Crónicas de un Macho Pervertido (4)
Compartiendo al Pequeño Marquitos….
Yo me encontraba totalmente desnudo, traspirando y acostado boca arriba en mi cama; en lo que mi putito montaba mi enorme verga, bien ensartada en su culito de poco más de 6 años de edad. Ya con tanta práctica regular, el niño ahora soportaba a gusto todos mis 21cm de virilidad bien clavados en su recto, hasta la vuelta del colon, y sin mi ayuda, él solito gozaba subiendo y bajando por todos ellos; a la vez que me cabalgaba mejor de lo que lo hacía su madre. El pequeño no decía nada, simplemente jadeaba empapadito de sudor; mientras no paraba de subir y bajar por mi gran y grueso trozo de carne masculina, metiéndosela rápido y duro adentro de su precoz culito, y moviéndose deliciosamente de forma circular. Para él eso era uno más de nuestros juegos, en donde él jugaba a ser mamá y se dejaba coger por papá.
Marquitos es tan lindo y adorable que me volvía completamente loco; yo ya no pensaba en mujeres, pues mi mente perversa y mi vergota eran sólo para él. Entonces lo sujeté por su angosta cinturita y lo ayudé a que se enterrara más de mi nervudo mazo de venas brotadas, con más agarre y velocidad; provocándome así un placer exquisito. Ahí le dije que se estrujara las tetillas, cosa que él hizo sin dudar; mientras las cogidas a su culito infantil se intensificaban, haciéndolo gemir mucho más que antes. Él hasta soltó un chorrito de orina amarilla de su penecito duro, mojándome los rizados y negros pelos de mi pecho y panza. Eso ocurría siempre que mi nene alcanzaba el orgasmo cuando yo lo follaba, algo que pasaba varias veces durante las largas e intensas sesiones en que mi tranca lo empalaba y embestía a cabalidad.
Esa mañana yo me había despertado con que mi flaca no estaba, por lo que su hijo me daba los buenos días montándome como un campeón. No había momento que estuviéramos solos en el que Marquitos no buscara mi hombría o lo que más le encantaba, comerse mi leche viril.
Y ya con casi una hora de placer de esa manera, me corrí en una explosión de esperma, soltándole todo mi semen matutino dentro de sus apretados intestinos. Por su parte, mi niño seguía gimiendo y saltando sobre mi formidable verga, diciéndome que podía sentir cada uno de mis chorros calientes de lechita de hombre. La forma en que ese pequeño me ordeñaba era sorprendente, que largué unos cuantos disparos seminales más en su culito, que me pareció ver su pancita inflada, como si lo hubiera preñado en verdad.
Y justamente eso era algo que Marquitos añoraba; que cuando le expliqué que no era posible, él estuvo muy triste por unos días, pero luego lo superó. Como fuera mi nenito amaba imaginar que sí se podía, que era mi otra mujercita y yo su papi y macho a la vez.
El problema estaba en que mi flaca ya había dado a luz a nuestro primer hijo varón; aunque era mi tercero en total, sin contar que yo actualmente estaba en trámites para adoptar legalmente a Marquitos. La cuestión estaba en que ahora con el nuevo bebé en casa, mi niño y yo teníamos menos oportunidades para poder follar juntos; por lo que nos tocó recurrir al remoto motelito, donde lo había logrado sodomizar plenamente la primera vez.
Así fue como terminamos frecuentado bastante seguido ese motel de mala reputación. Y cada vez que yo pedía una llave, notaba como la curiosidad morbosa del dueño crecía más y más. El sujeto siempre era extremadamente amable conmigo y no perdía oportunidad para decirle al pequeño lo lindo que es o preguntarle cuanto quería a su papá, es decir a mí.
Y fue en una de esas veces; en la que yo tenía a mi nene desnudito sobre la cama de la habitación, de perrito y soportando mis salvajes embestidas a su tierno culito, y con una sucia porno en la vieja televisión; que escuché el ‘Toc-Toc’ en la puerta. Yo simplemente se la saqué y me fui a abrir, desnudo y sudado como estaba, con mi vergota bien parada.
