Creciendo en el incesto I

Un extenso relato que narra como descubrí mi sexualidad en el incesto. Junto a mi primo y… ¿mi papá? y.

Para empezar este recorrido de experiencias de mi vida sexual, hay que reconocer un par de cosas. La primera es que todos los hechos que voy a narrar, son cuanto menos, polémicos. Sin embargo, nadie fue obligado a nada en ningún momento y todo el sexo que se tuvo… Fue riquísimo.

Mi familia siempre fue muy peculiar en algunos sentidos. Jamás entendí el porqué de algunas cosas, el porque las personas de mi familia con las que me acosté, llegaron a ese punto. Fueron cosas que en su momento trate de cuestionarme pero que jamás descifre. Será que simplemente el ser humano a veces cede a sus instintos más morbosos, lujuriosos y primitivos, y da igual los lazos de sangre, la edad y los roles. Sin más vueltas, empezaré con las experiencias.

Si tuviera que dar un origen a toda esta locura incestuosa. Creo que el punto de partida correcto, podría ser mi primo. El era un año menor que yo cuando todo empezó. Solíamos quedarnos muchas horas jugando en casa, típica cosas de niños. Nos veíamos desnudos con frecuencia sin ningún tipo de pudor. Su verguita fue la primera que paso por mis ojos, mis manos… luego mis labios y posteriormente mi culo. Nuestros juegos siempre eran “inocentes”… nos desnudábamos y nos empezábamos a acariciar los cuerpos. Primero las piernas, luego fue mejorando y empezamos a agarrarnos de las nalgas mientras nuestras verguitas se frotaban.

En casa siempre se fue muy estricto con el tema de la sexualidad. Sobre todo con la homosexualidad. Precisamente por eso, supongo yo que en mi joven mente, se formó la idea de que aquello que hacíamos con mi primo, no estaba mal por ser familia, sino porque eso era cosa de gays.

Lastimosamente para nuestros traumas, el ser cuidadosos no siempre fue nuestro fuerte. Más de una vez nos llevamos un susto de que se nos descubriera. Un dia, simplemente ocurrió lo peor. Yo estaba completamente desnudo, encima de mi primo. Con mis nalguitas rebotando sobre el y queriendo probar si me podía besar. Cuando de pronto, mi papá nos encontró.

Ese momento, lo recuerdo muy bien. Me tiro de la oreja y me saco de encima de mi primo. Ambos nos asustamos, nos vestimos mientras nos regañaba a más no poder. Que eso estaba mal, que éramos primos, que eso era de putos. Pero no dijo nada a nadie. Jamás abrió la boca respecto a eso. Les cuento todo esto así al pasar. Porque El plato fuerte es esta parte de esa historia. Con el pasar del tiempo, con mi primo ya entramos en la pubertad, y dimos nuestros primeros pasos en la adolescencia. Y con los años que traiamos, el franeleo, los besos y caricias ya no nos llenaban. Nuestros cuerpos pedían más intensidad. Y fue así como empezamos a masturbarnos mutuamente y como corresponde. Nos sentábamos tranquilos en mi cuarto, y pantalones afuera. Mirábamos porno juntos mientras yo bajaba y subía El pellejo de su verga (ahora más grande) y el hacia lo mismo con la mía. Gemíamos, nos encorvábamos y Nos fundiamos en un beso cada vez que acabábamos. Esa era nuestra rutina desde los 12 años, hasta los 14.

Una tarde, yo totalmente caliente mientras sostenía su verga. No pude resistirme a la idea de chuparla. De probar mi primera verga y saborearla toda. Mi primo estaba extasiado casi llegando al orgasmo y no noto cuando yo baje hasta su verga y sin mediar palabra, me la metí en la boca. Recuerdo aún su sabor. Saladita, pero con ese olor a jabón, a recién bañado. Esa mezcla de líquido pre-seminal con carne y piel limpia. Dios que rico. Mame su verga unos segundos y el pobre diablo acabó completamente en mi boca y lengua. Era leche caliente la que recorría mi boca, leche de mi primo. Leche de otro hombre. Eso me puso a mil. Dar placer con mi boca fue algo que cambio todo mi visión del sexo. Era lo que yo quería hacer de acá en adelante.

Eso de practicarlo sexo oral se convirtió en la nueva tendencia entre nosotros. Cada vez que encontrábamos un momento a solas, de rodillas, acostados, sentados. Como sea… yo tenia y quería chuparle la verga hasta dejarlo seco. Me trataba todo su semana y lamia sus bolas hasta dejárselas limpias. Era algo genial y que me volvía loco. El solamente se limitaba a masturbarme y a sobar mi culo mientras yo me atascaba con su verga. Estuvimos así unas semanas según recuerdo, hasta que nuevamente… El sexo oral no nos llenaban más. Necesitábamos dar otro paso.

Y una tarde, luego de comerme su verga por casi una hora, el preguntó por el siguiente paso, quería perder la virginidad con mi culo. Yo, sinceramente no lo pensé mucho ese día. Fue todo demasiado rápido. En unos segundos, estábamos de cucharita en mi cama, el detrás de mi tratando de meter su verga puberta en mi apretado culo. Recuerdo que forcejeamos por un buen rato hasta que a pura presion, su glande entro en mi. El dolor fue horrible. Tuve que apretar los dientes y aguantar el quejido. Pero el desgraciado gemia. Yo literalmente contenía las lagrimas mientras el se daba placer con mi agujero. Su verga entraba y salía de mi, y en ningún momento el dolor cesó. Me cogio por unos 5 minutos y acabo en mis nalgas. Yo deje salir el aire… respire hondo y mentalice lo que había pasado. Había tenido mi primera vez por el culo… y fue terrible. A día de hoy, me arrepiento de haber dejado que ese niñito me cogiera jaja.

El día paso, y mientras yo le daba vueltas al asunto, mi papá me llamó para hacer algo en la casa. Mi primo se fue como si nada, ya todo deslechado. Y yo fui a revisar que quería mi papá. Sin darme cuenta de que aun tenia literalmente, el culo embadurnado en semen. Que si bien lo había limpiado, el olor era muy fuerte. Más sumado al olor de mi verga húmeda, me termino delatando. Mi padre era un hombre criado a la antigua, que si bien no me había matado cuando me descubrio montando a mi tío hace unos años, todavía era receloso con algunas cosas mías. Y no tardo en confrontarme acerca de porque apestaba a semen.

El, ya había sido un tiempo que se había separado de mi mamá. Pero seguía viniendo a casa a cuidarnos cuando podía y cuando mi mamá trabajaba por las noches. Por lo que su presencia en casa era casi común. Me sentó en la mesa, estaba yo solo con el, mi hermano tampoco estaba. Así que no se contuvo en regañarme como nunca, casi al borde del llanto y la impotencia. Me decía continuamente que aquello estaba mal, que había dejado que otro hombre me cogiera el culo, que esto y lo otro. Y así sin mucho rodeo, entre el regaño. Empezó a preguntar detalles. Que hace cuanto vengo con esto, que que habiamos hecho y como lo habíamos hecho. Y como yo estaba presa del pánico y la vergüenza, empecé a soltar detalles. Alegando que no la había pasado para nada bien en la penetración, y que me había dolido… y mi padre, completamente atento. Me soltó una frase que desemboca en lo siguiente…

“No te supo coger”.

¿Quieren la segunda parte?