Crónicas de un Macho Pervertido (2)
Bañando al Pequeño Marquitos….
Desde el día que cuidé al dulce de Marquitos y mi flaca vio lo contento que su hijo quedó conmigo, en varias ocasiones salimos juntos los tres y ella también me invitó más seguido a pasar fines de semana en su casa; por lo que yo tenía que inventarle muchas excusas a mi esposa, diciendo que eran viajes de trabajo, que tenía que estar supervisando varios proyectos. Y en cuanto al pequeño, éste todo el tiempo quería pasar pegado a mí, como si yo fuera su verdadero padre. Él siempre quería sentarse en mis piernas y me pedía que lo cargara en brazos a cualquier oportunidad, y lo mejor era que el nene se acostumbró a darme besitos en la boca a cada rato; cosa que hacía que yo pasara constantemente con notorias erecciones, las que son muy difícil de disimular frente a mi puta, pues yo no quería que ella se diera cuenta del efecto que tiene su precioso niño de 5 años en mí.
Yo siempre fui un macho morboso y en mis 47 años he hecho todo tipo de cosas en cuanto al sexo; sin embargo, nunca antes había contemplado la perversión con una criaturita como Marquitos; pero lo cierto es que este pequeño despertó una lujuria depravada en mí y en mi enorme verga, una que no puedo controlar. Siempre que él está sentadito en mi regazo yo aprovecho a acariciarle las piernitas de tez blanca, le paso mis callosas manos por sus tersos muslitos, desde las rodillas hasta debajo de sus pantaloncillos cortos; o le meto la mano bajo sus camisetitas y le rozo sus tetillas rosadas, apretándoselas suavecito. Y cuando lo cargo en brazos, siempre manoseo las redondas y duritas nalgas que él tiene, hurgándole por sobre la tela el culito y frotándole un par de mis nudosos dedos cerca de su anito.
El adorable nene nunca protesta, simplemente se deja de mí con una sonrisa, abrazándome y diciéndome: “te quiero mucho, papito”. Mi pecho peludo se infla cada vez que el pequeño Marquitos me dice eso, y mi miembro masculino se pone tan inmenso y firme que creo que tendré que comprarme de esos suspensores deportivos para lograr contenerlo.
Uno de esos sábados que me quedé en casa de mi flaca, después de haberla cogido duro todo el viernes por la noche y haberle dejado preñado el culo y coño con varias cargas de mi semen, me desperté con una grata sensación en mi verga. Giré al costado y vi que mi puta no estaba en la cama y cuando miré debajo de las sábanas, me llevé una gran sorpresa; pues Marquitos estaba en pijamita ya con mi carne viril, venosa y erecta, en su cálida boquita y él la chupaba y mamaba como había aprendido de mí hacía poco.
– ¡¡MARQUITOS!! ¡¿Qué haces?! ¡Tu mamá te puede ver!
Le grité alarmado, volteándome a ver la puerta del baño y luego a la que daba al pasillo.
– Mami no está. —Me respondió sacándose mi jugoso glande de la boca- Salió al mercadito a comprar cosas para comer, pero yo tengo hambre y quiero que me des de tu lechita, papito.
Al instante me calmé y mi excitación se acrecentó, manteniendo así mi erección matutina en las dos manitos del nene. Al adorable niño en verdad que le fascinaba comerme la verga y que yo le diera toda mi leche de macho. Ahí estaba Marquitos, sonriéndome luego de confesarme eso, con la boquita embarrada de mis jugos y con varios hilos viscosos que conectaban sus rosados labios en forma de corazón y la punta de mi rollizo mazo.
Yo por supuesto le dije que continuara; simplemente quité las sábanas para poder verlo hincadito sobre la cama, esforzándose por ordeñarme bien con sus jaladas con ambas manitos y con sus lamidas y deliciosas succiones; que me recosté nuevamente y llevé mis brazos detrás de la nuca, relajado y disfrutando de cómo ese pequeño de 5 añitos me hacía un buen oral.
– ¿Te gusta mucho mamar la verga de tu papito, no es así bebé?