– Lo siento, olvidé ponerles toa–¡Oh…madre mía! —Y el dueño se quedó con la boca abierta, sosteniendo un par de toallas blancas en los brazos, con la mirada clavada en mi miembro; el cual es muy grande, grueso como una lata, surcado por marcadas venas lo que le da un aspecto musculoso, y con el pellejo corrido para mostrar mi hinchado y amoratado glande, del que colgaba un viscoso hilo seminal a la altura de medio muslo.
– Que bien, gracias. —Le respondí sonriéndome por su expresión atónita y lo hice pasar para que las dejara en la mesita junto a la entrada.
Y en lo que él ingresó al cuarto y la puerta ya no tapaba su campo de visión, el hombre alcanzó a mirar a Marquitos; quien me esperaba ansioso sin haberse movido ni decir nada.
– Sabe, creo que mejor déjelas en el baño. —Le pedí como si nada, justo en lo que regresaba a la cama y de rodillas detrás del adorado niño le volví a introducir a éste todo mi macizo mazo.
Aquel hombre estaba pálido y claramente absorto, que torpemente logró moverse de donde estaba y completar la tarea a la que había ido. Yo estaba seguro de que él siempre había sospechado todo; pero el verlo en vivo era otra cosa. El dueño del motelito tendría que tener unos cuarenta y tantos años, se veía un poco más joven que yo; era delgado y alto, algo encorvado; ya estaba bastante pelón y usaba unos gruesos anteojos que ampliaban sus ojos cafés verdosos. Casi que no despegaba la vista, que trastabilló un par de veces, y cuando salió del baño se quedó parado observando, perplejo, y ahí noté su entrepierna abultada.
– Si quiere puede sacársela y ver. —Lo invité al mismo tiempo que por el morbo de ser visto, aceleraba mis movimientos de pelvis, haciendo que Marquitos y la cama se sacudieran más.
– ¡Agh! ¡Ay…papi! ¡Qué rico! ¡Ah…! —Gemía el pequeñito encantado de que me lo cogiera duro.
Sé que para aquel sujeto, el escuchar y contemplar como ese niño de tan corta edad sentía placer al ser sodomizado por su dotado y viril padre; fue increíble y demasiado morboso para pensárselo dos veces; así que se desabrochó la faja y pantalón, y sacó su erecta verga.
– ¡Ah…! Papi, mira el señor la tiene dura…
– Lo sé, bebé. —Y con mi mano izquierda lo sujeté bien por la cinturita y con la derecha le di un par de nalgadas a su redondo culito- ¿Se la quieres chupar para que te de su lechita?
El dueño ya se la jalaba desesperado y al oír eso me quedó viendo con una expresión parecida a la de alguien que se ha ganado la lotería y de ahí miró expectante a Marquitos.
– ¡Agh! ¡Sí! Sí quiero lechita… ¡Ah…!
Y ahora con el visto bueno de nosotros dos, el otro hombre se acercó a la cama y se paró al pie de la misma, quedando su ansiosa entrepierna directamente en la carita del sediento nene.
Aquel instrumento masculino no se comparaba al mío; aunque era bastante largo y cabezón, algo curvo; pero por como la criaturita se lo puso a mamar, este debía saber muy bien. El niño se lo devoró a la mitad de una, mamándoselo como lo hace un ternerito prensado a una ubre, succionando como si eso le fuera lo más natural del mundo. El dueño jadeaba de placer como un auténtico loco, maravillado de la increíble felación que el pequeño le estaba dando.
– ¡Oh…válgame! No puedo creer lo bien que me la come. —Dijo él, mientras miraba como Marquitos por unos segundos se había logrado engullir todo su sólido tronco, hasta el pegue de los pelos púbicos rubios; y luego de una severa arcada, el nenito se la sacó del todo y su boquita rosada quedó conectada a aquella hombría por su salivita y varios hilos seminales.
– Lo sé. Mi bebé la mama mejor que una puta profesional. —Le contesté en lo que mis bombeos se incrementaban por el morbo depravado de estar compartiendo a mi dulce Marquitos, mismo que ahora le lamía las colgantes bolas al otro macho y se las chupaba una por una.
