Crónicas de un Macho Pervertido (5)
Enviciando al Pequeño Marquitos….
Esa tarde logré zafarme del trabajo más temprano de lo usual, esperando poder llegar a casa y descansar un poco. Cuando estacioné en el garaje noté la bicicleta de mi hijo menor, Camilo, algo bastante inusual pues no es que viva cerca y se supone que debería estar en clases; además me percaté que el carro de mi mujer no estaba. Ya con eso me hice una idea de que esperar al momento en que abrí la puerta principal. Y tal y como lo había sospechado, al momento que entré en la sala me encontré a mi hijo desnudo, sentado en uno de los sofás y con Marquitos encima y cabalgándole la entrepierna como todo un putito campeón.
Mi niño bonito saltaba dándole la espalda a su joven semental, uno delgado pero con los cuadritos marcados, y cuando me vio de frente entrar a la casa su carita se iluminó:
– ¡Papi, mira! ¡Estoy jugando con Camilo…! ¡Agh~! —Me dijo contento entre lo que gemía, al sentir como el machito de 19 años le encajaba más fuerte su verga; empujando hacia arriba con su pelvis, mientras lo sujetaba por la cinturita con ambas manos y lo jalaba hacia abajo, ensartándolo a tope; hasta sus pelos púbicos negros dentro de ese tierno culito.
– ¡Oh…! Hola papá… —Me comentó de lo más tranquilo el menor de mis hijos con mi primera esposa− Viniste más temprano hoy, ¿no?
– ¡¿Y se puede saber qué carajos les pasa a ustedes dos?! ¡¿Cómo es que los encuentro así en medio de la sala?! —Y dirigiéndome a mi nenito, en lo que me desanudaba la corbata, continué con mi regaño- ¡Marquitos, tu mami puede verte y sabes que eso sería muy malo!
– P…perdón papi… —Contestó acongojadito, dejando de menar su redondito culo; aunque mi vástago no paraba de ensartársela y hacerlo estremecer de todo su lindo y pálido cuerpecito.
– No te enojes, papá. Ella salió con Josecito y nos dijo que vendría tarde; por eso yo me quedé cuidando a Marquitos…Oh que rico… Y le estoy dando mi regalo de cumpleaños atrasado.
Hacía un par de semanas atrás mi dulce nene había cumplido los 7 añitos y con cada día que pasaba (y a medida iba creciendo gracias a toda la lechita de mis huevos, que él comía casi a diario), el pequeño se había vuelto cada vez más ninfómano; pidiendo todo el tiempo carne viril y mucha leche de macho. Por suerte ahora mis dos hijos, Danilo y Camilo, me ayudaban de vez en cuando a calmar las insaciables ganas de Marquitos por ser usado por un hombre.
– Bueno, está bien. Pero no quiero que vuelvan a ser tan descuidados. —Y me desabotoné toda la camisa traspirada, descubriendo mi pecho y panza peludos, así como mis sobacos apestosos de macho- Ahora bebé, cómele la vergota a tu papito.
– ¡Sí, papi! —Me respondió con una sonrisa de orejita a orejita y relamiéndose las ganas.
Entonces me acerqué y de pie frente a mi pequeño me saqué por la abertura de la cremallera mi gruesa tranca, junto con mis cargadas y sudadas bolas peludas, y puse a mi niño a que se deleitara con toda mi hombría. Por supuesto Marquitos, como buen niño puto, de inmediato se puso a chupármela; haciendo que dentro de su boquita mi leño se engrosara y endureciera con cada una de sus exquisitas succiones, hasta dejarme bien firme. Con sus manitos me masturbaba del velludo y venoso tronco, al tiempo que me la mamaba y se atragantaba con todo lo que podía engullir, viéndome con sus ojitos miel llenos de amor y deseo por mí; todo mientras mi hijo Camilo no paraba de cogérselo fuerte y rápido.
Yo comencé a traspirar a chorros nuevamente, apestando todavía más a macho; cosa que sé que le fascina a mi nenito, el oler la testosterona de los hombres lo pone más loquito.
– ¡Diablos papá, sólo se puso a comértela y se menea más rico…Oh…! Y hasta parece que su culito me estrujara más… ¡Ooohhh…! —Exclamó Camilo sentado en el sofá, viendo de costado como Marquitos ahora abría bien su boquita y me dejaba follársela hasta la garganta, soportando con arcadas mis viciosas embestidas bucales.
– Es que ya sabes que este nuevo hermanito tuyo es todo un putito nato. —Y en una de esas se la clavé hasta que mis pelos púbicos le llegaron a la carita colorada- Parece que nació para comer vergas y que le partan todo el culito.
– ¡Uff~! ¡No sé ni cómo puede tragársela entera, si tu verga es enorme papá! Ojalá la mía fuera así como la tuya…
– Pero que dices, hijo. Si tú tienes buena herramienta también. —Le contesté por sobre los sonidos guturales que se producían con mi miembro al entrar y salir por la garganta del niño.
