Cosas de chicos I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Esta historia es antigua, sucedió en la década del 70 cuando yo era chico, en un pueblo no tan pequeño, pero si lo suficiente como para que todos se conocieran, aunque más no sea de oídas.
En mi cuadra no había demasiados chicos, mis amigos eran Jere, que tenía 12 años y los mellizos M*** de 16: Tato y Lucho.
Y luego estaba yo, Carlos de 9 años para el momento de estos sucesos.
Los mellizos eran mellizos, pero no se parecían en nada, incluso Lucho era bastante más alto que su hermano.
Fueron muy importantes para mí porque de ellos aprendí todo lo que se podía aprender en materia de sexo.
Ellos la tenían muy clara porque lo vivían en directo casi todos los días y nos contaban a Jere y a mi.
La madre de los mellizos los había abandonado de pequeños y Don Pedro, el padre, que era un borracho crónico que vivía de pequeños trabajos en el pueblo o los campos vecinos, se trajo al tiempo una mujer de otro pueblo.
Tita, le decían, y parece ser que compartía su gusto por las bebidas.
Las malas lenguas decían que ella se dedicaba a la prostitución en su lugar de origen, y en mi pueblo también, según otros, que aseguraban que ayudaba a "parar la olla" y que el propio padre de los mellizos le conseguía clientes.
El hecho es que vivían en una casilla medio grande pero sin separación de ambientes, y a Don Pedro y a su pareja, no les importaba tener sexo delante de ellos, quizás por los efectos del alcohol, o simplemente porque al principio los mellizos eran chiquitos y con el tiempo la costumbre naturalizó la situación.
Lo cierto es que en nuestras charlas de cordón de la vereda, Jere y yo nos deleitábamos con los pormenorizados relatos de los mellizos.
Gracias a ellos nos enteramos de todas las variantes sexuales posibles entre una pareja y recuerdo que lo que más me llamó la atención fue que a Tita le gustara chuparle el culo a Don Pedro y que, según los mellizos, a su padre parecía gustarle mucho también.
Me preguntaba si los míos harían también esas cosas, pero por más atención que ponía, nunca los pescaba haciendo nada.
Los mellizos aseguraban que incluso se habían animado a meterles dedos en la concha a la pareja de su padre mientras ambos dormían su borrachera luego de tener sexo.
Todos esos relatos me excitaban y me hacían poner duro el poroto que tenía como pija por aquel entonces y de dedicaba a masajeármelo cada vez que podía, lo cual siempre me resultaba placentero.
Pasar de las charlas a la práctica fue cosa de poco tiempo.
Con mis flamantes 9 años, ese verano mi madre me quitó la prohibición de alejarme de la cuadra (apuesto a que fue idea de mi padre) con lo que me permitió irme de aventuras con mis amigos.
Al primer lugar que me llevaron fue al "refugio secreto" que no era otra cosa que un claro que habían hecho en medio de un inmenso cañaveral que había a tres cuadras de mi casa, donde terminaba el pueblo.
No estaba mal el lugar.
Había varios neumáticos viejos de autos que servían como asiento, y hasta un toldo hecho con un lienzo de arpillera, medio podrido por el sol y la lluvia, atado con alambres a las cañas.
Ni bien llegamos, Lucho sacó de una lata escondida entre las cañas un atado de cigarrillos y fósforos y junto a su hermano se pusieron a fumar.
Me convidaron una pitada, pero me hizo toser y me pareció horrible.
Yo veía que Jere se tocaba por sobre el pantaloncito y lo miraba a Tato y recién entendí como venía la mano cuando Lucho dijo "Ahora todos a hacerse una buena paja", que es como se le decimos aquí a masturbarse.
Todos se bajaron los pantalones y calzoncillos y todos ya la tenían parada.
No me dio ninguna vergüenza hacer lo mismo porque me pareció muy divertido.
Yo ya me tocaba casi de contínuo escondido en mi habitación y hacerlo libremente junto a mis amigos me pareció fenomenal.
Me sorprendieron las pijas de Lucho y Tato, La de Jere ya la había visto y si bien era un poco más larga y cabezona, era igual de infantil y lampiña que la mía.