– Mmmm… ¡Slurp~! ¡Sí, me encanta! Mmmm… ¡Slurp~!
Con eso pronto lo sometí a mis folladas bucales, metiéndosela más hasta la garganta, que el pobrecito tenía tremendas arcadas y le lagrimeaban sus bonitos ojitos miel; pero no pasaba nada, pues yo sabía muy bien que el pequeño podía soportarlas y de hecho sé que le gustaba mucho que jugara rudo así con él. No quise prolongar mucho el placer por si su madre regresaba pronto; así que, empujando su cabecita hacia abajo con mis pesadas manos, hice que se atragantara más con mi vergota y me corrí de una forma espectacular; soltándole dentro toda mi espesa esperma de semental para que el nenito la desayunara completa.
– ¡Eso es, mi amor! ¡Uff~! ¡Tómate toda mi leche…así! ¡Ooohhh…!
Yo escuchaba el ruido que producía su gargantita al tragar uno a uno los borbotones de mi semen caliente. Y en lo que lo liberé, él tomó aire y continuó comiéndose el resto de mi abundante esperma, que me escurría del ojete y me chorreaba por todo el venoso tronco. Marquitos pasaba su suave lengüita y sorbía toda mi leche viril, limpiándome incluso la que había caído en mis enormes bolas y mis tupidos pelos púbicos.
– ¡Qué buen niño eres, bebé! Así me gusta, que te la tomes toda. Así crecerás sano y hermoso como tu mami. —Y le sonreí con malicia, a lo que él me contestó con una inocente sonrisita.
Cuando Marquitos terminó, trepó por mi torso todo velludo y sudado, y alcanzado mi boca me dio un besito bajo el mostacho; sólo que esta vez yo lo retuve del cuello y lo hice que me besara con lujuria, no como lo hace un niñito inocente, sino como toda una puta; que yo hasta le metí mi lengua para saborear la de él y así fue como le di su primer beso pasional, mientras con mis dos manos le acariciaba y manoseaba todo su lindo cuerpecito.
Este tipo de situaciones no ocurrían muy seguido que se diga, ya que la mayoría de las veces su madre está presente. Para ese momento, yo con ella ya tenía medio año de tener un amorío extramarital, concentrándome más es esta relación y dejando de coger con otras mujeres (incluida mi esposa); pues prefería invertir el tiempo con mi flaca y en especial con su hijito, mi nueva adoración, el pequeño Marquitos.
Otra oportunidad se dio uno de esos viernes en los que me quedé con ellos. Yo acababa de taladrarle salvajemente el culo a mi puta, tanto que la dejé agotada y al borde del desmayo, que ella no pudo más y se desplomó dormida después de mi tercera corrida. Entonces yo salí a la cocina por un vaso de agua helada y en lo que regresaba al cuarto me metí al baño de invitados, puesto que me habían dado unas grandes ganas de mear. Y en lo que yo soltaba mi poderoso chorro amarillo de orina, entró el precioso pequeño. En su mano izquierda sostenía su osito de peluche favorito y con el puñito derecho se restregaba los ojitos somnolientos.
– ¿Qué pasó, bebé? —Le pregunté en lo que terminaba de sacudirme la verga y luego la dejaba colgando pesada entre mis peludos y gruesos muslos- ¿No puedes dormir?
– Es qué escuché unos ruidos raros y…gritos…
– No pasa nada, seguramente fue sólo un mal sueño. —Le mentí, pues estaba claro que el niño me había oído coger a su madre, tan fuerte que ésta no puedo evitar gritar a todo pulmón.
Él alzó los bracitos para que yo lo cargara en brazos; así que eso hice y le llevé chineado a su habitación, la cual quedaba a la par.
Su cuarto es celeste con todo azul, su color preferido, y por supuesto está lleno de juguetes de niño como carritos, dinosaurios y superhéroes. Yo entonces lo acomodé en su camita y le dejé encendida la lámpara de su mesita de noche.
– Papi, ¿me das lechita?