Marquitos se agarraba de las piernas del segundo semental que le usaba, ya que mis cogidas no cesaban y eran mucho más viciosas; pues yo experimentaba el inmenso placer de sentir alrededor de toda mi vergota esas apretadas, húmedas y cálidas entrañas infantiles. El niñito ya había vuelto a chuparle la larga y curva herramienta viril al dueño del motelito, y con la ayuda de mis empujones por detrás, el putito se atoraba y succionaba más y mejor al otro.
– ¡Oh…Dios mío! ¡No puedo más! ¡¡OOOHHH!! —Exclamó el sujeto, agarrando la cabecita del nene mamador con sus dos manos para mantenerlo en posición y arrojarle toda su lechada caliente dentro de las fauces y garganta.
Lo que él no sabía, era que mi bebé estaba perfectamente entrenado por mí; así que para mi niño aquello era normal y sin problemas se tragaba todos los chorros de semen que le soltaban. E incluso cuando el hombre acabó de correrse y liberar a Marquitos, éste no le soltó la verga y siguió chupando y succionando; empeñado en ordeñarlo al punto de dejarle los huevos secos.
– ¡Oh…madre mía! ¡No para! ¡¡OOOHHH!! —Y presencié como ese otro macho, convulsionado, logró descargar un par de chorros más después de su eyaculación previa.
Con eso yo también alcancé un poderoso y sonoro orgasmo, inundándole el intestino a mi dulce putito ninfómano. Así fue que, con diferencia de pocos minutos, el dueño y yo rellenamos de semen por ambos extremos al niño. Y cuando yo se la saqué, el sujeto pidió ver como le había quedado el hoyito a Marquitos después de estar recibiendo todo mi mazote por el culo.
– ¡Dios! ¡Pero como le ha quedado de abierto! —Se asombró éste, al momento que Marquitos se giraba de rodillas sobre las sábanas y elevaba más su traserito, se separaba las coloradas nalguitas con ambas manos y le exhibía su esfínter estirado, seis veces el diámetro normal.
Yo ya me había bajado de la cama y me limpiaba la verga; la cual me colgaba semierecta y pesada entre los peludos y musculosos muslos, y de ahí me paré al lado del otro hombre, observando los dos como la mayoría de mi espesa esperma brotaba como cascada, y muchos grumos blanquecinos escurrían por ese lampiño perineo y tiernas bolitas.
– ¡Uff~! ¡Qué culito más apetitoso! —Continuó hablando el dueño- ¿Me deja lamérselo?
Yo por supuesto acepté; así que aquel hombre se hincó al pie de la cama, con el culito de mi nene justo frente a su libidinoso rostro, y sin más empezó a pasarle la lengua; juntándole mis borbotones de leche y comiéndoselos. Es más, luego el sujeto pasó a chuparle el anito y recto, absorbiendo toda mi carga seminal y tragándosela como si fuera un manjar.
Después de ese día no volví a gastar en aquel Motelito.
Las semanas pasaron y como era de esperarse la atención de la casa se volcó en el nuevo bebé; lo que irremediablemente significaba menos para Marquitos. Incluso para mí era difícil y eso que lo adoraba, y toda mi energía y deseo sexual era para él; pero entre el trabajo, los gastos, mis hijos mayores y sus cosas, yo no tenía tanto tiempo para mi amado niño. Y él se había vuelto más caprichoso y extremadamente celoso de su hermanito, en especial conmigo.
– ¡Papi, tú ya no me quieres! —Me gritó en medio de una rabieta que me había montado una mañana en la que yo lo ayudaba de rodillas a vestirse en su cuarto y él me había ofrecido su culito, pero le tuve que decir que no podía por cuestión de tiempo.
– Bebé, no digas eso. Sabes que papi te ama mucho. —Y lo besé en la boca como si se tratara de mi mujer y no de mi hijo adoptivo- Yo también extraño estar contigo, cogerte duro como tanto te gusta y darte toda mi lechita. Pero tienes que entender que–
– ¡¡NO!! —Me interrumpió empujándome con sus dos puñitos al pecho- ¡Tu sólo quieres a mi mami y a ese tondo bebé! ¡Lo odio!
