Con un amigo en la secundaria.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por SeñorLinyera.
Cuando ingresé a la secundaria, me trasladaba de mi casa a la escuela y de regreso haciendo uso del transporte que la institución proporcionaba. Fue ahí donde conocí a Sergio que era un año mayor que yo y que, por consecuente, iba ya en segundo cuando yo entré a primero.
Él era un chico más bien bajito, de piel clara, unos bellos ojos color marrón claro que resplandecían con la luz del sol y un carisma que nos llevó a ser buenos amigos en poco tiempo.
En un principio nuestras conversaciones navegaban en lo superfluo de nuestras respectivas vidas: las caricaturas que veíamos, los juegos que jugábamos y otras tantas niñerías, pero conforme pasó el tiempo fuimos profundizando cada uno en el ser de otro y paulatinamente llegamos a tocar el tema del sexo. Cuando esto ocurrió yo ya estaba en tercero y él ya había cumplido los 14. Abordábamos el tema como cualquier par de chicos, entre bromas y hablando de qué chicas nos parecían "mejor" pero terminábamos siempre enfocándonos en nuestras fantasías en las que fácilmente podía prescindirse del género femenino cuya participación se hacía cada vez más tenue, hecho que lamentablemente no me llevó a intuir de manera inmediata que, al igual que yo, el escondía entre tanto parloteo su homosexualidad.
Todo ocurrió un día en el que decidimos ir a la fiesta de cumpleaños de un conocido en común. Llegamos relativamente temprano y como planeábamos quedarnos hasta el anochecer, él ya tenía el permiso de sus ladres para quedarse a dormir en mi casa que estaría desocupada hasta el día siguiente, pues mi madre que es con la única con la que vivo tenía una junta de negocios en otro estado. Pasaron unas tres horas y los dos nos aburrimos por lo que decidimos mejor ir a mi casa y pasar el rato jugando en la consola. Cuando llegamos inmediatamente fuimos a mi cuarto y prendí la consola, jugamos unas dos horas y un poco agotados decidimos detenernos un momento.
¿Qué hacemos ahora?-me dijo
Pues no sé, lo que tú quieras
¿Qué te parece si vemos una película?
Pero no tengo ninguna
Pues la buscamos en internet
Acepté su propuesta y lo dejé buscando en mi computadora mientras yo iba por un par de bebidas. Cuando regresé grande fue mi sorpresa, pues lo que había en la pantalla no era una página de películas sino una página porno ¡GAY!
-Mira lo que me encontré en tu historial- me dijo dejándome sin aliento ni forma de explicar lo que veía
-Ya sabía que eras de esos- continuó poniéndose de pie y encarándome -se te ve lo puto a media legua-
Dicho esto, y en vista de que yo no hacía ni el más mínimo movimiento, él se abalanzó sobre mí y estirándose un poco porque yo era más alto, me plantó un repentino beso que me hizo cerrar los ojos y dejarme llevar. Lo tomé por la cintura a lo que el respondió posando sus manos cada una sobre una de mis nalgas y presionando efusivamente, yo hice lo mismo, rodee sus nalgas cada una con mis manos y sentí aquel par de glúteos que si bien no eran los más fantásticos, me habían gustado desde hace mucho. Entonces él empezó a juguetear con mis nalgas, comportamiento que yo emulé para proceder a terminar con el beso y vernos cara a cara
-Siempre me gustaron tus ojos – le dije
-Siempre me gustaste tú- me respondió deslizando su mano derecha a través de mi cadera y sosteniendo el bulto que llevaba entre el pantalón y que rogaba por salir de la presión que generaba la erección que tenía
Volvimos a besarnos y esta vez de manera más prolongada sólo deteniéndonos para que nuestras respectivas playeras pasaran a través de nuestra cabeza y quedar semidesnudos, entonces me tiró a la cama de manera brusca excitándome todavía más y separándose de mi boca se detuvo a lamer mi cuello con una pasión indescriptible y bajando poco a poco llegó a mi obligó desde el cual recorrió con la lengua mi piel para proceder a quitarme el pantalón que tanto le estorbaba. Jugueteó un rato con mi pene a través de mi pegada ropa interior y por último hizo volar mi bóxer para meterse mi trozo de carne a la boca y juguetear con mi glande y su lengua hasta que sin poder evitarlo escupí mi semen obligándolo a saborearlo. Entonces, y después de tragar, regresó a mi boca y me pidió terminara de desnudarlo, acción que realicé para que él tomara mis caderas y jugueteara con su pene que a mí me parecer estaba rodeado por una considerable mata de pelo y que no excedía los 15 centímetros entre mis piernas.
-Eres mío- me dijo acomodando su miembro para que entrara a mi ano. Empezó a meterlo provocándome un dolor que me llevó a imperarle que parara, pero haciendo caso omiso a mi petición, terminó de empalarme y prosiguió a bombear en mi interior de manera suave y lenta transmutando el dolor que sentía en un discreto placer que poco a poco aumentaba.
Sentía su pene en mi interior caliente y bien duro que friccionaba con las paredes de mi intestino y que me llevaba al cielo, así pasaron unos cuantos minutos de sentir más que nada su glande grueso y apretado bailar en mis interiores hasta que me invadió en el interior una sensación de humedad tibia a la que respondí con un gemido que se coordinó con su rostro de infinito placer.
Cuando terminó, salió de mi con delicadeza y se acostó a lado mío mirándome directamente, me dolía el ano, pero su mirada curaba todos mis males. No pronunciamos una sola palabra, solo me volteé y el me abrazó por atrás dejándome sentir su miniaturizado pene en reposo. Caímos dormidos y nos despertados muy temprano a la mañana siguiente, nos bañamos juntos y me tiré de su casa. No volvimos a hablar de lo sucedido, pero claro que volvimos a cometer la fornicación anal algunas veces conmigo como dominante. Las palabras siempre estaban de más
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