– Hmmm…me encantaría bebé, pero no creo que se pueda. Tu mami está al final del pasillo.
Y yo me volteé a ver afuera de la puerta y al oscuro corredor, tratando de escuchar si había ruidos proviniendo de la habitación de su madre; pero la casa estaba en total silencio.
– Es que no voy a poder dormirme… ¿Y si oigo esos ruidos otra vez?
– ¿Sabes, papito puede hacerte algo que te va a gustar y con eso te podrás dormir, quieres?
– ¡Sí! —Y Marquitos alzó un poco la voz.
– ¡Ssshhh…! Pero tienes que prometerme quedarte bien calladito para que mami no nos oiga. ¿Te acuerdas bebé, estas cosas son nuestro secreto?
– Sí, papi. Te prometo no hacer ruido.
Y la dulce criaturita hizo el gesto como si cerrara su boquita con una cremallera invisible, algo que yo le había enseñado a hacer también.
Entonces yo le bajé el pantaloncito del pijama junto con su calzoncito, dejando expuestas sus tiernas e infantiles partecitas íntimas. De ahí yo me acomodé sobre su camita y le abrí bien de piernitas al nene, quedando sus lampiños y tersos genitales frente a mi lascivo rostro. De una les di un primer lengüetazo, sintiendo el dulce aroma de su pálida piel y el riquísimo sabor de su penecito de niño. Marquitos soltó un leve suspiro, por lo que proseguí y le di más lamidas, y pronto estas se trasformaron en intensas chupadas directas a su diminuto miembro, junto a sus igualmente tersas y pequeñas bolas; haciendo que mi morbo creciera más.
El comerme esas inocentes bolitas hizo que mi verga se alargara y ensanchara en cuestión de segundos, alcanzando toda su magnitud de 21cm de sólida carne, y ya botando gran cantidad de mi ligoso líquido seminal directo en el edredón de Marquitos. De ahí aproveché a deleitarme con el menudito y lindo cuerpecito del pequeño, pasándole mi rugosa lengua por su plano vientre y luego metérsela en el ombliguito; también le chupé sus tetillas, ahora del todo paraditas por su excitación, y de ahí me dirigí hacia su carita sonrosada y le comí la boca a besos. Mi niño, aún casi sin aliento, me devolvió el beso; e incluso me abrazó por la nuca para aferrarse a mí mientras nos besábamos y cuando le saqué mi lengua de la boquita, Marquitos se puso a chupármela, comiéndose mi saliva. Ya se estaba volviendo un pequeño ninfómano.
Yo descendí de nuevo a su entrepierna virginal y continué comiéndole el penecito y huevitos, que instintivamente se había puesto bien paradito con unos escasos 5cm.
– ¿Te gusta que papito te haga todo esto, no es así bebé?
– Mmmm… ¡Ah…sí, siento rico…! Mmmm… ¡Como cosquillitas…!
Noté como el pequeño lo disfrutaba, respondiéndome entre leves gemidos; ya que me di cuenta que él quería cumplir con su promesa de no hacer ruido y que su mamá no nos escuchara.
Después le abrí un poco más de piernas, viendo ese maravilloso anito; el cual era rosadito, como un botoncito de rosa. Entonces le empecé a chupar el agujerito anal, ensalivándolo bien, de tal manera que mi espeso mostacho se frotaba contra su terso perineo y bolitas; haciendo que Marquitos gimiera más fuerte entre dientes. Ya su virgen esfínter estaba muy húmedo, que mi saliva le escurría hasta las sábanas; por lo que le comencé a meter mi lengua y saborearle el tibio recto. Yo ya le lamía y hurgaba deliciosamente dentro del culito, que luego me decidí y traté de meterle uno de mis dedos por ese estrecho hoyito infantil.
– ¡Ay! Eso me duele, papito…
– ¡Ssshhh…! No pasa nada, bebé. Primero te dolerá un poquito, pero después verás que sentirás bien rico como todo el resto. Tienes que confiar en tu papito.