– No tan grande o gruesa como la tuya o la de Danilo.
– Tranquilo hijo, te seguirá creciendo más. Lo traes en los genes después de todo.
Y en eso liberé a Marquitos para que este pudiera recobrar el aliento, cosa que le tomó un par de segundos nada más; puesto que desesperado siguió saboreándome. Me pasó su lengüita por todos mis 21cm de sólida virilidad, juntando mis jugos seminales mezclados con su salivita, para luego comerme mis pesados huevos trigueños; los cuales chupaba uno a uno sin problema.
– Mmmm… ¡Slurp~! ¡Quiero lechita, papi! Mmmm… —Me pidió al momento que regresaba a mamarme con hambre el instrumento inseminador.
Yo quería arrojarle ya toda mi carga seminal dentro y dársela a beber como tanto le gusta; pero también quería prolongar ese morboso placer que me causa follármelo junto a mi hijo.
– Hoy no bebé. Hoy papá te va a preñar el culito junto con tu hermano mayor.
Entonces lo detuve y aproveché a desnudarme del todo, para después sentarme al lado de Camilo y hacer que Marquitos lo desmontara y solito se sentara en mi palpitante vergota.
Mi pequeño se dejó sentar de frente en mi nervudo miembro masculino, introduciéndose hasta la mitad de una; pero por la diferencia de tamaño y grosor el nene soltó un sonoro gemido, y de ahí empujó todo su cuerpecito para abajo, logrando enterrársela entera, que vi como se le abultó el vientrecito con la forma de mi glande.
– Oh…que caliente y húmedo le dejaste el culo, hijo. —Le comenté a éste, en lo que tomaba a Marquitos por las caderas y lo ayudaba a cabalgarme; mientras él se aferraba con sus manitos estrujándome los pelos del pecho- Muy buen trabajo, haces sentir a tu padre muy orgulloso.
Con ese comentario noté como la verga de mi vástago se sacudía más, soltando hilos seminales a la alfombra y al mismo tiempo que se paraba en medio de mis piernas abiertas y posicionaba su jugoso glande en el tierno anito, rosado y lampiño, de nuestro putito.
– ¿Seguro que le cabrán las dos, papá? —Me preguntó Camilo algo incrédulo.
No lo culpo, nadie podría pensar que un culito infantil de sólo 7 años pudiera albergar dos mazos de macho al mismo tiempo; pero yo sabía que Marquitos los aguantaría.
– Por supuesto que sí. Además es lo que tu hermanito quiere, ¿no es así bebé?
– ¡Sí! ¡Quiero las dos dentro! ¡Siento cosquillitas ricas cuando me la meten! —Escucharlo gemir y pedir de esa forma, me llena de amor y lujuria; que acerqué su carita a mi lascivo rostro y nos empezamos a besar con lengua, que mi niño hasta me dejó el mostacho bien ensalivado.
Y ahí el nenito gritó de dolor; ya que mi hijo adolescente estaba haciendo fuerzas para meter su verga junto a la mía, que claramente yo podía sentir como el largo y recio leño de mi muchacho se frotaba contra el mío, cada vez más; por lo que debía estar ensanchando el anito del pequeño bien rico, hasta que finalmente ambos lo teníamos bien empalado.
– ¡Ay…duele, papi! ¡Ya no! ¡Me siento lleno! ¡Agh~! ¡Me duele mucho el culito! ¡Agh~!
– Ssshhh…relájate amor. Sabes que tu papi y hermano no quieren lastimarte; pero para que los dos te embaracemos a la vez, tienes que aguantar como un nene valiente.
– Sí manito, ya vas a ver cómo te va a gustar mucho… ¡Oh…papá que rico se siente! Es mejor que métesela solo. Está más apretado…y tu vergota se siente muy dura… ¡Oh…!
Y con eso Camilo empezó a embestir despacio a Marquitos; quien apretaba los dientecitos para no gritar y en sus largas pestañas encrespadas habían lagrimitas, pero también gemía por lo bajo con cada suave ‘mete y saca’ de su joven semental. Yo por mi parte no me movía mucho, sólo la empujaba un poco hacia arriba cuando sentía que mi hijo enterraba la suya bien adentro; sincronizándonos en una intensa cogida ‘padre e hijo’ a esas exquisitas entrañas, las cuales pertenecían a una dulce e inocente criaturita. Pero lo cierto es que dicha criaturita se enviciaba cada vez más con nosotros, sus machos sementales, que pronto dejó de quejarse de dolor y gemía de manera más descarada; hasta nos pedía que le diéramos más:
– ¡Ay…sí, papi! ¡Ya siento rico! ¡Ahh~! ¡Más! Papi…manito… ¡Denme más duro…! ¡Ahh~!