Yo respiré profundo y con mucha calma le agarré una de sus manitos y me la llevé hasta el abultado paquete de mi entrepierna, para que mi pequeño me lo sintiera por sobre la tela del pantalón y notara la enorme erección que tenía.
– ¿Te das cuenta lo duro que pones a papi? —Y el con lagrimitas en sus hermosos ojos miel afirmó con un movimiento de su cabecita- Sólo tú me pones así, amor. Y por eso te prometo que pronto te haré mío; pero tú te tienes que portar bien, ¿lo harás?
– ¡Sí, papi! Lo siento… —Me dijo y se me lanzó en brazos para besarme con lengua; lo que casi hace que yo rompiera mi trusa.
Entonces lo tuve que planear. El próximo fin de semana convencí a mi flaca de que se fuera con Josecito a lo de mis suegros, para que los abuelos pasaran unos días con su nuevo nieto. Así que Marquitos y yo nos quedamos solos a partir del viernes por la tarde, por lo que llené el jacuzzi en el patio trasero y lo puse a funcionar. Inmediatamente mi niño se puso muy feliz y rápidamente se quitó toda su ropita y se metió con un par de juguetes; yo también me desnudé y me llevé una hielera con cervezas para mantenerme hidratado y aprovechar ese momento de relajación y placer con mi putito ninfómano.
Cuando ingresé, el agua estaba a la temperatura ideal y las burbujas se sentían increíbles en mi fatigado cuerpo, me acomodé y me eché la primera cerveza; en lo que Marquitos jugaba con dos musculosas figuras de acción. Yo contemplaba a mi precioso pequeño; su cabello corto, ondulado y castaño claro; su pálido, menudo y marcado cuerpecito; y esas redondas y respingadas nalgas que despertaban toda mi lujuria.
– Ven bebé y dale a papi todo tu amor. —Él soltó sus juguetes y se subió sobre mi velludo torso, besándome bajo mi tupido mostacho y comenzando a toquetearme, sintiendo como mi enorme y trigueña verga venosa ya se rozaba contra su traserito blanco y terso.
Yo también lo acariciaba y pasaba mis rudas manos por su suave y lampiña piel, que deslicé la derecha por su espalda hasta su culito y le metí un nudoso dedo en su hoyito anal; mismo que ahora se dilataba tan fácil gracias al efecto del agua caliente, como por lo acostumbradito que ya lo tenía por recibir mi vergota constantemente.
– Dile a papito lo mucho que quieres que te la meta.
– ¡Muchi-chi-chísimo papi! ¡Quiero jugar así contigo siempre! —Y me dio un dulce besito, mientras yo sentía bajo el agua su penecito de 5cm bien duro frotarse contra mi panza.
– Este fin de semana te voy a coger y llenar tanto de lecha de mi verga que quedarás contento para toda la vida, amor. —Y le introduje un segundo dedo, a lo que él gimió más.
– ¡Ah…! ¿Papi…me das lechita? Quiero comer tu lechita rica…
Así que me senté en una orilla del jacuzzi, dejando todo mi morcillozo mazo parado fuera del agua, para que mi nene de inmediato se acercara atraído a éste y empezara a mamármelo de esa espectacular manera que sabe hacer con apenas 6 añitos. A mi me encanta ver como me lo lame todo, desde las peludas bolas hasta el glande, relamiéndose mis abundantes jugos seminales, y luego chupármelo. Me lo succiona todo lo que puede, con un delicioso ritmo de ‘mete y saca’; y cuando le llega al fondo de su boquita, pasando su faringe, oigo como tiene leves arcadas; pero aun así el pequeño no para, pues a él eso le fascina. Y mientras empleaba su hábil boquita, Marquitos también usaba ambas manitos para masturbar el resto de mi leño.
Al cabo de un buen rato, mi niño me hizo acabar y yo le di el semen hirviente de mis huevos (y que a él tanto le gusta), comiéndose uno a uno todos mis chorros de leche de semental. Y luego de dejarme seco de mi primera corrida, mi putito coqueto se giró y colocó en el borde opuesto del jacuzzi, meneando sus nalguitas para provocarme otra erección instantánea.