Él afirmó con un movimiento de su cabecita sobre la almohada; por lo que yo proseguí con lo que le hacía al dulce y adorable pequeño. Con mi mano izquierda le pellizcaba las tetillas, al mismo tiempo que con mi boca y lengua seguía manándole el penecito al ingenuo nenito; en lo que con la derecha ya le había metido todo mi grueso dedo índice dentro del culito y se lo sacaba despacio, para luego metérselo de un solo, al ritmo en que yo le comía sus partecitas. Marquitos ya no se podía controlar y gemía mucho, se estremecía completamente en medio de aquella cama. Y cuando yo subí la mirada para ver su carita, ahora toda ruborizada y llena de gotitas de sudor, me quedó claro que el niño estaba teniendo su primer orgasmo con apenas 5 añitos de edad. Un primer chorrito de su orina me llenó la boca, mismo que me tragué con gusto, y de ahí otro más, que hasta me salpicó todo el mostacho.
– ¿Te gustó, amor? ¿Verdad que sí?
– ¡Sí! Sentí rico, papi… —Me contestó en lo que el pobrecillo se recuperaba algo desorientado.
A su corta edad estaba claro que el niño no pudo entender nada de lo que su cuerpecito había experimentado; pero sí le quedó claro que le había gustado mucho, tanto que hasta quedó cansadito y bostezando; por lo que le dejé que se durmiera. Y yo regresé al cuarto de mi flaca y como traía mi verga tan erguida e hinchada, con las venas brotadas a reventar, desperté a mi puta y se la clavé durísimo por el coño, haciéndola gritar nuevamente; mientras yo me imaginaba que no estaba penetrando a la madre, si no al pequeño hijo.
Pero lo mejor ocurrió en la siguiente ocasión que yo pasé el fin de semana con los dos. Ese domingo nos despertó Marquitos, en lo que se subía a la cama matrimonial con nosotros y se acurrucó bajo las sábanas pegado a mí. Yo estaba completamente desnudo, que pensé mi flaca diría algo por su niño; pero no pareció molestarle o verle nada de malo, de hecho, sólo se levantó y se dirigió al baño para alistarse diciendo que tenían un compromiso con el grupo de la iglesia. En el tiempo que ella se bañaba, el nene y yo nos quedamos abrazados en la cama.
Encendí la televisión para ponerle las caricaturas; aunque el pequeño estaba más interesado en acariciarme los pelos del pecho y panza, mientras frotaba con entusiasmo sus genitales contra mi macizo muslo, a la altura de mi cadera. Yo aproveché para meterle mano y tocarlo. Le acaricié la espalda por debajo de la parte superior de su pijamita, descendiendo con mi ruda manota hasta estrujarle las redondas nalguitas. De ahí deslicé mis dedos debajo de su pantaloncito y comencé a jugar con su suave anito, metiéndole la punta de mi dedo índice. Mi niño por supuesto se dejaba sin decir nada, contento de que yo, su macho papito, le hiciera todo eso. En un momento le saqué el dedo y se lo hice chupar para que me lo ensalivara bien, y luego se lo volví a meter; pero esa vez entero dentro del culito. Marquitos gemía por lo bajo con la carita sonrojada y se frotaba más contra mí, sintiendo su penecito duro.
Sólo que lamentablemente no pudimos seguir, puesto que al cabo de un rato salió su madre del cuarto de baño. Yo me tuve que girar en la cama para ocultar mi gigantesca erección; pero por suerte mi flaca estaba enfocada en su hijo y en hacerlo salir de entre las sábanas para que se bañara, pues él la tenía que acompañar. Sólo que Marquitos se negaba en una rabieta, diciendo que no quería ir y prefería quedarse conmigo. Así que yo le propuse a mi amante que ella se adelantara, que yo me encargaría de bañar al niño, que lo alistaría y después de desayunar lo llevaría más tarde al evento de la iglesia. Mi flaca aceptó y simplemente se acercó a mí para darme un fuerte beso de lengua y de ahí se marchó.