– ¡Diablos papá, qué cogida tan increíble! ¡Ooohhh…! —Exhalaba mi viril hijo, calado en sudor de machito; en lo que él aumentaba el ritmo de sus bombeos al anito roto de nuestro putito ninfómano- No voy a poder aguantar mucho más, papá…
– ¡Córrete cabrón, deja que tu padre sienta tu leche en toda la verga! ¡Ooohhh…que delicia!
– ¡¡AAAAHHHH!! —Y los dos acabamos al unísono dentro del culito de Marquitos; mismo que gemía de gusto, sintiendo como cada chorro del espeso semen de un padre y su hijo entraban en sus intestinos sodomizados, mezclándose en su interior.
Y en cuanto a mi nene, a este le había encantado su regalo doble; tanto que no quiso que Camilo o yo se las sacáramos, él quería seguir siendo follado muy duro por los dos y deseaba que le llenáramos de nuevo con más de nuestra caliente esperma. En verdad que mi pequeño niño, en su inocencia, no se daba cuenta de que se había vuelto un adicto al placer con adultos machos y pervertidos. Eso lo continué observando día con día. Como la vez que entré en mi habitación una de esas tardes y lo encontré desnudito, sentado al borde de mi cama, con sus piernitas bien abiertas y con una manito se sostenía en la cara una de mis trusas usadas del cesto de ropa sucia. Marquitos lamía y chupaba aquella prenda que tenía los restos de mi sudor, sebo y orina secos, saboreando y oliendo mi viva esencia masculina; mientras sorprendentemente se metía en su sonrosado anito todo el puñito.
Por supuesto que me sorprendí mucho al hallarlo haciendo eso; pero también me excité al instante, que mi verga se ensanchó y endureció en cuestión de segundos, por lo que tuve que liberarla para no rasgar mi ropa. No me importó que mi mujer hubiera salido al mercadito local sólo por unos momentos; yo estaba igual que mi nene, intoxicado de lujuria, que no lo regañé y simplemente me le acerqué y, de rodillas, aproveché a deleitarme con el menudito y lindo cuerpo de mi pequeñito. Él sonriendo me dejó pasarle toda mi rugosa lengua por su plano vientre, chuparle las tiernas y paraditas tetillas, y cuando mi rostro quedó frente a su hermosa carita de mejillas coloradas, le comí la boca a besos.
Después descendí hasta sus lampiños y tersos genitales. Su penecito carnoso estaba bien paradito, que le di varios lengüetazos, sintiendo su maravilloso y dulce aroma infantil; así como también el riquísimo sabor de su pálido pellejito. Marquitos suspiraba de gusto en lo que yo ya le mamaba su diminuto miembro, engulléndomelo entero junto con sus ricas bolitas. Para este punto él ya estaba acostadito sobre mi cama, elevando sus piernas y nalguitas para exhibirme y tentarme con su exquisito esfínter, ya dilatado al extremo; así que me dispuse a comerle el culito. Le pasé la lengua por todo el borde anal, ensalivándolo bien, que mí espeso mostacho se frotaba contra su terso perineo y bolitas; haciendo que mí nene gimiera más fuerte.
Y yo empuñando con una mano mi gran y gordo mazo viril me lo jalaba fuerte, al mismo tiempo en que le humedecía el agujerito a mi putito; tanto, que mi saliva escurría hasta mojar las sábanas. De ahí comencé a cogerlo con mi carnosa lengua, degustando el tibio interior de su recto, notando como mi adorable niño se estremecía de pies a cabeza y me suplicaba entre gimoteos de placer que se la metiera, que lo preñara. Nunca me deja de extasiar y excitar como ese pequeño de apenas 7 años tiene tanta libido.
Él con ambas manitos se pellizcaba sus pezoncitos, mientras yo ya le introducía tres de mis gruesos dedos, metiéndolos y sacándolos de su palpitante culito a buen ritmo. Luego le metí los cuatro con el pulgar entre ellos y al momento que entraban todos, los abría; expandiendo más su hambriento ano en el proceso. Lo estuve follando así por varios minutos, viendo como su penecito firme se sacudía solito y botaba chorritos de orina, blanquecina y especita, con cada uno de los orgasmos que yo le estaba dando de esa manera.
Mi verga estaba tan hinchada que las venas que la surcan completa, desde mí amoratado glande hasta mis peludos huevos, parecían a punto de estallar. Entonces yo ya me preparaba para penetrarlo; pero en eso escuché la puerta principal y supe que era su madre que había regresado. Por fortuna Marquitos se pudo reponer más rápido que yo, se vistió presuroso y salió del cuarto; en lo que yo tuve que encerrarme al baño y pajearme o mis bolas explotarían.
