Con nene en la milpa 2
Continúan mis encuentros con Rodrigo.
En esta ocasión presentó la continuación de mis encuentros con Rodrigo.
Él es un niño de piel clara, tiene 10 años, de complexión delgada, su cabello es rebelde y posee un trasero y un anito qué perderían a más de uno, además de un penecito de 9 cm erecto, apto para jugar con él.
Días después de mi primer encuentro con el, en el que acabó deslechándome rico con su boquita infantil, quedamos de repetir y vernos dentro de una semana en el mismo lugar.
Asistí con un poco de temor pensando en que tal vez había cometido algún tipo de indiscreción. Me tranquilicé al mirarlo a lo lejos, esperando a un lado de la vereda. Cuando iba a llegar a él, sin decir nada se adelantó hasta llegar a nuestro nidito de amor.
Al llegar a él lo saludé efusivamente, me arrodillé ante el para abrazarlo y estrecharte contra mi cuerpo, acariciarlo, besar su cuello y desabotonar su pantaloncito y bajar sus truzas para estimular su pene hasta quedar duro…¡se veía tan lindo!
Levanté su playerita para besar su cuello y sus pezoncitos y bajar, con besos, hasta sus genitales, besarlos, lamerlos y meterlos en mi boca por completo ya que por su tamaño se prestaban para ello. Así durante un buen rato hasta que sentí que su cuerpo se tensaba, él dijo sentir un vacío en la parte baja de su estómago y de pronto sentí como su penecito se engrosaba un poco más en mi boca y palpitaba para dejar en mi lengua tres pequeñas gotas de su primera corrida de un líquido transparente.
Noté cómo se asustó y sorprendió un poco, pues seguramente era su primera vez. Le pregunté si le había gustado y dijo que sí, le pedí me dejara jugar con el de una forma diferente y accedió.
Noté que venía recién bañado y no quise quedarme con los deseos de comerme a lamidas su aún virgen anito.
Así que tendí mi sudadera y me recosté sobre ella. Le pedí se quitara por completo su pantalón y truzas y se subiera sobre mí, acomodándose con una pierna a cada lado para que sus genitales, nalguitas y anito quedaran al alcance de mi boca y lengua mientras él, a su vez, me pudiera mamar el pene.
Aceptó, así que acaricié y masajee sus nalguitas, y dirigí mi boca y lengua a ellas para llenarlas de besos y pasar mi lengua por sus redondeces. Metí mi nariz entre sus glúteos y aspiré el olor rico de su infantil ano, al cual cubrí de besos y pasé de manera repetida mi lengua por él, tratando de meter en él su punta.
El se extrañó un poco, pero comenzó a gemir de lo rico que sentía. Con mi mano derecha tomé su cabeza y la dirigí hacía mi miembro. Él, dirigió su boca hacía él y lo cubrió de besos y pasó su lengua por toda su superficie, de arriba a abajo y viceversa, metió en su boca uno de mis testiculos y lo chupó para hacer después lo propio con el otro y finalmente meterse casi la mitad de mi pene en su boquitgolosas, todo ello me provocaba intensas oleadas de placer.
Aparté un poco mi cara de su anito para deleitarme viendo cómo se abría y cerraba un poco mientras él me chupala el pene. Metí mi dedo índice en mi boca para llenarlo de saliva y pasarlo de arriba abajo y alrededor de su hoyitos y después, de manera suave, introduje mi dedo en él hasta la mitad.
Él se sacó mi pene de su boca y se quejó un poco, le pedí tranquilizarse y aguardé un poco hasta que se acostumbró a esa sensación nueva, le pedí continuar y poco a poco introduje completamente mi dedo en él para después, suave y lentamente, iniciar un delicioso mete y saca. Él ya no se quejaba e incluso comenzó de nuevo a gemir.
Saqué de su anito mi dedo y ahora procedí a meter dos dedos en él, lo cual logré sin mucho esfuerzo. Y procedí a dilatar con ellos su ano. Después le pedí para de mamarme el pene y el preguntó por qué, si no lo había hecho bien o no me había gustado y le dije que sí, que me encantaba cómo me lo chupala y lo rico que lo lamía, pero que ahora deseaba echar mi lechita dentro de su culito, claro, si él me dejaba…
Accedió después de prometerle que sería cuidadoso y que solamente le metería hasta donde él me permitiera y no le doliera, así que lo puse en posición de perrito, levanté un poco sus nalguitas, lo dilaté un poco más con mi lengua y dedos y después coloqué la punta de mi pene en él para frotar su anito y juguetear con él un poco.
Finalmente, puse mi glande a la puerta de su ano, empujé un poco y…¡Qué delicia! Me abrí paso entre sus apretados esfínteres qué parecían querer estrangular al erecto invasor de su intimidad. Él se quejó un poco y me pidió para, pero me detuve hasta ver cómo mi glande había desaparecido en su interior.
Aguardé un poco hasta que cedió el dolor, le pregunté si me dejaría tratar de meter un poco más y como sabía lo interesado que era, le prometí darle más di ero qué la vez pasada y de esa manera lo convencí.
Saqué mi pene de su interior y le pedí me untara en todo mi pene un gel lubricante que había llevado especialmente para esa ocasión.
Cuando lo hizo, me recosté boca arriba y le pedí se sentara él sobre mi pene, le sugerí pujara como si hiciera del baño y así, de manera paulatina, fui deslizando mi pene hasta sentir sus nalguitas chocar con mi pubis…¡No lo podía creer! Mis 18 cm estaban completamente dentro de él.
Él se arqueó de manera muy natural e instintivo, unas lágrimas asomaron a sus dulces ojos y con una pequeña sonrisa me dijo…
–Ya entró toda, verdad?
— Sí, Rodrigo, ves como sí se podía? Te duele mucho?
–Un poco, y ahora qué hago?
–Ahora, sube un poco tu cuerpo para que salga un poco de mi pene, y vuélvete a sentar hasta que entre todo de nuevo, como si estuvieras montando un caballo…así, mira.
Y lo tomé con mis manos de la cintura y lo levanté un poco para dejarlo caer suavemente de nuevo hasta penetrarlo totalmente.
Así lo hice varias veces y después él lo hizo sólo, hasta que, no pudiendo contener más el inmenso placer y la increíble sensación de su estrechez apretando mi miembro, exploté en su interior como jamás lo había hecho.
Mantuve mi pene adentro de él hasta que perdió firmeza y lo hice levantarse del todo…le pedí se sentara y pujara fuertemente como si fuera a hacer del baño para que expulsara mi semen mezclado con su popó y un poco de sangre. Procedí a limpiarlo muy bien y juntos aguardamos hasta que el dolor pasara y su hoyito se cerrara. .
Le hice prometer no contarle a nadie de nuestros juegos y mantenerlo en secreto, advirtiéndole las consecuencias qué tendría no hacerlo. Nos vestimos, lo abracé, besé, felicité y agradecí lo inmensamente feliz que me había hecho…
Emprendemos el regreso hacia el pueblo charlando animosamente como dos grandes conocidos y al despedirlo me dijo…
–Don Javi, puedo invitar dentro de una semana a…?
Hasta aquí mi segunda entrega que espero sea de su agrado. Saludos!
Qué rica experiencia. Me hubiera gustado que alguien jugara conmigo de esa manera cuando era pequeño, jejeje.
gran relato como sigue