero es que no le va a caber su pito lo debe de tener muy grande y grueso y a mi hermanito nomás yo se lo he metido…
–Claro que le va a caber, mira –y levantando un poco mi pelvis para que observara cómo tenía de ensartado a mi sobrino Alberto y cómo este se había comido todo mi pene—¿ves? Alberto está más chico que tu hermano y no lo vas a creer pero también Martincito ya se la come toda y no le duele tanto.
–Mmmmh, por mí está bien. ¿Y sí me va a dejar cogerme a los dos?
—¡Sí me prestas a tu hermanito claro que sí!¿Qué dices?
–¿Ya tú qué dices, Edgar? ¿Te dejas coger por don Javier?
–Pero, hermano…me va a doler. Si contigo me arde mi culito cuando me lo metes y siento que me sale la popó, ahora con don Javier…me va a arder y a doler más.
Yo: No te va a doler tanto, mira, ellos están más. Hicos que tú y vieras cómo disfrutan cuando se las meto toda. ¿Verdad, Alberto? A ver, muéstrale cómo te gusta, sube y baja como si me montaras.
.Beto: Sí, tío…mira, Edgar—y comenzó a cabalgarme, a gemir cada vez que se sentaba y sus nalguitas pegaban en mi pubis…
Yo: Anímate, Edgar, es más, traigo un aceitito maravillo para que tú lo untes en mi pene y yo en tu culito. Con él, mi pene entrará con mayor facilidad en tu hoyito y no te va a doler tanto…
Edgar: Bueno…
Yo: Pero vamos, desnúdense y únanse a nosotros.
Y el pequeño Edgar, morenito, nalgoncito, de cabellos rizados, con pena y sonrojado, se despojó de su ropa y se acercó a mí, cubriendo su penecito.
Quité sus manos y disfruté viendo su penecito semierecto, de casi 10 cm, lo acerqué a mí y comencé a acariciarlo mientras Alberto seguía montándome y gimiendo rico al sentirse taladrado por completo.
Dirigí mi boca al penecito de Edgar y comencé a besarlo, lamerlo y chuparlo suavemente. Él se dejaba hacer y soltaba risitas de placer.
Juan, por su parte, se había acercado a Martincito y lo había puesto a mamar su pene delgadito de cerca de 12 cm y con pocos vellos aún y después lo puso de perrito y de una se la dejó ir toda. Martincito soltó un gritito de dolor pero recibió gustoso en su anito a Juan. Al ver eso me excité y tomando a Alberto de la cintura mientras Edgar se colocaba frente a él, a petición mía, y metía su penecito en la boca de Alberto.
Entonces, comencé a acelerar mis movimientos hasta que, no pudiendo contener más, regué sus intestinos con mi semen. Esperé un poco y luego saqué mi miembro de su anito, me limpié muy bien mi pene, cargué a Edgar, lo llevé a la orilla, coloqué una toalla en la arenita, me recosté boca arriba y lo coloqué de manera que mientras él y Alberto me chupaban el pene, yo me dedicaba a comerme su culito con mi lengua, besando y dando pequeños mordiscos en sus nalguitas, lamiendo su hoyito y metiendo en el mi lengua para así dilatarlo y prepararlo para ser penetrado.
Al lado, Martincito gemía al ser follado una y otra vez por Juan, hasta que esté dio una última penetración y acabó en el interior de Martincito.
Le pedí a Alberto ayudara a Martincito a limpiarse mientras Edgar se recuperaba un poco.
–Que te pareció Martincito, Juan? Te gustó?
–Sí, don Javi, está bien apretadito aún y me la aguantó sin quejarse…
–Bueno, pues vamos a ver si puedo hacer lo mismo con tu hermanito…busca en la mochila un tubo de gel y acércamelo.
Y lo hizo, luego, lo destapé y poniendo una buena cantidad en una de misanos, me puse a lubricar con él el anillito de Edgar, metiendo primero un dedo y luego dos sin que Edgar se doliera por ello y sólo se quejó un poco cuando agregué otro dedo. Le di a Edgar el tubo y le pedí me untara ese gel en todo mi pene y él así lo hizo.