Ese tipo de situaciones se daban con mucha frecuencia, puesto que Marquitos parecía ya no tener límite para sus ansias y deseos sexuales por mi verga y leche de macho; de hecho todo de mí. Una mañana que me lo llevé a escondidas al motelito y ya llevaba la tercera cogida a su culito (mismo que había quedado sumamente abierto y rojo, casi salido), yo estaba recostado en la cama, con mis brazos detrás de la nuca, descansando y recuperándome; mientras mi sucio nenito se deleitaba lamiéndome y chupándome los pelos sudados de los sobacos. Al putito de Marquitos hasta eso le gustaba de mí, el sabor salado de mi traspiración de macho; pero por más que yo me dejaba a gusto, lo tuve que detener por un momento y me levanté.
– ¿A dónde vas papi? —Me preguntó ansioso, hincadito sobre la muy usada cama, como si no quisiera que me alejara de él ni por un segundo.
– Descuida amor, sólo voy al baño. Necesito orinar. —Le contesté parándome frente al inodoro y levantando la tapa.
– ¡Papi espera! —Gritó y yo me contuve, sosteniendo entre mis nudosos dedos mi fibroso miembro semierecto.
– ¿Qué pasó bebé? —Indagué, aguantándome el chorro.
– ¿Y si…? Yo quisiera que…
– ¿Dime bebé, qué pasa?
– Es q… ¡Es que quiero que me orines, papi!
– ¡¿Quieres que te orine?!
Y él únicamente afirmó con un leve movimiento de su cabecita y de ahí señaló la pantalla de la televisión; donde la película porno que teníamos puesta mostraba a un grupo de hombres meando a una madura tetona. Yo me reí. Claro que Marquitos querría probar hacer ese tipo de cosas; si desde que me había conocido, había estado expuesto a todo tipo de situaciones y estímulos sexuales a pesar de su corta edad. Entonces acepté y mi pequeño niño se puso de rodillas en el piso de la angosta ducha, abriendo la boquita y sacando toda su lengüita rosa, esperando el flujo que estaba por emanar de mi abierto ojete. Mi orina salió en un poderoso chorro amarillo, con tanta presión que le di en toda la carita; pero aun así el cerdito de mi nene no cerraba la boca, más bien la abría más, tratando desesperado de tragarse todos los meados calientes que lo salpicaban.
– ¿Te gusta que papito te orine? —Y mi chorro ahora entraba en su boquita y garganta como si fueran la tubería de un urinario.
– ¡Glub~! ¡Sí…papi! ¡Glub~! ¡Más…Dame más! ¡Glub~! ¡Glub~! —Me pedía con su lindo y marcado cuerpecito ya todo calado con mi orina apestosa de macho.
Terminé cogiéndomelo una cuarta vez ahí mismo, cargándolo en brazos contra una de las paredes de la ducha y empalándolo con toda mi enorme tranca fálica.
Pero eso no fue lo más vicioso que Marquitos llegó a pedirme, o no. Una noche que mi flaca salió a cenar con sus amigas y me quedé solo cuidando a los niños; mi putito y yo estábamos follando en la mesa de la cocina. Yo lo tenía de candado; es decir que él estaba sentado en el borde, manteniéndose así mismo con los brazos hacia atrás, en lo que yo lo penetraba parado y de frente, y él me envolvía por las caderas con sus piernitas, inclinándose para dejarme embestirlo a pleno; con mis frondosos pelos púbicos topando con su lampiño y terso culito blanco pálido. Lo estaba cogiendo tan duro y rápido que la caja de pizza, de la que habíamos comido momentos antes, cayó al piso y como sus gritos se hicieron cada vez más fuertes, estos despertaron a su hermanito, a Josecito.
– ¡No papi! ¡No pares, sigue! ¡Sigue porfa! —Me imploró aferrándose más con sus piernitas cruzadas contra mis nalgas peludas, para evitar que le sacara mi morcillozo miembro; puesto que mi putito había sentido que esa era mi intensión al oír los llantos del bebé.
– Marquitos, ya hemos hablado de esto. —Le respondí en tono firme, a la vez que le sacaba mi verga erecta y esta se sacudía a modo de protesta, botando al suelo de la cocina un espeso borbotón preseminal.
Entonces me dirigí al cuarto de mi pequeñín así como estaba; desnudo, erecto y cubierto en mi traspiración masculina. Cuando llegué encontré a Josecito en su cunita, únicamente en pañales, pues era de esas calurosas noches de verano y si lo cubríamos mucho se incomodaba y no se dormía. Me acerqué de pie a la cuna y ahí me fijé que el verdadero problema era que su chupete se había caído y eso fue lo que lo hizo despertarse; así que simplemente tomé el chupón y se lo llevé a la boca. En el instante que sus labios sintieron aquella bolita de goma látex, Josecito dejó de llorar y retomó sus plácidos y rítmicos chupeteos, volviéndose a dormir como si nada hubiera pasado. Yo me quedé un rato contemplando a mi tercer hijo, a mi nuevo retoño que aún no cumplía el añito, y a su cuerpecito hermoso y tierno. Su piel es de color canela clara, con esa suavidad característica de los bebés, con su torso y extremidades algo regordetas, como si estuvieran formadas por segmentitos, y como dormía boca arriba, se veían sus adorables tetillas y su pequeña barriguita infantil, con el lindo ombliguito como botón.
