Crónicas de un Macho Pervertido (3)
Preñando al Pequeño Marquitos….
Y pasó el tiempo, un año para ser exactos. Yo me separé de mi mujer y ahora vivo con mi flaca y su niño, el pequeño de Marquitos. Y es por eso que, desde que vivo con ellos dos, he conseguido encontrar muchas más oportunidades para gozar a solas con mi dulce y bello nene. De hecho, él también me busca en cualquier ocasión que su madre no está; como el día que me desperté de mi siesta y lo encontré montado sobre mi entrepierna. Yo duermo desnudo, así que cuando el niño vio mi enorme y erecto miembro masculino recostado en mi panza peluda, con el glande jugoso sobrepasando mi ombligo, él se quitó su calzoncito y se sentó bien abiertito sobre mi verga, restregándosela con ganas contra su rajita, sintiendo mi dura y venosa carne viril frotarse en su delicado y delicioso culito infantil.
Aun siendo así de chiquito, Marquitos me había demostrado en varias oportunidades que se estaba convirtiendo en todo un pequeño ninfómano, en un auténtico putito igual a su mamá; queriendo estar siempre cerca de mí, su papi y macho, pero en especial cerca de mi vergota, pidiéndome leche constantemente y que le haga muchas “cositas ricas”, como él les llama a mis avances sexuales. Entonces, al despertarme y encontrar a mi niño ya gozando sobre mi hombría, moviéndose enérgicamente de adelanta atrás y haciendo que toda mi mazo deslizara por su tierno perineo; yo le sonreí complacido y, colocando mis brazos tras la nuca, lo dejé seguir y le dije lo feliz que él me hacía siendo tan buen niño.
Yo estaba muy traspirado y apestaba, pero sabía que a mi pequeño eso no le importaba; al contrario, en algunas ocasiones lo hallaba buscando la manera de meter su carita en mis sobacos peludos y olérmelos, e incluso chupármelos aún sudados, diciéndome que le gustaba mucho a que olía y sabía su papito. Y entre lo que yo continuaba acostado en uno de los sofás de la sala; Marquitos se restregaba él solito contra mi poderoso garrote de 21cm de pura y palpitante virilidad, meneando su culito mucho mejor de lo que lo hacía su madre.
Mi nenito todo ese tiempo me veía con amor y deseo a través de sus ojitos color miel de largas pestañas. A pesar de todo, su miraba todavía reflejaba inocencia; pues para él lo que estaba haciéndome era un simple juego, uno que pensaba era normal entre un niño y quien para él era su padre y única figura paterna. Yo me aprovechaba de su dulzura, sintiendo como todo mi gordo mazo se frotaba por su suave rajita y por momentos el jugoso frenillo de mi glande rozaba sus tersas bolitas; mientras observaba como el penecito de Marquitos estaba bien duro y paradito, señal de cuanto le gustaba esta intimidad con su machote. Luego con dos de mis dedos empecé a hurgarle dentro de su anito, sacándole un par de gemiditos.
Ahora mi nene de 6 añitos se ve un poco más grandecito y formadito, que no sé ni cómo es posible a su corta edad; quizás toda la leche de macho que se ha comido en todo este tiempo tiene algo que ver. Su cuerpecito por supuesto sigue siendo delgado y con la piel blanca y lampiña; pero ahora él está un poquito más marcadito y sus tetillas parecen haberles crecido más, siempre sonrosadas y bien paraditas. Su culito también está más grandecito y redondo, y su anito se dilata y humedece muy rápido; casi de manera instantánea cuando siente mi testosterona cerca. Entonces le dije que mejor se sentara en mi cara, que yo quería deleitarme con su jugoso culito. Mi pequeño obedeció sin titubear, poniendo su rico trasero justo sobre mi lascivo rostro; yo abrí mi boca, saqué toda mi legua y empecé a hacerle un tremendo anilingus.
