Cosas de Súcubos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Todo pasó en una noche confusa y oscura.
Sebastián, un hechicero de un poder no tan considerable, se dirigía en un taxi hacia su primera vez en una discoteca gay, después de haber esperado bastante tiempo a que la lluvia se aplacara.
Todo lo que se va a narrar ocurrió en Bogotá, la capital colombiana.
Sebastián es un muchacho no muy alto, de 19 años, de tez trigueña, algo más clara de lo usual.
Su cabello ondulado es oscuro igual que el color café de sus ojos.
Es de contextura delgada y sus brazos van creciendo poco a poco debido al ejercicio que ha empezado a realizar hace unos meses.
En general, es un chico bastante común en esta ciudad.
Sin embargo, además de tener una personalidad muy peculiar, posee habilidades mágicas no muy sorprendentes que le sirven para enfrentarse a algunos contratiempos espirituales que surgen en Bogotá.
Sebastián estaba en el asiento de adelante, totalmente helado y en su rostro se dibujaba una expresión de profunda preocupación.
Se había aventurado a ir a ese lugar sólo por estar con el chico que le gustaba, David.
Un muchacho trigueño, de 18 años, fornido, de cabello liso y negro.
En el taxi, además de ellos, estaban, por un lado, en la parte de atrás al lado de la venta izquierda, Bryan, un liberto sexual, prostituto y costurero y, por el otro lado, hacia la venta derecha, Johan, un universitario bastante despreocupado en el tema sexual.
Estos dos últimos (tenían más o menos 21 años), tenían el plan de llevarse esta pareja de chicos a la cama, después de unos tragos y un baile sensual, no se harían los difíciles.
Ya en la calle, bajo la lluvia incesante, los encargados de traer clientes a los bares los rodeaban como moscas.
Los más experimentados, Johan y Bryan, iban de un lado a otro, guiados por múltiples hombres, mientras los otros dos muchachos del taxi iban mojándose detrás de ellos.
Al fin, entraron a un bar en un segundo piso.
Sebastián estaba aturdido por la adrenalina, además, la música estaba muy alta y el sitio estaba menos concurrido de lo que él se imaginaba, era a causa de la lluvia.
Cuando ya habían elegido unos viejos sillones negros para dejar sus objetos personales, los dos experimentados se acercaron con unos vasos de plástico que contenían ron, hielo y Coca-Cola.
Acto seguido, Johan y Bryan empezaron a bailar en frente de los otros dos, ambos movían la pelvis, la cadera y las nalgas de manera muy sugerente.
La piel trigueña del rostro de Bryan se movía para crear muecas sensuales, acompañadas de su lengua y sus ojos.
Los dos muchachos sentados se animaron y se levantaron a bailar.
Sebastián no podía alejar sus ojos de David, le parecían muy masculinos sus movimientos y, por eso, todas sus expresiones al bailar le resultaban irresistibles.
Después de unas cuantas canciones, Sebastián y David empezaron a bailar juntos, cada vez más apretados, hasta el punto que David le agarró las nalgas al otro.
Cuando Johan y Bryan se disponían a dar el siguiente paso de su plan, entró otro muchacho primerizo, iba seguido de dos muchachos muy guapos que parecían sus guarda-espaldas.
El muchacho tenía los ojos de un verde esmeralda, una tez blanquísima, un cabello negro ondulado y un cuerpo delgado que aparentaba estar muy marcado debido a su grande espalda y sus gruesos brazos.
Al entrar, Sebastián percibió en el aire un aura extraña y vio cómo se esparcía una nube de energía verde, de un olor dulce y extraño.
Aunque nadie quería parecer evidente, era indudable que todas las miradas empezaron a dirigirse al nuevo hombre que ingresaba en el bar homosexual.
El muchacho de ojos verdes tomó unos cuantos vasos de la misma bebida a base de Coca-Cola y se levantó a bailar.
Para ese entonces, casi todos los del lugar estaban bailando cerca a la mesa de él.