– ¿Papi y cuando le vas a dar tu lechita a Josecito…? —Me preguntó Marquitos al tiempo que entraba en la habitación de su hermanito, desnudo y con ganas de que lo siguiera cogiendo.
– Cuando esté un poco más grandecito.
– ¿Por qué? Tú siempre me has dicho que la leche de la verga ayuda a que los niños crezcamos sanos y hermosos… ¿O es que no quieres a Josecito tanto como a mí?
– No es eso, amor… Lo que pasa es que… Bueno, yo… —Lo cierto es que no tenía argumentos para refutar lo que Marquitos me había dicho. Tanto llevaba enseñándole esas mentiras morbosas para mantenerlo dándome placer, que ahora yo tendría que seguir hasta el final.
– Sabes amor, tienes toda la razón. Ya es hora de que tu hermanito tome toda la leche de macho de su padre. —Y mi nene me sonrió al oír esto.
Con esa nueva y viciosa idea en la cabeza, cargué despacio a mi bebito para no despertarlo y, junto con mi nenito pícaro, nos dirigimos a mi cuarto y cama. Ahí recosté a Josecito y luego Marquitos y yo nos subimos de rodillas con mucho cuidado. En eso mi pequeño putito tomó la iniciativa y le quitó el chupón de la boca a su hermanito, dejando aquella boquita entreabierta y boqueando el aire, desesperado por recuperar su tan deseable chupete; aunque con los ojitos bien cerrados, todavía entre sueños. Yo me puse en posición, de manera que mi tranca viril quedó a milímetros de la plácida carita del bebecito; que yo hasta podía sentir su aliento y respiración sobre mi glande descubierto. Mis 21cm de venosa y gruesa carne se hinchaban al máximo, palpitando hacia al pequeño bebé que tenía delante, completamente a mi perversa merced. El morbo de esa escena era sofocante. Admito que el tener la boquita de mi tierno bebé tan cerca de mi monstruosa verga parada era más de lo que podía pedir; incluso mis grandes y repletas bolas se estremecían dentro de su saco cubierto de rizos negros.
– Vamos papi, dale tu vergota o se va a poner a llorar. —Me dijo Marquitos algo impaciente.
– Sí amor, se nota que tu hermanito necesita algo duro y rico para chupar. —Y me llevé la mano derecha a la base de mi mazo, sujetándolo para evitar las violentas sacudidas que tenía con cada palpitación. Y cuando quedó quieto, apunté a la boca abierta de Josecito.
Me acerqué con cuidado, moviendo mi cadera milímetro a milímetro, mirando hacia abajo para no perderme el instante del contacto de nuestras pieles. Y en ese momento me percaté de la considerable diferencia de tamaño entre aquella abertura oral infantil y mi enorme verga. Su chupón era tan pequeño en comparación con mi amoratado glande, que comencé a dudar si mi bebé podría recibir mi hombría sin siquiera tener un añito de vida.
– Apuesto a que a mi hermanito le va a encantar tanto como a mí. —Habló mi adorable niño, hincadito al lado contrario, con las mejillas sonrosadas y sonriendo inocentemente.
Con eso deseché cualquier preocupación o duda; que apreté en mi mano la base de mi robusto leño, haciendo que las venas se marcaran aún más por todo el tronco, y finalmente llevé la punta de mi garrote masculino a los carnosos labios de mi bebito.
No podía creerlo. La boquita de ese tierno bebé estaba besando la primera verga de su corta vida, que coincidentemente se trataba del mismo miembro que le había otorgado la vida. Yo me quedé inmóvil, creyendo que en cualquier momento mi pequeñín se despertaría llorando a todo pulmón; pero no fue así. Josecito se quedó quieto, con mi jugoso glande rozándole los dulces labios, y estoy seguro que gracias a que sintió lo dulcito de mis líquidos seminales, mi retoño abrió la boquita y se puso a chupármelo, como si se tratara de su chupete.
– Ooohhh… —Traté de suprimir el suspiro de éxtasis que experimenté en ese momento; viendo como mi hijo de menos de un añito separaba sus labios e instintivamente succionaba la verga de su padre, creyendo que se trataba de su chupón favorito.
– ¡Mira papi, ya te la está chupando! —Exclamó Marquitos al ver como su hermanito pequeño abría más su boquita, para así poder darme unas deliciosas chupaditas a mi sensible frenillo; recibiendo de mi ojete más melosos hilos seminales, que él saboreaba con su lengüita de bebé.