– ¿Ya quieres que papito te la meta duro por el culito? —Le pregunté cruzando la bañera con unos pocos pasos y sacudiéndome la verga ansiosa por más placer.
– ¡Sí! Hace mucho no lo haces. Lo extraño, papi. —Y sentí como él empujaba hacia atrás su compacto y redondeado trasero, frotándolo contra mi palpitante tronco viril.
Entonces le separé las nalguitas y, colocando la punta de mi arma de macho en su dilatado agujerito, se la clavé con una fuerte estocada y de inmediato le entró casi la mitad por todo su recto e inicio del colon. Marquitos soltó un gritito de dolor y placer, y yo ya me lo follaba como sé hacer y él soporta como todo un putito campeón.
Y justo escuché el timbre. Decidí ignorarlo y seguir disfrutando de mi niñito, pero volvió a sonar de una forma insistente. Maldiciendo por lo bajo, se la tuve que sacar a Marquitos e ir a ver quién era. Me enrollé a la cintura una de las toallas que había traído conmigo y sin importarme que se notara mi tremenda verga erecta debajo de ella, entré a la casa y caminé hacia la puerta de enfrente oyendo otra vez el condenado timbre.
– ¡¿Quién demonios es?! —Y sin esperar contestación abrí la puerta de sopetón.
Mi sorpresa fue descubrir que se trataba de mi hijo mayor Danilo, de 23 años.
– Perdón que venga sin avisar, papá. Es que justo tenía libre y andaba por aquí. —Me dijo en lo que yo lo hacía pasar y él me veía de pies a cabeza- Pero creo que vengo en mal momento.
– No, tranquilo hijo. Sólo estábamos en el patio de atrás usando el nuevo Jacuzzi. —Y traté de disimular mi vergota, ahora semierecta- Es que lo instalaron hace poco, pero con Josecito no habíamos tenido tiempo de estrenarlo.
– Ya lo creo. ¿Y dónde está el nuevo miembro de la familia para cargarlo un rato?
– Lo tiene su madre y ella está de viaje visitando a mis suegros.
– Entonces estás solo con Marquitos. Quizás me dejas unírmeles; aunque no traje bañador.
– Claro, hijo. Y no te preocupes, nosotros nos metemos desnudos. —Y lo empecé a encaminar hacia el patio de atrás de la casa.
– Mejor aún. —Me dijo al tiempo que me seguía.
El pequeño al ver que era mi hijo se puso muy emocionado y contento, saludando a Danilo con una hermosa sonrisa de oreja a oreja y diciéndole “hermanote”; algo que a éste le gustó mucho por la expresión en su rostro (y a mí me excitó un poco, no sé por qué).
– ¿Te vas a bañar con nosotros? —Le preguntó Marquitos salpicando agua.
– Así es, ‘manito’. —Y él se quitó la camiseta, exhibiéndole al niño su atlético físico.
Yo ya estaba acostumbrado a ver a mi hijo así; en cambio mi nene estaba muy pendiente de como Danilo se desvestía y atentamente le miraba su cuerpazo de piel trigueña, un poco más clara que la mía y no tan velludo como lo soy yo; sólo en las piernas, axilas, pubis y la mata negra que le sube por su firme estómago; pero si es muy fuerte igual que yo, con los músculos definidos y uno buenos bíceps de hacer ejercicio; aunque lo que más llamó la atención de Marquitos, fueron los genitales que le colgaban a mi primogénito, que hasta ese momento reparé en que se veían muy parecidos a los míos, en tamaño y forma. Danilo como yo tiene un par de voluminosos huevos peludos y un muy grueso y venoso leño viril, que le cuelgan de manera llamativa e imponte entre sus recias piernas.
– ¡Siéntate junto a mí! —Prácticamente le ordenó el entusiasmadísimo pequeño, en lo que mi hijo ya completamente desnudo entraba en la bañera.
– Bebé, se dice ‘por favor’.
– Perdón, papi… Siéntate conmigo, por favor. —Y Danilo se sonrió de la dulzura del niñito.