Marquitos ahora gemía más, ya bañadito en sudor, jadeando de placer al sentir como mis labios besaban su dulce anito, como mi carnosa lengua se introducía dentro de su tibio recto y como los pelos de mi mostacho le raspaban los huevitos.
– Mmmm… ¡Qué rico te sabe el culito, bebé! ¡Slurp~! —Le dije mientras seguía obrando maravillas con mi boca en ese perfecto culo infantil- Mmmm… Lo increíble es que tiene el mismo gustito que el coño de tu mami… ¡Slurp~!
Él sólo balbuceaba y como yo sabía que mi pequeño de 6 años estaba gozando como nunca; comencé a masturbar mi enorme verga con más fuerza y ganas, que no tardaría mucho en correrme. Y así fue, al cabo de un rato así me vine en una explosión de esperma, soltando todo mi semen sobre los pelos de mi pecho y panza.
– ¡Guau~! ¡Cuánta leche te salió, papi! —Exclamó el nene cuando se bajó de mi mojada cara y vio todo mi robusto y velludo torso, ahora embarrado con múltiples chorros de espesa esperma blanquecina- Cada vez te sale más…ji, ji, ji…
Y sin necesidad de tener que decirle nada, Marquitos se puso a limpiarme con su boquita y lengua, comiéndose cada grumoso borbotón sobre mis sudados pelos. Y justo cuando el pequeño estaba lamiendo mis hediondos huevos y subiendo por el venoso tronco de mi leño, hasta llegar al glande y ponérselo a chupar, escarbando con la punta de su lengüita en mi ojete para extraer la última gotita de mi semen; sonó el timbre de la casa. No me quedó de otra que ir a ver quién era, pues sólo estábamos él y yo; así que me subí como pude el ajustado bóxer, puesto que todavía estaba algo duro de la verga, y me fui a abrir la puerta.
Resultó ser mi hijo Danilo, de 23 años, que había venido a dejarme una caja con cosas mías que se habían quedado rezagadas de mi mudanza varios meses atrás.
– Gracias, hijo. ¿Quieres pasar? ¿Tomarte una cerveza o algo? —Le ofrecí en lo que yo bajaba la caja al suelo del recibidor; a lo que él echó un vistazo dentro de la sala detrás de mí.
– No te preocupes papá, gracias. Sólo venía de pasada.
En ese momento se apareció a mi lado Marquitos, ya con su pantaloncillo corto y camiseta puestas; pero con el rostro careto de saliva y jugos frescos de mi verga. Y en eso me fijé que yo tenía en el torso un poco de semen seco y estaba seguro de que ambos olíamos a esperma.
– ¿Este debe de ser Marquitos…? —Y Danilo se agachó para quedar cara a cara con el niño.
– ¡Así es! Hijo, te presento a Marquitos. —El pequeño se giró a verme y yo proseguí- Bebé, este chico es Danilo, mi hijo mayor, tu hermanastro.
Con eso mi nene sonrió de oreja a oreja y se acercó a Danilo, le lanzó los bracitos al cuello y sin que él se lo esperara, le dio un besito en los labios.
– ¡Pero qué niño tan lindo! —Y ambos intercambiaron sonrisas.
– Si quieres pasa y juegas un rato con él, para que lo conozcas mejor. —Le insistí a mi hijo.
Éste se incorporó y cariñosamente jugueteó con el ondulado cabello castaño de Marquitos.
– Me encantaría, papá; pero ando con mi novia. —Y señaló hacia atrás a su carro, en donde había una chica rubia en el asiento del copiloto- Sino con gusto. Otro día será.
– ¿Y por qué no me la presentas?
– Contigo papá debo tener cuidado, tú no perdonas nada…
Y dijo eso último mirando a Marquitos y luego a mí con una sonrisa de complicidad, que me dio la impresión de que Danilo se había dado cuenta de lo mío con el niño.