Yo me excitaba más y más a cada segundo, pues aquello era lo más depravado que había hecho jamás. No sólo estaba profanando a mi propio bebecito, sino que mi putito me miraba con admiración y deseo, maravillado de lo que yo le estaba haciendo a su hermano menor.
Entonces, con un poco menos de delicadeza, aumenté el contacto de mi glande contra la boca de Josecito, sintiendo en el proceso el duro borde de los dientecitos que ya le estaban saliendo, dos abajo y uno arriba, en una dolorosa y placentera fricción; que casi de forma imperceptible empecé a empujarle despacito mi verga para adentro.
No lo pude evitar. Mis ansias y perversas ganas crecían inversamente proporcionales a lo que mi paciencia se agotaba. Yo sentía las gotas de sudor de mis peludos sobacos resbalar por mis costados; mientras todos mis recios músculos se tensaban, desde mis macizos muslos hasta mis abultados bíceps, así como también mis excesivos huevos se elevaban cada vez más cargados. Y en cuanto a mi bebito; éste seguía acostadito boca arriba, tranquilo y bien dormidito, con sus puñitos cerrados, las piernitas abiertas por el acolchonado pañal y con la carita un poco de lado, dándome unas succiones extremadamente placenteras.
– Papi, métesela más. —Me pidió Marquitos, con su penecito muy duro, apuntando hacia arriba y pegado a su plano vientre− ¡Haz que te la mame mejor para que te ordeñe todo!
– Tienes razón, amor. —Así que aumenté la presión y sentí al fin que su boca se abrió del todo.
Aun así todo lo que Josecito pudo contener en su boquita fue mi glande entero. Y en eso escuché como mi pequeñín tragó un poco de saliva mezclada con mis jugos masculinos, que advertí que el sabor de mi carne viril le gustaba bastante; ya que comenzó a succionar con más ganas, como si en verdad tratara de ordeñarme. Quizás mi retoño de meses soñaba con que estaba mamando la teta de su madre y no la vergota de su padre.
Yo estaba extasiado sintiendo las fantásticas succiones rítmicas que mi bebito le daba a la inflada punta de mi tranca. Los bordes de sus dientitos rozaban mi sensible piel, que estoy seguro que mi uretra se abría más con cada succión, anticipándose a la eyaculación. Nunca antes me había excitado tanto. Esa situación era tan degenerada que me hacía sentir más macho. Esto es algo que nunca pensé hacer con mis primeros hijos, era una perversión que jamás creí posible; pero desde que conocí a Marquitos mi mundo cambió.
Disfruté como nunca la primera y apacible mamada de mi tierno Josecito. Aquellos fueron los minutos más gloriosos que había experimentado hasta ese momento; pero mi calentura enfermiza me exigía más como era de esperarse. Entonces empujé otro poco y logré deslizar un par de milímetros más de mi miembro dentro de su diminuta boca infantil. Inicialmente eso lo hizo atorarse un poco, que se retorció frunciendo el ceñito. Todo mi velludo cuerpo se tensó, pero por fortuna mi bebé se acostumbró sorprendentemente rápido y siguió succionando tranquilamente a pesar de que su papá lo obligaba a mamar cada vez más verga.
Marquitos, mi pícaro putito, me miraba de frente con su penecito súper erecto, y con la carita y pechito colorados por la excitación; tocándose, viendo e incentivándome a darle más de mi leño venoso a su hermanito. Por su parte, éste no cesaba con sus chupetadas y succiones, a un ritmo constante y riquísimo, como si eso fuera algo de lo más natural.
– ¿Josecito te la mama bien, papi?
– ¡Ooohhh…sí amor! Tu hermanito puto me la come tan rico como tú…
Acto seguido, presioné más con mi pelvis, encajando un centímetro más de mi virilidad en la boquita de mi bebito; que hasta sentí como su mandíbula se abría más y mi glande le tocó la campanilla. Sorprendentemente mi bebé no reaccionó a eso, quizás el reflejo de arcadas aún no se había desarrollado; por lo que yo continué e introduje lentamente más de mi verga, hasta que le alcancé la estrecha faringe. No sé cómo eso era posible, ni cuantos centímetros mi pequeñín de menos del año estaba logrando mamarme; lo que sé es que yo estaba en la gloria.
El morbo se había apoderado de mí por completo, que con respiración entrecortada empecé a embestir despacio las fauces de mi retoño en pañales. Deslizando hacia afuera mi verga, experimentaba en mi glande el roce de su cálido paladar, la fricción de sus dientecitos de leche y como su lengüita salivosa masajeaba mi frenillo; para luego empujársela hacia adentro hasta que topaba en el fondo. Y a pesar de todo esto el pequeño Josecito no disminuía sus succiones como un acto involuntario; ya que eso era a lo que él estaba acostumbradito, a chupar y mamar de su biberón para obtener lechita.