Yo no perdí tiempo, pues cada segundo a solas con Marquitos es preciado para mí. Lo llevé al baño, le quité el pijama y lo metí a la bañera conmigo. El pequeño estaba muy emocionado, ya que esa era la primera vez que se bañaba con alguien distinto a su mamá y ahora era con el que para él era su padre, y la verdad es que creo que también estaba entusiasmado porque de cierta manera el niño sabía muy bien que su papito iba a seguir jugando rico con él.
Abrí la regadera para dejar que el agua tibia mojara todos nuestros cuerpos y luego dejé que la bañera se llenara un poco. Entonces me arrodillé para estar más a la altura del nene de 5 años y empecé a enjabonarle todo su menudo cuerpecito, sintiendo lo terso de su blanca piel y viendo lo rosadito de sus tiernas tetillas. Con mi mano izquierda le enjabonaba las respingadas nalgas, pasándole mis dedos por la rajita y volviendo a meterle uno en su caliente y estrecho culito; en lo que con la derecha le masajeaba sus lindos y lampiños genitales infantiles.
Pero en eso Marquitos me dijo que él también quería ayudar a bañarme; así que le di el jabón y le dejé que me lo pasara por todo mi velludo cuerpo masculino.
– Eres bien fuertotote, papi… —Me dijo en lo que con sus dos manitos me llenaba de jabón uno de mis protuberantes bíceps.
– ¿Te gusta el cuerpo de tu papi, bebé? —Y levanté mis dos brazos para flexionar mis músculos y marcarlos más para él.
– ¡Sí, mucho! Eres fuerte como Superman… No, más pareces un osote fornidote…ji, ji, ji…
Y me sonrió de oreja a oreja, al tiempo que llevaba sus manitos a uno de mis sobacos peludos y lo comenzaba a enjabonar, haciendo espuma entre mis negros y rizados pelos.
Yo tuve una inmediata erección, que mi gruesa y venosa verga se sacudía enérgica, botando espesos hilos seminales en el agua de la tina. Marquitos se dio cuenta en seguida que la carne viril de su macho papito estaba ya bien dura y enorme, esperando sus atenciones; las cuales él ya había aprendido muy bien en todo ese tiempo conmigo.
Entonces, el inocente niño se puso a llenarme de jabón todo el leño carnoso; desde el jugoso glande, bajando por todo el recio y sólido tronco, hasta la gorda base llena de vellos; para luego pasar a enjabonarme también mis cargados huevos peludos. En ese momento llegué a mi límite de autocontrol, puesto que en mi cabeza en lo único que podía pensar era en las incontenibles ganas de tenía de penetrar a esa hermosa criaturita, sin importarme su corta edad; aunque sabía muy bien que si trataba de meterle toda mi enorme tranca por el culito no lo conseguiría, es más, lo único que lograría seguramente sería lastimarlo al extremo.
Le dije que ahora su papi quería jugar algo nuevo, algo que a su mamá le gusta mucho; pero a la vez le dije que quizás él no era todavía lo suficientemente grande para eso.
– ¡No, papi! ¡Yo soy un niño grande ya! ¡Yo quiero jugar como lo haces con mami! ¡Vaya…!
– ¿Seguro? No quiero que después me digas que ya no quieres y protestes.
– ¡Te prometo que me voy a portar bien, papi! —Me respondió casi en tono suplicante.
El engaño había funcionado, ya tenía su consentimiento. Así que tal y como estábamos, cubiertos de jabón y escurriendo espuma al fondo de la bañera, yo tomé a Marquitos y lo hinqué en un bordillo bastante ancho en el que está empotrada la tina; de manera que el niño podía apoyarse con ambas manitos contra una de las paredes del baño y su hermoso traserito quedaba a la altura de mi lascivo rostro. Me relamí el mostacho y, abriéndole bien las nalguitas, comencé a comerle el culo a mi pequeño.