Pero las de los mellizos ya eran otra cosa, ya estaban desarrollados.
A mí me parecieron gigantescas y negras en comparación con el tamaño y palidez de la mía y la de Jere.
Llenas de venas, de cabezas grandes y relucientes y ambos con una renegrida y exuberante pelambre.
Pese a la diferencia de altura las de los mellizos eran del mismo tamaño, sólo se diferenciaban en que los huevos de Tato parecían más grandes porque le colgaban flácidos y los de Lucho estaban pegados a la base de su pija.
Viéndolas con mi visión de adulto diría que medirían unos 17 cm con un grosor estándar, pero para mis 9 años, representaban dos gigantes.
Ni bien comenzó la masturbada veo que Jere agarra la pija de Lucho y viceversa, haciéndose la paja el uno al otro.
Tato me invitó a hacer lo mismo y acepté enseguida.
Me resultó glorioso.
las sensaciones que me provocaban los dedos de Tato hurgando en mi pijita no tenían punto de comparación con mis propias tocadas.
Y ni que hablar de la sensación de tener ese tronco grueso y largo en mi mano.
Yo no debería hacer muy bien porque cada tanto Tato tomaba el mando de su propia pija y me mandaba a acariciarle los huevos, lo cual no me desagradaba ya que me parecían suavecísimos e inmensos y me daba oportunidad también de incursionar en su ensortijada pelambre que me parecía fascinante.
Cuando pensaba que nada podía ser más agradable que lo que estábamos haciendo, veo que Lucho empieza a gemir, le pide más velocidad a Jere y tensando sus piernas le viene la primera eyaculación que vi en mi vida.
Cuatro o cinco potentes chorros de blanca y espesa leche que saltaron a distancias decrecientes.
Ellos ya me habían contado que les salía leche, pero nunca hubiese imaginado que era así.
El espectáculo me distrajo con lo que detuve mi paja a Tato y sólo le sostenía la pija, pero él quizás incentivado por la acabada de su hermano, rodeó mi mano con la suya y con una docena de movimientos frenéticos hizo que lo hiciera acabar en segundos.
Sentí la vibración de sus chorros en mis dedos y su acabada no tenía nada que envidiarle a la de Lucho y el último espasmo chorreo de su pija embadurnándome los dedos.
Tato me hizo soltarle la verga y pude ver como se la exprimió y con un dedo juntó la última gota que le salía y lo que le chorreaba en el tronco y se lo llevó a la boca.
Como en un acto reflejo yo chupé también la leche que me había quedado en los dedos.
El sabor era raro, untuoso y un tanto ácido, ni agradable ni desagradable.
"¿Está rica Carlitos?" me preguntó Lucho que me había visto chuparme los dedos, y le contesté alzándome de hombros ya que no podía decir ni que si ni que no.
Los mellizos se dedicaron a descansar con sus pijas ahora muertas por lo que Jere y yo pasamos a tocarnos mutuamente ya que ninguno acabábamos aún y seguíamos erectos.
Dos pajas más se hicieron esa tarde los mellizos, cambiando de partenaire, por lo que pude tener también la verga de Lucho entre mis manos.
Esa tarde me volví eufórico por las nuevas experiencias y las pajas cruzadas pasaron a ser cosa diaria y esperada por mí.
La casualidad hizo que hubiera una vuelta de tuerca en la rutina, aunque creo que de todos modos se hubiera terminando dando igual con el tiempo.
Ocurrió que coincidió que Jere le diera fiebre y debiera guardar cama y que a Don Pedro le saliera un trabajito de alambrar en una chacra, por lo que se llevó a Lucho, que era más grandote, para que le ayude.
Así que esa tarde nos fuimos sólo Tato y yo al refugio.
Me encontraba haciéndole la acostumbrada paja mientras él se fumaba un cigarrillo cuando de repente me propone: " ¿Te animás a chupármela como hace Tita con mi papá?".
Vaya a saber uno porqué, a mi me pareció que era lo correcto y le dije que sí.
Tato se entusiasmó y terminándose de sacar la ropa se acomodó sobre un neumático con las piernas abiertas indicándome que me arrodillara entre ellas.