Así fue como mi bebito logró contener dentro de su boquita un tercio de mi vergota, en lo que continuaba soñando pacíficamente y yo llegaba a los límites de mi calentura masculina. Mis bolas se inflaron al máximo, cerré los ojos y resoplando como bestia dejé vaciar el contenido de mis huevos en la boca de mi hijo de escasos meses. Ahí mi bebito se despertó, con la sorpresa de que se estaba ahogando con un líquido espeso y caliente, que no era otra cosa que el semen de su propio padre, el mismo esperma del que él una vez fue parte.
– ¡Eso es papi! ¡Dale toda tu leche a Josecito! —Exclamó Marquitos al darse cuenta de que yo me estaba corriendo, arrojando toda mi descarga viril en su hermanito; el cual apenas y podía tragarla toda, que parte se salió por su naricita y le chorreaba por las comisuras de su pequeña boca en una explosión de grumosa crema blanca.
Le habré arrojado dentro unos diez o doce potentes chorros de semen; hasta que suspiré aliviado y me di cuenta que tenía que sacarle mi verga a Josecito, para que el pobrecillo pudiera respirar. Entonces retiré mi miembro de aquel agujero oral y vi como mi tierno bebito regurgitaba un poco de mi leche viril, liberando sus vías respiratorias y recobrando el aliento. Y una vez que mi bebé hizo eso, se echó a llorar por haberse despertado con un susto.
Marquitos se agachó para susurrarle a su hermanito y reconfortarlo, al mismo tiempo que pasaba su lengua por la carita de Josecito, lamiendo los restos de mi leche para comérselos. Esto hizo que mi bebito dejara de llorar y se llevara el pulgarcito a la boca para chupárselo.
– Mira papi, Josecito quiere seguir chupando. —Y mi pícaro putito se rio divertido, para luego señalarme la entrepierna con el dedo− Y tu papá sigues muy duro.
– Tienes razón, amor…
Era verdad, bajé la mirada y me percaté de que mi mazo seguía venoso y firme, palpitándome a pesar de haberme corrido ya; así como también de que mis bolas continuaban cargadas.
Mi adorable bebecito me miraba curioso, con sus ojitos aún algo vidriosos, que yo también me agaché y como su papá le di besitos cariñosos, diciéndole cuanto lo quería. Josecito comenzó a reírse por las cosquillas de los pelos de mi mostacho y yo le dije que jugaríamos a algo muy divertido. Marquitos me secundó, pues sabía muy bien qué tipo de juegos eran. Ahí giré a mi bebé, para que quedara recostado boca abajo, le saqué el pañalito y descubrí sus redondas nalguitas en forma de un suculento duraznito. De ahí le abrí las piernitas regordetas y le pasé la nariz por la rajita de su terso culito. Olía muy bien, ya que su pañal estaba limpio y sequito. Entonces le separé las nalgas y le empecé a jugar con la punta de mi lengua el cerradito anito. En ese momento mi recia tranca se sacudió desesperada por penetrar; pero cuando me volví a incorporar y vi el diminuto cuerpo de mi bebito debajo de mí, supe que era demasiado pequeño y que si intentaba meterle mi gran y gruesa hombría de 21cm, lo destrozaría.
Así que simplemente apoyé mi macizo y sólido miembro masculino en su colita respingada, sintiendo como mis huevos quedaban entre sus muslitos y más de la mitad de mi verga y glande le alcanzaban la espaldita. Yo me sostenía con mis musculosos brazos apoyados en el colchón a ambos lados, para no cargarlo con todo mi peso; sólo con mi pelvis y el roce de mi vergota simulando que lo penetraba, masturbándome entre sus suaves nalguitas.
No podía comprender como algo tan pequeñito e inocente como mi bebé, resultaba ser algo sumamente placentero para un macho pervertido como yo. Y justo en lo que me pajeaba rico contra el culito de mi adorable bebito, sonó mi celular en la mesita de noche junto a la cama. Me detuve por si se trataba de mi flaca para avisarme que ya venía en camino; pero resultó ser una llamada de Danilo, mi hijo mayor:
– Hola hijo, ¿dime? —Contesté con la respiración entrecortada y en lo que mi dura verga ahora era mamada por Marquitos; quien nunca desaprovecha una oportunidad para llevarse mi carne viril a la boca y comérmela- ¿Pasó algo?
– Hola papá. No, todo está bien. De hecho te tengo excelentes noticias. Te llamo para decirte que vas a ser abuelo de un varoncito…
–( Epílogo )–
Pasaron varios años y yo me encontraba en una de nuestras secretas pero regulares reuniones familiares, cuando sonó el timbre. Salí de mi jacuzzi y con mi desnudo cuerpo goteando al piso, me dirigí a la puerta principal. Al abrir me saludó mi hijo menor, que ahora con 25 años ya no era flaco, sino que ya tenía más musculatura y vello corporal como su hermano mayor y yo. Él al no más entrar se comenzó a sacar la ropa y justo cuando ya se había quitado la trusa y sus buenos genitales le colgaban entre las piernas peludas, entró corriendo a la sala Davicito:
– ¡Hola tío! —Y el pequeño de 6 añitos se abalanzó a abrazar a Camilo, quedando con su carita justo en los pelos púbicos de mi vástago menor- ¿Me vas a dar verga y leche, verdad tío?