Después mi hijo y yo nos despedimos con un abrazo con palmadas en la espalda, y cuando me soltó se volvió a agachar para que el nene le diera otro beso en la boca, y con eso se marchó. Y al cabo de un par de horas más regresó a casa mi flaca; la cual ahora estaba embarazada de siete meses, esperando un bebito mío. Lo mejor de tener a mi puta preñada no sólo era que estaba más hermosa y rica que antes, panzona y con los pechos cargados y el coñito bien hinchado; sino que ahora ella pasaba más ganosa de lo normal. Así que entre ella y su hijito, yo pasaba drenado de las bolas y satisfecho de la verga a más no poder.
Esa noche que estábamos en el cuarto, yo la tenía de perrito sobre la cama y por detrás le deslizaba dentro de su húmeda vagina todo mi tremendo instrumento inseminador; follándola con tal fuerza, que la cabecera daba topes contra la pared y mi flaca gemía a todo pulmón. Yo me encorvé sobre ella, metiéndole mi recio y nervudo garrote bien adentro, muy profundo, hasta el cérvix; por lo que yo imaginaba enfermizamente que el glande de mi macizo miembro entraba en el útero y llegaba hasta el culito de mi bebito.
– ¡¿Te gusta que te de duro?! ¡Te corres más cuando te parto todo el coño, ¿no es así puta?!
– ¡¡AH…SÍ!! ¡Dame más fuerte! ¡Más! ¡¡AY…SÍ!! ¡Métemela toda! ¡¡AAAHHH!!
A mi puta parecía no preocuparle que su hijo pequeño nos escuchara coger, o quizás a ella como a mí la idea le excitaba. Por mi parte, yo sabía de primera mano que Marquitos siempre nos oía cuando cogíamos; pues siempre me lo decía las veces que me pedía leche, diciéndome que él la quería toda sólo para él y que no la quería compartir con su madre.
Con la idea de mi niño celoso en mente, finalmente me corrí dentro de mi puta preñada y dándole múltiples orgasmos la dejé plena y ésta se pudo dormir. Entonces yo salí desnudo de la habitación y fui por un vaso de agua, sólo para pasar de regreso por el cuarto del niño. Cuando abrí la puerta encontré a Marquitos en su pijama azul de Superman, con el pantaloncito bajado a la altura de sus rodillitas y frotando efusivamente su entrepierna contra una de sus almohadas.
Asombrosamente el pequeño se estaba masturbando a esa edad, restregando su penecito duro contra la almohada, seguramente imaginando que era a él al que yo follaba y no a su madre.
– ¿Nos estabas oyendo, bebé? —Le pregunté en lo que entré a su habitación y me acerqué a él, acariciándole tiernamente una mejilla; mientras le sonreía complacido de ver cómo convertí a ese nenito, en un putito caliente con apenas 6 añitos.
– Sí, papi… Hoy hiciste gritar mucho a mami. —Me respondió al mismo tiempo que soltaba la almohada y se acercaba a mí al pie de la cama, con su diminuto miembro bien paradito.
– Sabes, le metí tanto mi vergota que creo que hasta tu hermanito la sintió dentro en la panza de tu mamá. —Y me reí por la morbosa e inverosímil idea.
Marquitos estiró sus bracitos y con ambas manos agarró mi carnoso leño; el cual seguía algo más grande y gordo de lo normal, colgando semierecto y pesado desde mi peluda entrepierna.
– Yo también quiero que me des como a mami… Papi… ¡Quiero que me hagas un bebé!
Me sorprendí mucho; pero más que nada me excité, que mi verga empezó a endurecerse entre los deditos del niño, el cual me jalaba el prepucio y descubría mi jugoso glande amoratado.
– Pero para eso tu papito te la tiene que meter toda. —Le dije mientras él ya pajeaba con ambas manitos mi venoso y fibroso miembro masculino, de arriba abajo, y le daba tiernas lamidas a mi ojete- Desde la primera vez que te la metí en el baño, siempre que trato lloras mucho y te cierras más. Así papi no puede cogerte bien como lo hago con mami.