Luego yo entré también y me acomodé opuesto a ellos, observando como mi adorable nene le mostraba a su hermanastro mayor sus figuras de acción y jugaba un rato con él. Marquitos brincaba y se movía de un lado al otro, para estar tanto con mi hijo como conmigo; entonces yo le pasé una cerveza a Danilo y nos pusimos a platicar. En una de esas tantas veces, mi pequeño se puso a tocarme bajo el agua, acariciando y rozándome la verga; por lo que yo tenía que disimular y usar las burbujas para tapar mi mazo ya bien hinchado y rígido.
– ¿Me pasas otra cerveza, papá?
– Eh…sírvete tú, con confianza hijo. —Respondí temiendo que si me movía un poco el glande se asomaría fuera del agua.
Y al momento que mi hijo se levantó un poco para alcanzar otra lata, mi sorpresa fue que él también estaba totalmente erecto. Lo único que se me ocurrió pensar, es que cuando Marquitos se turnaba y sentaba sobre Danilo, lo tocaba y provocaba como lo hacía conmigo.
De ahí mi vástago se volvió a sentar, sólo que esta vez lo hizo justo a mi par; así que el niño se colocó en medio de los dos. De inmediato vi como Marquitos le agarró la verga parada a mi hijo y con la otra manito sujetó la mía, masturbándonos despacito bajo la tibia agua.
– Ahora me queda claro porque dejaste a mamá. —Me dijo Danilo riéndose y dándole un buen trago a su cerveza, mientras se dejaba atender del pequeño.
– Hijo, yo… Lo que pasa es que–
– No hace falta que digas nada, papá. —Me interrumpió al verme algo avergonzado- Se nota que el nenito sabe muy bien lo que hace. Y sólo mira como me tiene a mí también.
El inocente putito no decía nada, simplemente continuaba pajeando nuestros instrumentos viriles, divertido y riéndose, pues para él todo era un juego. Yo al oír esa confesión de parte de mi primogénito me tranquilizó un poco; ya que estaba claro que no le molestaba, al contrario, estaba tan caliente y duro como su macho padre. Entonces Danilo se levantó y se acomodó en el borde del jacuzzi, exponiendo su miembro; el cual es sorprendentemente muy parecido al mío en erección, igual de largo, pero no tan grueso; aunque su color oscuro, lo venoso, peludo y el glande amoratado, era como ver mi verga un poco más joven.
En cuanto a Marquitos, éste al contemplar la impresionante virilidad de su hermanastro mayor se acercó a su entrepierna y sin necesidad que se le dijera nada, el ninfómano niñito se puso a chupársela a Danilo, mamándosela como el tierno becerrito hambriento que es.
– ¡Oh…papá…! ¡Pero qué bien la mama Marquitos! —Exclamó mi vástago al ver extasiado como el pequeño se había engullido la mitad de su mazo, atorándoselo hasta más allá de la faringe; por lo que su gargantita se la estrujaba de una forma deliciosa- ¿Cuánto es que tiene?
– Sólo tiene 6 añitos; pero es un putito innato. —Contesté jalándome y mirando aquella escena morbosa entre mi bebé y mi hijo mayor- Él ama comer verga y tragarse toda la leche de macho. Y también ya la aguanta entera por su rico culito.
Yo también me senté en el borde, al lado de Danilo, al tiempo que mi niño se sacaba la de su hermanastro y se devoraba la mía hasta atragantarse. Marquitos atendía nuestras hombrías con su boquita y hábil lengüita, turnándose para ordeñarnos el contenido de los huevos.
– ¡Uff~! Esto está increíble, papá. Gracias por compartirlo conmigo.
Resultó que mi primogénito era todo un macho pervertido como yo; lo que no sólo me causaba un morbo tremendo, sino que también me llenaba de un gran orgullo paternal.
– Y espera a que le pruebes el culo. ¡Vamos hijo, métesela de una vez!
Mi vástago no se lo pensó dos veces; se paró dentro de la bañera justo detrás de Marquitos, lo sujetó por las caderitas para alinearle el trasero con su inflado glande y bajo el agua se la empujó un par de veces, hasta que logró meterle más de la mitad con muy poco esfuerzo.
– ¡Oh…joder que bien le entra! —Exclamó Danilo jadeando de placer al sentir aquel estrecho y cálido culo infantil envolver todo su musculoso garrote masculino- Y no se queja de dolor, ¡qué bien educado lo tienes, papá!