Agarré su tronco y me metí su cabeza en la boca provocándole un gemido.
No me desagradó el gusto ni la sensación, más bien me entusiasmaba el hecho de hacer algo nuevo y de adultos, que suponía prohibido para niños.
Lo que si me gustaba era el olor a sexo, el intenso y típico olor de los huevos de Tato me llegaba nítidamente y me resultaba curiosamente placentero.
Quizás fuera por ello que no tuve ningún reparo a bajar a chupárselos cuando me lo sugirió y me gustó muchísimo, de a uno en vez, porque aunque me lo pidió no hubo manera que me entraran los dos en la boca.
Mientras yo le chupaba los huevos, Tato se pajeaba con ganas y con toda la intención me pidió que volviera a su pija cuando estaba por acabar.
Apenas tuve su cabeza en mi boca comenzaron los chorros, y aunque me sostenía por la nuca no estaba en mi intención esquivarle el bulto a la leche.
Tantos relatos oídos sobre Tita tomándose la leche de Don Pedro me habían llevado a decidir, desde que se la empecé a mamar, que yo haría lo mismo.
Fui tragando a medida que sentía que se me llenaba la boca y no era para nada desagradable.
Tato había quedado exhausto y la pija se le empezó a dormir y se la chupé un poco más antes de soltársela.
El mellizo había quedado encantado y me decía que eso había estado fenomenal.
Hoy día creo que debió ser una mamada espantosa por lo inexperta, pero como era la primera vez que se la chupaban, no tenía con que comparar.
Dos mamadas se llevó Tato esa tarde y yo dos raciones de leche y la sensación de euforia de estar haciendo cosas de adultos.
Demás está decir que a la tarde siguiente, nuevamente solos, nos fuimos corriendo al cañaveral.
Yo ya había estando pensando la noche anterior que si Don Pedro se la metía en el culo a Tita, bien podía el mellizo metérmelo en el mío.
En mi inocencia ni se me había ocurrido lo que ello implicaba, por eso cuando Tato me lo propuso acepté enseguida.
Descolgamos el toldo improvisando una manta donde me acosté desnudo boca abajo.
El mellizo me puso saliva en el agujerito de la cola y se me acostó encima.
Inexpertos ambos nos pasamos como media hora en intentos, las veces que acertaba a apuntar a mi culito, por más que presionaba no entraba y se zafaba.
"Tal vez deba chuparte el culo como hace mi papá" me dijo, y haciéndome poner en cuatro patas de abrió las nalgas con las manos y comenzó a chupármelo.
Juro que se me pararon todos los pelos, las sensaciones que me provocaron en mi culito sus lengüetazos y chupadas eran la gloria misma.
No sé cuánto tiempo me estuvo chupando, pero me sonó a eternidad.
"Quedate así y probamos" me dijo arrodillándose detrás mío y apoyando la cabeza de su pija en mi culito.
Quizás por la saliva o por la relajación que me había provocado su chupada, pero la cabeza comenzó a entrarme, Tato soltó su pija y agarrándome de las caderas continuó presionando de a poco.
Yo sentía como se me iba abriendo de a poco, primero era tensión y luego comenzó a dolerme.
No alcancé a decirle que me estaba doliendo cuando de golpe me entró la cabeza y casi toda su pija.
Fue como una cuchillada y un ardor insoportable, me dejé caer de panza en un acto reflejo por sacármela, pero Tato me acompañó en la caída y al aplastarme contra el piso me terminó de entrar lo que faltaba.
Me quedé jadeando pidiéndome que me la sacara que dolía mucho, pero el mellizo se quedó quieto con toda su verga enterrada y tratando de consolarme me hablaba al oído.
"Tranquilo Carlitos que ya te entró toda".
"Tita siempre le pide a papá que se la meta en el culo, así que debe ser lindo.
Capaz que duele sólo la primera vez" Y cosas así.
Al rato el dolor comenzó a irse y se sentía raro tener el cuerpo de Tato sobre mí y mi cola ocupada por su pedazo.
Pude relajar las nalgas y fue como si mi culito se relajara también y dejara de apretar su pija.