– ¡Esta vez sí, papi! Te prometo ser bueno. ¡Quiero me hagas igual que a mami!
Y se engulló toda la gran y gorda cabeza de mi mazo, chupándomela con deseo, a la vez que me masturbaba hábilmente el resto del tronco de mi leño peludo.
– ¿Estás seguro de que eso quieres, amor? ¿Aunque te duela mucho?
– Mmmm… ¡Sí! Ya soy niño grande, papi… Mmmm… ¡Slurp~! Dejaré me des duro… ¡Slurp~! Mmmm… Como se lo haces a mami… ¡Yo también quiero tener un bebé tuyo!
El inocente Marquitos creía que podía quedar embarazado si se dejaba penetrar a pleno por mí, algo que no quise desmentirle; ya que esa idea me excitaba todavía más. Yo estaba más que feliz por la suerte que tuve de encontrarme con este par, una punta calenturienta y su igualmente putito hijo. A todo esto el nene seguía mamándome la vergota de una forma extraordinaria, atorándose con todo lo que le entraba hasta la garganta, hincadito al borde de su cama y yo parado frente a él. Así que con el corazón inflado, al igual que mis bolas repletas de leche viril, le prometí a mi niño que lo haría. Sus ojitos miel parecieron iluminarse bajo la tenue luz de la luna que se colaba por la ventana, viéndome con ojos de amor, mientras mi enorme verga entraba y salía por su boquita hambrienta de mi hombría.
Yo me puse tan caliente que comencé a traspirar a chorros nuevamente, apestando todavía más a macho; pero eso sé que le gusta a Marquitos, creo que hasta lo pone más loquito. Él abría bien su boquita y me dejaba follársela hasta la garganta a mi antojo, soportando las arcadas y produciendo unos sonidos guturales que me provocaban más. El niñito luego se puso a pasarme la lengua por todos los 21cm de mi sólida virilidad, registrando los sabores de la vagina de su madre y los restos de mi semen seco de la corrida que tuve escasos minutos atrás. También se puso a deleitarse con mis grandes y peludos huevos, los cuales ahora podía chupar uno a uno sin problema, y después regresó a mamármela pidiéndome desesperado mi leche de semental. Entonces yo le lancé al pequeño el resto de la carga seminal de mis aún cargadas bolas y él se tragó uno a uno todos los chorros de mi caliente leche viril. Y ya con su pancita llena y mi promesa, se acostó a dormir contento.
Tuve que planearlo bien y prepararme, por lo que pasaron un par de semanas desde que me comprometí con Marquitos. Ese día íbamos solos en el carro, tendríamos todo ese día para estar juntos; ya que yo no fui a trabajar y no lo llevé a la escuela, avisando que el niño estaba enfermo. Primero lo llevé a comer un helado que tanto le gustan y después de eso llegamos a un pequeño motelito; que yo antes solía usar con mucha frecuencia, en donde me metía con alguna mujer casada, viuda urgida o jovencita menor para reventarlas duro a todas.
Cuando entré con el pequeño agarrado de la mano, el hombre de la recepción me vio con cierto recelo. Yo a él no lo había visto antes; pero luego supe era el nuevo dueño, un hombre más joven que yo, de unos 40 años, aunque ya estaba bastante pelón y usaba lentes gruesos. Yo le pedí una habitación y noté como él arqueó una ceja extrañado a la vez que veía al niño, que claramente no se parecía en nada a mí; pero en eso Marquitos habló:
– ¡Papi! ¡Papi, mira! ¡Son pececitos! —Y mi nene señaló la pecera que estaba en una esquina del mostrador de ese pequeño motel.
Casi de inmediato la expresión del otro hombre cambió; entonces yo cargué al niño en brazos para que éste alcanzara a ver mejor los peces dorados.
– ¡Vaya niño tan bonito! —Le dijo el hombre de la recepción a Marquitos, el cual se ruborizó un poco para mi sorpresa.