– Métesela toda, hijo. Al putito le encanta y si le das duro, mucho mejor.
Mi descendencia no lo dudó y con un buen movimiento de pelvis le metió el resto dentro de las entrañas de mi nenito; quien gemía de gusto con la boca llena, puesto que no había dejado de mamármela ni por un instante. Entonces yo con mis caderas comencé a follarle la boquita y garganta, al mismo tiempo que Danilo se deleitaba cogiéndole el culo hasta el fondo. Pronto mi heredero y yo resoplábamos como un par de bestias embramadas, embistiendo a la vez a esa pequeña criaturita de tan sólo 6 años; sodomizándolo por ambos agujeros y con un vicio tremendo, como si ambos quisiéramos juntar las puntas de nuestras vergotas en su interior.
– ¡Oh…joder, papá! No me lo creo…Oh… ¡Se siente mejor que el coño de mi novia!
– Lo sé, hijo. Ahora ya no querrás coger vaginas si tienes un culito infantil como este.
El semental de mi primogénito y yo estuvimos compartiendo a Marquitos así por un buen rato; hasta que finalmente Danilo comenzó a correrse dentro de los machacados intestinos del niñito, y no más acabó de soltarle dentro hasta el último chorro de su leche, se la sacó y lo giró para que yo se la metiera seguido. Mi nenito gemía colorado por la excitación y el efecto de la mezcla de la temperatura del jacuzzi y nuestra abundante testosterona; y en eso se la clavé entera por el culito roto, hasta el pegue de mis pelos, sintiendo dentro el esperma de mi hijo y sólo para arrojarle mi propia descarga y terminar de saturar al niño a tope de semen.
Luego los tres nos quedamos en el agua, viendo entre la espuma como nuestra leche viril se mezclaba; ya que al nenito se le salía a borbotones por su abierto anito.
– ¿Amor, te gustó jugar con tu hermanote? —Le pregunté mientras lo cargaba en brazos.
– ¡Sí! ¿Van a jugar conmigo los dos así siempre? —Y mi hijo y yo intercambiamos miradas cómplices; encantados de ver como el putito quería ser usado por machos todo el tiempo.
– Sabes papá, mañana sábado deberías invitar a Camilo para que se nos una.
– Tienes razón. —Y dirigiéndome a Marquitos- ¿Quieres conocer a tu otro hermano mayor?
– ¡Sí! ¡¿Él también me va a dar lechita, verdad papi?! —Danilo y yo nos reímos.
– Claro que sí, bebé. —Le aseguré dándole un beso en la boca y cuando acabé, el pequeño se giró para alcanzar los labios de Danilo y también le dio un apasionado beso de lengua.
—Continuará…
Muy ardiente esa nueva saga. El bueno de Marquitos ha salido muy buen putito. Tengo ganas de leer como siguen las aventuras de semejante putito
Sigue escribiendo porque me encantan tus relatos
Gracias, pero el próximo capítulo es el final de esta saga y de nuestro tiempo conociendo al putito de Marquitos jejeje…
Salu2!! 😉
Uffff riquísimo 5 estrellas para ti, esta historia me encanta demasiado, espero el próximo con muchas ganas
Gracias, ya estoy trabajando en su final 😛
Salu2!!
Siempre calientes y pervertidos tus relatos👍 pero ya puedes dejar de nombrar constantemente tu gran verga 😜
«Su» gran verga; no sé porque siempre se refieren al lector como uno de los personajes. Y no, te cuento que lo mencionaré tantas veces como a mi me cause morbo. Si no te gusta cuanto suelo redundar en mis fetiches; pues me temo que eso es algo que tendrás que superar o me dejas de leer y ya 😉
Gracias y salu2!!
Uff no creo equivocarme al decir que es de los mas morbosos y calientes de esta historia! Me muero por ver como sigue! Tambien el papi jugara con sus hijos mayores mientras estan con Marquitos??? Saludos!
Pues no, no creo, pues para mí los hijos son machos como el padre; sólo el pequeño es una nenita 😛
Gracias y salu2!!