Tato debió darse cuenta porque empezó un suave vaivén.
Molestaba un poco pero más que nada me daba la sensación de que me iba a cagar encima.
La situación debió calentarlo mucho al mellizo porque del lento vaivén pasó a un par de estocadas profundas, gimiendo, y pude sentir en mi cola el latido de los chorros de leche.
Tato se relajó encima mío y sin sacármela me dice al oído: "Te acabé adentro, Carlitos.
¡Está buenísimo!.
Es mi primera vez, así que debutamos los dos, gracias por aguantarla".
Su agradecimiento me cayó bien, y medio que me agarró una sensación de agrande por habérmela aguantado.
No sé cuanto rato estuvimos así, seguía sintiendo su pija intacta dentro mío y eso me generaba cierto placer que me hizo mover la cola un poco.
Tato reaccionó y me dijo: "La sigo teniendo parada.
¿Querés que te acabe de nuevo?".
"Tengo ganas de hacer caca" le contesté.
"Dale, te acabo rapidito y después cagás.
¿Sí?" Y sin esperar respuesta comenzó un nuevo vaivén.
Quizás por la lubricación extra de su leche o porque mi cola ya se había acostumbrado, pero lo cierto es que no me molestaba esta segunda cogida, hasta podría decir que era placentero sentir como se deslizaba su pija dentro mío, de a ratos en estocadas cortas, de a ratos casi sacándola del todo.
No fue nada rápido, como había dicho.
En un momento pasó unos de sus brazos por delante de mi cuello y yo se lo acomodé para usarlo de almohada, y me gustó la posición porque además de sentirlo en la cola, sentía su jadeo cálido en mi cara.
en el trajín de la cojida se le dio por darme besos en el cuello que me hicieron erizar todo.
Se me estaba despertando todo un universo erótico desconocido para mí.
Finalmente acelerando el ritmo me avisó que le venía y nuevamente sentí los espasmos de su pija en mi culo y sus bufidos contra mi cuello.
Tres, cuatro o cinco chorros y se me quedó como desmayado.
"Dejame ir a hacer caca" le dije, y se tiró a un costado sacándomela.
Tuve que fruncir la cola de golpe y salir corriendo para no cagarme en el refugio, pero no llegué muy lejos que tuve que acuclillarme y fue como si tuviera diarrea.
Me pareció increíble la cantidad de leche que me salió y bastante caca también.
Volví al refugio y con unos pedazos de trapo que había me limpié la cola.
Tato estaba sentado en un neumático con la pija dormida y sucia.
"Vamos a tener que traer con que limpiarnos" me dijo riéndose, y me pidió que le mostrara la cola y tras revisarme me dijo que no estaba lastimada.
"¿Te duele?" Me preguntó, y la verdad es que no me dolía, sentía como una molestia pero no dolor.
Charlamos un rato donde me llenó de elogios por haberlo hecho debutar.
De sólo charlar se le paró de nuevo y mi pijita también.
"Ahora que la tengo sucia no me la vas a poder chupar" me dijo.
"Vení que pruebo y te la chupo a vos".
No me hice rogar y así yo de parado y el de sentado recibí la primera mamada de mi vida.
Como lo mío era como la nada misma, el mellizo se daba el lujo de meterse todo en la boca: mi pija y mis huevitos también.
Los jugueteos de su lengua se sentían sensacional.
"¿Querés probar de cojerme?" Me propuso y por supuesto que acepté.
Enseguida Tato se puso en cuatro y apoyando el pecho en tierra se separó las nalgas con las manos.
¡Tenía el agujero del culo lleno de pelos! La imagen de su culo peludo y sus largos huevos colgantes no se me borrarán más de la memoria.
Supuse que tenía que chupárselo para que le entrara, como él había hecho conmigo, así que arrodillé y se lo chupé.
Parece que Tato no se lo esperaba porque pegó un respingo al sentir mi boca, pero enseguida volvió a la posición y me dejó hacer.
"¡Uf, qué bueno!" Me decía al tiempo que se abría más los cantos y me presionaba el culo contra la boca.
Cuando se lo dejé bien mojado de saliva me paré para metérsela.