– ¿Cómo se dice, amor?
– Gracias… —Y el pequeño me abrazó más fuerte y enterró su carita en mi cuello, espiando con cierta timidez al hombre que le había hecho el cumplido.
– Su hijo es una preciosidad. —Dijo dirigiéndose a mí y viendo de pies a cabeza a Marquitos, bien acurrucadito contra mi sudado y velludo torso- Tiene usted mucha suerte.
– Lo sé, gracias. Salió lindo como la mamá, ¿verdad amor?
Y Marquitos sólo afirmó con un movimiento de cabeza y me dio un besito bajo el mostacho; que hasta me pareció que el dueño se relamió los labios al vernos hacer eso.
– ¿Usted no tiene hijos pequeños?
– No, por desgracia, aún no. —Y el recepcionista disimuladamente se acomodó el bulto de la entrepierna con una mano, como que algo duro allí le estaba incomodando.
Después de eso el hombre me entregó la llave y no despegó la mirada de nosotros hasta que nos perdimos por el corredor y entramos en la habitación.
Marquitos corrió a subirse a la amplia cama y con el control en mano encendió la tele y se puso a pasar canales; en lo que yo me quitaba la camisa y desabrochaba mi pantalón para estar cómodo. Ahí el nene encontró una película porno, justo en la escena donde una chica recibía dos gigantescas vergas al mismo tiempo, una por la vagina y otra por el culo.
– ¡Mira papi, esa mujer está jugando con dos hombres! —Y el niño se llevó una manito a su entrepierna, metiéndola por debajo de su pantaloncillo corto para estrujarse sus partecitas; cosa que ahora hacía habitualmente, pues su penecito se ponía duro muy seguido.
– Y mira como le gusta. —Yo tomé el control remoto y subí el volumen- Sólo escucha como gime la muy puta. Le encanta sentir esas dos vergotas dentro.
– ¿Le van a hacer un bebé, verdad…?
Yo ahí me senté junto al pequeño Marquitos y comencé a darle besos en su cuellito, saboreando su dulce y tersa piel, y metiéndole mano a todo el resto de su hermoso cuerpecito infantil.
La película porno seguí a todo volumen, mientras yo ya había desnudado del todo a mi nene; dejándolo bien extendidito y boca arriba en medio de aquella cama; usada constátenme por extraños para coger hasta el cansancio, con olor a jabón barato y viejas manchas de todo tipo de secreciones sexuales. Mi vergota ya estaba durísima, que sentía reventaría la ceñida trusa.
Mi niño gemía de gusto, que sus jadeos y suspiros parecían acompasarse con los de la chica de la película; misma que ahora recibía una sola verga por su culo, puesto que la otra estaba en el peludo trasero del otro hombre. Yo mientras le succionaba los pechitos a Marquitos, apretando suavemente sus tetillas entre mis dientes. Luego le pasé mi carnosa y salivosa lengua por todos lados, en especial en medio de sus muslitos, y de ahí me enfoqué de lleno en su maravilloso culito lampiño; el cual ya abría su humedecido anito, dilatándose centímetro a centímetro con el contacto de mi mostacho, labios, lengua y dedos.
– Ah… ¡Hazme un bebé, papi! Ah… ¡Por favor…! ¡Ya quiero!
La inocente criatura estaba empecinada en que yo lo embarazara, creyendo ingenuamente que siendo un niño pequeño aquello era posible; pero todo porque en el fondo yo sabía muy bien que Marquitos estaba celoso de su mamá y pensaba que si él también me daba un hijo, yo lo querría igual o más que a su madre.
Mi fibrosa verga estaba tan erecta y palpitante que reventé el elástico de la trusa; por lo que me desnudé completamente y me acomodé boca abajo sobre él, le abrí bien las piernitas pálidas, me coloqué en posición para penetrarlo y lo volví a intentar después de varios meses.