– Claro que sí, mi precioso. —Respondió mi hijo, en lo que el niñito nos jalaba a ambos por las manos para llevarnos afuera.
En el patio trasero ya estaba Danilo, sentado en uno de los bordes del jacuzzi y con su medio hermanito de 7 años, Josecito, cabalgándole la entrepierna, gimiendo y pidiendo más:
– ¡Ay sí, que rico! ¡Ahh~! ¡Más duro Manote! ¡Ahh~! ¡Préñame, por favor!
Mis dos varones adultos se saludaron como si nada, acostumbrados a tener a esos pequeños para su placer sexual. Y sin que nadie le dijera nada, Davicito, el hijo mayor de Danilo, se puso de rodillas sobre una de las sillas plegables para mamarle la verga a su tío.
– ¡Uff~! Se me olvida lo bien que la comes, mi precioso… —Jadeaba Camilo mientras sentía como su sobrinito le lamía y chupaba toda la virilidad hasta los vellos, haciendo que se le pusiera bien firme e hinchada dentro su boquita y garganta.
A mí siempre se me infla el pecho de felicidad cuando veo esa escena, como mis hijos sementales y esos putitos infantiles cogiendo; en lo que sentí un brazo agarrarme de la cintura.
– Papi, ya está listo. Ya lo llevé al baño. —Era Marquitos, bueno, ahora Marcos; pues mi nene ahora tenía 13 años y ya se veía como todo un hombrecito, delgado pero marcadito, con una buena pelusita en su pubis y axilas. Y éste se había referido al pequeñito de 3 añitos que traía de la otra mano, el menor de Danilo y el más pequeño de la familia.
– Bien, porque hoy es el día en que lo vamos a estrenar todos. —Y Marcos me pasó a mi nietecito, al cual cargué en brazos contra mi pecho peludo y le pregunté- ¿Verdad que quieres que tu abuelito te de verga y leche, no es así mi amor?
– ¡Chiií~! —Respondió sonriente y me lanzó los brazos al cuello, y luego llevó sus labios a los mío entre mi bigote y barba, para darme un apasionado beso en la boca.
—El Fin.
Hola amigo. Me han encantado tus relatos, y este de markito más aún.
Yo esperaba la introducción de tu hijo menor con detalle. Saltaste de cogerte al nene con tu hijo mayor, y que invitarían a tu hijo menor, pero eso no lo relataste. Hubiese sido cachondisimo. Igual este me gustó. Pero te sugiero que describes cómo tu hijo menor se coge a markitos por primera vez, y con la ayuda y apoyo de su padre y hermano mayor. Por favor.
Que estés bien y continúa escribiendo
Gracias, pero no. Me temo que el relato está pensado tal y como lo lees; con saltos de tiempo de un capítulo a otro, donde hay vacíos que se deben dar para avanzar más rápido la trama; ya que no pretendo pasarme todo el tiempo narrando las crónicas perversas de este macho. De hecho ya las di por terminadas para escribir un nuevo relato 😛
Salu2!! 😉
Uffff una locura de relato, que rico!
Gracias.
Excelente
Gracias.
Gran final, me encantan tus relatos 🥵🔥🥵
Gracias 😉
Y salu2!!
Me encantó ésta saga de relatos. No sabes las vaciadas que me dí al leerlas.
Me alegra que lo hayas disfrutado y gracias por todas esas vaciadas jeje 😛
Salu2!! 😉
Muy bueno el final de esta historia y cada parte se volvía mas morbosa y perv que la anterior, gracias por subir estos relatos, es lindo encontrar a alguien igual de morboso. Graciaa
Me da gusto saber que piensas fue un buen final y que mi trabajo como relator es bueno, morboso y perverso como yo jejejeje 😛 😛 😛
Salu2!! 😉
Espectacular relato y sobre todo para mí, que me llamo efectivamente «Marcos» y «Marquitos», solían llamarme cuando era muy chiquito y ya me dejaba coger por todo el mundo, motivo por el cual puedo dar fe que este relato, es una viva experiencia y ciento por ciento real. No puedo expresar con palabras, la enorme satisfacción de haber leído este maravilloso relato, primero, por el hecho de ser yo mismo «Marquitos» y segundo porque yo solía dejarme coger como el «Marquitos» de esta historia. Besitos.
Pues yo escribo sólo fantasías; cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia jeje 😛
Gracias por leerlo y espero busques más de mi trabajo en mi vasto compendio de relatos
Salu2!! 😉