No hubo manera.
Por más intentos que hicimos mi pito era muy corto y sólo llegaba a apoyarle la cabecita.
"No importa, cuando te crezca me la vas a poder meter" me dijo a modo de consuelo.
Así que siguió chupándomela mientras se hacía una paja.
A la tarde siguiente yo estaba ansioso esperando en la vereda que me pasara a buscar y no pude menos que sonreírme cuando lo veo venir con una botella de agua en la mano.
Le avisé a mi mamá que me iba y nos fuimos al refugio.
Yo me creía muy listo y previsor por haberme llenado los bolsillos con papel higiénico, pero el mellizo me ganó cuando sacó una toalla vieja que se había arrollado en el cuerpo bajo el pantalón y la camisa.
Me cogió tres veces esa tarde, no voy a decir que no me dolió, pero fue menos y al principio.
Nos lavábamos con el agua de la botella, nos secábamos con la toalla y seguíamos con la fiesta.
Ahora con más variantes porque nos chupábamos las pijas el uno al otro, y también los culos que nos encantaba a los dos por igual.
Previsores, buscamos un tacho adecuado donde dejar las toalla a resguardo por si llegaba a llover, y antes de irnos le pedimos agua a una vecina para ya dejarla llena en el refugio "Mañana traigo otra más – me dijo- así tenemos agua suficiente"
A la tarde siguiente el primero que apareció fue Jere, que ya se había curado de lo que sea que le había agarrado, y no pude contenerme de contarle todas las novedades.
Jere me mató a preguntas y se veía entusiasmado por probar también.
Cuando llegó el mellizo, botella nueva bajo el brazo, medio que no le gustó que estuviera Jere, pero cuando camino al refugio le dije que ya le había contado todo y que quería probar también, le cambió la cara.
Jere primero miró como le chupaba la pija a Tato, y luego se la dejé para que debutara y encaró sonriendo la tarea.
La chupaba con entusiasmo y me asombró que le entrara más que a mí ya que parecía que no le provocaba las arcadas que me daban a mi cuando lo intentaba.
Lo que no hizo el mellizo fue hacerle tragar la leche ya que quería hacerlo en mi cola.
Yo me terminé de desnudar, me puse en posición y disfruté de la chupada de cola previa que me hacía Tato.
Jere se pajeaba con todo viendo el espectáculo y ni bien vio que el mellizo me la sacaba luego de acabarme, se apuró a sacarse el resto de la ropa para probar también.
Yo me fui a evacuar la leche y cuando volví Tato ya se había lavado la verga y Jere se la mamaba para parársela de nuevo.
No le llevó casi nada estar de nuevo erecto, y Jere solito se puso en posición.
Cuando el mellizo le fue a chupar el culito se lo encontró sucio por lo que primero se lo tuvo que lavar mientras le decía que de ahora en más se lo tenía que lavar antes de venir.
Parece que el que nos chupen el culo nos gusta a todos porque Jere lo disfrutaba como el que más.
Lo que sí, no hubo forma que le entrara la pija de Tato.
Por más que le chupara y rechupara el culito, cuando le empezaba a entrar la cabeza Jere se retorcía del dolor.
Finalmente desistieron y Jere terminó mamándosela hasta probar su leche.
Cuando regresó Lucho, la orgía se generalizó.
Enseguida se sumó a las chupadas de todo lo que se podía chupar y yo a recibir doble ración de pija porque a Jere seguía sin poder entrarle.
Probaron a dilatarle el culo metiéndole dedos lubricados con aceite que Lucho había traído de la casa, pero a lo sumo le entraban dos y con sufrimiento por lo que pasó a limitarse a chupar pijas y culos y hasta a ponerla, ya que como la tenía más larga que yo, al menos podía meter la cabeza y puede decirse que fue el único del grupo que nos culeo a todos ya que hasta los mellizos le permitían metérsela a cambio de una chupada de culo previa.
Fueron un par de meses de sólo pensar en sexo y de disfrutar de todas las maneras posibles, luego las cosas cambiaron de golpe, para los mellizos y para mi, pero eso lo contaré en otro relato porque se está haciendo muy largo
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