Hice presión con mi hinchado glande, lubricado con la exagerada cantidad de líquido seminal que me escurría, y sintiendo como su agujerito anal iba cediendo poco a poco ante mi dura carne viril. Yo empujaba más, con firmeza, pero despacio. Y maravillosamente el pequeño Marquitos lo recibía sin quejarse, sólo gimiendo por lo bajo y con su hermosa carita sonrosada.
Sin darme cuenta le logré introducir la punta y un poco más de mi miembro masculino, que empecé a sacarle varios centímetros que ya le había metido y todo el glande; sólo para luego volvérselos a meter a buen ritmo, en un constante ‘mete y saca’. Mi nene jadeaba más, en lo que se aferraba con sus dos manitos a mi fornido y velludo torso, y los únicos gritos que se escuchaban eran los de la chica y el hombre que era sodomizado dentro de la película porno.
Así que yo seguí empujándole más con todo el peso de mi pelvis y logré clavarle en el culito la mitad de mi venoso y recio leño. El interior de sus entrañas era lo más delicioso que mi verga había probado en todos mis años de ser un semental. Ese recto era tan cálido, húmedo y apretado que por un instante pensé que me correría prematuramente; pero en eso volví a ver el lindo rostro de mi nene debajo de mí, sudadito y con las mejillas coloradas, mirándome fijamente con sus ojitos miel; los cuales reflejaban auténtico amor y verdadero deseo sexual hacia mí, su nuevo papi y ahora también macho inseminador.
– ¿Te duele, mi amor?
– No papi… ¡Agh…! Siento rico… ¡Nnnghh…Ay!
Esa fue su respuesta, aunque sé bien que no del todo cierta; pero el hecho de que mintiera con tal de complacerme, sumado a lo que yo y mi enorme verga estábamos experimentando, fue tan morboso que no me contuve más y comencé a cogérmelo más fuerte. Le empujaba con mis caderas de adelante atrás, metiéndosela y sacándosela cada vez más rápido y más profundo. Yo ya traspiraba a chorros sobre él, tanto por el calor del día como por la intensa calentura depravada que sentía al estar sodomizando a esa criaturita de 6 años de edad; al hijito de mi nueva mujer, al adorable Marquitos, quien me amaba desesperado por afecto paternal.
A este punto yo ya estaba follándolo durísimo, acelerando mis embestidas cada vez más y bufando como una bestia embramada. Quería cogérmelo como si no se tratara de un niño y más bien fuera una puta adulta; sintiendo como su menudo cuerpecito apenas y soportaba mis abates, y como mi vergota topaba en las entrañas de ese tierno pequeñito; cuyo interior anatómicamente no debería poder contener más de mi maciza virilidad, pero que aun así todo lo que ya le entraba, lograba acoplarse de una manera fantástica y sumamente placentera.
– ¡Ooohhh…qué delicia de culito tienes mi amor! —Le decía entre jadeos y al mismo tiempo en que mis estocadas eran más enérgicas- ¡Es más delicioso que el coño de la puta de tu madre!
El pobrecillo de Marquitos no podía responderme. Él se estremecía y contorsionaba cada vez que mi enorme y gordo instrumento le entraba a fondo, hasta que milagrosamente lo logré penetrar del todo. Bajé la mirada y vi como mis pelos púbicos rozaban las partecitas de mi niño, y como él siendo tan pequeño y delgadito (y mi miembro masculino tan morcillozo), que cada vez que yo se la clavaba a tope, la forma de mi gran glande se dibujaba claramente debajo de su plana y blanca pancita.
– ¡Ooohhh…no puedo más! ¡Aquí viene la leche de papi, amor! ¡¡OOOHHH!!