La masa de personas en el lugar había aumentado considerablemente, como si alguien hubiese traído un faro a aquel recinto.
En eso, cuatro muchachos se acercaron a Alejandro, el de los ojos color esmeralda, y empezaron a rodearlo mientras bailaban bruscamente.
El pobre Alejandro era asediado por una multitud que no dejaba espacio mucho espacio para respirar.
A esa altura de la noche, como por arte de magia, Bryan, Johan y David habían abandonado a Sebastián y bailaban en torno a la orgía de hombres que rodeaban al nuevo chico en la pista de baile.
Sebastián no sabía qué creer de aquella nube, ya que él a veces veía cosas que no entendía y que nadie más podía ver.
Tal vez, aquel chico poseía algún desorden en su aura espiritual o la manipulaba para crear ese efecto en las personas.
Pero no se quería arriesgar a hacer algo que lo descubriera como hechicero.
Entre tanto, un flash de un celular resplandeció y un estupor profundo se esparció por todo el lugar…
Alejandro, David, Bryan y Johan estaban recostados en una cama, vistiendo nada más que sus bóxeres.
Al parecer, estaban en un motel, sólo podían ver una gran pantalla en frente suyo y la silueta de un hombre que se movía dentro de un baño, el cual tenía la única luz encendida en el lugar.
Aunque los cuatro estaban conscientes, ninguno podía moverse, ya que sus extremidades parecían dormidas.
Del baño salió un hombre de unos 40 años, grande, fornido, con un abdomen marcadísimo, unas piernas gruesas, unos brazos y pectorales bien trabajados.
Tenía el cabello rubio y los ojos azules.
Luego de observarlos un rato con liviandad, emitió una voz muy grave con la que dijo: “esta noche me los voy a culear bien rico”.
En efecto, Alejandro tenía un cuerpo espectacular, aunque no se veía muy grande, su cuerpo estaba muy bien trabajado, tenía unas nalgas bien abultadas, un abdomen marcadísimo y unas piernas apetitosas, muy probablemente era deportista.
Su piel blanquísima dejaba ver cómo se tensaban sus músculos cuando el gran hombre lo tomó entre sus brazos, lo agarró de las nalgas y lo levantó.
El calor que le produjo el deseo sexual y placer de tener a ese inusual adonis entre los brazos produjo que la nariz del gran hombre rubio empezara a sangrar.
Por lo que tuvo que dejar a Alejandro en la cama y empezar con Bryan.
Tomó al delgado prostituto de la cadera y, con su fuerza de mastodonte, le arrancó el bóxer y lo penetró vorazmente, en dos ágiles y violentos movimientos.
Sin ningún reparo, empezó a destrozarle el culo en la posición del misionero, con las piernas del muchacho en los hombros.
Acto seguido, como si fuese un huracán, levantó al muchacho y lo puso boca-abajo como si éste fuera un muñeco.
Luego, le ordenó que se pusiera en cuatro.
A lo que el muchacho adormilado obedeció sin dudar.
Acto seguido, el gran señor empezó a embestirlo, sin dejarlo si quiera acomodar.
La cama golpeaba la pared con gran ímpetu y las piernas del pobre jovencito empezaron a flaquear, hasta que calló acostado sobre su pecho y empezó a gemir ruidosamente.
El gran hombre rubio se detuvo cuando el muchacho paró de proferir gritos de placer, lo levantó y lo apartó.
Las cobijas habían quedado manchadas de la abundante corrida de Bryan.
Inmediatamente, el hombre empezó a admirar el resto de sus presas y estos quedaron pasmados por la adrenalina.
Excepto Alejandro, el cual reposaba con su delicioso cuerpo profundamente dormido en aquella cama.
Sin embargo, de golpe, la puerta se abrió y Sebastián encontró la perturbadora escena en frente suyo.
Bryan en el suelo con las nalgas rojas al aire, los otros tres muchachos en bóxer y un viejo rubio poseído por un espíritu sexual.
Continuará…
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