El nene empezó a gemir, diciendo que sentía cosquillitas ricas; en lo que yo le besaba y chupaba el carnoso esfínter, y le clavaba mi lengua lo más adentro que podía. Después intercalé mi lengua con un dedo y el niñito gemía todavía más. Y cuando probé en meterle dos dedos de una, me sorprendí muchísimo de lo rápido y bien dilatado que estaba ese anito de 5 años; puesto que no tuve problemas y el pequeño parecía estremecerse de gusto.
De ahí me incorporé y contemplé el resultado de mi labor. Maravillosamente ese agujerito infantil estaba sumamente dilatado y abierto, más que el de muchas mujeres con las que yo había probado anal antes. Entonces me coloqué bien, que mi pelvis quedó nivelada con el culo de Marquitos, y de ahí con mi mano izquierda lo hice que se separara de piernas todo lo posible, para que su hoyito virgen quedara completamente expuesto. Luego con mi mano derecha me agarré la vergota por la base y se la emboqué en la entrada de su culito, y de lleno se la empujé con fuerza, tratando de meterle de una vez todo mi gran glande.
– ¡¡AY!! ¡¡AGH!! ¡¡ESO DUELE, PAPI!! ¡¡AGH!!
– Recuerda que le prometiste a papi ser niño bueno.
Y casi de inmediato noté como el pobrecillo trataba de ya no quejarse entre dientecitos, buscando la manera de no gritar a pesar del increíble dolor que debía estar experimentando.
Como fuera, el dulce nene no se quejó más; pero no pudo evitar soltar un par de grititos en lo que la cabezota de mi macizo mazo ya le atravesaba el ano y entraba toda en su cálido culito. Ese culo de niño se sentía exquisito, tan ardiente y estrecho, que empecé a menearle la verga despacito de adelante atrás, empujándosela suavecito hacia adentro cada vez más.
El pobrecito de Marquitos luchaba para no gritar. Yo veía en los azulejos el reflejo de su carita arrugada de dolor, apretando los dientes, y como algunas lagrimitas ya le recorrían las mejillas coloradas; pero aun así yo no me detuve, al contrario, seguí empujándosela. No sólo se sentía delicioso ese culito infantil, apretando por dentro mi hinchada verga, sino que el hecho de estar abusando de esa niño de 5 añitos me ponía más perverso y excitado que nunca.
Entonces empecé a aumentar el ritmo e intensidad de mis bombeos, sintiendo como poco a poco lograba introducirle un poco más de mi carne viril a ese pequeñito; el cual ya temblaba y sollozaba por lo bajo, casi que moqueando.
– Mi amor no llores, quédate tranquilito y verás que te gustará. —Le decía entre mis jadeos y resoplidos- ¡No sabes lo feliz que haces a tu papito, más de lo que lo hace tu mami…!
Esas palabras hicieron que mi nene se contuviera, pues yo ya había descubierto que Marquitos lo que más quería en el mundo era tener conmigo ese vínculo especial ‘padre e hijo’; de lo que yo me aprovechaba. Así fue como logré desvirgarlo con la punta de mi gran instrumento viril.
Yo lo agarré con ambas manos por su angosta cinturita y, sin sacarle mi inmensa tranca, tomé al pequeño y lo cargué en el aire (para mi fuerza el niño no pesaba nada). Ahí lo sujeté por debajo de los muslitos y empecé a cogérmelo de pie en medio de la bañera, subiéndolo y bajándolo por mi envergadura de 21cm, casi logrando empalarlo con la mitad; como si el nene fuera una muñequito o un simple juguetito sexual con el que yo estaba gozando a tope.
El follarme al pequeño Marquitos era algo que había estado deseando desde el día en que lo engañé para que me la mamara y se comiera toda mi leche de macho, y finalmente lo estaba haciendo; cada vez más rápido y duro, sin importarme sus gimoteos.
Quise clavársela entera; pero por más que traté de bajar más al niño por mi enorme verga, no lo logré. Anatómicamente la criatura no podía albergar más de mi carne de semental dentro de sus riquísimas entrañas o seguramente le tendría que partir la pelvis; así que, con la mitad de mi mazo ensartado en Marquitos, me puse a embestirlo con más ganas. Y justo en ese momento, él, gimiendo y sollozando, se comenzó a orinar ahí mismo. Los chorritos de orina amarilla del niño salían de forma intermitente, entre cada una de las toscas estocadas que yo le daba, cayendo dentro de la bañera y entibiando el agua a la altura de mis tobillos.