Y así fue como me corrí en mi bello Marquitos. No sé cuánto semen le habré botado dentro; pero aun cuando le saqué del todo mi verga, seguí lanzando chorros de mi espesa esperma sobre él y todo su precioso y marcadito cuerpo infantil. Mi niño quedó totalmente bañadito en nuestro sudor, mezclado ahora con muchos chorros de leche de macho. Y en eso vi como el pequeño juntó una parte de su pechito y se la llevó a la boca para comérsela; pero lo que más me sorprendió, fue ver cómo él tomaba el resto con sus dos manitos y con los deditos se la metía dentro del abierto culito, diciéndome que quería estar seguro de quedar preñadito.
Que maravilloso era que ese putito todavía fuera muy dulce e inocente; que, con el pecho inflado de amor por él, me lo comí a besos. Nos besamos como dos adultos, metiéndonos las lenguas y yo saboreando mi semen de su boquita. Y luego nos quedamos abrazados en la cama; hasta que por el cansancio él se quedó dormidito sobre mi pelo en pecho, con una de sus piernitas sobre mi panza, y con el culito tan abierto y escurriéndole mi cremosa esperma.
Pasamos juntos el resto de ese día en esa habitación de motel. Ordené una pizza, la cual comimos los dos desnudos sobre la cama y viendo caricaturas. Después pasé de nuevo al canal porno, en donde ahora trasmitían una película con un chico blanquito y tres enormes y dotados negros. Esa le llamó mucho la atención, que se puso excitadito otra vez y por eso me lo volví a follar, esa vez de perrito sobre la cama; llenándole las entrañas con más de mi semen. Y para el final de la tarde nos bañamos juntos en la ducha; en donde él no falló en pedirme lechita para comer, por lo que lo dejé mamármela hasta correrme en su gargantita y llenarle así la pancita con su postre viril.
Entonces llegó la noche, por lo que tuvimos que salir rumbo a casa; aunque Marquitos no quería, diciéndome casi llorando que se quería quedar ahí conmigo toda la noche.
– Amor, no hagas rabieta. Te prometo vendremos seguido. —Le dije llevándolo por el pasillo.
– ¿Me lo prometes, papi?
– Espero lo hayan pasado muy bien. —Habló el dueño del lugar, apareciendo al doblar la esquina y viéndome con una cierta complicidad- Y espero vuelvan pronto.
– Vendremos mucho, mi papito me lo prometió. —Le respondió el niño, ahora sonriendo, y después de eso nos marchamos del motel.
Cuando Marquitos y yo regresamos, su madre nos estaba esperando. Ella nos preguntó dónde habíamos ido y fue su hijo quien le contestó, diciendo que después de la escuela yo lo había llevado a dar una vuelta y a comer helado y pizza. Me encantó ver como a su corta edad, el pequeño estaba más que listo para mantener nuestro secreto. Yo entonces saludé a mi flaca, apretándole con una mano una de sus ricas nalgas y con la otra le acaricié la pancita de embarazada, imaginando las cosas maravillosas que me esperaban con mi futuro bebito.
Y a la hora de dormir, fui a acostar a mi nene a su camita; lo ayudé a meterse bajo las sábanas y le volví a decir cuanto lo quería y lo feliz que me hacía.
– Ahora yo también voy a estar preñado como mami, ¿verdad papito?
– Ya hablaremos de eso luego, bebé. Ahora tienes que dormir y descansar. —Y le di las buenas noches con un beso en la boca.
—Continuará…
Como me gusto!!! Imagino a tu hijo disfrutando de su putito hermanastro, ese dueño de hotel, pidiendo compartir al peque, muy bueno continua👍
Me divierte como a veces cometan como si yo fuera uno de los personajes dentro de mis relatos jejeje 😛
Por cierto, gracias!
Ufffff deliciosa cogida, por un momento pense que se sumaria el del hotel. Que morbo tus relatos!
Gracias elbotija10…
Salu2!! 😉
Delicioso, como me recuerda la primera vez que me cogieron …
Gracias 🙂
Muy muy ricos ralatos, espero continúe la historia.
Pues el capítulo 4 ya está publicado. Y el 5to y último espero hacerlo pronto.
Salu2!!