Lo coloqué en posición de perrito, pasé varias veces mi pene por sus nalguitas y hoyito, lo coloqué en su agujerito dilatado, empujé un poco y se deslizó en él mi glande y un poquito más.
Quien ha tenido esta dicha sabrá que es una verdadera sensación única, indescriptible y muy placentera hacer suyo a un niño. Sentir cómo aprietan sus esfínteres tu pene, la suavidad, calidez y estrechez de un anito infantil…uffff!!!
–Ay! Soltó un pequeño gritito.
Y me dijo que hasta ahí, que le dolía mucho. Yo me agaché y hablándole al oído le tranquilicé y pedí se calmara y dejara que su culito se acostumbra a mi pene y a su grosor.
Juan, entregando, viéndome penetrar a su hermano, se calentó y se acostó a un lado para pedirle a Alberto que se montara en su pene para iniciar a culearlo rico.
Alberto hizo lo que Juan le ordenó, se sentó en la punta del pene de Juan, lo colocó en su entrada y dejó que la gravedad hiciera el resto, hasta empañarse él solo por completo e iniciar a cabalgar a Juan.
Viendo yo que Edgar Ito ya no se quejaba, lo tomé fuertemente de la cintura, le pedí pujará como si estuviera haciendo del baño y cuando así lo hizo, se la clavé por entero en su culito hasta que mis testículos chocaron en sus pequeñas y redondeadas nalguitas.
–¡Aaaayyyy, me duele, saquemela, por favor, ay, ay, ay!!! Gritaba mientras de sus ojitos dulces brotaba un torrente de lágrimas.
Juan dejó de cogerse a Alberto y fue hacia él preocupado para calmarlo y pedirle aguantara, que pronto pasaría el dolor.
Lo mismo le dije yo y poco a poco logramos que cesara su llanto. Cuando pasó el dolor, giró su cabecita hacia mí y me dijo…
—Ya entró toda, verdad?
–Así es, Edgar, ves como sí se pudo? Aún te duele mucho?
–No, ya casi no—y sonriendo un poco agregó – sólo me siento bien lleno, con ganas como de ir al baño y su pito se siente muy caliente, don Javier.
— Sí, duele un poco las primeras veces, pero luego pasa…y me vas a dejar hacerte el amor?
–Como?
–Sí, mira, boy a sacar un poquito mi pene, y luego a meterlo de nuevo. Y así muchas veces, hasta que no aguante más y me saques la leche.
–Ay, cogerme, como mi hermano. sí, está bien, pero poquito a poco…
Y así lo hice…mientras tanto, Juan tenía a Alberto y a Martín chupándole su pene y luego, puso a Alberto piernitas al cuello para continuar cogiéndoselo, a la vez que yo iniciaba un mete y saca con cuidado y delicadeza en su hermanito Edgar.
Ante la estrechez del anito de Edgar no duré mucho tiempo, y al cabo de unos 15 minutos acabé en él, mientras Juan hacia lo mismo en mi sobrino.
Reposamos un poco y luego les invité jugos, galletas y unos chocolates que llevaba.
Para finalizar, puse a Martín a mamármela y luego lo penetre hasta llenar sus intestinos con mi semen mientras Juan alternaba entre su hermano y mi sobrino, corriéndose en su hermanito.
Al final nos aseos muy bien y cansados pero muy satisfechos, nos regresamos a nuestro pueblo.
Antes de finalizar mis vacaciones, las mejores de mi vida, nos volvimos a reunir una vez más en el arroyo y en dos ocasiones en mi casa.
Volví a mi trabajo y unos meses más tarde terminó nuestro contrato ahí y con mucho dolor me tuve que despedir de Martincito y de su familia.
Saludos!!! Les recuerdo mi tg @EduRu64, espero sus comentarios.
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