Todo eso fue tan degenerado y caliente, que no pude más y me corrí dentro del culo de mi pequeño; llenándole todo el colon hasta más no poder, que gran parte de mi espesa esperma chorreaba por su estirado anito y escurría por todo mi miembro masculino hasta mis peludas bolas; mismas que continuaban cargadas, pero aun así me pude controlar. Cuando terminé de soltar esa primera tanda de semen ardiente, desmonté al adolorido de Marquitos y lo bajé para poder revisarlo. Me volví a llevar una gran y grata sorpresa al ver que no la había lastimado y que su anito no sangraba; solamente estaba sumamente abierto, hinchadito y rojo, botando unos cuantos borbotones grumosos de mi leche.
Después abrí el agua de la ducha para quitarnos el resto del jabón seco, mezclado ahora con sudor, y poder limpiarle bien el culito al nene y lavar mi vergota; ya que había quedado toda embarrada con su caquita.
– Mi amor estuviste muy bien. ¡Papito está muy orgulloso de ti!
Le dije arrodillándome nuevamente en la bañera y quedando cara a cara con él. Marquitos aún tenía lagrimitas entre sus largas y encrespadas pestañas, haciendo que sus ojitos claros se vieran más cautivadores (yo me estaba enamorando de ese niñito).
– Eso que hiciste me dolió mucho, papi… Ese juego no me gusta.
– Pero a tu papi le gustó muchísimo. Eres mejor que tu mami, ¿sabes? —Y le sonreí- Además, con esto ahora yo te quiero mucho más. ¿No quieres que tu papito te siga amando así?
– ¡Sí, sí quiero papi!
– ¿Entonces me dejarás volvértelo a hacer? Cada vez que lo hagamos te dolerá menos, te lo prometo. —Él sólo respondió que sí moviendo la cabecita- ¿Ahora quieres que te de lechita?
Mi niño gritó entusiasmadísimo, que sin necesidad de decirle más nada, él solito se hincó y metió mi carne viril a la boca; mamándomela tan sabroso, que en segundos se me puso erecta otra vez. El hábil nene me ordeñó por segunda vez, ahora tomándose toda la leche de macho que tanto le gusta. Y cuando acabó de tragarse todo lo que pudo, y limpiarme la vergota y bolas chorreantes con su lengüita, me sonrió satisfecho.
– Sí que amas mi lechita, bebé.
– ¡Me fascina, papi! ¿Me das más?
Yo me reí al ver como sus ansias no tenían límite y luego lo cargué en brazos.
– Mejor ven y dame un besito. —Entonces el lindo niño me abrazó bajo el agua de la regadera, me rodeó el cuello con sus bracitos y llevó sus rosados labios debajo de mi mostacho y me dio un apasionado beso en la boca.
—Continuará…
La paja que me hice fue gloriosa! Me ha encantado este relato! Espero la continuacion!
Gracias por esa paja gloriosa jejeje 😛
Salu2!!
Que rico relato, lleno de morbo y fantasía 🥵
Gracias 😉
Acabo de tener la mejor corrida en tiempo que bueno leer relatos como estos y que me hagan acordar los lindos momentos que vivi
Pues de nada jejeje …Que bueno que hayas disfrutado de esa «mejor corrida» 😛
Salu2!!
Ufgggghjhh que rica morbosidad Mass !!!! Por favor
Pues ya hay 2 capítulos más publicados….. Hello!
Que bien relato!!! Uffff tengo la verga super dura aún de solo imaginar a ese nene tan lindo siendo fuertemente penetrado por ese macho semental peludo neta que rico lo mejor fue cuando lo cogió parado y el nene se orinó ahí justamente eyacule ufff que rico describes bien al hombre eso aporta mucho… Sigue amigo
Gracias 😉